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DIFERENCIA DE REYES

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Narradora Pov

Otro ataqué imprevisto la tomó por sorpresa creándole confusión y dolor, causando también que los músculos de las personas que la observaban se tensaran. La cuchilla que sostenía cayó al suelo creando un audible sonido y su mirada se posó lentamente en la espada que traspasaba su abdomen.

«¿C-cómo...?», se preguntó anonadada. Ella no lo había visto aproximarse. Sangré salió de su boca como agua, pero levemente espesa y los ojos azules de la bruja se humedecieron contemplando con horror lo sucedido.

Seguidamente el cuerpo de Sucy cayó de rodillas.

***

Hace 7 años atrás...

En ese día, la reina Sucy le estaba respondiendo las preguntas que tenía con respecto a la bruja mientras estaba sentada en la camilla con el brazo derecho envuelto en vendas y recostado encima de una almohada; su cabeza y costillas estaba igualmente vendadas.

—¿Son todas las preguntas que tienes?

—¿Es verdad que la bruja venció a más de dos mil caballeros con un solo hechizo?

—Dos para ser exactos.

—¿Cómo fue?

—Emocionante.

—¿Emocionante? ¿No sentiste miedo?

Sucy volteó a verla con frialdad haciendo enseguida contacto visual con sus ojos amarillos.

—No le tengo miedo a la muerte.

En esa noche, la reina Rosalie, le costó descansar.

***

Dos años más pasaron y sus nervios no podían ser mayores: sería la primera vez que entraría al salón de pociones para hacerle una petición demasiado poco frecuente, sin embargo, que significaba mucho para ella.

Al llegar tocó la puerta en espera de una respuesta y, al no obtenerla su nerviosismo aumentó.

En esos años la reina había sido algo más comunicativa, aunque no le ayudaba del todo en el trabajo, al menos se tomaba el tiempo para escucharla desahogarse. E inclusive, se presentaba más a las horas de comida; levemente se llegaba a ruborizar de la vergüenza cuando se percataba que la estaba viendo.

—Adelante.

Se sobresaltó del susto, y antes de ingresar suspiró.

Cuando entró, observó con sorpresa la habitación donde trabajaba.


—Reina... lamento interrumpirla. Vengo a pedirle su permiso.

Sucy no respondió.

—Mis padres me han enviado una carta y deseo hacer una visita a mis tierras.

—Bien.

Su ceja se levantó por la respuesta inmediata recibida.

—No estaré por dos semanas —dio a conocer.

—Bien.

Asintió confundida y se despidió. Al salir no podía explicar cómo se sentía al respecto. ¿Agradecida? ¿Molesta? ¿Indignada? ¿Triste? Eran muchas emociones con las que no deseaba lidiar. Así que, sin más, partió en ese mismo día hacia el reino de Taric.

Su llegada fue ruidosa. Sus padres la atendieron con mucho cariño y alegría. Las tierras de Taric estaban mejor de lo que esperaba y recordaba. Las personas gozaban del abastecimiento de alimentos y de los nuevos trabajos. Debía admitir que le gustaba ver aquellas sonrisas en el rostro de sus súbditos. «Todo mi esfuerzo...» Había valido por completo la pena.

Una de sus manos viajó de manera inconsciente a su pecho creándole un sutil rubor en sus pálidas mejillas. Y otra conocida se colocó en su hombro captando su atención.

Ella volteó a ver a su padre y se impactó por la repentina noticia exclamada con euforia. Le tomó unos minutos en procesarla y darles una respuesta.

—¿Estás embarazada...?

—¡Sí! ¡Tendrás un hermano!

Y, a continuación, sus padres no perdieron el tiempo y le dieron otra noticia acerca de la celebración del nuevo príncipe o princesa que gobernaría Taric. Su ceño levemente se frunció. Era cierto que había perdido su puesto al comprometerse con la reina de la Baja Borgoña, sin embargo, no podía evitar que le afectara.

Sintiéndose triste se limitó a solo asentir con la cabeza.

—Hemos invitado a la reina Sucy.

