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LOS DESEOS DEL REY

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Narradora Pov

Sus parpados se abrieron con lentitud y pesadez acostumbrándose a los rayos de sol que ingresaban a un peculiar sitio. Su cuerpo se sintió incomodo y cansado. Y le fue complicado tomar asiento para observar con gran sorpresa su entorno.

Los árboles eran altos y robustos; las hojas verdes, amarillas y azules; los pequeños animales que tomaban de los frutos naranjas tenían una forma diferente a comparación de cómo los conocía; y el césped bajo sus pies era más verdoso y brillante que en su mundo.

Todo le creaba una sensación de tranquilidad y reposo. Una cálida sonrisa enseguida se dibujó en sus labios y un sentimiento pacificó llenó su pecho.

Su cabeza se volteó observando a una especial hada acercándose.

—Buenos días.

—Buenos días, hada madrina. ¿Qué haces? —consultó observando la hoja y la pluma en sus manos.

—Apunto los registros de la biblioteca y recibo mi castigo por el libro que me robaste. ¿Cómo te sientes?

Diana rio nerviosa.

—Mejor que los otros días. ¿Cuánto me falta?

—Un par de días más.

Ella asintió.

—Agradezco la compasión que ha tenido su reina en sanarme.

—Solo su magia puede revertir los efectos provocados por una poción creada con la ayuda de la magia de una bruja o mago, pero, recuerda lo que te dije. —Tomó asiento a su lado y apoyó su mentón en sus dos manos con ayuda de sus rodillas—. Si tienes un daño en ese estado, no puede revertirlo.

Diana bajó su mirada y recordó la gran cicatriz en su costado.

—Fue una batalla intensa —comentó volviendo a verla—. Gracias por ayudarme.

El hada levantó una ceja.

—¿Cuantas veces vas a agradecerme?

—Las que sean necesarias. No solo salvaste mi vida una vez más. Sucy, está viva gracias a ti; mi magia no hubiera podido alcanzarla.

—La creadora de pociones. —Suspiró y recompuso su postura—. Te servirá más adelante, sin embargo, no me gusta el camino que está tomando.

—Quiere manipular la magia.

El hada negó con la cabeza.

—Un simple humano no puede hacerlo. Y no lo digo porque es una raza extremadamente vulnerable, sino porque está escrito en uno de los libros. El libro que le ayudará a aumentar su potencial.

—¿Es peligroso?

—En las manos equivocadas, sí.

—¿Mi vida, la de mi hija y esposa corren riesgo?

—La de tu reina, específicamente. Un humano no puede acabar con una bruja sino tiene la ayuda de otra o de un mago.

—Sucy y Akko han sido amigas desde la infancia.

—¿Son amigas?

—¿No te lo he mencionado antes? —dijo y el hada hizo una mueca de duda.

—No parecen amigas.

—Sucy la aprecia y sé que lo hace conmigo también, aunque su muestra de afecto amistoso es... complicado de entender.

—Ella es rara —admitió—. Me contaste que luchó sola contra más de cien hombres para conseguir la poción. ¿Conocías que podía defenderse por su cuenta?

Diana negó con la cabeza y miró el cielo despejado. El hada volvió a suspirar y se colocó de pie.

—Cuando puedas caminar hablarás con mi reina. Te estará esperando —avisó y emprendió vuelo.

Los días continuaron pasando con normalidad y su estado fue cada vez mejorando. Ahora sus brazos se movían sin tanto esfuerzo y sus dedos dejaron de temblar. Previamente tuvo que ser alimentada por otras hadas y recibir ayuda para darse una ducha sin ser vista por muchos ojos curiosos.

Debía admitir que le gustaba estar en ese sitio; la paz que le entregaba era demasiada buena, sin embargo, una inquietud permanecía en su pecho al estar consciente de la posible guerra que Bernicia se estaba enfrentando. Sus preguntas eran muchas y la mayoría se trataban sobre el estado de la reina y de la princesa; las ansias de verlas eran demasiado. «¿Qué estarán haciendo?» «¿Dunot ha atacado otra vez?» «¿Qué pasó después de que desaparecí?»

Solo podía recordar las casas humeantes, los gritos de los caballeros, el ruido de los escombros y de las espadas chocantes, el gran invierno que congeló a varios cuerpos enemigos, el sonido de los árboles caminar y batallar, y la enorme tormenta de rayos que devastó lo poco que quedaba, e incluyendo a las copias de su propia persona asesinar a los caballeros.

