♞4♞
╔══━─ • ─━══╗
EL HADA
╚══━─ • ─━══╝
Narradora Pov
—No es la primera vez que estás aquí y tienes esa cara.
—Estoy cansada —se defendió—. Hemos estado caminando en esta biblioteca por tres horas. Además, de que despareciste tres años.
—Mi deber no es en el mundo humano. Sabes que sirvo a mi reina, no a la tuya. ¿Te has leído todos los libros?
—Completamente. Mi hija está aprendiendo, pero a su ritmo. Te aseguro que, cuando cumpla los quince años alcanzará mi nivel actual.
—Lo superará —dijo con firmeza—. Ella tendrá once años de experiencia en la magia. A cambio, tu sólo tienes siete años actualmente.
—La experiencia es importante, en eso estoy consciente. Sin embargo, si hubiera conocido quien era de pequeña, las cosas serían distintas. ¿Por qué no te presentaste antes?
—Nunca habías utilizado tu magia. Tu madre parece no haber querido que lo hicieras. Tu magia estaba dormida y nosotras iguales, hasta que... hiciste que despertara y te ayudara con emociones negativas. Ese es mi deber, o bueno, lo era. Ahora me encargo de llenarte de conocimiento para que puedas transferirlo a la nueva bruja. —El hada agarró un libro cualquiera y leyó su portada—. Me he tomado un descanso después de entregarte una cantidad aceptable de los libros mágicos que se encuentran en este lugar. Estaba esperando a que los terminaras y calculé que lo harías en unos tres años.
«Eso explica su desaparición», pensó Diana.
—No pude agradecerte. —Aclaró la voz antes de continuar—. Gracias por estar en el nacimiento de mi hija. Significó mucho para mí. Te has quedado conmigo después del... fallecimiento de mi hermana. Agradezco que también te hayas dedicado a entrenarme y combatir conmigo para probar mi fuerza. Sé que aún no he alcanzado mi máximo potencial y...
—Silencio —interrumpió mirando el libro—. Hablas mucho. Y de nada —dijo observándola de reojo por unos cortos segundos—. Entonces te llevarás, éste. —Le lanzó el libro tomado—. Aprenderás a cómo movilizarte en el aire.
Diana miró la portada del libro y leyó el título con curiosidad.
—¿Podré volar? —preguntó con un poco de emoción.
El Hada rio burlonamente.
—Por supuesto que no. Las brujas no vuelan. Bueno, no en este mundo.
—¿A qué te refieres con este mundo?
—Nada. No es relevante. No puedes volar —retomó la conversación—, pero lograrás crear plataformas invisibles que te ayudarán a mantenerte. Sin embargo requiere de una gran concentración y, cuando lo aprendas a hacer inconscientemente entonces lo habrás dominado por completo, como los demás hechizos que utilizas sin necesidad de pronunciarlos. El hechizo es avanzado y estás cerca de ganar los ocho años de experiencia para hacerlo.
Y ese era su funcionamiento. La magia funcionaba de esa manera: a través de la experiencia. Sino tenías la necesaria para crear, por ejemplo, una barrera protectora, entonces era obvio que no podrías hacerlo hasta que tuvieras dicha experiencia. Los hechizos estaban bloqueados para aquellas brujas que no la poseían.
Además, la primera vez que la utilizó no sabía absolutamente nada de magia, sin embargo, gracias a la ayuda de esa esfera amarilla, logró salvar a las personas y casi morir en el intento.
—¿Qué es esto? —le consultó al hada señalando un libro titulado: Draco.
—Oh... Bueno, es un hechizo que jamás lograrás hacer. A menos que estés dispuesta a pagar el precio por utilizarlo.
—¿De qué se trata? —volvió a preguntar con más curiosidad, a la vez que tomaba el libro de la estantería.
—Una bestia que puedes crear, en conclusión. Sin embargo ni las mayores brujas estuvieron dispuestas a pagar dicho precio. Sólo una que termino... no muy bien. Por eso y otras razones el libro ha quedado en el olvido. —El hada levantó el libro de las manos de Diana utilizando su magia y lo devolvió a su sitio— Sigamos.
—La historia que me contaste de mi antigua raza...
—¿Sí...? —inquirió mientras buscaba los otros libros faltantes.
—Aun no puedo creer como los humanos pudieran... acabar completamente con mi raza.
—No me hagas repetir la historia, es... abrumante.
—No. No. Quiero decir: aun no puedo creerlo.
—Pues créelo: porque sucedió. Y eres la ultima la bruja, aparte de la niña, claro.
—¿Estás seguras de que no hay alguien más allá afuera? Digo: el mundo es lo suficientemente grande como para...
—No. No hay rastro de que haya otra bruja deambulando por el bosque; o por donde sea. Hice una limpieza personal con otras hadas y simplemente el marcador las ponía a ustedes dos.
