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EL REY DE BERNICIA
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Narradora Pov
—¿Qué intentas decirme? Explícate ahora —ordenó fastidiado de su parloteo.
—¡¡¡El rey!!! ¡El rey de Bernicia! ¡Está en las tierras de la Baja Borgoña! —exclamó aterrado el joven caballero que había logrado verla. Con fuerza pegó su frente contra el suelo—. ¡Ruego por una retirada inmediata!
«La bruja...»
—¿De cuánto es la baja? —consultó con más tranquilidad.
El joven levantó la cabeza y lo miró espantado.
—¡Doscientos...! ¡Doscientos caballeros fueron asesinado en un instante!
Sus ojos débilmente se entrecerraron y su cabeza se apoyó en su puño derecho.
—Servirás a tu reino y cumplirás con tu papel. Prepárate para la siguiente batalla.
El caballero se quedó congelado.
—¡¡¡No lucharé contra eso!!! —gritó colocándose de pie—. ¡¡¡No pelearé contra ese mons--
Un segundo. Un segundo le tomó al caballero a su costado cortarle la cabeza. La sangre se derramó y espació en el frio suelo. El rey no titubeó ante su precipitada muerte y miró de reojo a su fiel servidor. El joven entendió enseguida y se retiró de la carpeta para dar la orden.
Aún no había perdido y su plan seguía en marcha. Al recordar esto, una sonrisa se dibujó en sus delineados labios. «Bruja... ¿En verdad debo considerarte un rey?»
***
Hace 7 años atrás...
—¡Mi reina! —exclamó uno de los mensajeros acercándose con prisa.
La reina volteó y lo miró con desdén, pero una de sus cejas se levantó al verlo recuperar el aire perdido.
—¡Mi reina! El rey de--
—¡Háganse a un lado! —gritó alguien ingresando al pasillo principal del castillo.
Akko frunció el ceño no gustándole las presentaciones de ese tipo. Pasó a un lado de su sirviente y caminó con tranquilidad hacia la presencia inesperada en su hogar. Su mano derecha se movió dando la orden a las personas presentes para que se retiraran; ellos de inmediato obedecieron.
—¿Puedes explicarme lo que has hecho?
—Su tono es bastante desconsiderado, rey.
El hombre frunció el ceño y, levemente avergonzado continuó hablando, pero con más educación. Su cuerpo estaba rígido demostrando su reciente enojo. La venida inesperada del rey, no solo había tomado por sorpresa a la reina.
—¿Hay algún problema?
—¡Por supuesto, Akko!
—Reina Atsuko —le corrigió.
En el pasillo del castillo se estaba armando un alboroto del cual no le gustaba para nada. Su rey, por suerte, no se encontraba en ese lugar, puesto que, estaba dedicándole tiempo a su tarea de esa hora: practicar la magia.
—Te conozco desde que eras una niña. ¡Te veía en las reuniones que hacía tu padre! —recordó.
—Aunque, es cierto que en el pasado tuvimos varios encuentros, no significa que ahora tenga la confianza para interrumpir mis deberes y entrar a mi castillo sin un aviso anticipado. —Su voz continuaba firme e igual su postura.
—Ella no es humana...
—Lo es —le aseguró.
—¡Asesinó a más de mil caballeros! ¡No puedes considerar eso un humano!
—¿Y a nosotros cómo nos consideraría? —Otra vez el ceño del rey se frunció—. Somos reyes y nuestro deber es gobernar de manera pacífica a las personas que nos sirven. Mantener la armonía con un comportamiento adecuado no causará algún desastre con la alianza que conservamos hasta el momento.
—¿Por qué le propusiste ser rey de un reino tan importante como lo es Bernicia? Ella no lo merece. Pudiste haberle obsequiado unas tierras.
—Mi rey ha salvado la vida de miles de personas, e incluyendo la mía tomando a cambio otras. Es digna de ser rey y de ser amada.
—No puedes amar a algo tan inhumano —soltó incrédulo apretando sus puños—. Las personas hablan de la hazaña que cometió en las tierras de la Baja Borgoña; hablan de las pérdidas que hubo. No he parado de escuchar la misma historia una y otra vez. ¡Una historia que parece sacado de un cuento de hadas! ¡¿Magia?! ¡Lo he visto y me parece completamente absurdo!
