♞8♞
╔══━━─ • ─━━══╗
AMOR INTENSO
╚══━━─ • ─━━══╝
Narradora Pov
La espalda de la reina se arqueó ligeramente, al sentir la corriente fría que viajó por toda su columna vertebral y vientre. Sus dedos estaban enredados en la cabellera rubia de la persona que se encargó de complacer aquel deseo que nació después de haber tenido una conversación profunda que acabó en buenas circunstancias.
Había terminado por tercera vez, y Diana gustosamente la recibió como hacía de costumbre. Sus cuerpos estaban desnudos y las dos tenían rastros de sudor que no demorarían en desaparecer debido al aire frio que entraba en la habitación.
La respiración de la reina era agitada y su cuerpo se encontraba cansado. Al acabar, Diana la miraba aún con lujuria en sus ojos, pero lo que más opacaba en ese momento era el amor intenso que sentía por la reina. Y, con lentitud y cariño fue dejando un camino de besos por su vientre hasta sus labios donde la besó nuevamente y suavemente.
Akko le correspondió, pero no demoró mucho tiempo compartiendo ese contacto, ya que aún le faltaba recuperarse luego de haber estado produciendo, sin algún descanso, sonidos que eran música para su rey.
—El lenguaje obsceno que tienes en estos momentos me encanta.
Akko trató de reírse, pero la lastimó de inmediato por tener la garganta seca. Diana no tardó en servir agua de la jarra en un vaso de madera con ayuda de su magia. La reina tomó asiento y bebió con tranquilidad sintiéndose aliviada. Ella agradeció, después de acabar, en un suspiro de cansancio.
—Te encanta todo de mi —dijo, sonriéndole con dulzura y diversión.
—Y siempre lo hará, mi reina —aseguró. Akko bajó la mirada y admiró las marcas rojas en los abdominales de su rey. Diana lo notó y sonrió—. No soy la única que adora una parte especifica.
—Te gusta mucho mi trasero —soltó provocando un sutil sonrojo en las mejillas de Diana.
Ella rio apenada, pero contraatacó enseguida, no con palabras, sino con una acción que hizo a la reina reír sin parar. Diana conocía las partes sensibles de Akko, y eso le gustaba demasiado.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Basta, amor!
Ella obedeció, pero luego la atacó con besos en todo su bello rostro que la hizo seguir riendo; sin embargo, de manera más pasiva. Al final, Diana finalizó su pequeño juego con un beso en los labios que duró lo que tenía que durar.
—Te amo. —Y nuevamente la besó, pero en la comisura.
Akko se sentía más que amada en ese momento. Le encantaba que Diana tuviera esa parte juguetona y que, simplemente lo aplicara en ella o Alice. Decir que tenía a una persona extraordinaria a su lado, era poco. Diana era la esposa y rey perfecto para ella. No había alguien que pudiera tomar su lugar; no existía.
Su corazón estaba plenamente enamorado de la mujer que le había hecho sentir, una vez más, amada y deseada.
—También te amo, mi rey.
Diana sonrió, pero su sonrisa fue decayendo a medida que su mente recordaba algo. Akko lo notó y no tardó en preguntar lo que ocurría.
—Se me olvidó llevar a Alice al pueblo. Se suponía que saldría con ella luego que acabara con la junta —dijo un poco exaltada.
Akko rio.
—Ella lo comentó en el almuerzo. Sabía que no saldrías hasta la noche y cumplí con lo que le propusiste. Nuestra niña está feliz con sus dulces, y yo con los míos.
Diana suspiró aliviada y se acomodó a un lado sin tomar tanta distancia.
—Gracias. En verdad, muchas gracias. Y lamento si eso te ha quitado tiempo. Prometo que luego...
—Tranquila —dijo con una sonrisa—. Sabes que me gusta pasar tiempo con Alice, e ir al pueblo con su compañía sin ti, fue algo nuevo, pero divertido. Debo decirte que las personas están un poco enojadas debido a la escasez de hogares que hay para los nuevos, pero una vez que resolvamos ese problema, todo estará bien; como antes.
—¿No han encontrado el libro?
Akko negó ligeramente con la cabeza, y Diana exhaló con pesadez.
—Lo lamento, mi reina. Debí ser más... precavida con respecto a eso.
—Es cierto, pero lo encontraremos —alentó—. Ahora, olvidémonos un poco de las responsabilidades y problemas que tenemos, y disfrutemos de lo que hemos hecho, ¿Te parece?
Diana asintió y sonrió agradecida de que su reina fuera comprensiva.
.
.
—No puedes estar enojada por más tiempo, mi reina —comentó Diana con una sonrisa.
—¿Me estás retando? —dijo elevando una ceja.
Diana tragó saliva y desvió la mirada de manera nerviosa.
—No... —musitó tímida.
—Se suponía que habíamos acordado en pasar el día en familia para otra ocasión más favorable. Diana tenemos muchas cosas de las cuales responsabilizarnos. Y que me hayas dormido en mitad de un discurso que estaba preparando, no hace que mi enojo reduzca.
El rey bajó la mirada avergonzada y triste.
—Si te decía... no ibas a aceptar.
—¡Por supuesto que no! —exclamó indignada—. Habíamos quedado que no usarías ese tipo de magia conmigo.
—¡Mamá, mira lo que encontré! —gritó Alice, enseñándole una bellota.
—Es hermoso, cariño —dijo Akko, y Alice volvió a su búsqueda. Seguidamente retomó su expresión y volteó a ver a su rey—. Lo hablaremos luego, pero, cuando regresemos le agradecerás a mi madre por encargarse de mi trabajo de hoy. Y conoces los deseos que ella pide.
Diana hizo una mueca de disgusto, sin embargo, no se rehusó y, simplemente asintió en afirmación; no obstante, al intentar acercarse después de haber "aclarado" lo ocurrido, Akko la detuvo con una mano en su pecho.
—Eso no ayudará.
—Sólo uno.
—No.
—Por favor.
Akko lo meditó con el ceño fruncido. Demoró unos segundos en aceptar con un suspiró de resignación. Diana le sonrió y depositó el beso corto en sus labios como deseaba. Seguidamente le entregó a su reina un plato con su dulce favorito. La reina al verlo sabía que su esposa la estaba tratando de calmar con las cosas que más le gustaba. Y eso la hacía enfadar un poco más, pero no rechazó a tomar el plato y degustar de lo que consideraba la mejor creación del mundo.
Cuando sus mejillas se llenaron de dulce, dejó escapar un leve suspiró de placer al sentir el sabor exquisito de éste en su paladar. Ella ya no se sentía tan enojada, lo que significaba que había caído en la trampa de su amada esposa.
—¿He dicho lo mucho que te amo? —dijo, y Akko refunfuñó provocándole una risa pequeña—. En la junta del consejo del día anterior, habían hablado acerca de que usted, mi reina, estaba interesada en utilizar mi magia.
Akko ingirió antes de contestar.
—Lo sigo pensando —respondió y Diana asintió—. ¿Algo más que quieras decirme? —le preguntó refiriéndose a ese "pequeño" detalle que había y seguía notando en ella.
—Deseo contarle de algo importante que he descubierto, pero no en este momento, mi reina.
—¿Es peligroso?
Diana ladeó su cabeza a un lado.
—No estoy... segura. Me encuentro investigando al respecto.
La reina esta vez asintió, no queriendo insistir más. Estaba consciente que, Diana, se lo contaría; sólo había que darle su tiempo. Mientras, ella se encargaría de resolver aquellos problemas que le dificultaban dormir. Manejar un reino, era demasiado ajetreado, e internamente agradecía que Diana la hubiera dormido a mitad de su trabajo para sacarla a una pradera poco lejos del castillo.
Estaba feliz de ver a Alice sonreír y divertirse con la compañía de las dos. La niña no había hecho más que explorar el nuevo lugar escogido por una recomendación de Sir. Frank. Claramente, asimilaba que su rey lo había inspeccionado por su cuenta antes de traerlas, y sino había sido de ese modo, igualmente estaban protegidas por la magia y habilidades que ésta poseía.
Además, Diana había creado una barrera cuando despertó.
Ella se sentía segura; siempre se sentía segura a lado de Diana, gracias a sus capacidades y a su propia persona.
A Alice le gustaba pasar más tiempo con su madre bruja en el momento que descubrió que, ella, podía hacer magia. Pero ahora... Alice estaba aún más apegada desde que la había escuchado cantar.
