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8. El replicar de las olas

Domingo:

¿Saben una cosa? Siempre me ha costado descubrir cuando una persona se vuelve parte íntegra de ti. No he leído nada al respecto en los libros de texto, lo que me lleva a pensar que nadie sabe, yo no, Bosco no. Se pregunta si será cuestión del tiempo, los adultos siempre dicen que el tiempo lo cura todo y es todo, ¿o será de donde vienes y a dónde vas? y si los caminos que hasta el momento se han entrelazado, llegarán al mismo destino, o tan solo se hallaron de paso. Y cómo siempre se sigue con la vida, perdura al igual que el universo, a pesar de que tenga que morir, la gente nunca para... ni por aquellos que aman.

-Incín -llamó viéndole de pie en su escritorio, imperturbable miraba la ventana.

Bosco deslizó sus pies descalzos de la cama al piso y dio unos cuantos pasos a él. Se había puesto la pijama de botones. Reposó las manos en la superficie de madera y acompañó a su amigo, apreciando el ruido de lluvia. Era difícil notar las gotas cayendo enmedio de la neblina y las sombras de la noche -cuando la luna había desaparecido del cielo y las estrellas se alejaban-. El persa era mayor a aquella primera vez que sus caminos se entrelazaron, parecía recobrar rápidamente sus fuerzas tras aquel día de lluvia. -No es recomendable sugerir "el día de lluvia" , debido a que llovía más de nueve veces por semana.- Con tres meses, era más independiente que el Bosco de hace nueve años, lo cual era sumamente ridículo pero altamente posible al no ser humano.

Ser un persa trimesino de orejas diminutas y redondas en una cabeza "anormal" y "descomunal" para su cuerpo cercano a los veinte centímetros de largo; teniendo una cola a su vez pequeña, de gran similitud a una pluma gris muy gruesa; la nariz del tamaño de un frijol y los ojos ámbar más grandes que se hubiesen visto en Salmet; enmedio de una cara chata, plana, con forma de mazapán; ser un persa trimesino significaba abandonar el nido materno.

-¿Y cómo podrías?

Despedirse de sus hermanos.

-¿Solo piensas en ti?

Vivir libre.

-Demasiado lejos...

Tener una vida.

-¿Sin mí?

Cazar, maullar, amar.

-Lo entiendo... -murmuró- nadie se queda.

Acarició su melena gris, el pelaje
El veterinario le había catalogado como un persa lila (¡Por supuesto! Háblale de colores al chico que no distingue entre lila y morado fuxia y rosa, celeste y azúl, ámbar, dorado). El gato le miró el rostro y se dejó complacer un buen rato, podría haberse dormido con los susurros de la lluvia y la mano que le hacía piojito, mas las veces que así había sido, terminaba repitiéndose su ciclo urinario una y otra vez. El escritorio de Bosco se llamaría caja de arena dentro de unos pocos meses.

¿Qué ocurriría dentro de pocos meses?

-¿Qué se te ocurre, gato persa? -soltó Bosco. Dejó de acariciarlo, le dio una palmadita en la frente-. Ven...

Bosco salió de su habitación, esperó a que Incín saltara del escritorio a la alfombra -en realidad, a la alfombra de Lina. Aunque visto que ella la dejó, significaba que no le importaba, no le importaba nada-. Incín rascó la alfombra color miel, le encantaba el ruido que ésta emitía, lo hizo un par de veces y corrió, entre las piernas de Bosco, escaleras abajo. Estaba algo oscuro -igual que la casa de Damián-, pero estaba tan acostumbrado a su hogar, tanto, que nada le sorprendía; y reconocía los pasos necesarios para llegar a la cocina.

El sistema se está desmoronando. Solo va de mal en peor, ¿no lo ves?

-No...

Estábamos mejor solos, la soledad es nuestra amiga, no podemos vivir sin ella.

-Cállate...

Incín se acomodaba en su caja de arena y esperaba pacientemente la evacuación, mientras Bosco paseaba por allí contemplando el sobre verde -ya abierto.

No puedes callarme, soy un bocón, no puedes vivir sin mí. Me pone muy molesto lo que dices, estás traicionando a la soledad. Ella te extraña y quiere que sepas que vendrá con un nuevo nombre para que no la reconozcas...

-Imposible...

A esto estás destinado, al igual que tu padre. Él ya no tiene marcha atrás. Lo mismo para tu hermana, recién empieza y sabes que terminará olvidada en algún callejón o en plena demencia.

-Basta.

¿Ahora vas a llorar? Adelante, porque no parará... Está muy cerca. ¡Reconoce de una vez que nada volverá a ser como antes si sigues así!

-No lo haré...

Oh... No te angusties, no será necesario. Después de todo, las olas más pequeñas siempre te derriban...

-¿Qué hacen aquí a estas horas? -quiso saber el dragón de tres cabezas, mamá.

Bosco se enfocó en ella con desconcierto -se le helaban los pies por aquel vacío que sentía expandiéndose en su interior-. Ella se veía vulnerable, le recordaba a Incín. Él era muy pequeño para suponer que podría sobrevivir por su cuenta, se desmoronaría en realidad; Bosco podría matarlo sin mucho esfuerzo, porque cuando se le acercaba con esa mirada resplandeciente en sus ojos ámbar y reposaba en el regazo de Bosco; era débil. Cuando su madre, una mujer de mediana edad, le miraba condescendiente desde el marco de la puerta, tenía una mirada inusual para aquellos ojos impenetrables que conservaba la mayoría del tiempo.

A su vez, parecía que su corazón podría partirse fácilmente.

-Que qué haces... -repitió sonriendo.

-Bajé a mi persa a que haga sus necesidades antes de dormir... -expresó tímido- Estoy cansado de que siempre vaya a medianoche...

-¿Por qué no dejas la caja de arena en tu cuarto? -dijo realmente confusa.

-Se apesta el cuarto...

-La cocina también y no dices nada al respecto -le impuso.

No dijo nada y caminó al persa, esperó a que enterrara sus heces y sacó la caja al patio de la cocina. La lluvia persistía recia y fría, aseguraba hipotermias a los peatones. Resolvió la reclamación y cerró fuertemente la puerta detrás de él. Incín se puso a caminar entre sus piernas de nuevo.

-No hablaba en serio -repuso su madre con preocupación.

-Pero... -mencionó ofuscado- siempre... Tú no hablas en sentido figurado, metafórico, menos sarcástica...

Son cosas de Lina.

-Lo sé -aceptó- quería ver tu reacción.

-Pues lo... lograste -dijo inmóvil. Temeroso a...

-No es eso de lo que quería hablarte, hijo.

¿Ves? Yo no tengo que hacer nada, el destino es el destino, y , llegará aunque huyas de las olas y su replicar.

-¿De... qué? -exclamó temeroso. Quizá hablaría de las cartas de Lina.

-¿No te quieres sentar? -Le invitó sin ganancia alguna. Era ligeramente robusta y tenía la piel color cajeta al igual que Lina.- De acuerdo. Lo que digo no es para que te sientas amenazado, ¿comprendes? solo necesito saberlo como tu madre y que me tengas confianza. Debo saber todo de ti, porque soy la persona que vive contigo al final de cuentas y creo que te estoy perdiendo. ¿Entiendes?

-Sí -susurró Bosco y cargó a Incín en protección propia.

-¿No te gustaría compartirlo antes de que empiece yo? -le incitó amablemente.

-Es que... no tengo nada que decir -reflexionó Bosco-. Soy un chico normal, nadie... -"especial", quiso decir antes de ser interrumpido.

-Y eso es lo que me preocupa -confesó-. La despedida de tu hermana fue totalmente irrespetuosa y veo lo mucho que te está afectando. Conté tus repuestos de gafas, el problema fue que no conté ninguno.

-Yo... -enmudeció Bosco.