«¡¡¡¿Qué?!!!» Otra noticia que la tomó por sorpresa.

—¡¿Qué hicieron qué?! —Su tono había sido tan alto que llamó la atención de otros. Avergonzada se disculpó en un susurro audible para los reyes.

—¿Hay algún problema? —preguntó preocupado el rey.

Rosalie lo miró con leve culpa y negó con la cabeza.

—Perfecto, hemos hecho alguna remodelación a tu habitación para que puedan descansar —dijo su madre.

«¿Descansar...?», pensó anonadada. ¿Ella dormiría con la reina? Más abrumada no podía sentirse.

—¿No hay otra habitación disponible?

—¿Otra habitación? —repitió el rey riéndose sutilmente—. ¿Para que deseas otra habitación? Has estado seis años con ella, no te avergüences. —La sujetó de los hombros—. Hiciste lo que debiste por tus tierras y estamos orgullosos.

«Rayos...» ¿Qué pasaría si les dijera que la reina no la había tomado de la manera que pensaban?

—La celebración se hará la otra semana.

«No vendrá», pensó con seguridad. Era muy extraño que Sucy asistiera a celebraciones consideradas de bajo estatus. Las únicas a las que iba eran creadas de reinos altos como: la Alta Borgoña, Betraña, Servia y Bernicia.

Sin embargo, grande fue su sorpresa que se presentará una semana después. El salón estaba lleno de varios príncipes, princesas, reyes y reinas de pequeñas tierras que tenían una amistad y alianza solida con Taric. Los decorativos eran bastante llamativos y el color dorado brillaba en su esplendor.

El sonido de la campana atrajo el interés de todos; alguien más se presentaría en esa noche. Y, cuando su nombre fue anunciado, la mayoría se sorprendieron.

—¡Con ustedes, la reina de la Baja Borgoña, Sucy Manbavaran!

«No puede ser...» Por poco se le derramaba el vino. La reina bajó los escalones de una manera elegante dando a relucir el vestido purpura de falda abierta que iba acompañado de un refinado pantalón largo del mismo color, pero un poco más intenso que poseía diseños tejidos atractivos; sus zapatos eran de plataformas poco altas y su flequillo ocultaba su ojo izquierdo como de costumbre, sin embargo, su cabello posterior se encontraba amarrado en una coleta.

Al llegar a la planta baja caminó enseguida en dirección a la segunda reina que se puso nerviosa, pero que intentó ocultarlo.

—Reina... es una sorpresa verla en estas tierras.

Sucy cruzó los brazos y se recostó de la pared cerca de la mesa de comida.

—Tendrás una hermana o un hermano, no me importa en absoluto. He venido solo por educación.

«Y porque los reyes probablemente te obligaron», pensó.

—Parece que todo marcha bien —dijo y agarró un trozo de jamón con la ayuda de un palillo.

Rosalie asintió y observó al frente a la multitud que la miraban. «Llama mucho la atención...»

—Las tierras están mejor de lo que esperaban. Parece que ya no me necesitan. —Rio con leve tristeza.

Sucy levantó una ceja y la volteó a ver con extrañes.

—¿Por qué tienes ese pensamiento tan ridículo en tu cabeza? Mis intenciones no es hacerte sentir mejor, pero, guiándome por la lógica, si no fuera por ti seguirían en la ruina. Además, si por algún motivo llegas a morir, perderán cualquier beneficio obtenido. En otras palabras, el contracto se rompería y no tendría por qué seguir enviando suministros.

«Eso es verdad...» No quería admitirlo, pero la reina tenía razón.

—¿Puedo contarle algo?

—Hm —soltó indiferente agarrando otro pedazo de jamón.

—Siempre pensé que sería la reina de Taric. Era mi deseo. Un deseo que ardía en mi pecho intensamente. Quería ayudar a las pocas personas que esperaban un cambio y ser... mejor gobernante de lo que son mis padres. Sin embargo--

—Te sientes reemplazada.

Había dado justo en el clavo.

—¿Cómo debería sentirme?

De nuevo, Sucy alzó una ceja.

—¿Quieres mi opinión?

