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VOZ DE PODER

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Narradora Pov

—¿Dónde está?

—En el patio trasero del castillo, su majestad.

Akko asintió y se dirigió a buscarla. Su niña... La princesa había faltado a una de sus clases mientras se encontraba lidiando con los problemas de la escasez de territorio. Las tierras del Norte se hallaban casi terminadas, y las de Ulabel... aún pensaba exactamente qué hacer con esas personas.

No deseaba ser alguien cruel que le quitara los sueños y esperanzas a los que vivían en ese sitio, sin embargo, dentro de ella quería tomar esa decisión que calmaría una parte del enorme océano que la rodeaba; no obstante, ocasionaría una ola gigantesca en la otra.

¿Era tan malo quitarle la vida a las personas que detestaban a la mujer que tenía como rey? No le parecía de esa forma, pero tampoco quería ir en contra de los deseos de Diana.

Aun así, ella era una reina y haría lo que fuera necesario para conservar la armonía, no obstante, si debía buscar otras soluciones para no causarle un mal disgusto a su rey, lo haría.

—¿Alice? —llamó, pero no recibió respuesta alguna.

Akko tuvo una idea de donde se encontraba y no dudó en buscarla primero en ese lugar.

Los enormes cuadrados de pajas resaltaban en su esplendor y los pequeños ponis cabalgaron con prisa cuando la puerta fue abierta. La reina se asustó ligeramente, pero lo dejó pasar de inmediato, para después encontrarla acostada abrazando sus piernas en un pequeño nido de paja que ella misma había hecho y donde ingresaba una sutil luz.

Exhaló y se aproximó con lentitud. Seguidamente, su mano derecha tocó la madera más cercana para llamar su atención.

—¿Puedo pasar?

La princesa no respondió encogiéndose más. Akko tomó su acción como una respuesta negativa, sin embargo, avanzó con confianza.

Cuidadosamente se sentó a su costado no importándole que su vestido de color piel con encajes y cuello abierto, se ensuciara.

—¿Por qué viniste? Estoy escondida.

—Ante mis ojos no puedes esconderte —dijo y le extendió la mano—. Mamá siempre te encontrará.

Alice la contempló y demoró unos segundos en tomarla. Con cuidado fue acobijada por el cuerpo de la reina, y una vez cómoda movió ligeramente su cabeza contra su pecho.

—No quiero estudiar, es aburrido.

Una sonrisa adornó los labios de la mujer que la sostenía. «Lo sé...» Era realmente fastidioso. Lo entendía a la perfección, puesto que, en sus días de juventud la obligaron a aprenderse cada libro de la biblioteca. Y era una completa atrocidad si tomábamos en cuenta la cantidad que había, sin embargo, gracias a esos conocimientos había podido resolver varios problemas del reino, aunque algunos los consideraba irrelevantes.

«Esa información...», pensó. Lo que estaba haciendo era lo mismo que sus progenitores hicieron con ella. Le parecía normal, pero ahora que tomaba en cuenta el comportamiento que estaba teniendo su princesa, la hacía sentir bastante mal.

Era mucha presión para una niña.

—Podemos empezar con tu entrenamiento hoy —dijo—. ¿O prefieres jugar?

—Quiero hacer magia —murmuró extendiendo su pequeña manita.

—Intenta hacer magia.

—¡¿Enserio?! —exclamó saliendo de su cálido escondite.

Akko le sonrió quitando un mechón de su rostro y asintió en seguridad. Alice le devolvió el gesto con ilusión; sus ojos brillaban de alegría y su corazón latía con emoción. Rápidamente abandonó su cómodo asiento y se paró frente a los ojos de la reina.

Justo antes de que dijera el hechizo, Akko se arrepintió al instante al recordar las consecuencias que tendría si algo salía mal; Diana no se encontraba presente y el hada solo podía ser llamada por ella.

Pero, por suerte, el conjuro salió a la perfección creando lo que se presentaba en una temporada en especifica. «Nieve...», se dijo y mostró su palma dejando que uno de los copos descansara plácidamente.

El sonido de la risa infantil llenó por completo el lugar.

—¡Ja, ja, ja! ¡¿Lo viste, mamá?! ¡Lo hice!

Akko le prestó atención y sonrió complacida.

—Felicidades.

A pasos lentos se aproximó y la cargó en sus brazos. La niña estaba realmente feliz y eso era suficiente para calmar cualquier emoción de estrés, enojo y cansancio que sintió previamente debido a los trabajos acumulados; Diana no estaba en el castillo y, por ende, le tocaba hacer lo debido para mantener el reino.

«Mi niña...», pensó mirándola con cariño. No tardó en llenar su mejilla de besos y decirle palabras amorosas.

—¡No, suéltame!

Akko se rio y se detuvo, para luego depositar un solo beso en su cabeza y apartar un mechón rubio de su rostro.

