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INTRUSO
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Narradora Pov
Unos imponentes caballeros llegaron a la Baja Borgoña escoltando a la reina de un enorme reino que actualmente estaba en la mira de muchos más. Bernicia, conocida como las tierras más fuertes, no solo porque poseía la armería necesaria para hacerle frente a cualquier reino, sino también por su gran mayoría de recursos que eran deseados con fuerzas.
Sin embargo, ¿Cómo se había llegado a ese logro tan fascinante? El reino tenía una historia como cualquier otro, pero muy pocos la conocían con detalles.
Cuando los caballos se detuvieron y relincharon al llegar, las puertas del castillo, sorprendentemente intactas, se abrieron, no obstante, la apariencia por fuera no se comparaba a nada con la de adentro, ni con el pueblo.
Las tierras de la reina de la Baja Borgoña estaban destruidas casi en su totalidad, y los cuerpos sin vida de ciudadanos tanto como de caballeros enemigos y aliados, podían hacer fácilmente una pirámide de más de doce metros.
En el momento que bajó del carruaje y su pie tocó suelo, los caballeros hicieron un camino sosteniendo la bandera de Bernicia dando a conocer su llegada y siendo recibida por los antiguos reyes que hicieron una leve reverencia ante su presencia. Ingresó observando las paredes caídas, las cortinas rasgadas, las mesas de madera rotas y pocos vidrios en el suelo.
Algunas personas que sobrevivieron se hallaban trabajando arduamente para volver el sitio como estaba antes; las manchas en el suelo parecían ser difíciles de quitar.
Los reyes la guiaron a una de las habitaciones que se había poco conservado donde estaba la persona que buscaba. Y, para su gran sorpresa que no fue demostrada por ningún musculo de su rostro, el rey de Servia se encontraba en el lugar conversando con la segunda reina que estaba posicionada a un lado de la primera.
—Rey Thomas.
Las cabezas de las personas en el sitio se voltearon con impresión, excluyendo la de Sucy que permaneció quieta con una de sus manos en su herida sanada. Rosalie tragó pesado y la observó avanzar. «La reina de Bernicia...» Todo de ella desprendía un aura de poder; el aura que trasmitía cada vez que se hacía presente en un lugar.
—Akko —saludó con tranquilidad y alegría.
La reina mantuvo su mirada fija en él, y en cuestión de segundos dos caballeros reales pertenecientes de Bernicia se posicionaron a su lado. Con lentitud se aproximó y observó de reojo a Sucy con la cabeza agachada. De nuevo, sus ojos volvieron al rey Thomas.
—¿Cuál es el motivo por el cual se encuentra en estas tierras?
—Me enteré del ataque del reino de Dunot y quise ver si todo estaba en orden, pero parece que sigo sin agradarle a tu amiga. —Rio nervioso—. He visto a caballeros de Dunot en mis tierras y es una sorpresa y un alivio que esté aquí. Mi petición puede parecer algo repentina, pero, me ayudaría bastante si pudiera aumentar las defensas en mis tierras; no deseo que mi reino termine como este, sin ofender —dijo observando con pena a Rosalie.
La reina lo despreocupó con un leve movimiento de mano y tomó asiento a un lado de Sucy para conocer su estado.
—Si los hombres de Dunot se encuentran en sus tierras, ¿No debería usted estar en ellas?
Thomas levantó una ceja.
—Debería, tienes razón, pero quería conocer la situación de la Baja Borgoña. Mis hombres están en defensa y apoyarán a Bernicia cuando los necesite —dijo y se inclinó considerablemente.
Akko continuó observándolo sin expresión alguna.
—Tu comunicación ha sido casi nula, rey Thomas. Negaré su petición de refuerzos a sus tierras.
El rey levantó indignado la cabeza.
—A-Akko, tengo hijos y no quiero que mueran. Mi reina pronto tendrá a otro y planeo mejora--
—¿Todavía seguirás fingiendo vulnerabilidad? —le interrumpió.
«¿Vulnerabilidad?», pensó confuso. ¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué lo trataba de esa manera? «¿Será que...?» Su ceño se frunció y, rápidamente una espada de doble filo fue situada en el cuello de la reina; la afiladura cerca de la piel resplandeció.
Sucy alzó la cabeza observando la situación con molestia, y los caballeros reales de Bernicia se posicionaron.
—¡Un solo paso y derramaré su sangre! —advirtió a todos en ese lugar.
Akko en ningún momento parpadeó manteniendo la mirada.
—Puedo matarte ahora y esta guerra acabaría.
—¿Cómo estás seguro de eso?
—No me creas tonto, tú eres la debilidad de Diana —dijo molesto.
La reina alzó una ceja.
—¿Cuánto te ofreció Dunot?
—Eso ni siquiera debe importante. Lo relevante aquí, es que tú controlas a la bruja.
«Ya veo...», pensó la reina.
—No quiero matar a tus hijos —dijo con tranquilidad.
—No lo harás si yo acabo primero con tu reino. Todo lo que tienen es un sobre exceso de poder. Lo siento, Akko, pero esto no puede seguir así. El rey Kaarle promete devolver la paz y la prosperidad.
—Estás consciente de la fuerza de mi reino, ¿Por qué revelarte a estas alturas si conoces cómo terminará?
Otra corriente de dolor la atacó y sus dientes blancos se apretaron con fuerza. Seguidamente su cabeza se levantó observando a la reina de Bernicia y sus labios con esfuerzo dibujaron una sonrisa. «Ustedes dos...», pensó con diversión. «Su fuerte amor me dan ganas de vomitar».
Un simple movimiento y su cuello sería cortado. Rosalie miraba con impresión la calma en el rostro de la reina; aunque su vida corriera peligro, no demostraba alguna pizca de miedo o arrepentimiento.
«Una autentica reina...»
—Si derramas mi sangre, no creas que sobrevivirás —comentó al no escuchar una respuesta—. Por tu revelación has asegurado tu destino.
—No le tengo miedo a tu rey.
—Mi rey no se encargará de tomar tu vida, ni las de tus hijos y esposa. Bernicia tomará la responsabilidad y reprenderá tus palabras y acciones.
—Hm...
La espada fue quitada y guardada. Los caballeros dieron un paso, pero fueron detenidos por la mano de la reina. El rey Thomas colocó una mano en su cabeza que bajó a su cuello de manera frustrada.
—Esto ha sido interesante —comentó con una sonrisa y pasó a su lado—. Adiós.
Él abandonó la habitación y los caballeros se voltearon decidido a seguirlo.
—Déjenlo ir —ordenó.
—Pero, su majestad...
—Su momento llegará —agregó y regresó su mirada a las dos reinas presentes—. Rosalie, ¿verdad? —La mencionada se sobresaltó—. Es un placer. —Su mano enguantada fue extendida.
La reina se puso de pie y correspondió un poco nerviosa el gesto.
—E-es un placer, reina de Bernicia.
Akko asintió y observó a Sucy quien había bajado su cabeza otra vez.
—¿Dónde está?
—Estoy bien, gracias.
—Lo siento... —Exhaló—. ¿Cómo te sientes?
—De maravilla. El hada me ha dejado con una resaca de dolor que parece que durará toda mi vida. —Suspiró y desvió la mirada—. El hada se la llevó.
—¿Está...? ¿Está con vida...? —preguntó temiendo por una respuesta negativa. Esta vez Sucy la miró.
—Por supuesto, Akko, es tu rey del que hablamos —comentó—, pero se veía realmente mal.
Sus puños se cerraron con fuerza.
—¿Qué... tan mal?
—¿No lo viste? —Akko negó con la cabeza y el ceño de Sucy se frunció de duda—. Sus músculos se desgarraron.
«¿Qué...?»
—Es probable que permanezca en ese mundo fantasioso lleno de brillitos por un tiempo. —Hizo una ligera pausa para contemplar su reacción; los ojos de la reina se cristalizaron y sus manos empezaron a temblar—, pero estará bien. Regresará a ti —dijo en un intento de calmarla—. Oye, Akko —llamó, pero la mencionada retrocedió un paso.
Rosalie volteó a ver a Sucy en busca de una explicación del repentino cambio de comportamiento. Ella le pidió ayuda para levantarse y sin dudar accedió.