—Al tomar en cuenta su comportamiento y palabras, no está complacido con mi decisión. Sin embargo, parece que debo recordarle que no necesito de su aprobación para tomar dichas decisiones.
—No es humano. Es un arma. La peor arma que puede poseer este reino. ¡Nadie debería ser dueño de dicho poder!
—¡Suficiente!
El lugar quedó en un silencio desagradable. No había nadie más en el pasillo y los sirvientes evitaron pasar por ahí. Una incómoda y molesta situación se estaba llevando a cabo; nadie buscaba una sentencia o un castigo perpetuo; y a nadie le gustaría toparse con una reina enojada.
—Entendiendo su preocupación y disgusto hacia mi decisión, pero no dejaré que insulte a mi rey por un pensamiento erróneo. No olvide que está hablando con la actual reina de Bernicia, dueña de uno de los reinos que ha conservado su poder en el primer puesto por muchos años. Y uno que lo ha apoyado en diversas controversias y suministros.
Estaba más que claro el hombre era más alto que ella, cercano a la altura de su rey, pero, eso no le quitaba autoridad.
—¡Yo ayudé a Bernicia!
—Mi reino no le debe nada.
—¡¿Cómo puedes decir eso después de todo lo que pasó cuando tu padre estuvo al mando?!
—Mi padre, el anterior rey de Bernicia, se encuentra a favor de mi decisión.
—Mentira —negó molesto—. Lo conozco. —Sus puños otra vez hicieron una fuerte presión—. Él no aceptaría tan inmoralidad.
Akko lo miró con cansancio y aburrimiento. Era cierto que algunos reyes no habían estado de acuerdo con su compromiso y la mayoría de ellos no asistieron a su coronación, dando por hecho, la anulación de su acuerdo.
Se consideraba una total falta de respecto no acudir a un acontecimiento tan importante como lo era la coronación de la siguiente al mando de las tierras más relevantes que existía. Lo que significaba que Bernicia no les respondería en ninguno de los casos.
El reino estaba perfectamente bien desde el punto de vista de Akko. Ella no los necesitaba; no necesitaba de nadie más que no fuera a su rey, sus amigas y a sus padres.
Al no recibir alguna respuesta, el hombre dio por asegurado sus palabras y no dudó en pasar su mano por el rostro y peinar su cabello dorado hacia atrás con clara frustración y muy ligero miedo.
—¿Qué has hecho, Alcides...? —murmuró.
Era extraño. Era verdaderamente extraño para él que, el hombre que tanto admiró por muchos años accediera a tal decisión, sin embargo... «¿Quién no lo haría?» Por lo visto y escuchado, poseía magia. Un poder tan extraordinario que nunca antes había visto. «Tiene sentido...», se dijo y sus músculos se relajaron.
«Que egocéntrico eres, Alcides». El rey llegó a una conclusión propia y sonrió mostrando sus blanquecinos dientes. Su barba rubia y sus ojos celestes le daba un toque más resplandeciente.
—Pido disculpas por venir sin avisar. Parece que mis impulsos emocionales actuaron sin dejarme pensar —recitó y miró de reojo encima de su hombro a una persona acercarse, para luego volver a mirarla—. Lamento mi interrupción e intrusión, no volverá a suceder. Tiene mi palabra.
Akko suspiró suavemente, pero no dejó de mirarlo de la misma forma anterior. Ella no bajaría la guardia, aunque lo conociera. El rey, dueño del décimo quinto puesto de los reinos más fuertes, era considerado un peligro menor si llegaba a poner un pie en falso en sus tierras.
Bernicia tenía la capacidad para destruirlo, sin embargo, lo que menos deseaba era empezar algún debate que acabara con miles de vidas.
—Si no es una molestia, me gustaría conocerla mejor.
En la cena donde se presentó, no logró dirigirle la palabra. Pero, Akko, lo negó.
—Le prohíbo acercarse a mi rey.
El hombre se sorprendió, sintiéndose otra vez indignado; su orgullo pareció haber sido lastimado en ese momento. No obstante, no iba dejarse fácilmente.