—Te quiero demasiado, Alice. —La niña frunció el ceño no estando contenta de la avalancha de amor fraternal recibido.

Nuevamente la reina se rio y di pequeñas vueltas en su mismo eje disfrutando del frio acogedor que, únicamente, existía en el corral. Alice agarró aire con alegría y Akko se detuvo. Y, a punto de decir una palabra, la princesa la interrumpió.

Through the dark, through the door. Through where no one's been before. But it feels like home.

Lentamente pidió con un leve movimiento bajar de sus brazos. La reina se lo permitió y la observó con asombro avanzar. La nieve continuaba descendiendo e iba en aumento por sus emociones.

They can say, they can say I've lost my mind.

«¿Cómo...?» Ella no podía creer lo que escuchaba. Alice cerró sus ojos y juntó sus manos en el pecho, creando una leve luz verde.

'Cause every night I lie in bed, the-- ¡Mira, mama! —exclamó enseñando lo que había creado.

La pequeña ave hecho de nieve intentó volar, pero por su pesado cuerpo cayó en el frio suelo. Akko levantó una ceja y se acercó para otra vez tomarla de nuevo en sus brazos.

—Ow... —murmuró con desánimos observando al animal.

—¿Dónde...? ¿Dónde aprendiste a cantar?

—Mamá lo escribió.

«¿Lo escribió?», se repitió. «Que extraño...» Diana no era de dejar en cualquier sitio aquel cuaderno que llevaba consigo casi la mayoría del tiempo. «Eso quiero decir...» La princesa lo había tomado y, posiblemente, espiado sus intentos de canto.

«Oh no...» A Diana no le gustaría saberlo.

—Es una hermosa voz —dijo alguien captando la atención de las dos.

—¿Mamá...?

La reina sonrió y miró a la niña.

—Parece que está comenzando a desarrollar el don de Diana.

—¿L-lo oíste? —dijo emocionada—. ¡Es impresionante! —exclamó—. ¿Crees que la magia esté involucrada?

—Bueno... no sé mucho de cosas mágicas —contestó Isabella acercándose—. Pienso que, el canto es un talento hereditario —acotó y extendió sus manos hacia la princesa quien accedió con contento de inmediato.

Akko sonrió. Diana cantaba y le encantaba su voz. Y ahora, Alice había demostrado ser capaz de hacerlo también. «Ese talento...» Le fascinaba, aunque era una lástima que su rey lo abandonara casi por completo después de la muerte de Amanda.

—Es una pena que Diana no estuviera para escucharla —dijo y se aproximó para colocar con delicadeza los mechones rubios de Alice detrás de la oreja. La niña se recostó en su hombro y cerró sus parpados.

Akko entendió enseguida y le pidió con la mirada a su madre que la llevara a la habitación. Isabella asintió en compresión, pero antes de retirarse cumpliría con el motivo por el cual la había buscado.

—Tienes visitas.

«¿Visitas?», reiteró frunciendo levemente el ceño.

—La reina de Betraña y la reina de la Alta Borgoña te esperan en el salón —avisó.

Su expresión cambió a una de confusión. ¿Qué hacían las reinas en sus tierras? No había pasado mucho desde que se habían visto. Sin perder el tiempo se despidió de la reina y se dirigió al salón de reuniones.

Al llegar las observó sentadas hablando entre sí y, cuando se percataron de su presencia se pusieron de pie para recibirla.

—Lamento la visita repentina —dijo Hannah.

—¿Han venido juntas?

Lotte y Hannah se miraron, y negaron ligeramente con la cabeza.

—Ha sido una coincidencia que nos topáramos a mitad del camino —respondió la reina de Gran Betraña.

Akko asintió en compresión e hizo una seña con su mano para que la siguieran. En ese día, como cualquier otro, debía cumplir con ciertas responsabilidades.

—¿A qué se debe su visita?

Las reinas se miraron entre sí una vez más.

—Mis hombres han visto a caballeros de Dunot en mis tierras.

«¿Caballeros de Dunot?», repitió asombrada.

—Yo también. Felix no le interesa, pero recibí una noticia de un caballero acerca de sus apariciones por el pueblo. Esto está tomando un camino desagradable, Akko. ¿Has pensado en la consideración de mi propuesta con respecto al reino Red Sea?

Akko les hizo una seña y salieron del castillo, para después acercarse al caballero real, Luca River, y ser guiadas a uno de los carruajes. Una vez dentro y avanzando, habló.

—He tomado en consideración tu propuesta y requiero un poco más de tiempo antes de tomar una decisión.

—Me gustaría conocer el motivo de tus dudas.

—Bernicia no está en posición de tomar reinos aliados —aclaró—. ¿Qué te llamó la atención de ese reino? Puedo ver tu claro interés.