La magia llegó a su límite cuando su cuerpo se tensó y cayó inmóvil; su ultimo pensamiento se perdió en la oscuridad.

Pasado dos meses en el mundo de las hadas volvió a tomar el control de todos los músculos de su cuerpo y logró moverse sin ayuda. La magia nuevamente fluyó por sus venas, y una alegría aliviadora se presentó con una gran sonrisa en sus labios.

En una alta montaña con escalones gruesos de rocas cubiertas por ramas que brillaban al dar un paso, se hallaba un ser de cabello y ojos verdes con una tiara dorada que tenía una gema entre medio de sus cejas igualmente verdosas; en su cuello colgaba un collar con otra idéntica gema, pero de distinto color y gran tamaño que adornaba su blanquecina piel y bajaba hasta sus pechos. Y, por último, el vestido de de color blanco y largo le otorgaba un toque más celestial.

La suave y delicada brisa, el movimiento de las hojas y el aleteo de las aves pasar, entregaban un ambiente bastante relajante y seguro. El árbol que se encontraba detrás de la reina hada era espléndidamente hermoso que despojaba unas bellas flores naranjas que formaban un leve torbellino a su alrededor.

—Reina hada —saludó con una sutil reverencia.

—Bienvenida de nuevo, bruja Cavendish.

***

—¿Diana? —dijo impresionada de verla.

—Reina Isabella. —La mencionada le sonrió y se acercó.

—Me alegra tenerte de regreso.

—¡Diana! —exclamó aproximándose también—. Has regresado.

—Rey Alcides.

—¡Qué bueno que has vuelto! —dijo palmeando su hombro—. Alguien ha estado de mal humor en estos meses.

—Alcides.

—Es la verdad. Recibí una de sus miradas en la Baja Borgoña y no fue para nada agradable; creí que iba a matarme.

—¿Qué sucedió con la Baja Borgoña?

Isabella y Alcides se miraron.

—Seguro Akko te dará los detalles —dijo con calma la reina—. Se encuentra en el jardín de atrás.

Diana asintió.

—Con permiso.

Antes de que pudiera retirarse del lugar, inesperadamente los sirvientes y caballeros del castillo se reunieron e hicieron una reverencia.

—Bienvenida a casa, su majestad.

Su sorpresa se logró a notar. «Casa...», repitió. Y le tomó unos segundos salir de su pequeño trance, para después sonreírles en agradecimiento.

Con su larga capa azul con encajes dorados que terminaba un poco más arriba de sus talones, y con su imponente caminar llegó a su destino. La luz del día no tardaría en desaparecer y la cena estaría lista pronto, sin embargo, era posible que se saltaran esos alimentos; deseaba ponerse al día y tomar acción enseguida.

—¡Mamá! —exclamó la niña al verla frente a la enorme puerta.

Diana sonrió, bajó los escalones para recibirla y la tomó en sus brazos. Un fuerte abrazo fue correspondido y unas leves vueltas fueron dadas.

—Mi princesa.

Sus pequeñas manitas arrugaron su prenda con fuerza, y ligeras lágrimas abandonaron sus ojos azules.

—¿D-dónde estuviste? Demoraste mucho.

—Lamento haberte hecho esperar —murmuró y depositó un tierno beso en su cabeza—. Mi niña —dijo inhalando dulcemente el aroma que desprendía, para luego mirar sus ojos lagrimosos y ganarse una sonrisa cariñosa de su parte.

Su mirada se desvió al sentir la presencia cercana de la reina. Lentamente una mano cálida se posó en su mejilla provocando que delirara y exhalara con alivio ante su gesto.

—M-mi reina...

No perdió tiempo y la abrazó con mucha fuerza. Diana la recibió cargando todavía a la princesa en su otro brazo. Seguidamente, abandonó un largo beso en su cabeza y apoyó la suya presionando a la vez un poco su cintura apegándola más. El momento fue demasiado para su corazón que la hizo derramar una lagrima de felicidad. «Estoy en casa...» Un nuevo beso se situó en el mismo lugar. «Estoy en casa...»

Ella miró al caballero real y le asintió en gratitud por sus servicios. Sebas le sonrió e inclinó ligeramente. Pocos minutos después en un abrazo mutuo y afectuoso, la reina tomó un poco de distancia y rio felizmente mientras miraba a la pequeña niña con sus ojos brillosos.

