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DIFICULTADES DEL PASADO
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Amanda O'Neill Pov
El ruido de las personas, el choque de las espadas, las caídas de los cuerpos... Todo acaparaba mis oídos y aceleraba horriblemente mi pulso.
Con mis ojos moviéndose en todas las direcciones, mi respiración intranquila estaba evitando que me controlara. La situación era demasiado, ellos eran demasiados.
Los pocos caballeros de Bernicia estaban cayendo y con ello el caballero real que nos había guiado y llevado a esta batalla: Sir. Kay.
—¡Kay-!
Detuve el impacto y la absurda presión de una espada, desviándola y cortando al hombre responsable.
Mis manos temblaban, cada parte de mí se estremecía de agonía, cansancio y... miedo.
Tenía mucho miedo.
«¿Dónde está Diana?»
Me apresuré, me moví e intenté alcanzar su cuerpo sin vida, pero no lo logré y retrocedí con prisa, evitando quedar acorralada y terminar... de la misma forma que Kay.
Aunque mis movimientos se volvían cada vez más lentos, trataba con todas mis fuerzas por mantener el ritmo.
Todos estaban dando su mejor esfuerzo; todos estaban luchando por proteger a las personas que se resguardaban en las profundidades del castillo; todos... estaban intentando sobrevivir.
Sin embargo, mis esperanzas morían en el transcurso de los segundos. Y recuerdos de mi vida pasaron junto frente a mis ojos, cuando dos de las espadas enemigas me alcanzaron.
"¿Cuál es tu objetivo, muchacha?", preguntó el rey de la Alta Borgoña con las consecuencias del alcohol subidas a su cabeza.
Sonriente y sosteniendo de lo que era el mejor vino probado en mi vida, contesté: "Quiero comprarle una mejor casa a mi mamá."
Mi nombre fue exclamado por una voz que reconocí.
—¡Amanda!
"Para solo tener seis años sabes mucho".
"Tenemos la misma edad, pero diferente mentalidad".
En eso tenía razón... Diana siempre había sido mejor que yo.
"¡Mamá! ¿Me puedes ayudar? No entra mi ropa a la maleta".
—Ah...
«Mamá...»
"Ya voy cariño."
—Ah...
Mis ojos se humedecieron.
"¿Está todo listo?"
Ojeé mi equipaje y asentí con alegría.
"Creo que sí", dije y luego la giré a ver, no esperando ver una lágrima de tristeza caer de su ojo. "¿Mamá?"
Ella me sonrió y extendió sus manos posicionándolos en mi rostro.
"¿Estás bien?"
"Lo estoy. Solo... ten mucho cuidado, ¿sí?"
Sin preocupaciones, le dediqué una de mis mejores sonrisas.
"¡Sí!"
Mi cuerpo cayó y escuché unos nuevos gritos a la lejanía.
«Ah...»
Diana se estaba acercando.
"¿Crees que logremos pasar la prueba, papá?"
«Papá...» El hombre que más admiraba.
«¿Por qué...? ¿Por qué tuviste que abandonarnos? ¿No sabes cuanto lastimó a mamá? ¿Cuánto me lastimó a mí...?»
"Diana, ¿estás bien?"
"Sí, solo fue un pequeño recuerdo".
"¡Diana O'neill y Amanda O'neill!"
"Me lo contarás después, si te sientes mal avísame. Vamos."
«Ah... Qué hermoso». Lo recordaba. ¿Y cómo olvidarlo? Nuestro primer día en Luna Nova; nuestro primer paso para convertirnos en caballeros.
Mi piel se sentía fría; mi cuerpo se sentía tan frío.
"Así es la vida, nacimos para morir. Hasta tú y yo podemos llegar a hacer novias".
"Preferiría tener que morir virgen".
"¿No soy tan atractiva? ¿O por ser más bonita que yo no me vas a aceptar?"
Ella me empujó y se rio.
Una sonrisa, lo suficientemente débil para que no se notara, se dibujó en mis labios.
"Anda y dáselo, te pueden votar del trabajo por estas acciones que haces."
"Déjame verlo primero..." dije susurrando y mirándolo con detalles.
"Amanda", replicó.
"¡Tienes unos muy buenos pechos, mi princesa!"
"¡¡TÚ!! ¡MALDITA LADRONA!"
En ese momento lo supe, estaba muriendo.
—D-Diana...
La vi, tenía heridas de cortaduras repartidas en su rostro y una mirada llena de terror.
—¡Aquí estoy! —Ella tomó mi mano—. ¡¿Puedes moverte?! ¡Necesito parar el sangrado! ¡Espera un poco!
Estaba débil, demasiado como para mover algún músculo inferior de mi cansado cuerpo, pero yo... necesitaba hablarle.
—O-oye...