Ese canto... Akko no lo olvidaba. Tenía años sin escuchar la voz de su rey. No le disgustaba, para nada, pero le era aún... chocante. Recordaba cuando su madre le había preguntado acerca de la maravillosa voz que poseía la bruja. Ella no sabía que responder a eso, pero llegó a la conclusión de que, Diana, cantaría nuevamente en el momento se sintiera mejor.
Pasaron los años, y Akko perdió lentamente la esperanza. Hasta le avergonzaba imaginar pedirle a su esposa que cantara en una de las celebraciones que tenían todos los años en el castillo. Las personas querían escucharla, pero la reina no se atrevió a solicitarlo. Ella deseaba que Diana lo hiciera por su propia cuenta, y lo había hecho, sólo que ahora... no sabía cómo reaccionar al respecto.
¿Ella había superado completamente la muerte de Amanda? ¿Lo había aceptado y estaba al menos en proceso de hacerlo? No lo sabía: Diana no había tocado el tema, y ella obviamente no lo haría.
Muchas noches la había consolado por la muerte del caballero que la siguió y estuvo a su lado desde su niñez, hasta que la vida se la arrebató, e incluyendo a su familia; Kelvin, no era la excepción. Diana y él no habían vuelto a hablar desde hace muchos años, pero su rey siempre estaba atenta a que no le faltara nada.
Akko trataba de comprender el dolor que había pasado, e intentaba apoyarla emocionalmente. Ella siempre había estado a lado de su rey cuando la necesitaba. Y Diana después le agradecía amablemente por haberle permitido desahogarse en sus brazos.
Akko la amaba. La amaba demasiado como para dejarla ir. Y entendía ligeramente la soledad que sentía, aunque la tuviera a ella y a su hija. Diana había perdido lo que más apreciaba en ese mundo aparte de ella. Claramente su rey podía amarla con todo su corazón y ponía siempre como prioridad a la familia que crearon juntas, sin embargo, Amanda era algo diferente.
El amor de hermanas que se tuvieron ambas, era muy distinto al amor apasionado y fuerte que poseían las dos. Sabía que, si ella hubiera muerto en ese día, Diana estaría de la misma manera que se encontraba actualmente. Rememorando y sufriendo por la perdida.
Alice apenas era una niña, pero a medida que crecía, Akko, reconocía lo rápido que aprendía de las nuevas cosas que la rodeaban. Ella desconocía si por ser una bruja igual que su madre tenía esa habilidad de aprendizaje rápido, pero estaba contenta de que pudiera asimilar las cosas de esa manera.
La reina a veces se preguntaba si así había sido Diana de pequeña. Ellas se parecían. La única diferencia eran sus ojos. Rojos cual rubí, iguales a los de ella.
La niña era especial, como su rey. Ella la amaba y no dejaría que nadie le tocara un cabello. De tan sólo imaginarlo se le hervía la sangre.
—Mamá —llamó Alice dirigiéndose a Diana—. ¿Puedes enseñarme? —pidió señalando el rio.
Diana sabía a qué se refería. El tipo de hechizo para controlar el agua o, al menos hacer levitar una pequeña cantidad en el caso de la pequeña. Diana miró a Akko esperando una respuesta, y ésta le sonrió y asintió.
El rey enseguida atendió a la niña y juntas caminaron cerca del rio que se encontraba cerca. La reina las observó mientras continuaba degustando de su platillo. Pasaron los minutos, y Akko contempló un progreso mínimo de su hija. Había creado una burbuja de agua y ese pequeño progreso alegró demasiado a la pequeña.
Akko obviamente le aplaudió desde lejos cuando la volteó a ver. Y, repentinamente un trote apresurado captó su atención de inmediato. Un caballero real había llegado, pero la barrera invisible que colocó Diana no le permitía acercarse demás.
—Mi reina —saludó bajándose del caballo para hacer una reverencia.
El rey había notado su presencia, y Akko le hizo una señal con su mano para que deshiciera la protección.
—Lo que ha pedido, mi reina —dijo sacando un libro de la bolsa que llevaba consigo.
La reina se levantó y lo tomó con agradeciendo. Diana se acercó a ella con una expresión confusa, pero al reconocer lo que tenía su reina en las manos le sorprendió. Akko la miró y elevó una ceja acompañada de una sonrisa llena de confianza.
—Mi rey, es momento de ponernos en marcha.
-----------------
Fin del Cap. 8 (Amor intenso)
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro