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LA REINA DE LA BAJA BORGOÑA

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Narradora Pov

«Falta poco...», pensó mientras vertía con cuidado la pequeña gota en la botella de vidrio. La gota cayó creando una leve nube de color verde que dibujó una sonrisa en sus labios. «Un paso más cerca», se dijo y buscó su cuaderno para apuntar su progreso. Quedaba poco; verdaderamente poco para que concluyera con lo iniciado.

En ese día Cavendish se había ido a buscar a la falsa bruja que encontró con ayuda del hechizo realizado el día anterior. Ella notó que no durmió en toda la noche, pero no dijo nada al respecto. Sucy no era Akko como para cuidarla, sin embargo, sabía que si algo malo llegase a pasarle a Diana lo pagaría bastante caro. Lo bueno era que sólo se debilitó.

Rosalie había tomado el descanso que le pidió hace un mes y tres días atrás. Por fin la reina se encontraba en sus aposentos y los antiguos reyes se paseaban por el castillo como de costumbre, mientras ella trabajaba en una nueva y mejor creación con la poca magia que conservaba.

En el momento que terminó de escribir y ojear la poción, dos toques en la puerta captaron su atención. Hizo una mueca de disgusto y lo ignoró enseguida, no obstante, no se esperó a que la puerta fuera abierta de golpe por su señor padre.

—¡Nos están atacando!

«¿Qué?», pensó confundida. Rápidamente abandonó la oscura habitación con iluminaciones moradas, verdes, amarillenta, azulejas, etc. Habían de cada tipo de color. Al encontrarse fuera observó al personal del castillo alarmarse por la noticia. El reino de Dunot había puesto en marcha su plan.

Ella debió suponerlo, pero lo dejó a un lado cuando Cavendish no encontró ningún rastro de los caballeros mencionados por sus ciudadanos. Su ceño se frunció ligeramente y actuó con tranquilidad.

—Despierten a Rosalie y vayan a refugiarse en esa especifica habitación. Que los sirvientes te acompañen e ingresen a la otra.

—¿No vamos a luchar? —preguntó indignado.

—Empezar una pelea en estas circunstancias sería estúpido. No tenemos la caballería necesaria para contratacarlos. Estaremos seguros hasta que el reino de Bernicia responda —dijo y se movió con prisa hacia la entrada principal del castillo.

Las personas corrían y la reina los calmó guiándolos al lugar seguro del castillo. Pasaron los minutos en donde más ciudadanos entraron escoltados por los caballeros, y Rosalie bajó por las escaleras con una vestimenta que le creaba un poco de vergüenza.

—¡Cierren la puerta! —ordenó.

—Sucy —llamó llegando a tomar su brazo.

—¿Qué haces aquí?

—El rey me levantó y...

—Ve —le ordenó.

—¿Q-qué hay de ti?

—Iré en unos minutos —avisó y se zafó con brusquedad del agarre.

***

Las personas se encontraban seguras debajo del castillo, sin embargo, no todas tuvieron la oportunidad de estar en ese sitio. Una gran cantidad no había podido llegar y estaba siendo asesinadas por los caballeros del siguiente que estaba en la lista negra de Bernicia.

Sucy veía todo por el hechizo que había realizado Diana con anterioridad. La nube de color morada se creó ante sus ojos mostrando los territorios invadidos en la Baja Borgoña.

Niños, jóvenes y adultos eran matados por iguales. Rosalie y los antiguos reyes miraban con miedo, disgusto y molestia lo que ocurría.

—¡Tenemos que hacer algo! —exclamó Valerius cansado de estar sentado sin mover un musculo—. No podemos quedarnos quietos mirando como destruyen nuestro reino y asesinan a nuestra gente por... ¡Tercera vez!

—Valerius, cálmate —pidió la señora.

—No te angusties. Tengo un plan.

—¡¿Y cuándo pondrás a prueba ese plan?!

—Cuando Cavendish aparezca.

Y justamente la encontró, sin embargo, había quedado rodeada por más de doscientos caballeros. «No la subestiman», pensó mirando con atención. Ella sabía lo que acontecería y debía prepararse.

El caballo de Diana relinchó levantando sus dos patas delanteras. Intentó encontrar alguna salida, pero no lo logró. Los caballeros iban a matarla a toda costa y los que se hallaban contemplando lo que sucedía no podían hacer nada.

«Hazlo...», se dijo Sucy esperando impacientemente. Diana se bajó del caballo y los caballeros la apuntaron con las espadas y se protegieron con sus escudos. Ella demostró contundencia y firmeza, trasmitiendo miedo e inseguridad a sus adversarios.

Lentamente dio dos pasos y, al percibir flechas provenientes de arriba sus ojos azules brillaron. En ese momento Sucy salió con prisa de la habitación.

—¡¡¡Ah!!! —exclamó Diana.

Su cuerpo deliraba. Sentía sus músculos desgarrarse por el uso de la magia a esa magnitud. Era extremadamente doloroso. El hechizo los levantó del suelo y los dejó caer con tanta fuerza que los mato al impactar; muchos huesos crujieron y la sangre se esparció.

Las flechas previas se habían vuelto cenizas cuando intentaron tocarla y las espadas cayeron como gotas de lluvia.

Todo había acabado en cuestión de segundos.

—Por los dioses... —murmuró Valerius en asombro.

En la nube que daba la vista de los territorios de la Baja Borgoña apareció la reina principal que atrapó a Cavendish antes que cayera inconsciente. La cargó en peso y se dio la vuelta dispuesta a regresar.

Sucy divisó como nuevos hombres enemigos se aproximaban y se apuró con el cuerpo de la bruja en sus brazos. Lo que no sabía era que una reina, específicamente la de Bernicia junto a las demás que, casualmente, estaban en el castillo, se encontraba viendo lo que ocurría mientras daba ordenes rápidas a dos de sus caballeros reales.

Los caballeros de Bernicia se estaban alistando para ayudar lo más rápido posible a la Baja Borgoña.

Al llegar a la habitación subterránea abandonó a Diana en una de las camas y regresó su vista a la nube morada. Poco a poco ésta empezaba a desaparecer y ella vació más agua en la jarra y agarró uno de los frutos arrojándolo con cuidado de no salpicar. Una nueva nube apareció casi al instante.

Los caballeros seguían luchando con intenciones de salvar a las personas que trataban de huir, y Sebas y Luca se encontraban lastimados y cansados, mas sin embargo, no tenían intenciones de rendirse.

Lo que más enojó a la reina fue ver a hombres de su rival robarse las pociones que tenía. Su puño se golpeó con fuerza contra la mesa y sus ojos se cerraron. «No te desvíes. Concéntrate», pensó y escuchó una leve queja proveniente de Cavendish.

—Bienvenida de regreso, bruja —dijo.

Diana intentó levantarse, pero su cuerpo dolía y se sentía demasiado debilitada. Sus músculos estaban desgarrados y un simple movimiento la hacía casi gritar, sin embargo, con ayuda de Rosalie logró sentarse en la cama sin hacerlo.

El rey le agradeció con sus ojos cristalinos por aguantar el dolor, y luego le dirigió la mirada a Sucy.

—¿Q-qué... hacemos...? —preguntó. Le costaba también hablar.

—Te conseguiré una poción.

Diana frunció el ceño y el antiguo rey igual.

Valerius: ¿No esperaríamos a los caballeros de Bernicia?

—Cuando lleguen me habrán robado todo y las personas que necesito para mis pruebas estarán muertas. No me sirven los voluntarios sin vida. Además, es posible que nos encuentren.

Josephine: Pero... no tenemos los caballeros suficientes para...

—Lo tenemos —dijo y miró a Diana—. Ella. —La apuntó—. Esa persona es dos veces más fuerte que una caballería de siete mil hombres. Puedes acabar con ellos —aseguró dirigiéndose a ella.

—N-no puedo... usar... magia.

—Lo sé, pero con ayuda de la poción podrás. Te la conseguiré, la beberás y todos terminaremos con una felicidad a corto plazo. ¿No suena eso encantador?

—Deja tus bromas...

Sucy se rio y se acercó a un mueble que estaba en el lugar. Abrió los cajones sacando unas correas con cinco bolsillos que contenían pequeñas y filosas cuchillas, y se colocó una en cada muslo.

Seguidamente se puso un cinturón en su cintura que tenían tres pociones de diferentes colores y unas cuantas cuchillas más. Los presentes la miraban con extrañes. ¿Qué tramaba hacer? La capa con capucha de color negro hacia juego con el vestido largo, suelto y ajustado a la cintura que poseía. Los zapatos fueron remplazados por botas con leves plataformas y de la misma tonalidad.

Ella sopló levemente a un costado apartando su flequillo del ojo izquierdo y se aproximó a la puerta. Los reyes seguían confundidos e, igualmente las reinas que se encontraban mirando lo que sucedía gracias a la magia. ¿Acaso ella sabía defenderse?

—Ya regreso —dijo con serenidad.

—Sucy —llamó.

Ella la miró de reojo encima de su hombro, deteniendo su mano en la argolla de la puerta.

—Gracias... por salvarme.

—Agradécemelo después, Cavendish.

La reina abandonó la habitación y subió los escalones con los ojos en su persona de los reyes previamente mencionados.

—¿Qué va a hacer? —dijo Lotte asustada.

—No lo sé... —murmuró Akko un poco desconcertada.

Sucy subió las escaleras hasta llegar a la planta superior donde los caballeros estaban. Ella se aseguró de que no hubiera uno cerca que la viera salir y diera con el paradero de los demás.

Al encontrarse fuera empezó a caminar en dirección a la habitación donde estaban sus preciadas pociones. Encontró enemigos por el camino que asesinó con agilidad lanzando las cuchillas y clavándolas en sus cuellos.

Cuando una de éstas chocó contra un escudo de hierro frunció el ceño. Se acercó con rapidez y evadió los ataques que iban en su dirección. Su cabeza se movió a un costado y su cuerpo se agachó, para luego dar una patada con tanta fuerza e impulso que colisionó contra el mentón del caballero quitándole la vida casi al instante.

La reina tronó su cuello y continuó avanzando con heridas leves. Al llegar al pasillo de su objetivo habían más contrincantes de lo que imaginó. «Mierda...» Se dio la vuelta y comenzó a correr en el sentido contrario. Tendría que usar el otro método de entrada si quería conseguir la poción.

—¡Vayan por ella!

Una de las pociones en su cinturón fue lanzada en el piso causando que algunos de los caballeros que la perseguían se deslizaran y cayeran. Los otros saltaron a sus compañeros y continuaron persiguiéndola.

Avanzó con prisa y se desvió para subir unos escalones que la guiarían a la parte superior del castillo. Los caballeros intentaban seguirle el paso, pero era bastante rápida. Su cuerpo curvilíneo, delgado y bien desarrollado y trabajado le daba la capacidad de moverse con mayor facilidad.

Al llegar cerró la puerta y le colocó un barril encima. Seguidamente vertió la poción creando una llama de fuego que empezaba a consumir rápidamente la madera, para después dar un pequeño vistazo a la gran distancia que estaba del suelo.

Su mirada se levantó contemplando el pueblo ardiendo de la misma manera que lo hacía el barril y la puerta. No le quedaban muchas cuchillas y debía guardarlas, no obstante, iba a requerir de solamente dos en ese momento.

Se empezaron a escuchar golpes de los hombres del reino de Dunot intentando pasar. Con rapidez agarró una de las pociones en su cinturón y le quitó el tapón que tenía. Seguidamente lo vertió en las cuchillas dándole una mayor resistencia y tomó un poco que le creó una mueca de desagrado en su rostro. No tenía buen sabor. Debía trabajar en eso después.

Los caballeros abrieron la puerta e ingresaron a la planta de arriba ignorando el poco fuego. La reina parecía estar acorralada y los que la estaban mirando se encontraban esperando que luchara como lo había hecho con los anteriores, pero eran demasiados hasta para un caballero real de Bernicia. E incluyendo que no tenía mucho espacio para moverse bien.

—¡Ríndase y entréguese ante nuestro rey, Kaarle Hargumo de Dunot!

—¿Tu rey necesita tantos hombres para capturarme? ¿Es acaso un premio o castigo? —dijo y se rio.

Dio unos pasos atrás llegando al borde. Los caballeros avanzaron confundidos. ¿Acaso iba a saltar? Y definitivamente, eso iba a hacer. El otro método de entrada hacia su salón de pociones, era ese.

—Adiós.

Y su cuerpo empezó a caer de espaldas. Ella cerró sus parpados y esperó el momento adecuado. «Ahora». Sus ojos se abrieron; su pie derecho tocó la pared impulsándose para cambiar de posición; y sus manos clavaron con fuerza las cuchillas en la pared del castillo. El calambre ocasionado hizo que su ceño se arrugara sin cuidado al soportarlo.

Cuando se detuvo utilizó el talón de sus botas para romper el cristal. A continuación se impulsó ingresando al lugar. Sus manos temblaban y dolían, pero no perdió el tiempo buscó en uno de los cajones secretos la poción.

Al encontrarla la tomó y colocó en su cinturón. El siguiente pasó era llegar a donde estaba Cavendish. Miró las estanterías no hallando la poción que realizaba en ese día. «Maldita sea...» Había estado cerca del resultado esperado, pero parecía que tenía que comenzar otra vez.

Rápidamente se escondió en el momento que un caballero entró y se maldijo por no haber creado una entrada secreta en el salón en la cual pasaba la mayoría del tiempo.

Su cuerpo se encontraba cansado y poseía cortadas pocos profundas en algunas zonas. No iba a rendirse y trataría de regresar como lo había dicho. Su pueblo; su gente; la vida de la bruja; y su reino dependían de su persona.

El caballero pasó a su costado sin percatarse de su presencia y la reina lo atacó quitándole la vida. Más caballeros vieron lo ocurrido y se aproximaron con rapidez.

Ella levantó la mirada con su respiración agitada teniendo su vestimenta manchada de sangre ajena y propia. «No me estorben», se dijo y se abalanzó contra ellos.

Sus reflejos eran impresionantes, pero había recibido una que otras heridas nuevas por la cantidad que eran. Al terminar salió de la habitación con una mano en sus costillas izquierdas y con una pierna cojeando.

Los reyes la miraban con miedo y leve impresión. Akko entró en cuenta de la poción que había conseguido y no estaba del todo de acuerdo en sobreexplotar a su rey, sin embargo, no encontraba otra solución que esa en ese momento.

Diana necesitaba tomarla, pero antes Sucy debía llegar a ella.

El rey de Bernicia contempló con impresión la valentía de la reina. Estaba realmente conmovida y esperaba con ansias la poción. Sucy estaba haciendo su parte y ella haría la suya una vez que bebiera lo que había hecho.

Repentinamente otro enemigo apareció y la reina despojó la última cuchilla de su muslo. Ésta se clavó en su cabeza cuando el casco fue quitado por una fuerte patada que lo colisionó contra la pared. La sangre se escurrió y la cuchilla fue quitada de esa zona.

Sin embargo, otro ataqué imprevisto la tomó por sorpresa y confusión causando que los músculos de las demás personas que la observaban se tensaran. La cuchilla que sostenía cayó al suelo creando un audible sonido y su mirada se posó lentamente en la espada que traspasaba su abdomen.

«¿C-cómo...?», se preguntó anonadada y herida. Ella no lo había visto aproximarse. Sangré salió de su boca como agua, pero levemente espesa. Los ojos azules de la bruja se humedecieron contemplando con horror lo sucedido. Seguidamente el cuerpo de Sucy cayó de rodillas.

La reina, había fracasado.

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Fin del Cap. 30 (La reina de la Baja Borgoña)

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