Capítulo 27.
Layla Adams
Analizo el contenido de la caja con rabia mientras sigo colocando cada particularidad sobre mi gran escritorio hasta que me percato del brillo de mi smartphone. Es Ryan. Lo cojo con decisión, ya que sé con certeza que ha sido él quien se ha atrevido a enviarme esto, y le saludo a regañadientes.
—Hola, Ryan.
—Preciosa, ¿te ha llegado el detalle? —pregunta con cinismo.
—Lamentablemente, Scott —mascullo seria.
—¿No te ha gustado? Pensé que te agradaría conocer el pasado de tu amado Jesús.
—El odio que le tienes te carcome por dentro, de eso que no quepa la menor duda —añado riendo sarcástica.
Escucho su risa a través del micrófono y mi furia se incrementa segundo a segundo.
—¿No vas a darme tu opinión acerca del detalle? —cuestiona con burla.
—Lo haré personalmente. La cobardía no va conmigo.
—Espero que tengas la misma valentía para reclamarle a tu querido Jesús lo que has visto —dice provocándome.
Un calor interno recorre mi cuerpo. Mi sangre se envenena cuanto más le escucho hablar y no puedo evitar alterarme.
—No te metas donde no te llaman, Ryan. Me tuviste una vez por debilidad, y ahora que he encontrado a otro que verdaderamente me sacia las ganas, apareces para destruirle —mascullo fría— o más bien, para destruirnos.
—Todo lo que tengas que decirme, hazlo en persona. ¿No alardeabas de valentía? Te espero en mi casa en quince minutos.
—Allí estaré.
Cuelgo directamente sin esperar una respuesta por su parte. Recojo todo el contenido de la mesa y lo escondo en el pequeño armario para dejarlo bajo llave. Cojo mi chaqueta y mi bolso, y salgo disparada hacia Yamyla.
—Voy a salir. Cualquier cosa que ocurra, me lo notificas —digo firme.
—Como usted diga, señorita Adams.
Su sonrisa logra tranquilizarme por un instante pero decido salir rápidamente de allí para que nadie más se percate de mi ausencia. Bajo al parking por el ascensor y al llegar, me monto en mi coche. Arranco y fijo un destino: la "humilde" casa de Ryan.
Estaciono con prisa y avanzo hasta la puerta para, una vez allí, tocar el timbre. Me abre él personalmente luciendo una gran sonrisa y actúo con toda la frialdad posible.
—Adelante, preciosa.
Me adentro en su casa con firmeza y me acomodo en el sofá. Me ofrece un café pero niego su hospitalidad con rotundidad.
—No he venido a tomar café, Ryan.
Lo miro con seriedad y su sonrisa se torna fría. No me produce miedo, o al menos de momento. Así que decido ponerme a su altura y retarle como he hecho todos estos años con quien pretendía dañarme.
—¿Qué era eso que querías decirme? —pregunta sin rodeos.
—¿Qué demonios pretendes conseguir enviándome esas fotos? ¿Tanto te marqué aquella noche?
Me sujeta rápidamente por la cintura, acercando sus labios a los míos. Intento zafarme de su agarre pero me aprieta con más fuerza hacia él.
—No tolero que nadie me arrebate nada —musita sobre mis labios.
—No soy el juguete de nadie, así que deja de decir gilipolleces y suéltame.
—¿La fiera tiene miedo? —cuestiona burlándose.
Su suave mirada se clava en la mía. Baja la vista a mis labios y observo cómo muerde su labio inferior.
—El miedo es para los débiles —espeto fría.
—Y tú eres débil, bonita.
—Suéltame de una vez, Ryan.
—¿O qué? —dice apretándome aún más contra él.
Sus labios impactan con los míos con rudeza e intento zafarme de nuevo golpeando su pecho con mis manos. Las sostiene con rapidez y giro mi rostro como puedo para evitar sus despreciables y sucios besos.
—Me das asco —farfullo con la furia impregnada en el rostro.
—La otra noche no decías lo mismo.
—Confiaba en ti, Ryan. Si ibas a utilizarme para acercarte a Jesús, ¿por qué demonios evitaste que tu asqueroso tío se aprovechase de mí? —cuestiono alzando la voz.
—Porque ante todo están mis principios. Si fuiste mía, no dejaré que alguien más lo haga.
—Jesús lo ha hecho. Me ha hecho suya muchas veces.
—Ese imbécil siempre se entromete, y en cuanto a mi tío, es un ser repulsivo que maltrata a diestro y siniestro, que viola sin razón por puro placer propio —explica furioso.
—Eres igual que él —sentencio con firmeza. Su rostro se torna frío y sonrío sarcástica— vamos Ryan, sabes perfectamente que esto que estás haciendo es repulsivo. Primero me llevas a la cama. Luego me rescatas de las sucias manos de mi jefe. Después me envías una caja contándome todo el pasado de Jesús. Me besas a traición, y no contento con eso, demuestras que una vez más, te matan los celos. Si para destruirle, tienes que destruirme a mí, hazlo, pero quizás debas replantearte vivir en otra ciudad. Así lo único que consigues es dañarte a ti mismo, y si tanto desprecio le tienes, ¿por qué no lo discutes con él y me dejas en paz?
—Porque tú eres la única por la que he perdido la cabeza, al igual que él. Y no permitiré que una vez más, gane la batalla.
Su seriedad me inquieta pero mantengo la calma. Dejo de resistirme un instante y el agarre disminuye.
¿Conseguirá Layla lo que se propone? ¿Cederá Ryan?💫
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro