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11WONDER WOMAN

Después de la hazaña de los héroes sobre los cielos de Bristol, la gente del lugar los comenzó a nombrar con nombres de súper héroes. Atom ya tenía un nombre establecido, por lo que no le dijeron nada, pero a Shiera la comenzaron a llamar con el nombre de HawkGirl, y Diana se ganó el nombre de Wonder Woman. Ella les hizo jurar que guardaran el secreto.

Momentos después, decidieron quedarse en el poblado por lo menos hasta la primera alba. Pasaron la noche en una posada discreta a las afueras del pueblo. Diana se estaba bañando y salió empapada, sin darse cuenta de que Steve estaba ahí.

-¡Lo siento mucho! – Steve dijo dándose la vuelta cuando Diana salió –

-¿Qué pasa? ¿Estás bien? – pregunto ella –

-Um... estás medio desnuda – dijo el –

-¿Nunca has visto a una mujer desnuda antes? – Diana rio – Y ni siquiera estoy completamente desnuda. Traigo mi toalla.

-¿Podrías por favor ponerte algo que te tape más? – Diana entro al baño y se puso una bata de cuerpo entero, a lo que después salió y para su sorpresa, Steve seguía ahí –

Como si hiciera un esfuerzo por evitar sonrojarse, Steve aparto su mirada de Diana, que se alejó, también evitando que Steve viera que se puso nerviosa.

-Es tarde... es mejor que descansemos – dijo Steve –

Diana asintió con la cabeza y estaba a punto de ir a su cama, pero se detuvo cuando Steve trato de cerrar la puerta tras de él. Ella no se había animado a decírselo, pero ahora era la oportunidad. Tomo el pestillo de la puerta con la mano y tiro de el para abrirla.

Miro a Steve para después tomarlo de la mano, ignorando su nerviosismo.

-Es cierto que quiero derrotar a Cheetah y a Fausto... pero esa no es la única razón por la que quiero ir al frente. Tu estas enfrentando el mismo peligro que yo, y no tienes poderes. Eres muy valiente... y ahora que sé que tú también iras no quiero encontrarme lejos de ahí si tu vida corre peligro.

Él suspiro y la vio. Sus ojos le gritaban como la tormenta le gritaba a los cielos relampagueantes en un torbellino de amor y deseo. Así que acercaron lentamente sus labios y se besaron. Y por un momento, no hubo guerra, no dolor, ni Cheetah o Felix Fausto. Solo eran Diana y Steve en el mejor momento de sus vidas.

Cuando rompieron el beso, ella lo mira y jadeo. Los ojos de Steve ahora eran negros como el ébano.

-Saludos Princesa... ¿o debo llamarte..."Mujer Maravilla"? – pregunto el, en un tono macabro –

-¡Felix Fausto! – grito ella, reconociendo la voz en Steve –

-Correcto princesa – respondió Fausto a través de Steve – Poseí este cuerpo para que pudiéramos hablar.

-Sal de él, bastardo – dijo ella con enojo – Para que pueda saludarte como es debido.

-Creo que no. Iré directo al grano. Tenemos a tu padre, al gran Zeus, pero convertido en mortal – Felix puso una sonrisa –

-¿Cómo sé que no me estas mintiendo? – pregunto Diana –

-¿Quieres arriesgarte a descubrir la verdad?

Diana lo pensó mejor. Tal vez si era cierto que descubrieron donde vivía su padre como mortal. Concordaba con lo que Justin le había dicho. Zeus vivía ahora como un mortal... ¿y si era cierto que lo habían capturado?

Ahora debía de actuar.

-¿Dónde estás? – respondió ella –

-En Ginebra, Suiza.

-Dame cuatro días.

-¡Sin trucos! – y sin decir más, el rostro de Steve cambio y volvió a su control –

Parecía que se desvanecía, pero Diana lo tomo en brazos y lo ayudo a incorporarse.

-¿Qué... sucedió? – pregunto Steve, apenas consciente – Perdí el control en...

-Sí, lo sé – Diana le contesto – Fausto aprovecho y tomo posesión de tu cuerpo momentáneamente.

-¿Qué te dijo?

-Tienen a Zeus, a mi padre. Debo de ir a rescatarlo – y sin decir más, Diana dejo a Steve sobre la cama y empezó a ponerse su equipo –

-¿Qué es lo que haces?

-Me iré – dijo Diana mientras se ponía su escudo en la espalda – Si me tardo más tiempo, mi padre sufrirá. Debo de ir lo antes posible.

