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2: El sacrificio de un alma

Luego de esas palabras comenzaron a arrastrar a Jungkook hasta la estatua. Este respiraba agitado mientras forcejeaba y gritaba para que lo soltaran, escuchando a Namjoon soltar improperios a toda esa gente mientras intentaba safarse también. Frente a la estatua estaba un hombre con una daga de puño dorado y gemas rojas en la mano.

—¡¿Qué creen que hacen, malditos locos?! —gritó el castaño desesperado, luchando para que lo soltaran—. ¡Suelten a mi novio, jodidos dementes!

Le dio un codazo en las costillas a quien lo sujetaba, corriendo hacia el pelinegro a toda velocidad, agarrándolo del brazo para hacerlo correr hacia la salida, prácticamente arrollando a quienes estaban en su camino.
Continuaron corriendo por las calles desiertas mientras escuchaban sus respiraciones descompasadas, ignorando el dolor en sus músculos hasta que estuvieron en el interior de su hogar.

—Kook, ¿estás bien? —interrogó Nam al verlo tan pálido, sujetando sus mejillas con ambas manos.

En ese momento Jungkook explotó en un llanto desgarrador, aún procesando con dificultad lo que había ocurrido minutos atrás. Es que simplemente no le encontraba una explicación a lo que había acontecido en ese cementerio, porque definitivamente eso no había sido un desfile cualquiera o una especie de mala broma. Y lo que sea que haya aparecido allí esa noche, lo quería a él.

Se durmió en los brazos de su novio horas después, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, exhausto por la experiencia tan traumática que había vivido.

Cuando volvió a despertar ya era de día. El miedo por lo ocurrido aún seguía en su cuerpo, pero se obligó a sí mismo a levantarse y preparar algo. Namjoon al parecer se había levantado más temprano y había salido, aunque aún con esa posibilidad, no dudó en buscarle por toda la casa.

Al constatar que no se encontraba, decidió ir hasta la cocina para preparar el desayuno. Su pareja era un desastre en la cocina, por lo que de seguro se había ido sin comer nada. Lo cierto, es que no tenía demasiado ánimos, pero quería distraerse y dejar de lado lo que había ocurrido al menos por unos minutos.
Estaba picando unas especias cuando de pronto escuchó el ruido del televisor. Lo primero que creyó fue que ya el castaño había llegado, pero su corazón empezó a latir con fuerza cuando al llegar a la sala de estar comprobó que no era así.

El televisor estaba a todo volumen. Se acercó y viendo la pantalla llena de estática, en un mar de puntos negros y grises. El zumbido constante llenaba la habitación, intensificando su ansiedad, con su respiración comenzando a agitarse. La misma sensación que había sentido al ver el supuesto desfile la noche anterior le recorrió el cuerpo; algo no estaba bien. Con un nudo en el estómago, presionó el botón de apagado, deseando que el silencio ahogara también sus temores, esos monstruos invisibles que acechaban su mente.

Con el corazón aún acelerado, el pelinegro regresó a la cocina, intentando sacudirse la inquietud que la había invadido. Sin embargo, al pasar frente al espejo del pasillo se detuvo en seco. En el reflejo vio una sombra oscura asomándose detrás de él, como si alguien estuviera justo a su lado. Un escalofrío recorrió su espalda, helando su sangre y haciendo que sus músculos se tensaran.

Cerró los ojos con fuerza, tratando de despejar su mente de imágenes aterradoras. Cuando los abrió nuevamente, se asomó al espejo con cautela. La sombra había desaparecido. Solo su reflejo estaba allí, pero la sensación de ser observado persistía como un susurro inquietante en su oído. Se sintió muy vulnerable en ese momento; un profundo temor se instaló en su pecho como una piedra pesada que no podía quitarse de encima. Sin poder sacudirse esa sensación, se apresuró a entrar en la cocina, buscando algún tipo de refugio que no estaba seguro de poder hallar.

Jungkook estaba aún temblando cuando escuchó la puerta abrirse. Namjoon entró con el rostro pálido y una expresión de preocupación que la hizo sentir un escalofrío adicional recorrerle la espalda.

—Kook, encontré una caja frente a la puerta —dijo mostrándole el objeto, su voz tensa aumentando el nerviosismo del contrario—. Necesito tomar un poco de agua, pero... descubrí algo importante, debemos hablar.

Mientras él se alejaba hacia la cocina, la ansiedad comenzó a apoderarse del más bajo con garras afiladas. Se quedó solo en la sala; la inquietud en el aire era palpable y densa. Sin poder resistir más, se acercó a la caja que había dejado en el suelo, sintiendo cómo el pulso le retumbaba en las sienes mientras la abría lentamente, sintiendo un olor a putrefacción colarse por su nariz.