—¿Sí...? —contestó confundida.

—Bueno. La manera en la que te sientes es bastante tonta desde mi punto de vista. Si no lo has notado has cumplido dos de tus deseos pasados. Puede que no seas la reina de este... ruidoso reino, sin embargo, has ayudado a las personas que viven aquí y has tomado mejores decisiones que tus padres, lo que te hace una buena gobernante —concluyó y otro trozo de jamón fue llevado a su boca.

—Oh... Ah... —El calor apareció en sus mejillas—. G-gracias...

Las personas continuaban tirándoles pequeñas miradas y a Sucy le estaba empezando a molestar de verlos "esconderse" entre sus murmuraciones. No le importaba en absoluto lo que pensaran o dijeran, no obstante, no quería recibir otro reproche de sus padres por no haberlo evitado. Ser una reina, era bastante irritante.

—Bailemos —dijo y la tomó de la muñeca sin dejarla responder.

Al estar en la pista, sus pasos se movieron al compás de la melodía tocada. Sucy observó de reojo a todos los rostros que la miraban, encontrando a uno que le causó curiosidad.

—Se pegajosa.

«¿Qué?», pensó sorprendida.

—N-no puedo —susurró—. Es un poco... incomodo.

—Debemos darle a entender a estas personas que vomitamos amor.

—¿P-por qué?

—¿Quieres estar envuelta en una controversia ahora mismo? No deseo responder preguntas molestas en esta noche y tampoco quiero que tus padres toquen el tema mañana. —La segunda reina la miraba con inseguridad y Sucy rodó sus ojos—. No será incomodo si las dos estamos conscientes.

—E-está bien...

Con lentitud y cuidado, sus brazos rodearon su cuello y su cuerpo acortó algo la distancia. Sus rostros se encontraban cerca, pero le extrañaba que la reina no estuviera viéndola; sus ojos estaban desviados a la izquierda. Y eso, la molestó un poco. Con nerviosismo se aproximó más sintiendo su respiración calmada chocar contra sus labios, logrando así captar su atención.

Los delgados dedos de la reina se situaron en su cintura y sus ojos la miraron con indagación, contemplando su delicada piel y sus parpados cerrados. La melodía continuaba escuchándose y el interés de las personas fue disminuyendo lentamente.

Los minutos pasaron y la posición cambió a una más agradable y cómoda para ambas, pero todo lo que empezó llegó a su final debido a unos pasos apresurados y furiosos de un joven que salió de la multitud.

Por supuesto, Sucy no le había quitado la mirada discreta que le dedicaba y, cuando estuvo cerca apartó a Rosalie con facilidad recibiendo el fuerte golpe de mano cerrada en su mejilla.

El sonido chocante contra su rostro, causó que la melodía se detuviera y que las miradas otra vez se posaran en ellas. Pero, para la sorpresa de todos, la cabeza de Sucy no se movió ni un centímetro resistiendo perfectamente el impacto. Con rapidez, quitó el brazo del joven y lo empujó con su otra mano enviándolo al suelo.

—¿Daniel...? —murmuró asombrada Rosalie, para después ver con miedo la expresión gélida de la reina.

Quería matarlo. Quería matarlo justo en ese momento. Nada le darías más satisfacción que verlo desangrarse frente a sus ojos, sin embargo, ella lo conocía, por supuesto que lo hacía. No se había comprometido con nadie al azar, sin antes conocer su pasado, aunque la información recibida no estaba completa.

«Daniel», repitió y su sonrisa causó más pavor. «Así que ese es tu nombre, bastardo». Una vena de su cabeza palpitaba con fuerza.

—Tú... —El príncipe se colocó de pie y la miró con ira—. Eres la--

—No estoy interesada en escuchar tu absurdo palabrerío —lo interrumpió—. No me importa —concluyó y le hizo una seña a su caballero.

—Espera —habló la segunda reina. Sucy movió sus ojos a su costado sin verla en su totalidad.

—No lo mataré —aseguró—. Mis caballeros se asegurarán de que reciba un castigo adecuado —dijo y movió su mano. El caballero empezó a llevárselo a rastras y sus gritos de insultos fueron ignorados.

