Layla Adams

Observo sus ojos color café mientras los míos se afligen. En cuestión de segundos, vuelven a bañarse en lágrimas y tapo mi rostro con mis manos. Las suyas sostienen las mías con firmeza y se acomoda aún más cerca de mí en el cómodo sofá. Alza mi barbilla con sus dedos presionándome para que le mire, y como no, lo hago.

—Comprendo que tengas miedo. Comprendo que tus vivencias de la infancia provoquen un temor agudo en tu interior que no te permit entregarte al amor. Pero compréndeme tú a mí, Layla. Me vuelves loco. Me enloqueciste desde el minuto uno. Te hice mía, conseguí que te entregases a mí en cuerpo y alma. Logré despertar sentimientos en ti, al igual que tú los has despertado en mí. ¿Por qué no lo intentamos? Joder, ¿es mucho pedir?

—No quiero jugármela a una sola carta, Jesús.

—Te quiero, joder. Te quiero como nunca había querido a nadie, y créeme que estoy siendo muy honesto en este instante. Me encanta tu personalidad, tu manera de llevar las riendas, tu sonrisa, tu cuerpo, todo. Me encantas tú, en el amplio sentido de la palabra —murmura a escasos centímetros de la comisura de mis labios.

Bajo la vista hasta los suyos y muerdo mi labio inferior planteándome qué hacer. Y joder, qué demonios, quiero besarle hasta cansarme. Entregarme al juego de la pasión junto a él. Arder en el infierno de sus labios aferrada a su musculoso cuerpo. Llegar al celestial orgasmo que solamente él me produce. Sucumbir ante las flechas de Cupido y darle una oportunidad al amor. Sí, eso quiero hacer.

Me acerco estratégicamente a sus labios. Los rozo con delicadeza y noto su impaciencia aumentar considerablemente. Con ayuda de sus manos, que las coloca sobre mis sonrojadas y húmedas mejillas, funde nuestros labios en un profundo beso.

Cierro los ojos y me dejo llevar por lo que dicta mi corazón, y en este momento lo único que quiero es disfrutar de su presencia. Sentirme querida por alguien que busca la felicidad plena junto a mí. Rozar sus labios y consigo, su corazón.

—Me estás cambiando, Oviedo —susurro tras sonreír ampliamente.

—Cambiemos juntos —añade entrelazando nuestras manos muy lentamente, transmitiéndome una seguridad que antes creía poseer y que realmente nunca tuve.

—Luchemos para que sólo sean sonrisas todo lo que venga nuevo —musita en mi oído.

Mi cuerpo se estremece ante sus hermosas palabras y sonrío nuevamente. Aprieto mi mano contra la suya con más fuerza y deposita un suave beso en mi cuello.

—Bella dama, ¿le gustaría formalizar nuestra recién comenzada historia de amor? —pregunta dejándome sin palabras.

Observo el radiante pero permanente brillo de sus ojos color caramelo, y sonrío una vez más. Es inevitable.

—Una mujer tan hermosa como usted debería sostener la mano de un hombre como yo. Quién sabe, quizás mi infierno se convierta en su paraíso, y su paraíso en mi infierno. ¿Qué me dice? ¿Acepta?

¿Aceptará Layla ante tal declaración de amor?💌