Dentro había una bolsa plástica y al estirarla, un grito desgarrador escapó de sus labios al descubrir lo que contenía: la cabeza de un gato muerto. La imagen era tan horrenda que su mente no podía procesarlo. Soltó la caja como si quemara, viendo la cabeza rodar por el suelo.

Namjoon corrió hacia su encuentro al escuchar su grito, abrazándolo con fuerza como consuelo, observando también asqueado la cabeza putrefacta de ese gato.

¿Quién se había atrevido a hacerles algo así?

—¿Qué mierda? —preguntó con voz llena de preocupación mientras intentaba calmarlo, tratando de infundirle algo de seguridad con las caricias en el cabello y la calidez de su abrazo.

—Vámonos de a-aquí, Nam —le suplicó entre sollozos incontrolables, sintiendo que el terror la envolvía como una niebla espesa e impenetrable—. No es seguro aquí... e-esto no es normal, te lo ruego.

Namjoon asintió rápidamente, su mirada reflejando el mismo miedo que consumía a su novio. Sin embargo, al recordar el motivo de su salida en la mañana lo hizo desistir. Debía hablar con Jungkook y explicarle bien lo que había descubierto. Así que lo guió hasta el sillón, haciéndolo que se sentara y se agachó frente a él, tomando sus manos.

—Fui a la biblioteca del pueblo temprano en la mañana. Estaba intentando buscar una explicación a ese extraño ritual en el que todos los del pueblo eran partícipes ayer.

—¿Qué encontraste? —cuestionó con un hilo de voz, entrelazando sus manos con las del castaño.

—Encontré un libro, dice que el pueblo desde su fundación fue habitado por una secta de brujas negras que tenían lazos espirituales con entes malignos. —Empezó a relatar—. Cuando se desató la caza de brujas en 1692 todas fueron quemadas, pero antes de morir echaron una maldición al pueblo. Todos los años, el treinta y uno de octubre, debe realizarse un sacrificio en su honor para que los espíritus malignos no aterroricen a los ciudadanos. Es un ritual Jungkook, donde los mismo espíritus escogen quién será su sacrificio.

—Y me escogieron a mí —murmuró con la voz rota, tragando saliva audiblemente.

—Vamos a resolver esto, ¿sí? Debe haber una forma de revertirlo, no voy a dejar que nada malo te suceda, lo prometo.

Se acercó a besarle castamente, apretándolo fuerte entre sus brazos, escuchando sus sollozos e hipidos.

—Te amo, Kook.

—Y-yo también, Nam.

—Sube a la habitación, descansa un rato, yo me voy a encargar de todo, ¿bien?

Asintió pesadamente, dejando una caricia en la mejilla del contrario antes de subir las escaleras. Al entrar en la habitación presionó el interrumptor de las luces, ya que entraba muy poca por las ventanas, pero estas no se encendieron. La puerta, la cual había dejado entreabierta, se cerró con fuerza y rayones con forma de cruz invertida comenzaron a aparecer en las paredes.

Se congeló en el lugar con las respiración trancada, sus manos temblando profusamente mientras intentaba articular alguna palabra, pero su garganta parecía estar cerrada. De pronto fue empujado por algo hasta que chocó contra la pared, sintiendo una mano invisible apretarle el cuello, levantándolo ligeramente del suelo.

Pataleó desesperado, dando manotazos para intentar alejar, o tocar al menos, ese ente causante de su desdicha. Si al menos pudiera hacer algún ruido que alertara a su pareja...
En medio de su desperación una luz llegó a su mente. La mesita de noche estaba cerca, por lo que con una patada podría tumbar al suelo la lámpara que había encima. Lo hizo sin pensarlo mucho, el cristal rompiéndose resonando entre las cuatro paredes, realmente esperaba que Namjoon lo hubiera escuchado, porque no podría aguantar mucho más.

Y efectivamente, los pasos rápidos del castaño se escucharon acercarse; en el segundo en que se abrió la puerta la presión en su cuello desapareció y cayó al suelo, tosiendo mientras llevaba una mano a su cuello.

—¿Qué sucedió? —cuestionó alarmado, observando las paredes llenas de rasguños con los ojos desorbitados.

—Tengo miedo, Nam. —Se escondió en el pecho de su novio. Toda esa locura lo estaba sobrepasando.

—Lo sé, amor, todo se arreglará pronto, te lo prometo.

La noche cayó bastante rápido, o al menos eso sintieron ellos. Nam se había pasado todo el día sentado frente a la computadora, buscando en páginas web alguna solución, o gente que haya vivido alguna experiencia parecida. Jungkook no tenía mucha esperanza con eso, pues aunque lograran encontrar algo, nada les aseguraba que sería eficaz, o verdadero, al menos.