-Y siempre que te observo, tus gafas son relucientes, siempre pulcras -respondió conflictuada-. Como si nada. Quería limpiar tus repuestos un día en que salía más tarde al consultorio y no vi ninguno.

-Yo...

-La última vez que revisé fue la noche que saliste con Lio -le hizo saber con sutileza, viendo cómo el gato se acurrucaba en los brazos de su hijo-. La varilla está pegada con cinta, con cinta. ¡Te quedaste sin plaquetas y varillas! Tenías dos pares. Nunca antes usaste los repuestos, cada par de lentes que usaste hasta ahora se veía... como nuevo.

-Lo siento.

-Pero, ¿de qué?

-Me gusta correr... -le inventó- He trepado muchos árboles últimamente con Sarabi y salido a patinar con Damián en el parque de los patos, pero... sin los lentes me cuesta ver... Es por eso que no me los quito y la verdad, soy muy malo en todas esas cosas... por eso me los acabé.

-¿De quiénes hablas? -espetó su madre, regresaba lentamente a su carácter común.

-Son mis amigos...

-Bosco, eso es -profirió conflictuada con las palabras-, ¡es bueno!

-¿Perdón? -esclareció Bosco tirando al persa de la impresión.

Éste extendió milagrosamente sus patas al piso y suavizó su caída, corrió velozmente fuera de la cocina.

-¡Hace mucho que te veo solo! -exclamó- Siempre estás en otro lado imaginando cosas que nadie sabe. ¡Y ahora me dices que estás haciendo amigos¡ -ella le abrazó. ¿Hacía cuánto que no se abrazaban? Lo olvidó, de seguro Lina seguía con ellos.

-Sí... es genial -susurró Bosco.

-Te vi raspones en las rodillas los últimos días, también costras en los brazos y... cuando te vi ese corte en la nariz, pensé que te estarían molestando en la escuela -conmocionó de alivio, estrujandolo con mayor cariño.

-¿En serio lo... pensaste? -rio forzado.

-¡Sí! ¡Qué estúpida! -carcajeó- ¡Tú no matarías aunque la vida de tu gato dependiera de eso! No le harías el menor pleito a algún chico.

-Lo sé... -sollozó con una risita.

-Sería imposible -le animó su madre, fingiendo un puñetazo en su hombro-. Algo muy grave habrías de hacer, ¿o no?

Bosco asintió y volvió a abrazarla, porque no sabía si volvería a hacerlo.

Aww... Eres su orgullo, mira que mentirle a tu madre... No cualquiera, exceptuando a Lina. Por algo salieron hermanos... Mírala, es patética. Creyó en tu palabra. Cuando le mentiste sobre Lina y ahora. Nunca imaginé que éste sería tu atajo a la soledad. ¿Qué más planeas hacer?

-¿Y ese sobre? -elevó la voz con entusiasmo-. ¿Una chica?

-No, no es...

-Aurelio Cornejo... -leyó su madre impactada- ¿Qué no es el hijo del hombre de Industrias Cornejo? ¿Jamón Cornejo y esas cosas? ¿O es el señor Cornejo? ¡Vamos, que tienen el mismo nombre! ¡Vaya pesadilla!

-El hijo... -susurró Bosco.

-Muy ceremonioso -alardeó su madre-. Hasta sobre te dio: el último que recibimos para una fiesta de cumpleaños ya no recuerdo cuando fue...

-Creo que... hace más de nueve años -murmuró Bosco.

-Ah... eso explica tanto -analizó en silencio-. Y bueno, ¿quieres ir?

Lunes:

-No Vamos a Ir: -recalcó Damián- N.V.R.

-Ya se puso de mamona -ostentó Sarabi.

-Es suicidio colectivo -continuó-. Debería ser algo ilegal. Es ilegal -se volteó a mirarlos- y quien no lo cumpla recibirá un castigo de mi parte.

-¡Ay, ya cállate, mamona!

-No me parece malo... -dijo Bosco al rodear el edificio C.

-¡Debiste contratar a un exterminador de neuronas para que te parezca bueno!

-¡Es una fiesta, querido! -Repuso Sarabi.- ¿Tengo cara de que ido a una fiesta, corazón? ¡No!

-Nos invitó para matarnos -explotó con ridiculez-. Los protagonistas en las cintas de mafiosos siempre mueren por eso. Y no me quiero morir. No por algo estúpido y pendejo y retrógrada y tarado y muy pinche como...

-Sarabi y yo iremos -le informó. Ella lo abrazó y se regreso a Damián para mostrarle la lengua.

-Madura, Sarabi.

Miércoles:

-¿Tú crees que -dijo con amabilidad- Abril asista?

-¡No, guey! -Sarabi balanceaba sus pies, sentada en la terraza junto a ellos.- Y si fuera... ¡qué pendeja!

Bosco se apresuró a cubrirle la boca. Ella había bramado en dirección a Abril que pasaba por debajo de la terraza en compañía de Julia.

-Dije que ¡qué... -repitió Sarabi, queriendo conseguir la atención de Abril.

-¡Shh! -Damián la calló.- Olvidas que su primo todavía puede rompernos la cara.

-Ibai no golpea mujeres -repuso Sarabi sonriente.

-Por ello, Abril te mataría en persona... -propuso Bosco.

-Sería al revés.

-Y suponiendo que no te equivocas,
y lo haces -Damián volvió al juego-, Belén lo haría... por ella.

-¡También me la chingo!

Damián se palmeó la frente.

Jueves:

-No le veo sentido... -susurró Bosco acomplejado.

-Nadie le ve sentido a Matemáticas -le murmuró Damián, sentado en el pupitre a su derecha.

-Yo lo hago -volteó Sarabi, que se sentaba al frente, sacudiendo ligeramente sus rizos de oveja negra.

-¡No hablo de eso! -Cuchicheó.- Es Julia...

-¿Ferreira? -supuso Damián, Sarabi curioseó con la mirada hacia Bosco.

-Sigue juntándose con Abril... siguen siendo las "mejores amigas" de siempre...

-No lo creo -se opuso Sarabi-. Abril tiene un historial de cero mejores amigas.

-Voltéate -indicó Damián al ver que el profesor miraba en su dirección. Éste rebuscó con cara de idiota con su cara larga y se volvió al pizarrón.

-¿Entonces qué hace con Julia? -imploró por una respuesta.

-Debe estar usándola, al igual que usó a Sarabi y usó a Aurelio.

-¡No mames! -susurró Sarabi.

-¿Y qué no se da cuenta? -Él negó.- ¿Y en qué la está usando?

-¡Ja! es un chiste... ¿o no? -Cuchicheó Sarabi.- Julia es la más bonita (bonita, digo porque es natural), no lo hace a propósito. No sexy u otras mamadas... Es bonita esté como esté esa morra.

-Tiene razón -concluyó Damián-. Haría a cualquier mujer cuestionarse su sexualidad.

-Y sí... -bromeó Sarabi, sacudiendo el cabello de Bosco-. ¡Date cuenta, idiota! Te embobó cuando salimos con Lio en día de Muertos...

-Querrás decir "el día de gloria" -corrigió Damián-. Hemos sido libres de burla toda la semana...

-Señorita Salamanca -interrumpió el profesor.

-Diga, señor -respondió Sarabi entre las risas de los demás-. Le suplico, si no es mucha molestia, que deje de distraer a Rubina y Félix y siga con lo suyo...

-Terminé -le aclaró.

-¿Eso quiere decir que he de adaptarme a sus estatutos personales para trabajar con usted? -replicó el profesor.

-Solo digo que trabajo el triple de rápido que ellos y si hubiera problemas, estoy dispuesta ayudarles estudiando para sus exámenes -persistió al replicar de su ola de verguenza.

-Entonces -supuso el profesor de matemáticas-, ¿lo que usted quiere es el triple de trabajo que sus compañeros?

-Por supuesto que no, señor -respondió con sutileza-. Una disculpa por ésta molestia, prometo que no ocurrirá de nuevo.