Diana hizo una mueca no muy convencida.
—Tenemos otro —dijo y le lanzó otro libro. Diana lo atrapó y puso los ojos en blanco por el tratado que le estaba dando el hada, no obstante, no podía reclamarle.
El hada no la servía. Tenía una reina y ella también poseía la suya. Eran más como... dos amigas, aunque una amiga no abandona a otra por tres largos años, pero eso no parecía que le afectara al hada. Al contrario, se veía más relajada y nueva. ¿Sería acaso por el descanso? Si lo era. ¿Ella no dormía?
«Espera, ¿Las hadas duermen?»
Diana sacudió su cabeza ligeramente dispersando un poco el sueño y las preguntas que se empezaban a acumular. Seguidamente bajó la mirada y leyó el título del nuevo libro entregado. Ella suspiró de cansancio deseando volver a la cama con Akko y su hija. Mañana tenía trabajo que realizar y ahora... nuevos hechizos que memorizar.
Un libro chocó contra su cabeza y su mirada se levantó con enojo.
—Despierta. Es una linda noche.
—Por supuesto... —dijo recogiendo el libro del suelo.
«Linda noche...», pensó con un poco de aburrimiento. Mientras el hada volaba con ayuda de sus alas y Diana caminaba detrás de ella. Estuvo mirando y leyendo los títulos de los libros en la estantería. Uno en específico llamó su completa atención.
Precavidamente lo tomó y abrió en la primera hoja. Se aseguró antes de leerlo que el hada continuara avanzado y no le prestara atención.
——murmuró para sí misma.
Su significado era: "Vida, regreso, motivo". Admitía que el lenguaje de las brujas se le hizo un poco complicado al comienzo, pero al aprenderlo completamente podía leer los libros con más fluidez y entenderlos a la perfección.
El libró no era muy grueso, de aproximadamente doscientas páginas, sin embargo el tamaño era parecido a los demás. No había libros chicos, ni grandes; todos tenían el mismo grandor con una tapa dura brillante.
Con ayuda de su magia, escondió el libro entre los otros que cargaba.
.
.
El sol empezaba a salir y los rayos del inicio del día no tardarían en entrar por la ventana de la habitación donde yacía la reina y la princesa descansando plenamente con las mantas sobre su cuerpo. La primera en despertarse fue la reina, y minutos después la princesa, pero ésta se dio la vuelta sólo para seguir durmiendo.
—Es hora de despertar —le susurró con dulzura provocándole un quejido pequeño a la niña.
La princesa tomó la bata de su madre y la arrugó ligeramente con sus pequeñas manitas mientras fruncía sutilmente el ceño no queriendo levantarse. Akko sonrió y se tomó unos minutos para pasar los dedos de su mano derecha en el cabello rubio corto y ondulado de su hija.
La contempló con cariño y deseó hacerlo por más tiempo, sino fuera por unos toques en la puerta que le dio a entender que las sirvientas empezarían con la labor.
—Adelante.
—Buenas días, majestad.
—Buenos días, Anna.
La reina se volteó esperanzada de encontrar a Diana, pero al no verla se imaginó de inmediato que aún no había regresado del mundo donde vivía el hada que no había visto desde hace tres años; hasta esa noche. Simplemente ella había aparecido repentinamente un día y le entregó a Diana una cantidad enorme de libros, para después... desaparecer.
«¿Eso es normal?», se preguntó confusa. Bueno, parecía normal para el hada.
Anna terminó de prepararle la bañera y dejar toallas limpias. Antes de retirarse le avisó que regresaría para acabar con lo faltante, como hacía cada día. Akko la despidió con un asentimiento de cabeza, y luego la puerta se cerró. Seguidamente dirigió su mirada a la pequeña que aún descansaba entre las sábanas.
Ella agarró con delicadeza su pequeña mano y la acarició con el dedo pulgar.
—A despertar, princesa. Es hora del baño.
Y nuevamente se volvió a quejar. Akko suspiró, la observó unos segundos y le pellizcó suavemente sus cachetes hasta levantarla. Alice la miró de mal humor con el cabello hecho un desastre. Akko rio levemente.
—Buenos días, bella durmiente.
Alice bostezó y frotó sus ojos.
—Buenos días, mamá —dijo aún soñolienta.
.
.
El día pasó con tranquilidad y Diana no se había presentado en el almuerzo. Era tarde y la junta en ese día había acabado temprano. Sus deberes como reina aún permanecían pendientes, pero estaba preocupada por la ausencia de su rey, provocando que no la dejaba concentrarse como le gustaría.