Cuando pasó la media noche, Namjoon finalmente decidió que era momento de descansar. La tensión del día había sido abrumadora, y aunque sus pensamientos seguían girando en torno al ritual y la maldición, el cansancio lo venció. Se metió en la cama sintiendo la calidez de las sábanas, pero su mente seguía inquieta. A su lado, Jungkook se acurrucó, buscando consuelo en su presencia.

—No te preocupes, Kook —susurró mientras acariciaba suavemente su cabello—. Mañana buscaremos más respuestas y encontraremos una forma de salir de esto.

Jungkook asintió, aunque los temores seguían acechando en su mente. La oscuridad de la habitación parecía engullirlo, pero los brazos de su novio rodeando su anatomía le brindaba un poco de paz. Cerraron los ojos, dejando que el sueño los envolviera.
Sin embargo, el descanso no duró mucho. Namjoon se despertó con un sobresalto al escuchar el sonido de la puerta principal cerrándose con un golpe seco. La angustia se apoderó de él al mirar a un lado y notar de que Jungkook no estaba en la cama. Con el corazón acelerado, se levantó rápidamente de la cama y salió de la habitación.

—Kook… —llamó, su voz resonando en la silenciosa casa.

No hubo respuesta. La inquietud creció en su pecho mientras recorría las habitaciones buscando a su pareja. Pero al no encontrarlo, sin pensarlo dos veces, salió al exterior.

La noche era oscura y fría, la luna estando escondida detrás de las nubes. Y entonces lo vio: Jungkook caminaba lentamente por el medio de la calle, con una expresión vacía en su rostro, como si estuviera sonámbulo.

—¡Jungkook! —gritó, corriendo hacia él.

El chico no reaccionó. Sus pasos eran lentos y pesados, como si algo lo estuviera guiando sin que él pudiera resistirse. Namjoon sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras se acercaba más.

—¡Kook! ¡Despierta! —lo llamó nuevamente, tomando su brazo para detenerlo.

Jungkook parpadeó varias veces como si despertara de un trance. Sus ojos se llenaron de confusión y miedo al ver a Namjoon frente a él.

—¿Qué… qué pasó? —preguntó con voz temblorosa.

El más alto lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo el cuerpo del menor temblaba entre sus brazos.

—No lo sé… te vi salir y pensé que algo te había pasado —respondió mientras examinaba su rostro en busca de alguna herida.

—Sentí que algo me llamaba… —murmuró el pelinegro, temblando aún más—. No podía controlarlo.

Namjoon sintió cómo un nudo se formaba en su estómago ante esa revelación. ¿Y si los espíritus malignos ya estaban tomando posesión de Jungkook? No podía dejar que eso sucediera.

—Volvamos a casa —dijo con firmeza, tomando la mano de Jungkook—. No dejaremos que esto nos gane.

Mencionó convencido, pero antes de que pudiera reaccionar, una sombra oscura emergió del suelo como un humo denso que serpenteaba alrededor de Jungkook. Retrocedió, horrorizado al ver cómo la forma espectral se abalanzaba sobre él.
De repente, Jungkook cayó de rodillas mientras una risa macabra resonaba en el aire helado. Los ojos del chico comenzaron a brillar con un destello sobrenatural mientras la sombra lo envolvía completamente. Namjoon intentó acercarse para ayudarlo, pero una fuerza invisible lo mantenía alejado.

—¡Jungkook, resiste! —gritó con desesperación. 

La sombra parecía alimentarse del miedo y la angustia emanados por su pareja. Con cada segundo que pasaba, los ojos del más bajo perdían el brillo humano y adquirían una profundidad oscura. Era como si su alma estuviera siendo absorbida lentamente por esa entidad maligna. 

Nam sintió cómo su corazón se rompía al ver a Jungkook luchar contra esa posesión inminente; viendo como un sudor frío perlaba su frente mientras gritaba palabras ininteligibles desde lo más profundo de su ser.

—¡No! ¡No puedes llevártelo! 

Con una determinación renovada, Namjoon se plantó frente a la sombra y, con voz firme, declaró:

—¡Tómame a mí en su lugar! ¡Llévate mi alma y deja a Jungkook en paz!

La sombra se detuvo momentáneamente, como si considerara la oferta de Namjoon. La tensión en el aire era palpable mientras Jungkook lo miraba con sorpresa y miedo.

—¡Nam, no! —suplicó Jungkook, luchando por mantenerse consciente.

El castaño sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras mantenía su mirada fija en la sombra.

—¡Confía en mí! —dijo con voz decidida a su novio—. No dejaré que nada malo te pase.