Ella me miró enseguida y una sonrisa se dibujó en mis labios.
«Ella está aquí...» Diana estaba aquí conmigo.
Y eso, significó demasiado.
—M-me a-alegra v-verte.
Mi hermana estaba conmigo.
Apreté su mano y solté un leve quejido.
—D-Diana... ¿P-puedes p-prometerme una c-cosa?
—¡No vas a morir! ¡Y no desperdicies fuerza hablando! ¡R-resiste...! P-por favor.
«Lo siento...»
—D-Diana...
Pero necesitaba decirlo. Necesitaba... Yo, necesitaba asegurarlo.
—C-cuida a mamá por mí.
Mis lágrimas se derramaron.
«P-por favor... C-cuídala. C-cuida a mi mamá».
—¡L-la cuidaremos juntas!
Era patética, lo sabía. Era una inútil, lo sabía.
Que me encontrara en este estado; que no pudiera ni siquiera moverme, solo lo demostraba.
—L-lamento h-haberte d-decepcionado, n-no s-soy tan f-fuerte. —Jadeé y apreté mis dientes.
Mi tiempo se estaba acabando, podía sentirlo. Y nada me lastimaba más que no poder tener un mañana; que no pudiera verla y regresar a casa, como todas las personas.
—E-eres l-la m-mejor... a-amiga y h-hermana.
Con un último esfuerzo, llevé mi mano ensangrentada y herida a su mejilla.
Si no la vería más; si no pudiera salir con ella otra vez. Por lo menos tenía que agradecerle.
—G-gracias... p-por estar a m-mi l-lado.
Sus lágrimas cayeron sobre mi rostro.
—A-Amanda...
"Me hiciste muy feliz al estar a mi lado en los momentos de mi vida. Cada sonrisa, risa, abrazos, chocadas de puños y sentimientos de cariño y alegría, los llevaré guardados en mi corazón y mente. Aunque fuéramos chicas, logramos superar las expectativas de todos. ¡Juntas, somos los mejores caballeros!"
«Tú y yo... somos los mejores caballeros».
—T-te q-quiero m-mucho, D-Diana... N-no llores... e-estaré b-bien. R-recuerda, e-eres la c-cerebrito y e-el mejor c-caballero. —Respiré con fuerza—. D-dile a H-Hanna que l-lo siento...
Respiré otra vez, pero mis parpados habían empezado a cerrarse.
—S-siempre...e-est..are...c-cont..igo...
«Y estoy segura...» Estaba segura de que serías... un buen...
«Rey».
***
Lentamente, mis parpados se acostumbraron a los sonidos resonantes de los pájaros y a la luz tenue del comienzo de un nuevo amanecer.
El suave movimiento de las suaves cortinas fue igualmente captado por mí, acompañado de la sutil y agradable sonido de las hojas de los árboles.
El viento refrescante golpeó mi rostro, despertándome por segunda vez en ese día, sin embargo mi cuerpo no se movió; ninguno de mis músculos tenía la fuerza suficiente como para levantarme de mi lugar.
Me sentía cansada, demasiado cansada y mi mente solo pensaba en volver a descansar.
Y, sin intenciones de luchar contra esos deseos, me quedé dormida otra vez.
***
«Calor...» Hacía mucho calor y las mantas sobre mi cuerpo no eran de gran ayuda.
Me removí en mi lugar, giré a un costado y me acomodé nuevamente para volver a dormir, pero el escalofrío desagradable que aceleró mi corazón y consternó mis pensamientos, me lo evitaron.
Abriendo una vez más mis ojos, observé el ventanal comprobando la hora del día.
Levanté extrañada una de mis cejas.
«¿Ya es muy tarde?»
El sol estaba en su total resplandor, enviando una luz cálida que ingresaba por la única entrada de la habitación.
Suspiré, dejando reposar de nuevo mi espalda sobre las cobijas. Observé el techo, confundiéndome del tono azulejo y los diseños dorados que formaban una bandera demasiado conocida.
«¿Qué...?»
—Estás despierta... —susurró algo. No. Alguien, lo suficientemente cerca.
Despacio bajé la mirada topándome con unos ojos rojos y una cabellera rubia, mirándome expectante.
Abrí mis labios, pero inmediatamente los cerré.
«¿Quién...?»
—¿Uh?
«¿Ah...?» ¿Quién era esa niña?
«No». Lo más importante, ¿Qué hacía aquí?
De repente, sentí un leve mareo y una punzada molestarme.
Como un golpe más en mi cabeza pequeños fragmentos se presentaron en mi mente, dejándome mucho más aturdida.
—Argh... —me quejé, sujetando donde provenía el dolor.
Al bajar mis manos miré sangre junto con un recuerdo en concreto que me congeló.
«No... E-esto no...»
