Capítulo 9 - Parte 2
El ascensor se detiene en planta baja luego de unos minutos; Minhee toma a Jimin por la muñeca jalándolo por el pasillo, el pelinegro mira discretamente a su alrededor para asegurarse de que nadie les estuviese prestando atención. Espera que nadie se haya dado cuenta de los dos pálidos chicos que acaban de condenarse.
Aunque Jimin está confundido con el comportamiento de su compañero, no pone resistencia al ser conducido hacia el baño. Cree que puede intuir lo que Minhee quiere; probablemente quiere hablar sobre lo que sucedió y quizá preguntarle lo que ha pasado con él la noche anterior. Cree que su compañero ha unido los puntos donde él está involucrado y cree que lo invadirá de preguntas que él no respondería porque se lo prometió a Yoongi. Le prometió que todo ese misterio sería un secreto y así lo mantendría, solo entre ellos dos y nadie más.
Ingresan a los baños, el pelinegro cerrando la puerta y recargándose en ella para evitar que alguien entrara y que Jimin intentara salir. No había nadie, sólo ellos dos y eso estaba excelente.
—Por favor —murmura casi tan bajito que por poco era inaudible —, lleva las botellas.
El rubio extiende los ojos tras la repentina propuesta, realmente no esperaba que le pidiera tal cosa. Mira con desconfianza al contrario, retrocede un paso al sentirse pequeño, acorralado.
—Park, por favor —esta vez alzando más la voz con el evidente nerviosismo acrecentándose. Jimin niega repetidamente con la cabeza sin quitarle la mirada de encima, no puede creer que le esté pidiendo tal cosa —¡Solo esta vez! —Insiste al borde de la desesperación. Jimin niega nuevamente, la alerta comienza a sonar en su cabeza. Se encoge en su lugar llenándose de miedo y rechazo.
Minhee inhala y exhala prolongadamente, en su cabeza cuenta hasta ocho con la intención desesperada de calmarse. Cuando su respiración se vuelve más pesada, avanza unos pasos hacia Jimin y lo mira titubeante.
—Lo viste ¿Cierto? —Tomándolo por los hombros, lo hace retroceder hasta que el rubio choca la espalda contra la blanca pared de mosaico. —Tú estuviste ahí, viste todo —asegura para sí mismo —, ese- el maldito loco no estaba jugando, él lo iba a hacer, él quería hacerme- me iba a lastimar ¡Lo sabes!
No había necesidad de explicar a lo que se refería, para Jimin era evidente, las palabras del desconocido hicieron eco en su cabeza "muñeco de ventrílocuo". Los bellos se le erizaron. Claro que lo sabía.
—Estuve ahí, también estuve en riesgo —responde a la defensiva —, estás siendo demasiado egoísta. —Rompe el contacto visual enfocando su vista en las baldosas. Entiende el comportamiento de su compañero, él también está asustado, demasiado como para poder continuar con la noche. No podía.
La diferencia era que él no había tenido contacto directo. No tan directo al menos.
Pensó nuevamente. Tuvo escalofríos cuando imaginó lo que debió sentir Minhee, debía estar aterrado ¿Verdad?, su compañero estaba temblando, mirándolo con insistencia y con súplica.
—¿Por qué mejor no le decimos al gerente que nos agredieron? Podemos llamar a la policía par-
—Es que tú no tienes ni idea —interrumpe lloroso —, tú no sabes el tipo de personas que son, ellos han puesto la mirada en mí, no entiendes que estoy jodido. ¡Tienes que ayudarme!, ellos no se acercaron a ti, no te pusieron atención, Jimin. Ellos solo- quieren que vaya yo, no tú. Si vas tú nada irá lejos, los gerentes no harán nada, la policía menos, nadie hizo nada cuando él desapareció, ¿por qué lo harían con alguien como yo? —Arrodillándose frente al rubio, le ruega- no. Le implora que lo ayude.
Y Jimin, el pobre chico está impactado con todo lo que le dice, tiene un sentimiento de culpa en el pecho que le oprime fuerte cuando el pelinegro se aferra a sus piernas y su llanto se vuelve más intenso, más desolado.
—Si yo... Si voy, ¿Me acompañarás? —Vacila. Ha sonado tan débil que no parece su voz. Sí, ese no es él. Es su estúpida conciencia carcomiéndose en culpa.