La sombra pareció vacilar, pero luego se lanzó con gran ferocidad hacia Namjoon, como si su esencia maligna hubiera encontrado un nuevo objetivo. El mencionado sintió un frío gélido invadir su cuerpo, mientras el aire a su alrededor se tornaba denso y pesado, como si la misma atmósfera estuviera siendo drenada por la oscuridad.

—¡Nam! —gritó, pero su voz se perdió entre los ecos de la risa siniestra y espeluznante que resonaba en la noche. La sombra se enroscó más y más alrededor del castaño, quien ahora yacía en el suelo, luchando por liberarse de la opresión que lo mantenía cautivo. Sus ojos, una vez llenos de vida, comenzaban a apagarse, y Jungkook sintió cómo una parte de él se desgarraba.

—¡No, no por favor! —las palabras salieron de sus labios como un susurro desesperado. Pero fue en vano, la sombra absorbía cada destello de luz que quedaba dentro del alma de Nam. El pelinegro intentó avanzar nuevamente, pero el mismo terror lo hizo quedar paralizado en su lugar.

Con un último grito ahogado, Namjoon extendió su mano hacia su novio. Los dedos se rozaron brevemente antes de que una onda de energía oscura los separara. La conexión entre ellos parecía desvanecerse, y con ella, toda esperanza.

—¡Nam! —lloró el menor, sintiendo cómo las lágrimas caían por sus mejillas. La sombra se reía burlonamente mientras sus tentáculos oscuros absorbían el último vestigio del alma de su amado. El cuerpo del contrario comenzó a volverse etéreo, como si estuviera desmaterializándose ante sus ojos.

—¡Te amo! —gritó Namjoon en un último intento por aferrarse a la realidad. Pero su voz sonaba distante, casi como un eco perdido en el vacío.

Entonces, con un estallido de oscuridad y un grito desgarrador que resonó en la noche fría, ambos desaparecieron. El espíritu maligno se había apoderado del alma del mayor y lo había arrastrado consigo a las profundidades del abismo.

Jungkook cayó de rodillas sobre el asfalto frío, el eco de la risa macabra aún resonando en su mente. La soledad lo invadió, su corazón latía con una tristeza abrumadora. Se sintió vacío, como si una parte de él hubiera sido arrancada sin piedad.

Desesperado y roto, miró al cielo nublado donde la luna seguía oculta. ¿Cómo podría seguir adelante sin su querido Namjoon? ¿Cómo podría enfrentar un mundo donde él ya no existía?
Las lágrimas caían libremente mientras se preguntaba si alguna vez podría encontrarlo nuevamente o si estaba condenado a vivir con el recuerdo de lo que habían sido, deseando jamás haber accedido a mudarse a ese maldito pueblo.


Un año después.

La luz de las velas era lo único que iluminaba la oscura habitación, dejando ver lo maltratado del lugar. Tragó saliva audiblemente, observando aquel tablero Ouija frente a él.

—Namjoon… —susurró entre lágrimas, aferrándose al objeto mientras sus dedos temblaban. Respiró hondo, siguiendo los pasos que aquella chamana le había indicado para iniciar el contacto—. Si estás ahí, por favor… dame una señal.

El silencio en la habitación era abrumador, pero él no pensaba rendirse. Cerró los ojos y suspiró fuerte. De repente, algo en la habitación cambió: un viento helado recorrió el espacio y las velas parpadearon violentamente. Jungkook sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Y entonces sucedió. Un estruendo resonó en la habitación cuando un marco de fotos se cayó al suelo, haciéndose añicos. Jungkook se sobresaltó, su corazón latía con fuerza mientras miraba a su alrededor.

—¿Nam? —preguntó con voz quebrada.

Los objetos comenzaron a moverse sutilmente: un libro se deslizó de la estantería y cayó al suelo; una lámpara titiló como si algo invisible estuviera jugando con ella. Jungkook sintió que la energía a su alrededor cambiaba drásticamente. En lugar de miedo, una extraña calidez comenzó a envolverlo. Y entonces lo sintió: una presencia familiar que lo envolvía como un abrazo reconfortante.

—Estás aquí… —murmuró Jungkook con una sonrisa entre lágrimas.

Un rayo de luz brilló intensamente en el rincón de la habitación y, por un instante fugaz, vio la figura de su amado sonriendo entre sombras.

—¡Nam! —exclamó Jungkook mientras las lágrimas caían libremente por sus mejillas—. Finalmente te encontré.

—Nunca te dejaré —prometió el contrario, desapareciendo lentamente mientras los objetos continuaban cayendo a su alrededor.

—Te amo —susurró hacia el vacío—. Siempre estarás conmigo...

Fin.





Es la primera vez que escribo algo así, espero que les haya gustado 😊💜

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