Capítulo 2.
Jesús Oviedo
Salgo del despacho de Layla. Qué belleza de mujer, y a la vez qué grosera. No me sorprende que sea tan brusca, al parecer es su forma de ser.
Veo cómo se dirige Yamyla, su secretaria, corriendo hacia su puerta y entra apresuradamente. Me cruzo de brazos y al instante, la veo salir de nuevo con el rostro desencajado.
Su mirada verde-grisácea se clava en la mía y se acerca muy furiosa. Me planta una bofetada en el rostro y llevo mi mano a la mejilla golpeada.
—¿Pero qué haces loca? —mascullo serio.
—No pienso volver a jugarme el puesto de trabajo por tus tonterías. ¿Te queda claro, novato?
Asiento a punto de reír a carcajadas, pero me contengo al ver a una Yamyla verdaderamente mosqueada ante mis ojos.
—No vuelvas a entrar en su despacho si no quieres que nos despidan a los dos —sentencia firme.
—Está bien hermosa, será como tú digas.
—Como yo diga no, como diga nuestra jefa.
Alzo las manos a modo de resignación y ella sonríe satisfecha, pero aún puedo apreciar el enfado en su rostro. Es muy bella.
Se marcha girando sobre sus talones y me fijo en su escultural trasero. Muerdo mi labio inferior y siento cómo me aprietan el hombro, pudiendo ver a mi compañero Will Bennet tras alzar la vista.
—¿Observando traseros, Oviedo? —cuestiona riendo.
—¿Lo dudas?
Niega con la cabeza y reímos al compás.
—La becaria no está tan mal, pero la jefa está tremenda.
—¿Crees que habrá tenido relaciones con alguno del cuerpo? —pregunto con curiosidad.
—Lo dudo, es muy arisca. Pero tiene pinta de ser muy buena en la cama —contesta— voy a la cafetería, ¿vienes?
Niego con la cabeza y se marcha tras despedirnos. Vuelvo a mi mesa de trabajo y allí paso largas horas, hasta que anochece. Algunos de mis compañeros comienzan a marcharse pero decido quedarme un poco más.
Escucho un taconeo brusco en el pasillo y me dispongo a descubrir de quién se trata. El cabello rubio la delata. Layla.
—¿Aún trabajando, señorita Adams? —musito captando su atención.
Se gira consiguiendo que su cabello se ondee y me mira fijamente.
—Y como no, tenía que encontrarme con usted —suspira cansada.
—Trabajamos en el mismo lugar, es lógico encontrarnos.
Rueda los ojos y me aproximo a ella. Su mirada es implacable, ni retarle puedo. Me hipnotiza.
—¿Le han dicho alguna vez que es una mujer realmente hermosa? —cuestiono, encontrándome a un metro de ella.
—Sí, todos los días. ¿Algo más?
Me armo de valor y me acerco a ella peligrosamente. Su frialdad no va a detenerme. Mi mano derecha vuela por su mejilla y me percato de la suavidad de su piel.
—¿Cuándo le he dado permiso para tocarme? —pregunta separándose con rapidez.
—En ningún momento.
—Entonces mantente al margen, novato.
—Es difícil. Me pone muchísimo —admito sin rodeos.
Comienza a reír descaradamente y frunzo el ceño confuso. Su risa cesa y su rostro me observa con una frialdad más intensificada.
—Límitese a trabajar, Oviedo. Buenas noches.
Gira sobre sus talones y se marcha cruzando la puerta de salida. Me quedo anonadado, perplejo ante sus reacciones, y suspiro profundamente. ¿Por qué es tan brusca? ¿Por qué actúa con esa frialdad de la que todos hablan?
Entro en mi diminuto espacio de trabajo y recojo mis escasas pertenencias. Acto seguido, doy media vuelta y me dirijo al coche. Me acomodo en el asiento y arranco dirigiéndome a mi hogar.
Durante el trayecto, no hago más que pensar en Layla, en sus actitudes y su seriedad tan tirante. Me descoloca por completo. Aparentemente, no es de esa clase de mujeres que se dejan domar tan fácilmente. Ella...ella es diferente. Y sé que hacerla mía supondrá un gran trabajo. Si es que algún día lo consigo.
¿Qué opináis de la actitud de Jesús?😈
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