-Es lo menos que puedo esperar -respondió indignado.

Sarabi escondió su risa en su cuaderno, incomodando plenamente a Bosco. Volvió a lo suyo y minutos después tiró su lápiz con un pedazo de papel. Damián se agachó para devolvérselo y descubrieron que dejó una nota:

1: X= 46°

2: Y= 38 cm W= 180° (obviamente)

3: Z= 71 cm de alto I= 41° (opino que el tipo sí muere)

Atrás las fórmulas y operaciones.

PD: O hablamos en morse o inventamos un sistema de comunicación secreto.

Bosco rio recordando a Lina y viendo a Damián tirando su lápiz y recogiéndolo junto al papel.

-Felix. ¿No quiere compartir el chiste con la clase? -profirió el profesor.

-Yo... eh... -balbuceó Bosco.

El pupitre de Damián, y el de otros compañeros, fueron arrastrados. Él se levantó con la frente en alto.

-¿Qué cree que hace, Rubina? ¿Terminó acaso?

-No -espetó-, la clase sí.

Caminó hacia la puerta junto con otros compañeros que le siguieron entre bromas.

-Aguarde un momento, señor -le detuvo el profesor-. ¿A usted quién le manda?

-¿En estos momentos? -Consultó su reloj.- Mi horario y el de mis compañeros especifica a la maestra Olivia de Livia como nuestra profesora en cargo, gracias por su tiempo, señor. Me marcho.

-¿Usted cree conveniente fastidiarme de esta manera? -Enfureció en lo que Sarabi y Bosco caminaban a la salida del salón. -¿Ve que yo le diga algo por teñirse el cabello como un afeminado?

Damián salió sin escucharlo.

-De hacerlo, usted sería no solo una persona terrible -indicó Sarabi-, sino retrógrada y prejuiciosa. ¿Qué nos estaría enseñando a ser? -esclareció.

-Ya lárguese a su clase.

-Lo haré -contestó-, porque las órdenes de de Livia sugieren que atienda su clase en su respectivo horario. ¡Que tenga un maravilloso día, señor!

Ella se despidió con su sonrisa de media luna y salió.

-Usted siempre ha sido de ejemplar comportamiento, señor Félix -dijo-. Le suplico renuncie a amistades rebeldes como éstas si no quiere tener problemas en el año. Salamanca es brillante, pero eso no le quita lo humorista, y Rubina es... impulsivo.

Bosco asintió con pena.

-Ya váyase, Félix.

El mundo te lo dice, Bosco. Tu destino es estar solo, es mucho más reconfortable.

Incín se paseaba cauteloso por las orillas, tentaba a la muerte, en la cima de la terraza. Seis metros sobre el piso. Bosco lo observaba ¿cómo siendo tan joven alguien como él ignoraba el peligro? Si Bosco fuera una persona mala, y los gatos no cayeran siempre de pie, podría empujarlo y acabarlo. Sería fácil.

-No sería tan difícil.

Reposó su cabeza en la hamaca y observó con sus binoculares al cielo nocturno. ¿Habría algún otro chico (igual a él) en alguna otra parte del universo? ¿Alguno mirando las estrellas en compañía de su gato? ¿Alguno con inconscientes deseos autodestructivos?

Rechaza la idea. Siempre estuviste y estarás solo, niño. No desesperes, está en camino. Muy pronto verás. Si esto es lo que tengo que hacer para que te apegues a tu maldito sistema, déjame decirte que no soy yo quien debe tener miedo.

Bosco soltó los binoculares y los reposó en su pecho. Necesitaba que se callara. Necesitaba silencio.

-Miaaaau, miaaaau

Incín se subió a la hamaca y se le acercó. Actuaba altamente protector ante él cuando iba a visitar a Sarabi o a Damián. El gato quería protegerlo a toda costa. Se volvía ligeramente huraño ante los demás, el sentimiento se esfumaba transcurridos los minutos, pero actuaba así de un inicio.

Hasta tu gato sabe que la compañía te hace débil, ha de ser el motivo de que te haya traído ratas muertas todas la semana... Maldito persa. Las mata por jugar, no las requiere en verdad, mínimo él puede matar. Tú no.

-Miaaau -repitió Incín, acurrucándose.

-Aquí le contaba historias a Lina -le dijo Bosco-. Le hablaba de constelaciones y mitología, no solo griega, también nórdica o azteca. Creo que me obsesionaba demasiado el espacio... Debí hartarla con ello.

Estás en lo cierto.

Viernes:

-Solo por curiosidad... -Mencionó Sarabi a espaldas de Bosco en el asiento trasero.- Ninguno de ustedes ha ido a una fiesta, ¿o me equivoco?

Golpeaba constantemente el asiento de copiloto -donde Bosco se sentaba-, incomodándolo con cada golpe. Axel se perdía en el volante y sumido en su mundo musical, solo aguardaba por dejarlos en la fiesta y llegar a casa de su novia. Damián contaba las cartas de una baraja y repasaba en ellas cualquier atrocidad o plan que tendría Aurelio para usar en su contra en cuanto llegaran a la fiesta.

-He asistido a montones de fiestas -replicó Damián.

-¡Ajá, claro! -aludió Sarabi.

-Bodas, fiestas de quinceañeras -enlistó Damián-, bautizos, despedidas de solteros, despedidas de solteras, funerales...

-Aguanta, corazón -exhaltó Sarabi-. Todas esas fiestas son a las que se le invita a uno por pertenecer a una familia y no porque necesitan tu participación... ¡¿Y qué pinshismadres es eso de que un funeral es una fiesta?! ¿Pues quién murió o qué?

Damián palideció a las burlas de Bosco y Sarabi, el resto del camino no quitó la vista de la ventana.

-¡Eso explica tu traje negro! -bramó Sarabi, dándole empujones desde su asiento.

-Se trata de elegancia...

-En una fiesta de pubertos... -alegó sonando como una tetera cuando el té está listo- Decides vestirte con saco y moño justo como lo haría un invitado a una boda (en tu caso a un funeral), pero me gustó el detalle de la camisa negra.

-Es por esto que no quería venir... -gruñó Damián sin verla a la cara- Si te pago por hacer el voto de silencio Chaplin por lo que dure la fiesta, ¿lo harías?

Sarabi carcajeó.

-¿Qué significa eso, Zabatta?

-Es no... -suspiró Bosco- Quiere decir... no.

Axel giró el volante, se adentraban próximos a la mansión Cornejo -cuyo camino de entrada era abastecido por enormes pinos a los costados y una fuerte sensación del nudo en la garganta.

-El paraje es lúgubre como en mis novelas... -musitó Sarabi- Bosco viste como los detectives de mis novelas -éste emblanqueció los ojos-, ¿saben lo que significa? Alguien morirá esta noche...

Damián bufó, empañando el cristal e hizo saber que era una de las opciones guardadas en su baraja. Bosco volteó a verles queriendo encontrar seguridad por parte de Damián, una señal de que no sería de tal forma aquella noche tan lúgubre; mas el de ojos de muñeca parecía realmente salido de un funeral. Sarabi lucía más como el sol posado encima de un día nublado -porque aunque no se aprecie, sigue allí resplandeciendo-, con la frente en alto mostraba el collar que decía Fina y el sol de la sabana que iluminaba su suéter mandarina con jirafas negras confeccionadas en él. Y su pantalón a cuadros verde pino y sus botas negras, le daba un aspecto rústico y agradable; sin mencionar lo voluptuoso de su cabello.

-Sería agradable escuchar lo que... lo que te hizo Aurelio, Damián -pidió Bosco con rubor.

-Insistimos -se le unió Sarabi con respeto. Axel vivía en otra realidad en aquellos momentos, no les prestaba atención.

