Capítulo tres: Una bruja muy real.
Cuando Jade despertó esa mañana con la sensación de haber estado envuelta en un sueño de mundos de fantasía y polvo mágico de hada, esbozó una pequeña sonrisa. Pero, al momento de abrir sus ojos y observar el techo de paja, las paredes de madera y el cuadro bordado de una gigantesca flor con una sonrisa un tanto espeluznante, la sonrisa se desvaneció, reemplazada por una mueca de fastidio.
Se oyeron tres golpes en la puerta seguidos de estruendosos gritos:
—¡Ey! ¿Estás despierta?
Era Alyssa, la curiosa chica que conoció ayer. Jade planeaba ignorarla y volver a dormir, con la esperanza de despertar en su departamento esta vez, pero aunque la idea sonaba tentadora, debía averiguar cómo ganar dine–estrellas, o lo que fuera, para pagar el alojamiento y comida hasta que se pusiera en marcha su plan. Un plan que debía pulir. Tal vez Alyssa podría ayudarla con esto último, podría sacarle información sobre el príncipe para que todo fuera más rápido.
—Ya voy—respondió con desgano, sin energía suficiente como para ser amable.
Alyssa golpeó, otra vez, a modo de respuesta y tras avisar que la esperaría abajo en el salón, se escucharon sus pasos alejándose. Jade se cuestionaba si la chica realmente sería una buena compañía, aunque a decir verdad, no tenía muchas opciones por el momento.
A pesar de que encontraba que levantarse y utilizar la misma ropa con la que durmió, ese peculiar vestido azul con el que despertó en el bosque, era algo sumamente poco higiénico, no tenía opción. Afortunadamente en su habitación se hallaba un pequeño cuarto con un balde con agua y un cuenco que se asemejaba a lo que sería un lavamanos.
Jade se acercó al balde y miró el agua con desconfianza. —¿Realmente no me darás agua potable? ¿Cómo se supone que haré mis necesidades?— preguntó con un tono de disgusto.
"Bueno, en el primer piso hay un foso en el que…", comenzó a decir la narradora, pero Jade la interrumpió con un grito:
—Basta, deja de hablar!
La narradora comenzó a reír. "Solo bromeó, chica, es un cuento mágico, en el primer piso hay un baño con agua potable".
—¿Y esto es…?—Jade señaló el balde con agua y el cuenco.
"Ambientación, supongo. Hay cañerías y agua fresca proporcionada por su majestad, el Rey David. Así que no te preocupes por alguna intoxicación alimentaria".
Maravilloso, simplemente maravilloso.
Tras verter un poco de agua en el cuenco, de un sospechoso tono marrón que le generaba repulsión, Jade lavó rápidamente su rostro. Se quitó el vestido y lavó, sin jabón ni algún otro elemento, las partes que considero importantes. Se preguntaba si existiría una especie de desodorante en este mundo extraño.
Mientras se vestía nuevamente escuchó un ruido muy parecido a la risa de la narradora. Decidió tomar eso como un no, no hay desodorantes.
Al salir del cuarto de baño, se permitió observar la habitación, debido a que la noche anterior la oscuridad y el cansancio le impidieron examinar a detalle. Frente a su cama se hallaba una ventana que, justo como mencionó La Abuela, tenía una gran vista hacia al bosque.
Sin duda parecía ser un lugar misterioso y un tanto espeluznante por lo que no pensaba volver a adentrarse ahí otra vez.
Buscó por el suelo de madera sus zapatos, los cuales arrojó sin cuidado alguno la noche anterior, se arrodilló para buscarlos bajo la cama y los encontró, junto con un montón de polvo y pelusas, se calzó estos y decidió salir de la habitación.
El suelo rechinaba a cada paso que daba por el viejo piso de madera pero no le fue posible concentrarse en el ruido que provocan sus pisadas, debido al estruendoso grito de una chica, Alyssa, al final del pasillo.
—¡Rápido, por aquí!
Se preguntaba cómo alguien podía estar tan alegre y animado a esa hora de la mañana y a todo esto…¿Qué hora era?