La reina exhaló y sonrió sutilmente.

—Soy la sombra de Felix, y no puedo proponer una alianza cuando el poder no está en mis manos. Además, Bernicia tiene un mayor reconocimiento y sin dudar tomarán una pluma y firmarán.

—Esa no ha sido mi pregunta.

Hannah se recostó y cruzó sus piernas y brazos.

—Estoy preocupada.

—¿Tienes miedo? —consultó mirándola con más suavidad.

La reina asintió.

—¿Y tú? —se dirigió a Lotte.

Ella igualmente lo confirmó con un asentimiento.

—El hecho de que tengamos a varios caballeros y podamos enfrentar a Dunot, no estamos preparados para una guerra a tan alta escala.

—En eso tienes razón, Lotte, sin embargo, quiero que tomen en cuenta el potencial de cada reino aliado de Bernicia, e incluyendo el tuyo. Betraña, Baja Borgoña, Alta Borgoña y Servia, son los actuales reinos que conservan una alianza con Bernicia.

—Hablando del reino de Servia, ¿No has recibido alguna carta de él?

Akko negó con la cabeza y llevó una de sus manos al mentón. «Que extraño...» Si había caballeros enemigos en las tierras de la Alta Borgoña y Betraña, significaba que también deberían haber estado por Servia. Era posible que la carta estuviera en camino.

La carreta se detuvo y el caballero real abrió la entrada.

—Síganme —ordenó.

El lugar estaba húmedo, dando como señal de que pronto llovería. Akko observó el cielo oscurecerse y después a lo que se encontraba frente a sus ojos. «Terminemos rápido».

Enormes catapultas; grandes rocas; cantidades extraordinarias de armamentos y caballos; hombres y mujeres de todos los tamaños, aspectos y color; y una suma impresionante de espadas forjadas con acero Valyrio, era lo que se encontraba en una parte poco alejada y oculta del castillo; en un gigantesco lugar.

Los gritos de los caballeros entrenando, hombres y mujeres trabajando, eran lo único que escuchaban las reinas.

El sitio era más grande que el castillo en anchura y las catapultas más altas que los hogares de segunda planta del pueblo de Bernicia; en total se hallaban más de quinientas bien colocadas y construidas en filas. Listo para llegar a moverlas y utilizarlas de ser requerido.

—Su majestad.

—Su majestad —dijeron los caballeros al verla.

Su andar era firme y su ceño estaba levemente fruncido. Las reinas la siguieron contemplando con sutil sorpresa todo lo que las rodeaba. Era la primera vez que se hallaban en ese lugar; solo pocas personas del exterior tenían acceso.

Al haberse adentrado y pasado por el enorme pasillo que las guio al patio trasero, contemplaron a hombres arqueros practicando la puntería y a otros creando más de las puntiagudas flechas que, fácilmente, se incrustaría en cualquier cuerpo si eran lanzadas con buena precisión y distancia.

E igualmente hombres con espadas, escudos y armaduras estaban puliendo sus habilidades.

—¿Cuantos? —le consultó a un persona barbuda y corpulenta de aproximadamente cincuenta años que apoyaba un hacha en su hombro.

—Setenta mil.

—¿Cuantos en la academia?

—Cinco mil como muchos estarán listos para combatir en este año.

Akko asintió.

—Quiero más —ordenó refiriéndose a las catapultas—. Y aumenten las defensas. —Volteó a verlo—. Asegúrese de que estén más hombres y mujeres resguardando el muro que protegen las tierras de Bernicia.

El hombre la miró desde arriba y asintió, para después retirarse.

—Esto es impresionante... —murmuró Lotte.

La reina sonrió y giró a verlas.

—Les muestro el poder de Bernicia. El poder del reino número uno —soltó con orgullo.

—¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco! ¡¡¡Ahora!!!

Las flechas fueron disparadas, las espadas chocaron con fuerza y los pasos de caballeros avanzando en coordinación creando un sonido estremecedor.

«Esto es una locura», pensó Lotte abrumada. «Y con Diana...» Sus parpados se abrieron en grande. Bernicia era impenetrable. No quería ni imaginarse a lo que se enfrentarían los reinos que intentarán poner un pie en esas tierras; todo le parecía un sobre exceso absurdo de poder.

Hannah estaba de la misma manera; siendo ella la mejor amiga de la reina, nunca esperó llegar a ver la verdadera fuerza de Bernicia. Y eso que no incluía a los caballeros que se encontraban en el pueblo y los que estaban en los reinos Biraz. «Increíble...»

Akko sonrió complacida al ver sus reacciones y las miró con un brillo en sus ojos que no caracterizaba ninguna emoción cariñosa; esos ojos... rojos e intensos, eran los ojos de una verdadera reina.

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Fin del Cap. 33 (Voz de poder)

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