Bosco reclinó su asiento para verle la cara, dejando que la gabardina recayera detrás de él. Se había dado cuenta hace poco que las pertenencias de Lina, en su mayoría, no parecían destinadas a un solo sexo, puesto que la gabardina índigo que vestía en esos momentos y muchas otras cosas más, eran etiquetados como prendas masculinas. Entonces, Bosco usaba una gabardina azul índigo masculina perteneciente a su hermana Lina.

-¿Quieren saber lo que ocurrió con Aurelio? -espetó Damián- Se los diré: Él me marginó de todos los demás cuando creí que era mi mejor amigo. No es diferente a Abril. Él me sepultó vivo. Y hoy, uso mi atuendo para funerales.

Contempló a Sarabi con rabia, pero no se dirigía a ella, iba para alguien distinto. Tanto ella como Bosco supieron de inmediato para quién era. Reconocieron que fue un error haber ido, pero ya era muy tarde para partir, Axel se había estacionado y Aurelio les miraba con su portón abierto y un honor de verles depositado en su sonrisa.

-Y sí. No dudo que alguien muera esta noche.

El error:

-Mi celular estará a todo volumen y alta vibración -le relató Axel a Bosco, quien se había quedado para despedirse, muy diferente a Sarabi (quien prácticamente huyó al interior de la casa).

-Entiendo.

-Silencié cada aplicación y cada contacto que no sea ninguno de los tres; si algo entra a mi celular, sabré que se trata de ustedes y llegaré en menos de veinte minutos. Estaré con mi novia, así que no interrumpan si no es nada importante. ¿Te quedó claro?

«Porque desde mi opinión eres el más responsable y maduro de los tres; te tocará ser la mamá pollo, el monitor de bebés; mejor dicho... yo soy papá pollo y fui con otra mami pollito, pero como soy padre soltero; recurro a ti, monitor de bebés, para cuidar de mis polluelos; tú eres uno de ellos, por cierto. ¡Que Sarabi no beba alcohol! Solo ha bebido una vez en su corta vida y bueno... Si crees que puede ser detestable, no tienes idea. Que Damián no mate a nadie; estará relajado porque lo alimenté con dulces de vainilla legales que pueden administrarse sin receta médica para la ansiedad, eso ha de calmarlo.

-¿Bromeas? -exclamó Bosco. Se postraba en la puerta de copiloto, desde el exterior.

-No bromearía con mis polluelos -respondió serio-, no soy el ejemplo perfecto a seguir, pero no dejaré que cometan los mismos errores que yo... Hubo una vez que casi... ¡Casi lo olvido, Bos!

Axel extendió el brazo a la guantera, donde esculcó unos segundos hasta depositar tres sobres en la palma de Bosco.

-Eres el papá pollo más... excéntrico, impopular y raro de todos -susurró al ver su palma.

-¡Peeero... soy el que mejor cuida al no tener tabúes! -Dijo orgulloso.- Ventaja de ser mayor dos años y medio.

-Claro... -reconoció Bosco con turbiedad- ¿Debería decir...?

-¿Gracias por los condones? -pronunció Axel- La respuesta es: sí. De nada, amiguito. Ahora corre que se van y no sabemos cuántas tonterías alcancen a hacer en dos minutos sin ti...

Bosco guardó los condones en un bolsillo interno de la gabardina de pie en la entrada. Veía a Axel alejándose por el camino rodeado de pinos y también presenció el desvanecimiento del vehículo entre el horizonte verde, oscureciendo ante la noche sin luna. Sabía que llovería y gracias a la aislación de la mansión del resto de otras casas cercanas y su prominente humedad, no quiso retar a la hipotermia. Caminó hacia Damián y Sarabi, quien abrazaba a Aurelio del hombro al caminar; al allegarse, Damián atisbó con aprensión a Cornejo:

-Axel me dio condones -murmuró Bosco a espaldas de Aurelio y Sarabi-. Agarra uno...

Descubrió su gabardina índigo, dejando a la vista su camisa gris y el bolsillo interno a Damián

-Tienes que estar bromeando. Tienen que estar bromeando -rechazó Damián.

-Lo conservaré por si acaso... -le hizo saber.

-Bosco -chanceó Damián- , no habrá acción esta noche para mí. De ninguna clase. Estoy como escolta de ustedes aquí, no soy una persona de fiestas... Y tú tampoco -manifestó con desdén.

-Soy una persona de fiestas -evidenció Bosco.

-Vistiendo como inspector de salubridad con esta gabardina y tus gafas remendadas... -descubrió Damián- Yo no lo supondría.

-Me voy con Sarabi -altercó Bosco.

Sobrepasó de Damián, por el caminito de piedra y el amplio campo de hierba verde, se encaminó a espaldas de Sarabi y perduró a su izquierda. Escuchando la apacible garla que discernía la Corte Notable:

-Abril ha perdido la cabeza -declaró Aurelio-. Lo que supuso como necesaria su expulsión del club. Adoro que nos bautizaras amarillos y fantasmas, eres sumamente inteligente. Acomodaste todo en su lugar sin necesidad de armar un revuelo como lo hubiera hecho Abril.

-No fue nada -se enorgulleció Sarabi.

-Feliz cumpeaños, Aurelio -le deseó Bosco-. Pensaba... entregarte un obsequio. En su lugar, vine con las manos vacías... No puedo darte nada que no tengas.

-No se acerca al menor de mis problemas -sosegó Aurelio-. Me sobra la felicidad al verles aquí.

Pajareó hacia Damián con un peculiar gesto.

-Conforme dicta la Corte Notable -dilucidó- ustedes dos y yo, ocupamos los primeros puestos. Tenía que ocurrir así. Encontrarnos... Y no guardo rencores, Bosco, eso sería una pérdida de tiempo. Lo único que perdura en mi bolsillo es una invitación.

Alcanzaron la puerta de entrada a la mansión, el paso quedaba libre. Cerró la puerta detrás suyo recorrieron un corredor claro y luminoso; decorado por títulos y premios acumulados en su familia por generaciones.

-¿Conocen a Belén del Águila? -consultó Aurelio.

-La vi contigo a lo largo de la semana -comunicó Sarabi-. ¿Llegó aquí?

-Ustedes fueron los últimos que faltaban por llegar, en realidad.

-¿Cómo es posible...? Si llegamos a la hora propuesta...

-Y no te equivocas, es solo que estábamos muy ansiosos por su unión a los amarillos: Belén, Ibai, Javier, Omar, Julia y otros ya llegaron.

Bosco tuvo un escalofrío al sentir la mano que tomaba su hombro, se giró hacia su amigo quien dijo:

-De ahora en delante, no te despegues de mí.

El vestíbulo reposaba inactivo, sin grandes actividades mas que el rayo de luz lunar que recaía por un enorme tragaluz. Aurelio caminó haciendo eco, y ellos le siguieron. Abrió andanzas por un corredor izquierdo y se dirigieron después a un pasillo alfombrado que les guió a la sala de estar. Donde más de veinte amarillos convivían en perfecta armonía para su desconcierto.

-Esto tiene que ser una broma... -declaró Sarabi- ¡Es la mejor fiesta en la que alguna vez quedé parada!

-Perfecto, Sarabi -denotó Aurelio-. Todos ellos están ansiosos de conocerte, quieren que les hables y quieren aprender de ti... Ya todos sabemos que tú nos liberaste de Abril. No temas al respecto, eso no nos molesta, de hecho te tenemos en un alto pedestal... Anda, amiga. Ellos no morderán a menos que tú lo quieras.

-¡Me estás tomando el pelo! -gritó Sarabi, cerca de llorar de la emoción.

-Me corto un dedo si no -ella le abrazó y se deshizo de sus amigos tan pronto como llegaron.

Damián miró sin inmutarse a Bosco.

-Pueden hacer lo que les plazca... No hay límites -sonrió Aurelio y se marchó. No antes sin tratar de hablar con Damián sin mucho éxito.