Temblé. Mi cuerpo se estremeció y mis manos se movieron, tocando con suma timidez esas partes en concretas de mi abdomen en busca de lo que debería estar allí.
No estaba.
Y la presencia de la niña no había desaparecido.
Ella me sonrió y el color desapareció de mi rostro.
—¡¡AH!!
***
«¡MALDITA SEA, MALDITA SEA, MALDITA SEA!»
—¡Mierda! —exclamé saltando y agarrando de mi pie lastimado.
«Esto es un sueño». Y el severo golpe estúpido, no me ayudaba a asegurarlo.
—¿A dónde va?
Me detuve y me di la vuelta observando como esos ojos rojos, atentos y curiosos, me miraban otra vez.
«¡JODER!»
Corrí sin rumbo, agradeciendo que nadie se encontrara en los pasillos. Rápidamente, doblé en una esquina y bajé unos elegantes escalones.
No sabía dónde estaba, no sabía a donde me dirigía; no sabía nada; no sabía por qué o cómo estaba aquí.
Estaba asustada, estaba aterrada. Y la niña, que se parecía horriblemente a la última persona que recordaba, no ayudaba en absoluto.
«Sí...» Recordaba que algo me sucedió; lo recordaba tan bien.
Mis piernas se detuvieron lentamente para recuperar un poco del aliento perdido. E instintivamente, llevé una de mis manos a mi adolorido pecho.
Dolía.
—Esto es un poco divertido, pero no creo que deba correr tanto.
Temerosa, mi cabeza se volteó y ella volvió a sonreírme.
—¡¡AH!!
Me caí, me apoyé con mis manos y corrí de nuevo desviándome por otro de los pasillos.
«¡Esto es un sueño! ¡Esto es un sueño! ¡Esto es un sueño!»
Sin pensarlo, ingresé a la primera habitación a la vista y la cerré con fuerza, reposando mi peso y agarrando bocanadas de aire en un intento de controlar mi respiración.
«Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. ¡Esto... esto... no es real! No es real...»
—S-sí, e-ella se encogió y e-eso no puede ser r-real, ¿v-verdad?
Busqué por la habitación algo que pudiera ayudarme a despertarme y un recipiente de agua fue lo primero que entró en mi campo de visión.
Con prisa y sin pensarlo dos veces, metí mi cabeza durando unos segundos que me parecieron eternos.
—¡Ah!
Respiré.
Agarré el aire que mis pulmones me rogaban, sintiéndome enormemente aliviada, pero, como si mi suerte nunca existiera, un click a mi espalda, me petrificó.
—Las cerraduras no pueden conmigo.
Mi rostro se congeló otra vez y mis pies retrocedieron.
No cuidando mis pasos, resbalé y caí en mi retaguardia.
—Alice.
—¡¡ALEJATE DE MÍ!!
Ella arqueó una ceja y volteó a ver algo o alguien a su costado.
—Oh, hola, mamá.
«¿Mamá?»
Con miedo y una enorme incertidumbre recorriendo por todo mi cuerpo, observé dolorosamente a las personas que me miraban con suma impresión y atención.
«¿Q-quiénes son?». No lo sabía, pero se me hacían conocidos.
Sin embargo, todos ellos tenían una apariencia mucho más... ¿Madura?
«¿Q-que...?» ¿Qué era esto? ¿Q-qué estaba pasando...?
Unos nuevos pasos apresurados se escucharon y la presencia de una nueva persona, cortó mi respiración.
«¿D-Diana...?» ¿Ella era Diana?
Era alta, con un físico y una vestimenta muy diferente a como la recordaba.
«No. N-no puede ser...»
Consternada, mis ojos volvieron a la niña.
—¿D-Diana...?
La niña, una vez más, me sonrió.
—No. Me llamó Alice. Diana es mi mamá bruja y esa mujer de allá...
Miré donde su mano señaló.
—Es mi mamá humana. Atsuko Kagari, la reina... —recalcó con una voz tenebrosa.
«¿M-mamá bruja? ¿M-mamá humana?»
Esto, por supuesto, era una broma. Una muy pesada.
Esto realmente no estaba pasando. Nada de lo que veía, en realidad, estaba pasando.
Silencio. El silencio sólido pitó y se intensificó en mis oídos.
—Amanda.
—Ja, ja...
«Esto es...»
Llevé una mano a mi cabeza.
—Ja, ja, ja...
«E-esto es...»
—¡Ja, ja, ja!
Temblorosa y tambaleante, me levanté del suelo.
—Esto es... E-esto es una b-broma muy buena, D-Diana. Creo que... —Jadeé—. C-creo que m-mejor voy a...
Un último aliento escapó de mi boca y todo enseguida se volvió negro para mí.
Me desmayé.
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Fin del Cap. 46 (Dificultades del pasado)
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