Avanzó, con duda y vacilación, hasta la chica que agitaba su mano de un lado a otro. Llevaba su cabello rosa trenzado, formando algo semejante a una tiara, que decoró hábilmente con pequeñas perlas. La sonrisa de Alyssa era radiante, mostrando unos dientes blancos y perfectos.
—Buenos días—anunció, tendiendole la mano.
Jade tomó su mano y corrió con ella escaleras abajo. La energía de Alyssa era contagiosa, Jade se sintió arrastrada por su entusiasmo, aunque aún no se sentía del todo cómoda.
—¿Entonces qué quieres desayunar?
Alyssa enumeró una serie de opciones, desde panqueques con miel hasta huevos con tocino, con una velocidad que a Jade le pareció imposible de seguir.
—¿Qué?
—Acabo de enumerarte todo el menú, ¿No prestaste atención?
Alyssa frunció el ceño, sus ojos azules se volvieron penetrantes.
—Lo siento, con algo liviano y una taza de té estaré bien, no suelo comer por las mañanas.
—Está bien, luego del desayuno te llevaré con la Bruja malvada.
Claro, trabajar, al parecer ni en este mundo loco podía librarse de eso, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Dime que el desayuno será algo mínimamente comestible, por favor—susurró, esperando que solo la narradora pudiera escuchar.
“Si mueres de hambre la historia terminaría muy pronto, no sería divertido”.
Resignada, Jade siguió a Alyssa por el hostal. Atravesaron el lobby y, a un lado del mostrador, estaba la entrada del comedor. Se preguntaba cómo ese lugar era tan espacioso por dentro cuando por fuera se veía tan solo como una pequeña cabaña. La magia, pensó, era realmente asombrosa.
“Y aún tienes dudas sobre el poder de la magia, niña tonta”.
Tras desayunar, Alyssa la condujo hacia su trabajo. El camino era tranquilo, bordeado por casas de madera con techos de tejas rojizas y jardines llenos de flores de colores vibrantes. Jade estaba impresionada de que todo le resultara tan real. A excepción de ciertos detalles, claro. Como aquel gnomo que le deseó los buenos días unas calles atrás, que llevaba un adorable sombrero puntiagudo y una larga barba blanca adornada con florecillas.
—Todo estará bien, mientras leas el contrato, ella es muy amable pero…digamos que le gusta engañar a las personas un poco.
—¿A ti te engañó?
—¿A mí? Para nada, desde que llegué aquí ha sido muy amable. No tenía donde quedarme ni dinero. Ella me mostró el hostal de la Abuela y me asignó el puesto de su asistente.
¿La bruja malvada era una buena persona? ¿En serio podía fiarse de eso? Jade frunció el ceño, dudando de la sinceridad de Alyssa.
—Ya casi llegamos.
Ciertamente Jade esperaba encontrarse con la imagen de una bruja malvada, sombrero puntiagudo, vestido negro y tez verde. Por lo que, al ver el vivo retrato de una bruja frente a ella, no debía de asombrarse como lo hizo.
Pero claro, nadie le dijo que incluso llevaría una escoba con ella. ¿Realmente no era esto una alucinación producto de una caída?
Su pálida tez verdosa y sus ojos, negros como el carbón, acompañados de todo el atuendo que gritaba: "Soy una bruja, huye", la asustaron. Jade sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Espera, no corras—Alyssa trataba de alcanzarla, pero ella corrió más rápido, pasando a un lado del amable gnomo otra vez. Jade no podía creer lo que estaba viendo, ¿Cómo podía ser tan real?
—¿Qué…sucede?—la respiración de Alyssa era irregular,—Jade…detente—no lograba correr y formular palabras al mismo tiempo.
Jade se apiadó de ella y se detuvo, no sin antes observar si la bruja las había seguido.
—Era una bruja.
—Claro que sí, su nombre es Bruja Malvada, ¿Qué esperabas?
—Llevaba una escoba y-
—Estaba barriendo, se transporta en carruaje como todos.
—Claro, ¿No tiene un caldero cierto?
—Por supuesto que sí, ¿dónde más haría las pociones?—Alyssa rodó los ojos.
—¿Cómo…? No puedo con todo esto.
Jade se sentía abrumada. La realidad de este mundo mágico era mucho más extraña de lo que jamás hubiera imaginado.
Después de veinte minutos de largas respiraciones y una extensa charla interna que constó básicamente de: “Tú puedes, Jade”, “Es solo una horrenda bruja, ¿qué podría ser lo peor que podría hacerte?” “Bueno…podría transformarme en un sapo y…”
Jade retomó el camino por el que huyó y con fingida seguridad siguió a Alyssa hacia el taller de la Bruja Malvada.
El taller se encontraba al final de un callejón empedrado, con una puerta de roble maciza adornada con un pomo de hierro oxidado. Alyssa abrió la puerta con un golpe seco, dejando ver un interior oscuro y polvoriento, lleno de frascos, calderos y libros antiguos. En el centro de la habitación, sentada en un taburete alto, se encontraba la Bruja Malvada, con su característico rostro demacrado y ojos negros como la noche. Llevaba un vestido de terciopelo negro, adornado con bordados de plata, y una larga capa de color morado que le llegaba hasta los pies descalzos.
—¿Eres tú?
La voz de la bruja era áspera y profunda, como el sonido de una piedra raspando sobre una superficie rugosa. Jade se encogió un poco, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Eh?
—La que huyó. Eres esa chica, ¿no?
—Buenos días jefa, es ella. La chica sobre la que le hablé, cuando traje a las hadas por la noche…
Alyssa, con una sonrisa nerviosa, trató de disimular la situación.
—Cuando dejaste escapar a las hadas, lo recuerdo.
—Bueno, no fue tan así, ellas me dijeron que si las dejaba ir a tomar aire, el aire del bosque es esencial para ellos sino se les podrían caer las alas.
—Recuérdame no volver a dejarte a cargo de las hadas y también tener una seria conversación con ellas sobre no inventar cosas tan patéticas.
—Anotado jefa.
La bruja Malvada soltó una carcajada seca, que resonó en la habitación como un eco.
—Así que…¿buscas empleo?
—Si, no creo quedarme mucho tiempo por aquí pero necesito pagar un alojamiento y comida por estos días.
—Me hace falta personal para atender la biblioteca, el duende que la atendía muri-dimitió hace unos días. Pobrecito, dejó una carta donde decía que se fue a un reino lejano y que nunca nadie lo vería de nuevo, una lástima. ¿Puedes comenzar hoy mismo?
—Eh…claro. No sé muy bien que debo hacer pero aprendo rápido.
La bruja Malvada, con un gesto brusco, señaló la puerta del taller con un dedo puntiagudo.
—La biblioteca está a unas calles de aquí. No te preocupes, no te perderás.
Jade sintió un escalofrío recorrer su espalda. No le gustaba la forma en que la bruja la miraba, con una mezcla de desdén y diversión. Alyssa, con una sonrisa nerviosa, la tomó del brazo y la condujo por las calles empedradas.
—No te preocupes, la biblioteca es un lugar tranquilo y el trabajo es muy sencillo.
El camino era encantador, bordeado por más casas de madera con techos de tejas rojizas, pequeñas cafeterías y diversas tiendas.
Al llegar a una pequeña plaza, Alyssa señaló una casita de madera, ubicada en una esquina. La casita era acogedora, con ventanas de cristal que dejaban pasar la luz del sol y una puerta de madera tallada con motivos de hojas y flores.
—Aquí es.
Al entrar, Jade se sintió atraída por el aroma a papel viejo y tinta, un aroma que le recordaba a su infancia, cuando pasaba horas leyendo en el despacho de su padre. Las estanterías de madera oscura, repletas de libros antiguos y polvorientos, se extendían hasta el techo, formando un laberinto de conocimiento.
—Bienvenida a tu lugar de trabajo—dijo animada Alyssa mientras aplaudía.
Jade sintió una mezcla de nervios y curiosidad y pensó, tan solo por un segundo, que quizás este deseo no era tan malo después de todo.
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