-Sé que son originalmente cincuenta y dos naipess -refunfuñó Damián-. No obstante, necesité solo de ocho para las posibilidades de esta noche. Y adiviné una. Las posibilidades se me agotan. Si todas se cumplen, alguien sí morirá esta noche.

-¿Qué... dices?

Damián dejó una carta en sus manos y le dejó en la entrada de la sala de estar. Se iría a vigilar el parámetro. Y su carta fue leída transucurridos los minutos:

El eslabón más débil caerá ante la primera propuesta.

Había candelabros dorados colgando en las alto del techo que se mantenían en desuso. Encabezó los pasos por los chicos que jugaban videojuegos en una esquina de la sala y rio al verles competir, pero no tuvo la plena confianza para unírseles. El ventanal que develaba la lluvia debía ser igual de largo a la sala de estar, tras cubrir el muro completo donde la piscina se inundaba más y más al caer la lluvia. El lugar interior parecía un sitio de convenciones al estilo victoriano y debido a esto se puso a pensar para qué sería utilizada en un día cotidiano. Los días que no tenía enormes pantallas de videojuegos asemejándose a algún arcade, días sin chicos jugando botella o replicando idioteces en aquella cantina, lejos de beer-pong o competencias de baile, retos elocuentes y menús deliciosos. Sin concursos de lanzamiento de dardos y extrañas cosas que no entendía el motivo de su diversión.

No eres una persona de fiestas. Hasta el de los ojos de muñeca lo sabe. Sarabi lo sabe, es por eso que te dejó y es lo mismo por lo que nunca debiste firmar la Corte Notable. Si tan solo hubieras seguido el sistema...

-Primero se encargan de hacerte entrar en confianza -murmuró Damián la primera vez que Bosco caminó entorno a la sala de estar sin interés en los demás- y cuando crees que lo estás, cometes el primer error.

Se alejó al ver que Damián custodiaba a Sarabi por él, mientras ella hablaba con Belén del Águila y Javier Mendoza -Bosco recordaba la herida en la nariz que le había propiciado Javier hace semanas, por lo que temió acercarse-. Se guió únicamente por los caminos donde el ruido se acrecentaba; memorizaba cada esquina; gotera; cuadro; recámara y demás de la mansión y llegaba por accidente a lugares donde las parejas se hallaban. Se regresaba impresionado por donde venía y se preguntaba en silencio:

-¿Tendrán condones?

Se topó con Omar, un chico amarillo, dando clases en la biblioteca como si fuera un gurú del sexo. Tenía montones y cajas llenas de condones o lubricantes que utilizaba para molestar a quienes le veían; enseñó a colocarse un condón con varios tipos de frutas y vegetales; tiempo después tras la insistencia de los amarillos para que les mostrara como ponérselo en su propio miembro, Bosco salió apresuradamente al saber que el chico lo haría de verdad.

Por más que intentara tener una vida normal y comunicarse con los demás, la conexión no calibraba correctamente en sus antenas receptivas.

Halló a Julia al merodear por la mansión, pero se reusó a interactuar con ella. Porque solo era un fantasma, no era parte de un título sino de su esencia. La evitó todas las veces, pasando de alto o cambiando de dirección; cada vez que veía las caras de los relojes los encontraba más y más cambiantes, sin sentido y solo se encontraba a él. Perdido, muy perdido y sin rumbo. Sin saber cómo, se halló una vez más en la sala de estar, en la que suspiró inaudible.

Miró a la última dirección en que Sarabi había estado, pero debió moverse de lugar para desaparecer repentinamente. Se preocupó al respecto después de enterarse que Damián tampoco estaba en el sitio y mucho más al notar que muy pocos seguían en la sala de estar. Cinco como máximo, contando con él. El reloj marcaba las once y su sentimiento de angustia se incrementó.

¿Me oyes ahora? Claro que sí, te dije que estaba muy cerca. Ahora está muy, muy, muy cerca.

Corrió por los pasillos y salas, aclamando el nombre de sus amigos sin gran éxito y cuestionándose si vivía en un mundo normal o una broma. Porque la brisa era la única que recorría los corredores para responderle con una ventisca.

-Abril está hecha la mierda -oyó decir más que cualquier otra frase aquel día.

-Me pregunto si seguirá alguien más... ¿Creen que ellos vayan a dar otro golpe?

Bosco tropezó con un levantamiento que tuvo la alfombra del último pasillo recorrido, antepuso las manos y tiró sus gafas provocando un sonido de levedad. Escuchó arcadas procedentes del otro lado a la puerta contigua del final del pasillo -muro en que se hallaba una pintura totalmente roja y sin interpretación-. Se colocó las gafas.

-¿Qué fue lo que hiciste? -escuchó decir a la voz de Damián. Le siguieron unos ruiditos raros.

Bosco se reincorporó y tocó la puerta un par de veces:

-Soy Bosco... -les dijo- ¿Qué ocurrió?

La puerta se abrió y el rostro de Damián apareció colérico ante él:

-Estoy a un naipe de quedarme con nada -le gruñó. Sarabi se hallaba a sus espaldas vomitando en un inodoro.

Bizarra escena.

-¿Qué... qué le ocurrió? -persistió Bosco.

-Quiero saber lo mismo respecto a ti -se desquitó con seriedad-. Desapareciste por más de tres horas. Hay que irnos. Llamaré a Axel. Solo esperaba encontrarte primero.

-Yo... -tartamudeó Bosco- n-no hice nada...

-Tú no eres una persona de fiestas. -Recalcó Damián.- Sarabi es todo lo opuesto.

-Cállate -susurró Sarabi.

-Belén del Águila le ofrecio muffins galácticos -declaró con descepción-. Se comió tres, hay que llevarla al doctor o un hospital y no se me ocurre ninguna excusa para describir cómo una chica terminó galácticamente inspirada al comer un muffin de chocolate.

Bosco miró a Sarabi con culpa y regresó a Damián.

-Vayámonos -le dijo Bosco.

Esperaron unos instantes a que Sarabi terminara y cuando por fin se veía "sana", Bosco les dirigió por las rutas más cortas a la entrada, pero al pasar por la librería una voz varonil les llamó:

-¡Aguarden! -exigió- Queremos charlar...

Nueve años atrás:

-Tienes que ser muy fuerte -le anunció Lina- de no serlo, te caerás.

Agarraba con fuerza la mano de Bosco a la orilla del mar. La arena parecía ceniza, mas era la más suave y fina encontrada a muchos kilometros. Su madre sonreía desde una mesita a varios metros de ellos. Un cangrejo se había paseado por el castillo de arena que Bosco alzó de la nada y le convirtió rápidamente en su casa a una distancia cercana a la altura que alcanzaban las olas.

-¡No quiero! -chilló Bosco tirando con fuerza para zafar su brazo de Lina.

-¡Vuelve, Bosco! -le gritó su hermana, vistiendo un bañador completo de lunas rosas y un sombrero magenta.

-¡Dije: no! -se inquietó al dar pisadas fuertes por la arena húmeda.

Sus dedos pequeños se embarraban de arena entre los espacios que había entre ellos y sus huellas dejaban un rastro oscuro al pisar la arena seca. Se movía con dificultad donde estaba su madre y le habló al respecto:

-¿Cómo que no quieres nadar?

-¡Me voy a morir! -chilló.

-Tú sabes muy bien nadar, no debes tener miedo.

-¡Me voy a morir!

El estruendo de un gran cúmulo de olas rompio su comunicación y voltearon a ver a Lina. Una ola pequeña que se acercaba hacia ella resultó aliarse con otra que le precedía y antes de que llegaran a pocos pasos suyos; se retrajo y creó la ola más alta que los ojos de Bosco pudieron ver; creando una mayor a su casa, por lo que veía; sería suficiente para llenar dos piscinas.

-¡Lina! -se apresuró Bosco a alertarla, escuchaba a su madre reír detrás de él que se aproximaba con mayor velocidad.

-¡Wujuuu! -alzó Lina la voz a los cuatro vientos, anticipando la ola.

