Layla Adams

Sus ojos me examinan con deleite mientras tiemblo algo nerviosa. Su pregunta me produce unas dudas que nunca pensé que sentiría.

—Responde, bonita. ¿Qué te produzco? —musita Ryan prácticamente pegado a mi cuerpo.

—Calor, mucho calor —murmuro a centímetros de sus labios.

—Me muero por besarte.

Observo sus ojos y bajo la vista hasta sus labios. Muerdo mi labio inferior mientras su mano derecha viaja hasta colocarse en mi mejilla. La acaricia con suavidad y delicadeza. Y tiemblo nuevamente.

—Estoy cansada —digo cortándole en seco.

Se separa de mí considerablemente y me indica con una amplia sonrisa que me dé una ducha, cene y descanse.

Tras hacerlo, me dirijo a la habitación que ha acomodado para mí a paso ligero. Pero de un momento a otro, su mano sostiene la mía, frenando mi ritmo.

—Espera —añade, seguido de un suspiro.

Giro sobre mis talones para observarle y no puedo evitar morderme el labio al ver su torso desnudo ante mí.

—¿Qué pasa? —pregunto dulce.

—Gracias.

—¿Por qué? —digo frunciendo el ceño.

—Por confiar en mí.

Suspiro ante sus palabras agachando la cabeza pero él la alza tras poner sus dedos en mi mentón.

—No hago todo esto para llevarte de nuevo a la cama, Layla.

Sus ojos claros se mezclan con los míos. Nos observamos sin articular palabra alguna, por lo que la tensión es palpable en el ambiente. Pero no es una tensión desagradable.

—Sé que quieres protegerme, Ryan. Pero lo que ocurrió aquella noche fue un mero encuentro entre dos adultos, y no debe volver a ocurrir —susurro sin desviar la mirada.

—¿Por qué? Ambos quisimos y disfrutamos.

—Me confundes, Ryan.

Suelto un profundo suspiro y él realiza la misma acción pero en silencio.

—Explícate. ¿Por qué te confundo? Ya sé que tu cabeza sólo piensa en el novato de Jesús Oviedo.

Alzo las cejas expectante, pues su respuesta me ha sorprendido. ¿Nos habrá visto?

—¿No piensas responder? —cuestiona serio.

—No tengo por qué responderte a eso, Ryan.

—¿Acaso es mentira? —añade insinuante.

—Es mi vida, con lo cual no te daré explicaciones.

—¿O sea que sí tienes algo con Oviedo? —frunce el ceño.

Suspiro agotada y asiento. Él comienza a reír y coloca su mano en mi hombro.

—Muñeca, más vale que te cuide.

Dicho esto, da media vuelta y se marcha dejándome con la palabra en la boca. Aprieto los puños frustrada y entro en la habitación cerrando la puerta detrás de mí.

¿Conocerá Ryan a Jesús a raíz de algún encuentro pasado?🤔