El pelinegro lo observa sorprendido y con la respiración retenida. Siente un alivio tan grande que hasta su cuerpo hormiguea con intensidad, como si le hubieran suministrado una inyección de sedante.
—¿De verdad? —Saca todo el aire acumulado mientras sube sus manos a su propio pecho, le late el corazón errático y doloroso. —S-Sí, te acompañaré hasta el piso noventa y seis, si algo pasa, iré por ti. —Jimin arruga la cara en una mueca de rechazo, ¿Solo hasta el noventa y seis? ¿Y luego qué? Daría lo mismo, estaría solo de cualquier forma.
—Pero... podrías esperarme en el elevador mientras llevo la mesilla, yo no- te juro que no tardaré nada. —Pide suplicante. Minhee expande los ojos. Niega frenético, no puede hacer tal cosa. No, definitivamente.
—No, en el noventa y seis —se apresura a decir —, ellos no me pueden ver, de ninguna manera pueden hacerlo. El noventa y siete les pertenece, tampoco puedo esperarte ahí... El noventa y seis está bien. —El rubio aprieta los labios como respuesta, su inconformidad es evidente, pero al pelinegro no le puede importar menos. —Esperaré ahí, si no regresas en cinco minutos, yo iré a buscarte, te lo prometo, te juro que iré a buscarte de inmediato, por favor...
Ambos salen del baño en silencio, atraviesan otro pasillo hasta llegar a la sala común donde la mayoría se encuentra descansando. El turno está a nada de finalizar, solo media hora.
—¡Jimin! —Yoongi lo llama desde lejos mientras sacude la mano para llamar su atención. Jisung y Soohyun están a su lado sosteniendo un plato en una mano y los palillos en la otra. El de labios abultados lo mira torciendo una sonrisa forzada para luego continuar con su camino junto a Minhee.
Yoongi baja la mano notando la extrañeza de ese comportamiento; sigue con la mirada al par de chicos que se ha ido a la habitación de las mesillas y luego han ido al elevador para dirigirse al almacén de licores.
—¿Deberíamos seguirlos? —Pregunta Soohyun tras darle una mordida a la carne del plato.
—Están entregando un pedido, ya vienen —responde Jisung cuando se percata de las intenciones del pálido —, esperemos aquí, no deben de tardar mucho.
Ambos aceptan, aunque Jisung y Yoongi intuyen que algo pasa, pues es sospechoso que dos chicos estuvieran llevando una sola mesilla con dos botellas de whisky para los invitados de los tres últimos pisos.
—Entonces te espero en el noventa y seis. —Reitera cuando faltan cinco números para llegar al 98. Jimin asiente sin mirarle a la cara, tiene el rostro tenso y una sensación de asfixia. Está muy arrepentido de haber aceptado.
Cuando llegan al 96 y las puertas se abren, Minhee sale apresurado, quedando parado frente a las puertas del ascensor mientras espera a que se vuelvan a cerrar.
—Deberías estar aquí en menos de cinco minutos, si tardas más entonces iré a buscarte. —Repite nervioso. El rubio siente tanto repudio por él, por haberlo dejado solo. No quiere escuchar que hable de nuevo. —Lo prometo. —Agrega con seriedad. Jimin asiente efusivo; se aferra de inmediato las palabras del cobarde que aseguraba por su salvación.
Aprieta el botón, las puertas se cierran para continuar con el recorrido. Esta vez estando completamente solo, se da la libertad de hiperventilar y pellizcar sus brazos; tiene las manos sudando, la adrenalina agudiza sus sentidos hasta el punto en el que un mínimo sonido le hace acelerar el corazón.
Llegando al piso correspondiente se obliga a salir lo más silencioso posible. Por más que le gustaría correr, dejar el pedido y regresar, lo cierto era que temía por tirar las botellas, así que lo mejor era sentirse una pluma en el aire para no llamar la atención. Rogaba por no ser escuchado, rogaba para que las ruedas de la mesilla no chirriaran por falta de aceite.
El pasillo estaba solitario, pero el bullicio y la música resonaban con intensidad, más intensidad de lo que recordaba; en la pared el número 658 estaba siendo iluminado por las luces que se fugaban del pequeño espacio de la puerta entreabierta. Ahí la razón.