—Akko —volvió a llamar, sin embargo, la reina no respondió. En el momento que su mano derecha fue extendida a un costado, Sucy reaccionó utilizando sus pocas fuerzas para acercarse y colocar su mano encima de su hombro—. No darás ninguna orden. No en ese estado. —Su labio inferior temblaba y su mirada estaba caída—. No hagas nada tonto, Kagari.
—¿Cómo se atrevieron...? —murmuró con su corazón hirviendo de ira—. ¡¡¡¿Cómo se atrevieron?!!! ¡Los mataré! —gritó y levantó la mirada; sus ojos rubies brillaban cual llama ardiente—. ¡¡¡Los mataré a todos!!!
Sucy frunció el ceño por el dolor y agotamiento.
—¡Akko! —La puerta fue abierta con fuerza y la mirada furiosa de la reina se posó en la de su padre que lo hizo arrepentirse de su acción—. ¿E-estás bien...?
—Hey... —llamó Rosalie ayudando a Sucy a volver a tomar asiento.
—Diana volverá contigo y con tu hija.
«Mi hija...», recordó y giró a ver a Sucy con sutil sorpresa. La situación la había hecho explotar tanto que se había olvidado del pequeño rayo de luz que la esperaba con impaciencia; no tuvo el tiempo para despedirse.
Suavemente respiró calmando un poco su reciente enojo.
—Estoy bien.
Alcides asintió dudoso.
—Los caballeros han recibido mis órdenes y las personas que has traído fueron llevadas al pueblo para empezar con el trabajo.
—¿Algo más?
—¿Aún... sigues molesta conmigo? —preguntó y recibió otra de esas miradas enojadas, pero no comparada con la anterior. El rey carraspeó su garganta—. Bueno, tenemos a un intruso.
«¿Un intruso?»
—¡Mamá!
—¿A-Alice?
La niña corrió hacia su dirección con una expresión de molestia.
—¡Me abandonaste! —exclamó apuntándola con su dedo índice, causándole un pequeño sobresalto—. ¡Mi abuela me dijo que estarías conmigo!
Akko sonrió con pena y desvió la mirada.
—A-Alice... no es el momento.
La niña refunfuñó e hizo un puchero cruzando sus pequeños brazos.
—Impresionante... —murmuró Rosalie e inclinó sus rodillas para estar a su altura—. Los rasgos del rey y la reina, el cabello del rey y los ojos de la reina —dijo para sí misma contemplándola con admiración.
Alice volteó a verla y se asombró.
—¡Tu cabello es blanco! —exclamó señalándolo.
—Alice, modales —regañó.
La segunda reina sonrió y extendió su mano.
—Mi nombre es Rosalie, es un placer princesa Alice.
La pequeña se acercó y correspondió animada, para después mirar con curiosidad a la reina herida. No dudó en aproximarse y tomar de forma confianzuda, asiento en sus piernas.
—O-oye, ¿Qué haces? —dijo incomoda y molesta por la acción.
—Alice...
—Estás herida —comentó interrumpiendo a su madre. Con cuidado extendió su brazo que se detuvo cerca del corte provocando que esta brillara solo por unos segundos, para luego bajarse de un salto e inspeccionar el sutil escarchado en sus dedos.
Alice caminó por todo el lugar siguiendo algún tipo de rastro mientras que los presentes la miraron con curiosidad. La princesa se detuvo en donde había espadas colocadas en un estante de madera bien ordenas y limpias.
—Son espadas recolectadas de la batalla —contestó Sucy al recibir su mirada a la vez que señalaba el estante.
La pequeña negó con la cabeza y habló.
—Magia.
Todos levantaron una ceja.
—Magia —repitió.
La niña frunció el ceño al ver que no la entendían y se acercó para tomarla.
—Alice, cuidado.
Uno de los caballeros reales se aproximó y la ayudó con la tarea.
—¿Es esta, princesa? —dijo y Alice asintió alegre.
—¿Qué es lo que ves, Alice?
—Magia. La espada tiene magia.
«¿Una espada con magia?», se repitió confundida.
—¿Esta espada la utilizó Diana? —le preguntó Akko a su amiga.
—Eso quisiera... —Exhaló con cansancio y recostó su espalda—. Esa espada... fue con la que me apuñalaron.
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Fin del Cap. 37 (Intruso)
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