-¡Lina! -gimió con todas sus fuerzas, pero ella parecía ignorarle.

Su madre terminó a su lado y la agarró con emoción, ambas temblaban ansiosas, contemplando la ola que cuando se disponía a atacar, tomaba más y más fuerza, pero no llegaba a tocar sus pies.

-¡Mamá! -Gritó, sintiendo el mundo caer sin que pudiera actuar.- ¡Lina!

Llegó donde su castillo de arena, su pie tropezó con él y cayó de cara a la arena húmeda. Comenzó a arderle la cara y los ojos a gran escala, se los frotó para quitarse la comezón pero ya no enfocaba a su familia; solo dos siluetas y una creciente bestia marina; puso sus manos en la arena y empujó para acercárse; uno de sus pies se hundió más rápido de lo que pudo comprender, la arena lo absorbió y creyó que lo devoraba vivo.

-¡Mamá! -chilló de nuevo. Pero su madre y Lina únicamente reían

Consiguió liberarse de un brinco y aceleró hacia ellas, sin poder evitar que cada pisada le enterrara infinitamente.

-¡Lina! -regañó al aferrarse a su brazo.

-¡Volviste! -Se alegró y tomó su mano a la par de su madre. La ola crecía más y más y volvía a morir, evitando acercárse.

Ponía a Bosco los pelos de punta, quien intentaba escapar con su familia.

-¡Mamá, corre! -suplicó empezando a llorar.

-No pasa nada -le consoló con voz melosa-, mientras estés junto a mí no habrás de preocuparte por ello.

-¡Mamá! -siguió llorando al captar la ola que ascendía por la arena y muy fría besaba sus pies.

-¡Amo estar aquí! -Eritó Lina con todas las de ganar.- En el replicar de las olas. ¡Ahí viene otra!

Bosco jaló fuertemente de Lina, desequilibrándola y tirándole, ella solo rio. Su mamá se carcajeaba y agarraba con fuerza, insistiéndole en resistir la ola consecutiva.

-¡N-n-no p-pued-o-o! -tembló al sentir que se hacía nieve bajo sus pies y la mandíbula se escapaba de su posición..

-Te hará más fuerte -bramó Lina, corriendo a la que seguía.

-¡Vamos! -le animó su mamá llevándole de la mano.

Bosco apretó, con la fuerza que nunca había usado, su mano y dio pequeños pasos por la arena húmeda. Sentía los pies pejajosos y varias piedras diminutas entre los dedos; una ola liviana suavizó el frío en sus pies y descubrió que poco a poco éste desaparecería.

-¡Si quieres nadar, tienes que resistir las olas! -le avisó su hermana por delante de ellos.

Bosco anhelaba nadar en el mar, aunque nunca quiso pasar por las olas.

-Estaré contigo -le recordó su madre-. Siempre puedes contar conmigo.

La desequilibrada seguridad de Bosco viajó con su madre otros pasos más, donde le mojaban en parte las rodillas y hacía cosquillas al desaparecer. Éste sonrió y su madre lo notó.

-Estamos cada vez más cerca.

Una ola consiguió elevar a Bosco por encima de la cadera, su madre le elevó antes de que ocurriera para que el impacto fuese menor. Él se alarmó al instante y al notar que no hubo efectos negativos en él, se envalentonó.

-¡Madre mía! -aclamó Lina con una larga intención de hacer feliz a Bosco-. ¡Mira eso!

Una gran ola se adentraba a la orilla ayudada de sus amigas olas, la gente del rededor girtó de emoción y varios niños del lugar berrearon al verla, entre ellos Bosco.

-¡No te vayas! -vociferó Lina antes de que Bosco actuara- ¡Tienes que persistir el replicar! ¡Siempre es más fuerte, pero se gana algo al final!

Su madre insistía en no soltarlo ¿Qué no veía que esa cosa iba a matarlos? Hundía la arena hacia ella y toda la que se hallaba en el lugar les arrastraba con lentitud al agua. Bosco tiraba y tiraba, pero era muy débil para liberararse y huir. Lina seguía insistiendo y su madre quería que no tuviera miedo, pero él no escuchaba.

Mordió la mano de su madre y ésta soltó la suya de inmediato -escuchando tras de sí el maremoto que arrollaba a las personas del lugar-, escapó sin fuerzas y eficiencia por la húmeda arena ceniza que le obligaba a quedarse con ella y cuando menos se lo esperaba: la ola le cayó encima.

Lo derribó contra el suelo una vez; volvió más fuerte y consiguió revolcarlo incapaz de defenderse; se aferró a la arena, pero ésta se deshacía en sus puñitos y se marchaba con el agua; el siguiente replicar le secuestró hacia el mar y al tener la última ola en sí, le encerró en sus fauses y lanzó al fondo de la superficie.

Llenaba sus pulmones y desorientaba su percepción, quedando incapaz de conocer por dónde había venido y hacia dónde iba para ser arrastrado por un nuevo replicar y expulsado de regreso a la playa y a la arena húmeda; donde lo arrojó a su suerte, inconsciente.

Las olas:

-Si quieren, tomen asiento -les señaló Aurelio.

Damián apoyó a Sarabi en un diván en el que ella reposó su cabeza. Aurelio sonreía al verle de tal forma. Insospechada derramaba saliba, sin que su cuerpo supiera si estaba viva o muerta a la ausencia completa de sus cinco sentidos. Bosco ingresó a la biblioteca tras llamar a Axel. Su mirada condescendiente, parecida a la de su madre, reposó en su amiga.

-Yo no me preocuparía -resaltó Belén del Águila. Una jovencita muy guapa de cabello castaño claro y pecas con una aterradora sonrisa y agradables cejas.

-Está drogada -interpuso Damián incorruptible.

-Es la iniciación -recuperó Aurelio detrás de ella, sujetaba la Corte Notable en sus manos-. Ahora es una regla oficial, puesto que Sarabi ya los ha consumido; por lo que se le puede considerar "iniciada"; el siguiente en la lista es Bosco, quien debe cumplir con tres aperitivos en su organismo; el siguiente soy yo con la misma dosis y al final ustedes:

«Comerán uno solo. Es la ley de un amarillo, quien no lo consiga será deshonrado por todos nosotros».

-¿Qué mierda dices? -exasperó Damián al acercárseles al diván donde Aurelio y Belén se sentaron- Nadie comerá otra mierda de la que dices.

Bosco observó a Damián, por detrás, en su mano izquierda sostenía una pequeña radio y la luz roja en esta parpadeaba, les grababa.

-Es es último naipe -cuchicheó Sarabi a Bosco con una voz torpe.

-Ni Bosco o yo comeremos nada de lo que dices -gruñó-. ¿Qué no se cansan de ser unos tarados? ¿O acaso se enlistan a competir en clubes de pendejos?

Belén liberó un suspiro ofendido, llevándose su mano a la boca para taparlo, acusó a Damián con la mirada. Aurelio se jactó de una sonrisa, la misma que tenía siempre era intrínsecamente: imperturbable.

-No... puedo hacerlo, lo siento -contestó Bosco.

-¡No te disculpes por su pendejez! -le dijo Damián.

-¡Deja hablar al niño, Damián! -le gritó Aurelio.

-A decir verdad... Concuerdo con él.

-Estoy... JODIDAMENTE de acuerdo -bostezó Sarabi.

Aurelio miró al techo por unos instantes y, seguido a, merodeó los rincones de la biblioteca cuya escacez luminosa confundió la percepción de Sarabi del espacio:

-¿A dónde se fue el güey?

-No me he ido -dijo Aurelio.

-¿Seguro? -sugirió confusa- No te veo por ningún lado...

Se oyó un suspiro y una carcajada discriminativa de Belén.

-No hagas el cuento más largo, Damián -jugueteó Aurelio-. Nadie quiere estar solo. Ofrezco la fórmula contra el olvido, dejaré que lo reflexiones una vez más...