El rey de Taric se acercó y el que era el padre igualmente lo hizo para pedirles disculpas por el atrevimiento de su hijo. La reina hizo un chasquido con su boca y avisó aburrida que se retiraría unos minutos para atender su herida.

En la habitación despojó una poción de color verde en un tubo de vidrio cilíndrico y derramó un poco del líquido espeso en su mano, para luego colocarlo en su mejilla y dar pequeños círculos hasta desaparecer.

Rosalie no demoró en hacerse presente y observarla con pena. El ambiente era claramente incomodo y a Sucy no le molestaba para nada.

—Gra--

—No funcionó.

Rosalie la miró con confusión.

—La poción —aclaró—, no funcionó.

—¿Se refiere a...?

De su maleta despojó otra botella de vidrio que tenía un poco de líquido azul.

—Resistencia. Se supone que no debería haberme creado alguna herida, pero la mejoraré.

«Espera, ¿Qué?» ¿Hasta ese punto llegaba a experimentar?

—¿Cómo...? ¿Cómo te sientes...?

Sucy se rio.

—Tu novio me golpeó —le recordó—, y no me dejaste matarlo. Vaya cariño que le tienes —comentó con burla.

—¿M-mi novio? No somos pareja.

La reina levantó una ceja y Rosalie exhaló molesta e indignada.

—Es solo un viejo amigo. No lo he visto en años y no creí que llegara a... lastimarte.

—No iba a lastimarme a mí —dio a conocer, sorprendiéndola.

—¿Cómo estás segura?

—Te miraba a ti —dijo y abandonó las botellas en la mesita de noche—. Lo estaba vigilando.

«Oh... eso era lo que miraba...» Ahora se sentía sumamente avergonzada por su acción anterior.

—Iré en unos minutos —avisó situándose cerca de la ventana donde tomó asiento en un sofá.

—Me quedaré contigo, si me lo permite.

Sucy suspiró no importándole. «Que caso...» Su mano izquierda se movió dándole acceso a tomar asiento en el lugar libre del mueble y su mirada se perdió en lo que se encontraba fuera del ventanal. Rosalie, aprovechó para mirarla con más detenimiento; su rostro pálido, sus ojos rojos, su cabello lila y sus labios, le creó una sensación cálida en su pecho.

Pero, notó algo más. «La cicatriz del brazo...» Era poco visible a comparación de antes, y estaba segura que no usaba algún tipo de maquillaje para cubrirla.

Los minutos fueron pasando y la impaciencia aumentó.

—Si no volvemos pensarán que estamos...

—Mejor. Así se calmarán las sospechas.

Asintió no muy segura. Otra vez el silencio se apoderó de la habitación, pero no duró mucho.

—¿Qué piensas de la muerte?

«¿Qué...?», se dijo extrañada. ¿Por qué le preguntaba eso tan de repente?

—Pienso que... es triste.

—¿Te sentirías triste si muero?

—Yo... no lo sé.

—¿No lo sabes? —Sucy la volteó a ver y se rio a lo bajo. Nadie llegaría a sentir lastima o tristeza por ella si desapareciera. El hada estaría más que contenta si lo hiciera, pero, ¿Por qué esa respuesta le había causado un leve sentimiento de decepción?

Ella suspiró y sus ojos otra vez se perdieron en las lejanías del reino, sin embargo, volvieron a posarse en la persona a su costado cuando esta empezara a delinear con su dedo índice la cicatriz que llegaba hasta su hombro.

El tacto era suave y frio; extrañamente nada desagradable.

—¿Qué estás...?

—Si tuvieras a alguien que... en realidad te importe. Alguien que quieras. —El color amarillo de sus ojos brilló con intensidad—. Aun así... ¿No tendrías miedo de morir?

«La muerte...» Sucy la miró por unos largos segundos en silencio y le sonrió confiada.

—Yo soy la reina de las pociones. La muerte siempre se resguardará en mi sombra.

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Fin del Cap. 35 (Diferencia de reyes)

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