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Capítulo 11.

Layla Adams

Juego con sus gruesos y rosados labios. Muerdo el inferior y acto seguido, introduzco mi lengua en su boca. La exploro sin miramientos mientras él coloca sus fuertes brazos alrededor de mi cintura. Sus manos viajan hasta mi trasero y lo aprietan con fuerza. Ambos queremos más y esto se nota cuando nuestras entrepiernas se rozan y el ardor nos quema aún más.

—Ven —indica él arrástrandome consigo.

Caminamos hasta una zona más oscura y sonrío con picardía. Directamente, sus manos buscan mi cuerpo y sus labios mi cuello. Me palpa por completo pero la ropa le impide realizar el trabajo como es debido. Me deshago de su camisa y él de su chaqueta, la que justamente llevo puesta, y rápidamente desabotona mi blusa. La deja caer suavemente por mis brazos mientras mordisquea con delicadeza mi cuello y palpa mis pechos tras deshacerse del brasier.

Suelto un leve gemido al sentir cómo los endurece entre sus dedos y sin pensárselo dos veces, baja con sus labios hasta ellos. Los succiona y mordisquea a su antojo mientras unos suaves e inaudibles gemidos se escapan de mis finos labios.

Abro los ojos y me percato de la situación. No puedo dejarme llevar por un simple calentón. Así que una de dos: o continúo y me dejo hacer o me quedo con este insaciable ardor, que tendré que calmar con mis propios dedos. Pero en este momento me resulta imposible pensar con claridad. Sus labios bajan desde el pecho hasta la cintura y deposita suaves besos sobre mi pantalón.

—Jesús...no puedo —musito.

Él alza la vista hacia mí y se separa poniéndose en pie. Agacho la cabeza avergonzada pero alza mi barbilla con su mano.

—¿Qué ocurre, Layla? —pregunta con cierta dulzura en su voz.

—No...no puedo, de verdad —digo dispuesta a marcharme pero él me detiene.

—¿Por qué no puedes, bonita? ¿Qué escondes?

—No escondo nada, simplemente... —me quedo en silencio.

Nuestras miradas se encuentran y siento la necesidad de confesarle la verdad. Nunca me había sentido tan agusto con un hombre, y aunque sé que quizás me utilice por mero placer, noto que la energía fluye entre nosotros, y no es un simple calentón de adolescentes.

—Soy virgen, Oviedo —suelto sin más.

Él, sorprendiéndome, me abraza y oculto mi rostro en su torso desnudo.

—No comprendía porqué jugabas conmigo de esa manera. Me dejabas tan caliente...tanto que esa lujuria se ha convertido en obsesión. Me enloqueces, Layla. Y créeme que nunca imaginé que fueses virgen, es más, daba por hecho que jugabas conmigo por pura diversión.

—Como te dije el otro día, es cierto que no creo en los hombres y por ello, sigo virgen. Pero no es por ti, ni siquiera sé porqué te cuento todo esto, pero sentía que tenía que decírtelo —suspiro—
ahora mismo me avergüenza mirarte a los ojos.

Coloca su mano en mi barbilla obligándome a observarle y se acerca muy lentamente a mis labios. Se detiene a una corta distancia y pronuncia lo que menos me esperaba:

—Nunca te haría daño —susurra con un ápice de dulzor en sus palabras.

¿Será el momento de que Layla ceda?🙆‍♀️

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