-No tengo que hacerlo -repuso- ni Bosco. Sarabi nunca debió hacerlo y nadie más lo hará otra vez... Entrégame la libreta.

Damián caminó hacia él para quitársela, mas él le empujó con fuerza y terminó chocando con Bosco.

-¡Oigan, cálmense! -dijo Sarabi con un mareo imparable- Me voy a quedar sin ojos si siguen así.

-¡Dános la libreta! -persistió Damián.

-Por favor... Es solo una libreta -reiteró Bosco detrás de Damián.

Fue tacleado inesperadamente por Belén, rebotando contra los pies de Sarabi y viendo a su atacante arrebatar de las manos de Damián la radio y mostrarla a Aurelio, quien la miró orgulloso y lo empujó otra vez.

-¿Qué...? ¿Te andas mofando de mí? -supuso Aurelio.

-¡Me ando cagando de ganas de condenar en el infierno a la puta que te parió! -denegó Damián.

-¡Hm! -indujo Sarabi al ponerse de pie con ayuda de Bosco- Damián, corazón, eres más sutil que una flor.

-¿Corazón? -bramó Aurelio con una mirada molesta.

-Así llamo a todos mis amigos -dijo sin menor importancia-. Dile a ésta zorra que deje de empujarlos, poor favoor -bostezó.

-Nos vamos ahora -ordenó Bosco a Damián.

-No sin que antes nos devuelva nuestras cosas... -se quejó Damián sin apartar la vista de Aurelio- Esto nunca fue una tregua sino el receso antes de que tocaran la campana.

-Insisto una vez más -reprochó Aurelio, quedando frente a Damián muy imponente al ser el más alto de la habitación- y quiero que me digan que sí.

-Otro mamón... -bostezó Sarabi. Belén trató de enfrentarla y cambiar su opinión al respecto, sin embargo ella contestó:- y otra mamona. No pierdan su tiempo...

Aurelio apartó a Damián con el brazo, en lo que Belén regresó al diván de la biblioteca, llegó con unas largas zancadas donde ellos y repitió:

-Insisto.

Aunque Sarabi no se inmutó, Bosco temblaba.

-No puedo creerlo -rio Damián a sus espaldas-. No puedo creer que sigas tratando. Su voluntad es impenetrable, la mejor caja fuerte que jamás verá un Cornejo. ¿Sientes feo? Bienvenido a la realidad, donde la mayoría de los sueños no se cumplen.

Bosco apreció detrás de él que Belén encendió la radio y comenzó a grabar su voz.

-¿Cuánto a que no le mata esa? -respondió Sarabi casi dejándose caer de peso completo en Bosco.

-¿O presentarás alguna excusa ridícula que debamos escuchar? -jugó Damián al tener las manos casi en la libreta.

Bosco tan solo vio la nuca de Aurelio, pero no necesitó ver su rostro para ver su sonrisa macabra. Y segundos después de que terminara su excusa, no necesitó más de medio segundo para saber que debían correr; huir desesperadamente de la mansión y esperar que nunca volvieran a hablar de nada de lo que ocurrió los últimos minutos:

-Que te amo.

Damián resopló por las fosas y extendió una sonrisa sarcástica hacia sus amigos, sin despegar los ojos de la libreta; quiso tomarla de nuevo:

-Vaya excusa... -rio entre dientes y agarró la Corte Notable.

-Yo no la llamo "excusa" -confesó Aurelio con la misma voz suave que empleó al conocer a Bosco- tengo entendido que se llama: amor.

Los oídos de Damián se ensordecieron y sintió que perdía la audición parcialmente a la par de un severo dolor de cabeza y un tintineo en el tímpano. Sarabi se apoyó en el marco de la entrada y miró incalculable a sus espaldas, mientras que Belén seguía grabando desde hacía minutos con el celular; pero de pronto, una serie de eventos ocurrieron:

Bosco desenvonó uno de los sobres que conservaban los condones y le rompió con los dientes; estiró tenazmente el latex hasta que quedara como una liga y le encausó al rostro de Belén:

-Oh. Ya veo -denotó Damián segundos después.

Se lanzó a sujetar la camisa de Aurelio con la mano derecha y la arrastró con uso de su peso hasta que cabeceó y Damián propinó una explicación contra su nariz al estampar su frente en contra y cuando su cuerpo se inclinaba de espaldas y caía en dirección a Bosco; Damián despegó su puño izquierdo y formó circulos en el aire tras un estrepitoso aterrizaje en la mejilla derecha de Aurelio que le tumbó en segundos sobre el piso.

El condón resbaló de las manos de un Bosco consternado, su lubricante se movió con brutalidad de los dedos y en menos de lo que el sonido llegó a sus oídos; el impacto hizo un gran eco en la mejilla de Belén; transtornando la habitación en dos gritos que ensordecieron la noche.

En la alfombra beige que rápidamente se decoloró marrón por la erupción de sangre que salpicaba su nariz. Belén gritaba y seguía grabando los hechos, mientras que Damián agarraba con la mano derecha la Corte Notable del piso y daba suspiros coléricos que resistía desde hace siglos.

Sarabi arrasó entre Bosco y las piernas de Aurelio para sujetar a Damián del brazo y pedirle a su líder que les guiara por la ruta más próxima a la salida. Belén se desparramó en el suelo al ver la cara de Aurelio, sus sollozos se oyeron por el último corredor que escaparon al salir por la puerta de otra cocina -¿quién seguiría?

Sarabi tropezó al bajar los escalones y derribó a Bosco quien iba frente a ella. Damián les rodeó para salir y extendió su mano derecha hacia Bosco -lo que extrañó a éste último al saber que era zurdo-, la mano izquierda que ocultaba Damián estaba embarrada de una sangre más oscura que el vino y sus dedos se veían extraños y torcidos, le temblaban a espasmos junto con los de la mano que ofrecía a Bosco:

-¡Gracias! -proclamó.

Sarabi se alzó con ayuda de los dos y corrieron entre varios gallineros vacíos y ensangrentados que pronto les guiaron a un paso interconectado con el campo de hierba verde y una puertita gris por la que cabría un enano; Bosco se disparó a ella y forcejeando la manibela, la abrió y se arrastró por ella; Sarabi le acompañó a sus espaldas y Damián chocó con ellos al salir inquieto: se hallaron en algún límite de la mansión y el bosque de pinos.

-Rodeemos el perímetro de la casa, quedaremos cerca de Axel sin tener que abrir el portón primero.

Al correr, Bosco les avisó que éste solo se abriría con unas llaves que utilizó Aurelio desde un principio; tanto para abrir por dentro como por fuera; la tierra terminó siendo rápidamente lodo con los pasos apresurados que daban al rodear su perímetro, tardaron cinco minutos en rodearle, en cuyo final hallaron la van de Axel aguardándoles con insistencia; Bosco se encabezó para abrir la puerta corrediza y dejar el paso libre a sus amigos, posterior a escuchar el portón eléctrico abrirse con lentitud, se sumó al equipaje de la van y gritó a Axel que se fueran de una buena vez.

Ninguno de ellos miró atrás esa noche.

El replicar:

Los pies solitarios y lodosos de Bosco descendieron de la van a la banqueta de su casa con ningún signo de paz. Terminó aturdiendo un eco más en la calle Berol que hizo saber su soledad sin mucho revuelo. Axel, con dificultades para procesar lo narrado por Bosco durante el trayecto, llevó a Sarabi y Damián a casa tras dejarle y olvidó decir adiós.

La camioneta siguió su camino en dirección al reloj de Salmet y se discipó entre la neblina que dejó la lluvia. Bosco vaciló al caminar a la entrada de su casa, mas el maullido de su gato le sobresaltó de un susto. Se hallaba en la entrada justo como el día en que lo encontró, su presencia le desconcertó y tras recordar que había dejado más de una ventana abierta antes de irse, comprendió que aquello no tenía nada de raro.