El momento entregado a vista del caballero real hizo que sintiera compasión y calidez, dibujando una sutil sonrisa de alegría y confusión en sus labios. «¿Por qué las demás personas piensan que hay algo mal con ustedes?»

***

Habían cenado, para sorpresa de Diana. Luego de que tuvieran un cariñoso encuentro, la reina insistió en primero ingerir los alimentos de esa noche, pero, ¿Eso significaba que todo estaba bien? ¿Qué vencieron a Dunot? Tenía muchas preguntas y dudas, sin embargo, no podía concentrarse en ellas por la increíble necesidad que sentía.

Ella lo vio, el ambiente en el comedor; era la primera vez que demoraba tanto en volver y le pareció... hermoso. «Estoy en casa...» volvió a repetir llevando una cucharada de comida a la boca. El sentimiento era distinto y le gustaba demasiado. «Un hogar...» ¿Por qué no lo había sentido antes de esa manera?

Al terminar la cena y encontrarse en la habitación compartida junto a la reina después de darle las buenas noches a la princesa, Akko, la seguía mirando con alegría, pero levemente el sentimiento de inseguridad y culpa se reflejó en su bella expresión. Diana lo notó y se acercó para tomar sus manos.

—Bernicia parece estar en buen estado —dijo y no dudó en acariciarla con sus dedos pulgares—. Has hecho un excelente trabajo.

Su semblante inseguro se hizo más claro y, cuando estaba a punto de hablar fue interrumpida por unos brazos conocidos que rodearon su cuerpo. La escuchó exhalar y la sintió aferrarse.

—D-Diana...

—Akko.

Imitó su acción y sus labios se unieron en el momento que tomaron distancia. Diana lo disfrutó más que las otras veces; no entendía por qué ahora se sentía distinto, pero continuaba siendo agradable. «Regresar a casa...», pensó y entreabrió sus parpados para verla. «Mi hogar...», dijo y volvió a profundizar el beso desbordando todos esos sentimientos y emociones de amor, alivio y felicidad.

Su leve enojo se presentó cuando la reina se separó; quería más. Akko le sonrió y le dio un corto beso que no le pareció suficiente.

—Tengo que contarte... acerca de las tierras de Ulabel, las falsas brujas, el reino de Servia, Dunot, Karat y Red sea. Han pasado bastantes cosas y sé que algunas no te gustarán. Q-quiero decir... por favor no te molestes conmigo, aunque tienes todo el derecho de hacerlo. —Suspiró—. Hice lo mejor para reducir nuestros problemas del reino y la mayoría de las personas tienen un nuevo hogar en Ulabel. Le gusta el ambiente y la tierra prospera para cultivos. Si te preguntas cómo está el reino de la Baja Borgoña, están bien. He enviado a personas a ayudar con la reconstrucción y caballeros de Bernicia se mantendrán hasta una nueva orden y... Y... ¿P-por qué me miras así?

—¿De qué manera?

Sus mejillas se ruborizando por su cercanía.

—¿Tú...? ¿Tú... estás bien? ¿C-cómo te sientes?

—Perfecta —susurró y llevó una de sus manos a su abdomen permitiéndole el paso debajo de su camisa blanca—. Me siento demasiado bien, su majestad. —Akko exhaló mirando y sintiendo la trabajada zona en sus yemas, ocasionando una leve sonrisa en Diana—. También tengo noticias que darte.

—¿Ah si...? —dijo volviendo a sus ojos.

Un sutil beso fue depositado en su mejilla que fue bajando, entre otros más, hasta su comisura.

—Te extrañé. Te extrañé demasiado —susurró cerca de sus labios. La reina aruñó su vientre y mordió su labio inferior, para luego cerrar el espacio de sus cuerpos y labios, sin embargo, en pocos segundos volvió a separarse al sentir una mano bajar más allá de su cintura—. El hechizo se realizará... —murmuró apegándola aún más.

—¿Por qué no haces el otro...? —contestó con lujuria recibiendo un corto beso.

—¿Estás segura?

Akko sonrió tirándola suavemente de su camisa y la miró contemplando cada rasgo de su rostro hasta detenerse en sus labios, para después volver a sus ojos y perderse en ellos.

—Sí... —susurró.

El rey sonrió y se aproximó nuevamente beso sus suaves, delicados y esquistos labios, iniciando una ansiada batalla.

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Fin del Cap. 39 (Los deseos del rey) 

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