—No es algo que podrás evitar. El rey debe asistir a las ceremonias, a las festividades y a las juntas de urgencia.
—No me malentienda, no he dicho que no llegue a verla, sin embargo, no permitiré que le dedique la palabra.
—Es de mala educación que el rey no converse con los demás.
—Le aseguro que mi rey no buscará empezar una conversación con su persona.
Levemente aún asombrado de las respuestas de la reina, sonrió y asintió en entendimiento.
—Me gustaría hablar con tu padre.
—El antiguo rey no se encuentra en estas tierras.
«Alcides...» Su sonrisa fue más forzosa. «Como siempre aprovechando tu tiempo».
—Entonces, le agradezco por aclarar mi memoria. Me regresaré a mis tierras y le prometo mantener la paz si su... intento de rey, no empieza una discusión.
—Bernicia conservará la armonía —dijo sin más, manteniendo sus ojos rojos, cual fuego viviente, anclados a los ajenos.
—Bernicia posee unos lujos extraordinarios, no puedo evitar el pensar de que no estuvieran conforme con las fuerzas que actualmente guardan.
—No se trata de conformidad.
«Claro...» El ambiente incomodo había aumentado, pero Akko no dejó que fluyera más.
—¿Cuáles eran sus motivos al presentarse ante mí de esta forma?
—La bruja no puede luchar en un solo bando y menos ser rey de un reino que ya posee suficiente fortaleza. Puedo apostar que no pensó bien los contras que conllevaría su decisión. —Sonrió con orgullo—. No soy el único disgustado de eso, ¿verdad? —Akko arrugó tenuemente su ceño—. La bruja debería vivir libremente, sin alguna atadura. Antes nadie sabía lo que era, y era mejor de esa manera.
«Sin alguna atadura...», reiteró en su cabeza. «Eso es bastante descuidado». La reina conocía las intenciones de las personas en el exterior y no deseaba que Diana quedara como su madre. «Solo por ver magia...» La habían capturado y, posiblemente, torturado.
Se encontraba segura que cualquiera le pondría la mano encima después de ver lo que hizo en las tierras de la Baja Borgoña, aunque, su rey fuera alguien increíblemente fuerte, no podría combatir contra tantos en una situación apretada: su magia apenas estaba comenzando a ser desarrollada y lo sucedido en esas tierras, había sido un golpe de suerte.
—La desconformidad de las personas ajenas a mi reino que perdieron su alianza con Bernicia, no son de mi incumbencia. Es cierto que mi reino posee ciertos beneficios tanto alimenticios como materiales de otras tierras, pero mis motivos van más allá de empezar una controversia. —Su cabeza se ladeó un poco—. Deseo reinar en armonía. ¿Es eso mucho pedir?
—Para conseguirlo en este mundo, tienes que pagar un alto costo.
—Ya veo... —Era obvio que las cosas no se iban a mantener calmadas para siempre—. El reino no caerá mientras me tenga como su reina. Bernicia responderá —aclaró levantando un poco el tono—. Por favor, le encomiendo la tarea de trasmitir el mensaje a Golya, Nazarí, Vriven, Braesal, Karat y Cidorial. —Todos los reinos que no asistieron a su coronación.
El rey tensó la mandíbula y asintió con esfuerzo. «Lo que has creado...», pensó teniendo en mente al antiguo gobernante. No obstante, su enojo no duró mucho por un pequeño animal hecho de papel que se posó en el hombro de la persona que lo sacó de sus estándares.
Ella lo tomó con confianza y lo leyó. En pocos segundos una sonrisa se dibujó en sus labios y volvió a mirarlo.
—No dejaré pasar sus palabras en este día y tome en consideración las mías. Hemos terminado.
Sus puños de nuevo se apretaron con fuerza.
—No ha acabado. Aún estás comenzando a reinar, te aconsejo tomar buenas decisiones y abandonar lo que has tomado como tu rey.
Akko rio sutilmente.
—¿Un reino tan bajo como el suyo entregándome consejos a mí? —Su ceja se levantó y su sonrisa desapareció—. Ella es el rey. El rey de Bernicia. Y eso no cambiará, jamás.
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Fin del Cap. 31 (El rey de Bernicia)
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