-Buenas noches, joven -saludó Bosco.

-Miaaau... -saludó a su vez.

El pequeño persa ignoró su presencia segundos después y se encausó a la coladera de drenaje puesta en medio de la calle; al notar la hora, Bosco le insistió en volver usando un aviso.as lo ignoró:

-¡Incín! -susurró.

Te he dejado mucho en la sala de espera, ¡a que sí!

Sucedió sus pasos a la coladera. No comprendía cómo el persa resistía el clima a tales horas de la noche, la respiración de Bosco se hacía baho y la periferia de sus gafas no llegaba más allá de su propia casa... "Es como Silent Hill (de Konami)", recordó las palabras de Damián. Más allá de lo que encontraba a su alrededor, no era más que niebla y neblina, neblina y niebla.

Las orejas de Incín se detuvieron en los sonidos que ascendían por el drenaje; tanto Bosco como él se paralizaron y miraron al acecho en los orificios de la tapa. La cola de Incín se irguió y se puso entre las piernas de Bosco; su cabeza de mazapán osciló lado a lado y cuando una naríz rosada, cubierta de una piel turbia se asomó por allí; el persa la pescó y se hizo para a trás: una rata de alcantarilla voló hacia Bosco, éste gritó cuando la rata se aferró a su gabardina.

El persa se elevó para mordisquear su cola y llevarla al piso, se molestó al verle ostentar la salud de Bosco y posó sus patas entre sus ojos rojos y ruidosa cola de gusano que se sacudía cubierta de mierda; desprendió sus garritas y tras un brinquito que saludó un rugido miniatura, la rata dejó de moverse.

El corazón de Bosco empezó a latir sin ritmo o precisión; latía mucho y luego casi nada, regular o muy bajo y demasiado alto. No se decidía. Se hallaron ante más chillidos y gemidos agudos que lastimaban los oídos. De la boca de tormenta que se asomaba en la casa de Lio, el agua de drenaje escurrió por el pavimento y viajó por la pendiente de la calle. Contemplando el acto, ignoró cuando Incín se acercó hacia ella; el pequeño canal de agua llevaba pelos en él y varios trozos repugnantes de carne roja.

-Incín... -llamó Bosco sin obtener maullido alguno.

Se encontró con Incín acechando, de la misma manera que lo hizo en la coladera, la entrada de la boca de tormenta. Su cola gris se agitaba y su cabeza oscilaba menos, a la vez que sus pasos retrocedieron conforme el griterío aumentaba. Bosco se apresuró a recogerle al identificar aquel ruido, pero su distracción al ver el flujo del canal fue el penúltimo error que cometería aquella noche:

Incín maulló desesperado al encontrar múltiples ojos rojos y luminosos en la penumbra de la boca de tormenta; en ese instante, una oleada de ratas de alcantarilla replicó en su contra; cientos y cientos desboradaron por la boca de tormenta a los pies de Bosco y emboscaron a Incín por la celle; el pequeño persa gemía de dolor al recibir mordiscos es cada pequeño espacio de su piel y soltaba unos terribles arañazos que mataron de inmediato a más de una docena de ratas, mas el replicar era muy fuerte para un pequeño gato persa.

El replicar de las olas era devastador.

Bosco se enfureció al instante y, con las botas de montaña que usó ese día, se apresuró a aplastar a las ratas que quedaban en el lugar; las demás fueron prófugas hacia las casas o por las calles y unas otras regresaron por la boca de tormenta. El pavimento se coloreaba de rojo y mugre de mierda que bañaba apaciblemente al pobre Incín entre tumultuosos resbalones y embestidas que recibía cuando ya no se podía mantener de pie. Las pisadas de Bosco no eran suficientes, puesto que unas ratas eran más velocesy aunque ninguna le atacó personalmente; eventualmente regresaban al gato persa.

Incín maniobró en giros por la calle Berol al raspar las ratas contra su pelaje; sus maullidos despellejaban la piel viva de Bosco y la sangre que derramaba por su descuido se sentía como la propia; las dos ratas que lo sometían rodaban por su pelaje y no podía hacerles más daño por su pequeñez; su dueño corrió a agarrarle por los finales de la calle a la Gran Pendiente Berol. Al principio fue más que conflictuoso y recibió los rasguños inconcebibles de su persa que no se destinaban a sí; le calleron en la gabardina y la desgarraron hasta que sintió un corte que pasó por su mismo brazo.

Bosco sacudió a Incín en suma torpeza y su último el error del día lo cometió al darle la espalda al conductor que ascendía por la pendiente. Arrancó a la última rata que aferraba sus patas al pelaje de Incín, ésta chilló como si le metiera el infierno por sus entrañas... Mas cesó, repentino, cuando el desafinado berrido que dio la rata que se había caído al agitar a Incín, se detuvo con un sonido crocante, parecido a un niño mordiendo su galleta favorita... Al oírlo, Bosco giró a su izquierda con un renquido que le hizo perder el equilibrio cuando el parachoques del vehículo flechó en su rodilla y expulsó a Bosco por varios metros.

La rata que llevaba en la mano izquierda voló libre muchísimas casas más de lo que él pudo al raspar la nuca con el pavimento. Los faros del vehículo encendieron la neblina y propiciaron un fuerte dolor en su cabeza que no pudo soportar hasta quedar demasiado adormilado.

Quiso levantarse, pero su pierna izquierda no se movía y el flechazo se elevaba hacia su cadera dejándole inmovil y con una sensación paralítica aterradora que no le dejaba respirar, se arrastró con la sensación de que desligaban sus tendones, pero necesitaba alcanzar rápidamente a Incín, porque su cuerpo inconsciente -que ésta vez estuvo lejos de aterrizar de pie- vacilaba entre la boca de tormenta y la calle Berol... Como una balanza que al colocar dos manzanas de un lado y una del otro, sabes a qué lado se inclinará. Sabes a qué dirección caería el gato persa cuya cabeza de mazapán y medio torso se inclinaban a la boca de tormenta y de manera inevitable su cola se sacudía cada vez menos y sus patas traseras se arrastraban con el resto del cuerpo.

Pecho tierra se apresuró salvajemente hacia el gato, despedazándose los fragmentos de rótula que no se había quebrado todavía; Bosco dio brincos que le costaron el alma y muchas otras cosas que le romperían su espíritu a partir de ahora; dio pataleos y aletazos para alcanzarlo; y precisamente cuando el persa desbordó al interior del drenaje; obtuvo con la punta de los dedos meñique y anular de la mano izquierda, retener una de las patas del persa... Y prosiguió la sensación de colapso, la sensación suicida de su pequeña patita resbalándose por más que quisiera acomodárlo... Pero...

Pero...

Tras sentir un acalambramiento en ambas piernas y el cuello, durante segundos agonizantes, sus dedos soltaron al persa y escuchó un chapuzón; seguido de aterradores chillidos de ratas.

Su vida se paralizó, al igual que su reloj y su corazón. Todo lo imaginable e inimaginable pasó por su cabeza sin necesidad de analizarlo; y su voz fue robada, sus cuerdas vocales cortadas y no pudo agregar nada más que un sollozo deprimente que no cubría el sonido esperado de alguien a quien le rompen el corazón.

Su vista se nubló y no pudo ver nada más que nada.

Ni esperar, porque desde hoy, haré que no esperes nada más que nada. Te convertiré en nada y todo lo que sea necesario. Yo no temo, mi buen hombre, porque yo ya no tengo nada qué perder... ¿Y ahora tú? ¿Aún te queda algo o quieres que siga?

No puedes renunciar a tu soledad.

No puedes renunciar a mí.

Mas mi nombre no conoces...

Y habrás de llamarme con otras voces.

En otras formas.

Y en otras horas.

Duerme, pequeño, duerme...

¿O querrás que prosiga...?

Bosco cerró los ojos.

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