Jimin deja la mesilla un poco más alejada de la entrada, da un vistazo rápido hacia el elevador para calcular qué tan rápido debía correr para estar ahí en segundos. Pone la mano sobre el timbre sin presionarlo, no queriendo hacerlo, no queriendo avisarles de su llegada.
Un movimiento por su vista periférica lo distrajo, su vista se centra en el espacio de la puerta; dentro parece oscuro aunque las luces azules, rojas y moradas titilaran constantes, tan rápido que mareaban. Juraba que había visto algo, su estómago se revolvió cuando los nervios comenzaron a endurecer sus músculos.
Está por irse, pero antes de regresar, avanza un poco y achica los ojos para descifrar lo que había visto, pero no le halla forma aunque puede ver un extraño movimiento. Se endereza empujando accidentalmente con su codo, la puerta. Esta se abre un poco más, solo unos milímetros.
Su cuerpo reacciona rápidamente haciendo que retrocediera dos pasos, sin embargo no puede apartar la vista de la escena a la que no le encontraba forma. No puede quitar la vista al grupo de personas que se penetran duro mientras forman un círculo. Puede verlos desnudos, jadeantes, obscenos.
No los mires, vete.
¡Vete ahora!
Pero su cuerpo está rígido y su respiración retenida.
La puerta se abre en su totalidad; un hombre con el torso desnudo y el cabello pegado a la frente tapa con su cuerpo al grupo de personas. Jimin levanta la vista aterrado, sus oídos pitan y el sonido se distorsiona como si hubiera metido la cabeza en el agua. No puede moverse, se le ha olvidado respirar.
—¿Le satisface invadir situaciones ajenas? —La melódica voz suena dura, autoritaria; sus pulmones arden tras el largo tiempo de haber contenido la respiración. Exhala tembloroso, su respiración se escucha agitada, irregular.
—N-No vi- No vi nada—las palabras se atoran en su garganta. Retrocede un paso más, ve esos orbes oscuros que lo revisan de pies a cabeza.
—¿No? —El pelinegro ensancha una sonrisa. —Me está viendo ahora mismo. —Asegura en tono amenazante. Ocurre en un parpadeo, el más alto toma el cuello del saco y lo jala impetuoso hacia el interior de la habitación.
Cae de rodillas, sus ojos desorbitados en el más puro terror se mueven desesperados por el piso. Apoya las manos en el suelo para ponerse de pie, retrocede unos pasos dispuesto a correr, pero un par de manos lo sostienen por los hombros fuertemente.
—¿Se marcha tan pronto? —El susurro en la nuca fue suficiente para que sus piernas lo traicionaran tirándolo nuevamente al suelo. Las piernas le tiemblan, todo en él está temblando.
La atención de la mayoría cae sobre él; hombres y mujeres en lencería, algunos formando orgías y otros cubiertos de una sustancia oscura y rojiza.
En el suelo hay billetes y preservativos usados; el olor pestilente a sexo y alcohol le revuelven el estómago tan rápido que le es imposible retener el vómito. Las arcadas se intensifican, la sustancia espesa sale de su boca en una cascada repugnante que mancha y salpica el piso, su ropa y algunos pies desnudos.
Las risas, los gemidos, la música... Su cabeza estaba lleno de eso.
El agudo dolor en su cuero cabelludo le hace reaccionar, grita tan fuerte como puede, pero el sonido fue miserablemente bajo, como un pequeño animal siendo pisoteado. La persona que lo sostiene por el cabello, admira silenciosamente la lamentable expresión del rubio, las comisuras manchadas de alimentos y sobre todo, esos ojos llorosos y perturbados. Los quejidos y la ruidosa respiración solo poden provocarle un cosquilleo agradable en el pecho. Le gustaba mucho.
Un golpe en el estómago le saca dolorosamente el aire. Jimin abre la boca con la desesperación de tomar aire, pero se encuentra tendido en el suelo con una persona sentada sobre su estómago y ambas manos rodeándole el cuello. Patalea desesperado, rasguñando el rostro del pelirosa que se encuentra aferrado a su cuerpo. Su vista se vuelve borrosa, unos pequeños destellos de colores bailan en sus ojos. El dolor de cabeza era aplastante, casi como si fuera a reventar, y sus pulmones ardiendo, le anuncian una muerte cruel, una inevitable.
