A veces me gusta creer que me arrepiento de todo,
que lo que más deseo es no haberte conocido.
Sin embargo, esa es la salida sencilla
y, en el fondo, puede que sea una mentira.

La omisión de tu existencia es lo que me salvó la vida.
Pero negarlo no va a cambiarlo.
Estuviste ahí y yo estuve ahí.
Eso que tuvimos es lo único que ha dejado de existir.

Ahora tú estás allá y yo permanezco acá.
Es algo más que un par de letras cambiando el significado.
Somos tú y yo negando que alguna vez hablamos.

En el pasado existen muchas piezas
y la gente puede armar el rompecabezas.
No importa si exijo que no se hablé
y si tu intentas desviar la conversación,
el mundo tiene pruebas de que alguna vez existió ese "tú y yo".

Además, tampoco puedo arrepentirme del todo.
Aun veo tu fantasma cuando voy a un Oxxo
y coloco el sándwich de helado frente a la caja.
Rechazo la promoción que antes elegíamos
para poder comprar tu paleta de vainilla.

Me parece sorprendente que después de cinco años
el acomodo del refrigerador no haya variado.
¿Por qué decidimos hacernos daño?

No.
No más preguntas.
Dije que ya no las haría.
Aunque a veces se me olvida.