Capítulo 9.
Layla Adams
Tras terminar mi labor en la escena del crimen y anotar ciertas pistas, detalles y hallazgos de los que nadie se había percatado, me despido de todos mis compañeros y me dispongo a adentrarme en el mismo vehículo que me trajo esta mañana.
—Adams, espere un momento.
La voz del señor Scott me alerta de su presencia y suspiro profundamente antes de girarme.
—¿Qué ocurre? —pregunto seria.
—¿Tiene algo con el joven que la acompaña? —alza las cejas insinuante.
Comienzo a reír y niego con la cabeza.
—¿Quién le ha dicho esas estupideces? —cuestiono riendo.
—Se rumorea. Además, he visto cómo os miráis.
—Pues no hay nada, señor. Y ahora, si me disculpa, he de volver a la oficina —le indico con mi mayor sonrisa sarcástica.
Interpone su corpulento brazo entre el vehículo y mi cuerpo con tal de detenerme, y encuentro su mirada fija en mí. Me separo y él me observa babeante. Qué repugnancia.
—¿Tiene planes para esta noche? —pregunta interesado.
—Recuerde que las relaciones entre compañeros no están permitidas.
—Soy el jefe y el encargado de hacer o deshacer las normas según me convenga —responde, alardeando de superioridad.
—Tengo mis principios y cumplo las normas, señor Scott. Así que le pediré con todo el respeto del mundo que no me haga esa clase de peticiones, que lógicamente no estoy dispuesta a aceptar.
Su mano viaja hasta mi mejilla y la acaricia. Me pongo tensa. Más que nunca diría yo. No soporto que nadie me toque sin mi consentimiento.
Jesús Oviedo
Busco a Layla pero no la encuentro dentro de la escena del crimen. Salgo a la calle y la veo hablando con el señor Scott, pero noto algo extraño en ella. Está tensa. Mi corazón me dice que algo no va bien.
La mano de Scott viaja hasta su mejilla y aprieto los puños con fuerza. ¿Qué demonios hace? El rostro de Layla se oscurece cada vez más y decido interceder.
—Señorita Adams, por fin la encuentro —digo llamando su atención.
Ella se gira notablemente hacia mí y me lo agradece con la mirada.
—¿Nos vamos? Nos esperan en la oficina —miento.
Asiente y se aleja de Scott tras sonreírle falsamente. Me despido de él con un cordial apretón de manos, cosa que me produce náuseas e impotencia, y juntos nos adentramos en el coche.
Layla se acomoda junto a la ventanilla tras abrocharse el cinturón y fija la mirada en ella. Decido aproximarme mínimamente y acaricio su mano derecha con dulzura. Baja levemente la vista hasta nuestras manos y acto seguido, asciende su mirada hasta mis ojos color caramelo.
—Gracias —musita.
—¿Por qué?
—Por quitarme a ese baboso de encima. Tenía ganas de plantarle un buen bofetón.
—He de admitir que también tenía ganas de partirle la cara —añado consiguiendo que ella, algo cabizbaja, sonría levemente— te ves tan hermosa cuando sonríes.
Noto cómo se ruboriza considerablemente mientras nuestras manos se rozan. Sigo masajeando la zona con suavidad y suelta un leve suspiro, deshaciéndose de la tensión acumulada.
Al cabo de unos minutos, llegamos a la oficina y descendemos del vehículo sin articular palabra. Ella se encamina hacia la puerta principal pero decido sostenerla del brazo.
—Espera —le pido.
—¿Qué pasa?
—¿Te apetece comer algo? Yo invito.
Se queda en silencio durante un corto periodo de tiempo y asiente sin miramientos.
—Voy un momento a mi despacho a dejar todo y regreso —me indica con una efusiva sonrisa.
Asiento sonriendo dulcemente y se marcha por un instante. Observo cómo contonea las caderas y muerdo mi labio inferior.
La tienes en el bote, Oviedo.
¿Ocurrirá algo entre ellos o simplemente cenarán?😋
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