—Seokjin, detente. —Molesto pellizca los brazos del chico. Este se retuerce en un quejido.
—¿Por qué? —Voltea con una expresión triste. —Jungkookie, tú lo trajiste. —Sus ojos se entrecierran y una brillante sonrisa aparece en su rostro marcado con pequeñas líneas rojas, de algunas brotando delgados hilos de sangre. El pelinegro acaricia la mejilla de Seokjin mientras asiente endulzando la mirada.
—Yo lo encontré. —Muestra una gran sonrisa que fuera de su apariencia inofensiva, advierte en silencio a todos los espectadores.
Seokjin se aparta de inmediato del chico ya inconsciente, Jungkook borra toda expresión de su rostro, toma nuevamente el cuello del saco comenzando a arrastrar el cuerpo hacia la entrada de la habitación, luego por el pasillo. Llama al elevador de servicio, cuando llega mete al chico de manera descuidada. Sentándose en el piso en posición de loto, espera pacientemente a que alguien allá abajo llame al asesor para que encuentren al rubio. Está vivo, está seguro de eso.
Luego de unos minutos las puertas se cierran y el ascensor se pone en marcha. Es riesgoso, pero al fin ha comenzado. No hay vuelta atrás.
Minhee era quien había llamado al ascensor para ir en busca de Jimin; habían pasado más de quince minutos desde que se había ido y él se encontraba con el dilema de ir o no por su compañero, pero al final, tuvo la sorpresa de encontrarlo inconsciente en el piso del elevador. Entró alterado, presionó el botón de planta baja y mientras descendían le gritaba y sacudía para que despertara, obteniendo solamente muecas que no expresaban nada, pero que de alguna manera lo aliviaban porque significaban que tenía vida.
Al llegar gritó por ayuda, varias personas del turno atendieron escandalizados por encontrar nuevamente a Jimin en mal estado, no hubo nadie que no lo supiera.
¿Y qué ha dicho Minhee?
Dijo que cuando iban de regreso, el menor le había pedido quedarse un momento en uno de los pisos porque se había sentido mal, así que mientras esperaban a que la situación mejorara, Jimin se sintió aún peor hasta que desmayó repentinamente. Minhee era un maldito mentiroso.
Cuando Jimin abrió los ojos, estaba acostado en uno de los sillones de la sala común; rodeado de sus compañeros, con Yoongi y Soohyun mirándolo preocupados. La garganta le ardía, la cabeza le punzaba y su cuerpo se sentía inútil.
Incorporándose asustado, mira a todos lados hasta encontrarse nuevamente con sus amigos que le insisten en que vuelva a recostarse. Le vale una mierda sus peticiones, solo atina a abrazarlos fuertemente mientras su garganta se cierra dolorosamente en un nudo y sus ojos se inundan de lágrimas. Está vivo, no puede creer que lo esté.
En el bolsillo de su pantalón vibra su teléfono de servicio llegándole una solicitud que realmente nada tiene que ver con un pedido.
Jimin no habló de absolutamente nada con nadie. De nuevo lo llevaron a descansar a la habitación que compartía con Yoongi, ellos se quedaron cuidándolo hasta caer dormidos, pero él no podía cerrar los ojos sin evocar lo que había visto esa noche, la silueta tenía rostro y el dichoso misterio había resultado mucho más oscuro y también mucho más peligroso. Estaba seguro que la silueta era ese hombre.
Leyó el mensaje cuando se aseguró de que Yoongi y Soohyun estuvieran dormidos. Era una advertencia.
Habitación: 658
Piso: 98
Pedido: "Shh"
No, no era advertencia, era una amenaza.
🌱
Mis amad@s, los extrañé mucho ♡︎
Vengo a informar que tristemente la historia estará en pausa hasta navidad :(
(Spoilers que llegaron demasiado lejos 👆🏻)
Bueno, espero que les haya gustado el capítulo, oficialmente el desarrollo comienza aquí ^^
¿A ustedes les gustó?
A mí no mucho.
Cómo siempre, muchas gracias por leer, votar y comentar, espero que se encuentren bien 💕
Siempre leo sus comentarios, realmente agradezco el apoyo :')
🍁Dravi SY
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