-Pero no puedes entregarle la llave a ese brujo – dijo el, tratando de detenerla – Deja que valla contigo... mira tengo un plan.

-¿Qué es lo que tienes en mente? – pregunto ella, deteniéndose –

-¿Aun tienes la llave que trajiste de tu isla?

-Si...

-Haremos una réplica – dijo Steve – Conozco un cerrajero en Londres...

-Le daremos una llave falsa y los emboscaremos – Diana lo interrumpió al captar la idea de Steve – Creo que ya se a quien le encargaremos la réplica.

Y sin decir más, ambos partieron en el avión de Wayne Industries hacia una isla en el Mediterráneo.

Steve le ordeno a Shiera y a Al Pratt que se reunieran con Justin Grayle y Flash en el Monte Tártaro y esperaran ordenes, mientras que ellos irían a conseguir una réplica de la llave. Tenían cuatro días de ventaja, pero ellos lo harían en tres.

Dos días después, el avión con Steve y Diana aterrizo en una calurosa isla en medio del Mediterráneo. Gracias a las estrellas, Diana se supo guiar y le dio indicaciones a Steve para que pudieran llegar.

Se hacía llamar la Isla de Bronce, donde vivía Hefesto, hijo de Zeus y Hera. Para llegar a la guarida del semidiós, solo tuvieron que tomar un camino que los guiaba hacia las montañas en el lado Sur. Al llegar a una caverna luminosa, Diana supo que era el lugar, por lo que se adentró con Steve.

Llegaron casi al final, donde se encontraba un hombre bastante musculoso con cabello rizado y bigote negro. Empuñaba un pesado martillo con el que trabajaba sobre un yunque.

-Hefesto... ¡Yo, la Princesa Diana de Themyscira, deseo hablar contigo!

-¡Adelante princesa!

Entraron en lo que parecía un templo custodiado por dos estatuas de mármol. Dentro había una armería con todo tipo de armas, desde espadas hasta armas más avanzadas como ballestas y diferentes tipos de armaduras.

-¡Bienvenida, media hermana! – dijo Hefesto. Cuando ella no reacciono, él sonrío – ¡Así que lo sabes!

-¡Necesito tus habilidades! – respondió ella – No me importan las cordialidades.

-¡Habla! – exigió el semidiós – Quiero sabes que le paso a Zeus.

-Nuestro padre está retenido por Cheetah y un mago llamado Felix Fausto. Quieren que les traiga la pieza clave custodiada por mis hermanas – y entonces Diana le enseño la llave del Tartaro – Quieren esto.

-Ahora lo entiendo. Quieren que haga una pieza clave falsa.

-¿Puedes? – pregunto Steve, hablando por primera vez –

-Por supuesto que puedo.

Y sin decir más, Hefesto se puso a trabajar en la llave. Tomando un molde de la llave real, puso hierro caliente sobre este y la llave falsa fue forjada.

Con la pieza de la llave falsa en la sus manos, Diana y Steve volaron de vuelta a Ginebra, en Suiza, donde Cheetah y Fausto ya los estaban esperando.

-¡Padre! ¡Déjalo ir! – grito Diana al ver a su padre amordazado y amenazado por las garras de Cheetah –

-¡Danos la llave! – ordeno el hechicero –

-¡Diana, no lo hagas! – grito Steve al ver como Diana se aproximaba a sus rivales –

-¡Silencio! – Cheetah ordeno –

-¡Ahora déjalo ir! – ordeno Diana al entregarle la llave falsa a Fausto –

-Nos lo llevaremos para asegurarnos de que no nos sigan – dijo Felix, al momento de conjurar un portal y llevarse a Cheetah y a Zeus con el –

Y sin que se dieran cuenta, Jay Garrick salió de la fuerza de la velocidad, y se acercó a los héroes.

-¿Todo listo, Flash? – pregunto Steve –

-Les coloque el rastreador sin que se dieran cuenta – respondió el velocista –

-Entonces podremos seguirlos hasta el Tartaro y rescatar a mi padre – menciono Diana –

-Volvamos al avión. Desde ahí los rastrearemos en el radar – y mientras caminaban hacia el aparato, Steve volteo hacia Diana – ¿Cómo hice mi actuación?

-Deberías de probar suerte en Hollywood – contesto Jay, soltando una risa –

-¿Qué es Hollywood? – pregunto Diana –

-Es como tu isla pero con efectos especiales – y todos rieron ante la ocurrencia de Steve – 

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