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Capítulo 32.

Jesús Oviedo

Le doy mil vueltas al asunto de Ryan y no me produce más que quebraderos de cabeza. Me frustra desconocer lo que sucede con Layla, y a pesar de que no le teme a nada ni a nadie, me preocupa su estancia con ese imbécil. ¿Mantendrán una relación lejana? ¿Discutirán? ¿Se enfrentarán? ¿Habrá paz entre ellos?

Son miles las preguntas que me atormentan y temo no poder cumplir con mi palabra. Temo no llegar a evitar ir en su busca, en recuperarla. Temo no tener la suficiente fortaleza como para estar tanto tiempo sin comunicarme con ella. Sé que quizás no le haga daño, que solamente la tenga como prisionera para vernos las caras nuevamente y enfrentarnos. O más bien, eso quiero pensar.

—Oviedo, ¿a qué se debe esa cara larga? —cuestiona una voz a mis espaldas.

Giro sobre mis talones para ver de quién se trata y me encuentro con Yamyla, la secretaria de mi bella dama.

—Yamyla, ¿qué haces en la calle a estas horas de la noche?

—Tomar aire fresco, ¿y tú? Pareces preocupado —añade observadora.

—Lo estoy —digo soltando un leve suspiro.

—Es por ella, ¿verdad?

Asiento ligeramente con la cabeza y ella muerde su labio inferior sin saber qué decir en este instante. Decido tomar la iniciativa y la invito a tomar algo a un pub, aunque no sea el sitio idóneo para hablar, es lo único que está abierto a las dos de la madrugada.

Nos adentramos en el local y buscamos un hueco en una de las mesas. Nos acomodamos en los mullidos sofás apoyando nuestras espaldas en ellos y pedimos a una camarera nuestras bebidas. Al cabo de unos minutos, regresa con una bandeja desde la que nos sirve a cada uno nuestro cóctel.

—¿Qué piensas hacer? ¿Te enfrentarás a Ryan y acabarás con esto de una vez por todas? —pregunta la morena que tengo ante mis ojos.

—Será lo mejor. No quiero que Layla piense lo peor de mí.

—Jesús...sé que no es de mi incumbencia pero ¿cuál es ese pasado que tanto miedo tienes que Layla descubra?

Doy un largo sorbo a mi copa y ella realiza la misma acción para, seguidamente, observarme con detenimiento mientras espera una respuesta por mi parte.

—Verás...es difícil de explicar, Yamyla. Lo que puedo decirte es que en mi pasado hay una cruda realidad y es, a raíz de ahí, cuando decidí formarme para ser policía. Desde que era un adolescente, me ha fascinado el sexo. Tanto que he llegado a dañar a muchas mujeres. Enloquecían por mí y yo lo único que hacía era utilizarlas a mi antojo. Las hacía mías sin más, por mero placer propio. Me era realmente indiferente si no disfrutaban, ya que sólo me interesaba saciar mis ganas. Les arrebataba la virginidad sin miramientos, a todas y cada una de ellas. Me satisfacía por completo que fuesen puras, me ponía a mil por hora, hasta que un día perdí la cabeza por una de ellas. Me volvía loco, verdaderamente loco de atar. Ella me fascinaba, no cabía la menor duda de ello. Pero una tarde toda mi vida se ensombreció. Llegó a mis oídos que durante una larga temporada un hombre de mediana edad había comenzado a acosarla y acabó violándola ante mis ojos. Es una ruina observar cómo la hacían sufrir, dañándola, algo que yo nunca llegué a hacer. No le arrebaté la virginidad, la respetaba, y me quemaba ver cómo otro lo hacía pero a la fuerza.

—¿Por qué no la defendiste de ese canalla? —espeta furiosa.

—La cobardía se apoderó de mí, Yamyla. Tenía diecisiete años, ¿qué podía hacer contra un hombre de cuarenta?

Da un golpe a la mesa central y me observa con la rabia impregnada en sus ojos verdes.

—Joder, Oviedo, pues atacarle de alguna manera.

—Aún no he terminado...

Bajo la vista al suelo dando otro gran sorbo a mi cóctel y suspiro con el fin de proseguir con la historia.

—Siguió haciéndola suya, sin intimidarle mi presencia ni la del resto de sus secuaces. Ellos reían ante la situación mientras se masturbaban, y tras él, fueron pasando todos y cada uno de ellos, apoderándose de su inocencia, de su juventud, de su libertad, y sobre todo cobrándose su vida. Acabaron matándola de dolor y solamente pude apreciar cómo derramaba una última lágrima mientras cerraba muy lentamente sus ojos, despidiéndose.

Enjugo las lágrimas que han brotado de mis acaramelados ojos y los cierro buscando la fuerza que necesito. La mano de Yamyla se posa sobre la mía y la aprieta.

—Desde ese mismo instante, juré que jamás volvería a permitir algo así. Que buscaría en mi interior al guerrero que llevo dentro y acabaría con tantas injusticias, sin importarme siquiera mi vida. Perdiéndola a ella me di cuenta de que mi vocación estaba en el cuerpo de policía y luché para entrar hasta que lo logré.

—Si me permites decirte algo...

—Di lo que quieras, ya sé que fui un imbécil y un maldito cobarde por no tenderle mi mano y rescatarla de las sucias garras de esos hombres —musito aturdido.

—A parte de eso —murmura sonriendo dulce— sé que temes que ocurra lo mismo con Layla. Sé que sientes que la historia se repite, y ahora más que nunca debes saber que cuentas con todo mi apoyo. Te aseguro que Layla es una mujer en toda regla, una luchadora nata que jamás se ha dejado envaucar por nadie, y puedo decirte con total certeza que hará lo posible por regresar a tu lado. Conociéndola como la conozco, estoy segura que tiene un plan entre manos y lo llevará a cabo esta misma noche.

Alzo la mirada encontrándome con la intensidad de la suya. Noto la seguridad en sus ojos y la convicción en sus palabras. Confío en que tiene razón. Mi bella dama muestra una fortaleza que solamente quien se acerque a ella puede percibir, y sé que, como bien ha expresado su secretaria, está tramando algo. Sí, pactaron una tregua pero hay un trasfondo en todo esto, y es probable que ella esté preparando la estocada perfecta para zafarse del insufrible de Ryan Scott.

¿Os ha sorprendido el pasado de Jesús? ¿Creéis que la historia se repetirá como bien ha dicho Yamyla?🤔❤

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