Sabía que, Diana, volvería, sin embargo, todavía no podía evitar preocuparse. Era un poco ridículo cuando lo hacía y entraba en consciencia que lo estaba haciendo, ya que su esposa poseía magia. Magia que ningún otro ser humano, aparte de su hija, tenía. Además, su rey poseía también unas habilidades de combate con espadas y físicas increíbles, pero aun así seguía preocupándose.
Diana podía ser fuerte, pero su terquedad ante eso, era mayor.
La reina se dispuso a acabar con lo pendiente en ese día, y para su sorpresa terminó cinco minutos antes de que Alice viniera a buscarla como lo hacía cada vez que su otra madre no se encontraba. A Alice le gustaba pasar más tiempo con Diana, debido a que estaba fascinada con las cosas que podía hacer y se emocionada demasiado al recordar que ella también podía hacerlo, pero a su tiempo.
La magia era increíble, hermosa y peligrosa. Aun recordaba la vez que, Diana, con menos experiencia, controló al padre de Amanda. También recordaba la primera vez que, con ayuda de una esfera amarilla, utilizó magia.
¡Derrotó a un ejército completo! Claramente la magia era sumamente peligrosa si se usaba de manera inadecuada, aunque muchos actualmente deseaban ese poder; pero sin los conocimientos necesarios podrían crear un enorme caos.
«Amanda...», recordó Akko. Amanda había sido la persona más importante para Diana. Sin embargo, luego del nacimiento de Alice, ella creía que su esposa había superado aquel sacrificio del caballero O'Neill. No obstante, estaba equivocada. Su rey seguía recordándola y le dolía un poco no poder ayudarla. Habían pasado siete años y aun continuaba en sus pensamientos.
Akko se preguntó si a su amiga, la actual reina de la Alta Borgoña, aún la recordaba. El siguiente cumpleaños de Alice estaba cerca, lo que significaba que la volvería a ver. Hannah, no se había perdido ninguna de las celebraciones de su reino y, para suerte de las dos, el rey de la Alta Borgoña permanecía en sus tierras.
Eran obvio por qué motivos la reina aceptaba cada invitación que recibía de su parte: quería agarrar aire, luego de soportar al hombre que tenía como rey.
—¡He llegado! —gritó la niña ingresando al lugar donde se encontraba.
—Alice, toca la puerta antes de entrar —le regañó.
—Lo siento... —susurró.
Akko exhaló y abandonó, en la mesa de al frente, el pergamino que releía por aburrimiento. Alice se acercó y se sentó a su lado.
—Eso merece un castigo —le dijo Akko con diversión, pero la niña no lo tomó como un juego.
—¡Los dulces no! —gritó e intentó bajarse del mueble. Akko la detuvo y la sentó en sus piernas. Alice cruzó sus brazos, hizo un puchero y no la miró.
—Iremos a dar un pequeño paseo —avisó, para luego tomar un pequeño peluche que se hallaba a su costado.
.
.
Encontrándose en la parte de atrás del castillo, Akko, dejó a Alice en el suelo para que pudiera correr hacia la persona que estaba acariciando una lápida. La reina sonrió sintiéndose aliviada de que estuviera de regreso y, lentamente se aproximó.
Diana tenía a Alice en sus brazos con el peluche que Akko le había entregado. El rey se volteó cuando sintió la presencia de su reina y aceptó gustosamente el corto beso que le había entregado en los labios.
—Mi reina, creí que estaría ocupada.
—Terminé los tratados antes y pensé que podríamos pasar el tiempo restante en familia. —Akko extendió sus brazos hacia Alice, pero ella no quiso—. ¿Te pondrás así conmigo, cariño?
—¡Me prohibiste comer dulces!
Akko rio, recordando que eso lo había dicho como broma.
—¿Qué quieres hacer? —le preguntó a la pequeña.
Alice se quedó pensativa y pronunció unas palabras incoherentes, hasta que se decidió.
—¡Cuéntame de ella! —les pidió a las dos, señalando con su dedo índice la lápida.
La reina había tensado ligeramente la mandíbula, no muy a gusta de esa petición. Ella miró con preocupación a su rey en busca de alguna expresión que se negara a hacerlo. Sin embargo, le sorprendió que aceptara.
—Está bien.
Akko se acercó y tomó con delicadeza su brazo.
—¿Estás segura, Diana?
Ella asintió y sonrió. Había un nuevo brillo en su mirada que Akko notó.
—Sí, mi reina. Será una gran historia para esta noche.
—¡Sí! —exclamó emocionada Alice.
Akko asintió un poco extrañada. Ella conocía a Diana. La conocía perfectamente, gracias a que la mencionada se había abierto completamente con ella, e igualmente había hecho lo mismo. Sin embargo... ¿Había sucedido algo en el mundo de las hadas para que Diana... tuviera aquel brillo en sus ojos? Eso la atemorizó un poco, pero también la llenó de curiosidad.
-------------
Fin del Cap. 4 (El hada)
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro