Capítulo 16.
Jesús Oviedo
Me alejo un poco tras pedirme una copa pero no puedo quitarle el ojo de encima a Layla, que charla animadamente con el camarero. Cualquiera pensaría que lo hace con el único fin de molestarme.
—Jesús, ¿cómo tú por aquí? —pregunta Yamyla saludándome.
—Qué hermosa estás —indico sonriendo.
—Me halagas, a pesar de lo sucedido en el ascensor.
Sujeto su mano y la atraigo hacia mí con delicadeza, pero disimulando para que nadie se percate de nada.
—¿Me vas a decir que no te gustó? —cuestiono alzando la ceja.
—No lo niego, pero tampoco permito que jueguen conmigo.
—¿Por qué?
—Haces muchas preguntas, Oviedo. Dime, ¿lo haces para molestar a Layla? —dice observándome con frialdad.
—¿Por qué tendría que besarte para molestarla?
—Porque te gusta —suelta sin más— no niegues lo evidente.
Doy sorbos a mi copa de whisky mientras ella espera una respuesta por mi parte. Bajo la vista y al alzarla, veo a Layla acariciar el torso del camarero. Muerdo mi labio inferior pero Yamyla capta mi atención.
—¿Es guapo, verdad? —dice refiriéndose al camarero.
La miro fijamente con el rostro frío. Ella ríe y continúa con sus insinuaciones.
—¿Crees que se liarán?
—Espero que no —mascullo serio.
—¿Por qué?
—Porque no.
Me termino la copa y con decisión me acerco a la barra. La cojo del brazo y la arrastro conmigo a una zona menos transitada.
—¿Qué demonios haces? Suéltame —espeta furiosa.
—Te he visto flirteando con el camarero ese.
—¿Y qué problema hay? —cuestiona zafándose de mi agarre.
—Layla, no me provoques.
—No eres mi dueño, Oviedo. Puedo hacer lo que se me venga en gana, tanto con el camarero como con quien sea. ¿Te queda claro? —masculla con una firmeza implacable.
Observo sus labios fugazmente y no puedo evitar morderme los míos. Está tan hermosa cuando se enfada. Es tan...indomable, que de un sólo impulso, la pego a la pared y rozo sus labios delicadamente. Su respiración se agita mientras mis manos viajan hasta sus mejillas algo sonrosadas. Nuestros labios bailan al compás pero la magia concluye cuando escasos centímetros nos separan.
—No repitas esto, Oviedo. Y menos delante de la gente.
—¿Por qué? ¿Te da miedo que puedan vernos? —cuestiono sonriendo.
—Simplemente no quiero que al señor Scott le lleguen rumores sobre nosotros. No puedo perder el trabajo por una aventura pasajera.
—No perderás nada. En tal caso me echará a mí que soy el nuevo —respondo.
—Oviedo, ya has visto cómo me controla. Se supone que no podemos tener relaciones íntimas entre compañeros de trabajo.
—Pues él bien que se salta las normas.
—La diferencia es que él es el jefe mayoritario, y yo soy la jefa de sección. Puede hacer y deshacer las normas cuando le plazca.
—¿Y tiene que ser contigo? —pregunto cruzándome de brazos.
Me encojo de hombros sin saber qué contestar y él suspira profundamente.
—Me sorprenden tus celos cuando sé que eres un mujeriego.
—¿Cómo?
—Te gusta todo lo que se mueve, Oviedo. A mí no me engañas.
—Y si lo sabes, ¿para qué te acostaste conmigo la otra noche?
Su rostro se torna más frío que nunca. Su mirada desprende una rabia incontrolable que ni yo mismo podré detener.
—No pienso hablar de esto en público.
—Pues vámonos de aquí y lo hablamos —propongo serio.
—No —sentencia con rotundidad— seguiré aquí, y cuando me canse, hablamos.
—¿Por qué no lo hacemos ahora?
—Tengo a un yogurín esperándome en la barra —dice sonriendo triunfante.
Se marcha rápidamente y me deja completamente perplejo.
Layla Adams
Dejo a Jesús solo en el pasillo y vuelvo a la barra con una amplia sonrisa. Me acomodo en la butaca y Ryan me observa con picardía.
—¿Te sirvo otra copa, preciosa?
—Claro, pero en vez de ponerle vodka con hielo, pon tu número —digo sonriéndole.
—Ahora mismo —añade riendo.
Acata mi orden y guardo su número en mi bolso. Él sonríe y se acerca a mí sigilosamente.
—Salgo en unos minutos, si quieres te llevo a casa —murmura estremeciéndome por dentro.
—Aquí te espero.
Muerde su labio ante mi respuesta y me sirve una copa para pasar el rato. Le doy leves sorbos mientras coqueteo con él. Su mirada desprende lujuria. Incluso podrías perder el norte en esos ojos claros.
—¿Vamos? —asiento.
Nos dirigimos a su coche tras despedirme de mi compañera, quien ríe con picardía al verme con Ryan, mientras él no me quita los ojos de encima.
—Estás hermosa, Layla.
¿Surgirá la chispa entre Layla y Ryan?😏🙆♀️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro