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UN BUEN REY

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Narradora Pov

Diana cerró la puerta detrás de ella e hizo un hechizo para que nadie pudiera escuchar lo que hablaría con la reina. En el castillo existía la privacidad, pero no tanto como le gustaría.

—Mi reina...

—Lamento lo de ayer —le interrumpió, y se dio la vuelta para ver los ojos de su esposa—. No era mi intención dirigirme a ti de esa manera. Estaba cansada y estresada por esos problemas que llevan tiempo sin resolverse y no me gusta mantenerme quieta cuando personas de mi pueblo están sin hogares. Aunque tal vez no sea una excusa perfecta, aun así... discúlpame por lo dicho, mi rey.

—No tienes por qué llevar esto sola —le recordó, acercándose con cautela—. Puedo encargarme de ellos si tan sólo me dejas...

—Diana no puedes ser amables con todo —le volvió a cortar Akko, mirándola con preocupación—. En tus entrenamientos sabes lo que conlleva a un rey amable. Debemos tener límites y demostrarlos. No quiero que se aprovechen de nosotros.

Y tenía razón, pero el corazón de Diana... era tan compasivo con las personas que no pensaba con claridad e ignoraba esos pensamientos razonables, aunque no era tan malo, sin embargo, la solución sencilla a veces traía cosas negativas.

Akko, al ver la expresión de desanimo y molesta de Diana, se acercó y situó una de sus manos en la mejilla.

—Sé que quieres ayudarlos a todos; y sé que tienes el poder para hacerlo. Pero no es tu deber cuidar de las personas fuera del reino. Y sé que suena mal, pero no podemos... encárganos de todos, y tampoco quiero que te desgastes. Eres una buena persona. —Akko colocó ahora su otra mano en la mejilla vacía de Diana, y le sonrió—. Tienes un bondadoso corazón y lo amo. Te amo, mi rey. Y deseo que puedas ayudarme en esto, pero con soluciones que no incluyan la magia.

Diana asimiló sus palabras sin despegar su mirada de los ojos rubíes que la miraban con intensidad y suplica a la vez. Permaneció solamente unos dos minutos en esa posición, y luego asintió ligeramente.

—¿Eso significa que iré a la próxima reunión del consejo? —consultó un poco esperanzada.

La reina acarició sus mejillas con dulzura.

—Sí. Nos comenzaremos a turnar, pero quiero que me informes con detalles de lo que hablarán, ¿Está bien?

Diana sonrió suavemente esta vez y movió su cabeza a un lado para disfrutar más del tacto de la reina.

—Sí... —susurró agradecida por esa oportunidad—. No voy a decepcionarte —aseguró.

—Sé que no lo harás. —Juntó sus frentes y cerró los parpados—. Yo recuerdo de quien me enamoré. Eres una mujer leal, fuerte y perseverante. Nunca me arrepentiré de haber tomado la decisión de tomarte como mi rey. —Suspiró—. Adoro tu magia. Amo todo de ti. Me diste una hermosa hija que también me encanta y amo con todo mi corazón. —Se separó y la miró nuevamente—. No vuelvan a desaparecer otra vez de esa manera sin avisarme, por favor. Estaba asustada. —Diana abrió sus labios, pero fue interrumpida nuevamente—. Sé que puedes defenderte y cuidar de ella, pero igualmente me preocupo; por las dos —aclaró.

—Aun continúo aprendiendo.

—Lo sé, pero confió en que lo harás bien. —Akko retrocedió tomando un poco de espacio entre las dos—. A veces he pensado que... Bueno, esto... —Señaló la pared refiriéndose al castillo completo—. No es lo tuyo. —Hizo una pequeña pausa—. Y me asusta en cierta parte. Yo no creo que pueda... manejar sola este reino sin ti. Y sé que suena egoísta, pero Diana sé que han pasado años y hemos traído a una niña a esta vida, sin embargo si esto no te gusta yo...

—No —le cortó Diana, mirándola con cierto temor.

No podía perderla a ella también.

—Me gusta estar contigo. No digo que me gusta la vida de un rey, pero... no es un problema. Sólo... —La tomó de los brazos y la apretó ligeramente, ganándose una mirada de sorpresa de la reina por su reacción repentina—. La extraño. La extraño demasiado y nosotras... solíamos ayudar a las personas que estaban pasando por esos momentos. —Los ojos de Diana se humedecieron ante el recuerdo—. Te amo —declaró—. Te amo demasiado —aclaró con firmeza y seguridad—. Sé que debo superarla. Sé que debo dejarla ir, pero... no puedo. Y aún me lastima. El recuerdo cuando murió se repite en mi cabeza una y otra vez; los momentos que creamos también. —Hizo una pausa para tragar difícilmente el nudo formado en su garganta. Akko la había tomado por los antebrazos y la miraba fijamente—. Eres mi vida. Haría cualquiera cosa por ti, Akko. Es sólo que... —Cerró los ojos y agachó la cabeza—. Me hace falta.

—Diana...

—Me siento débil —continuó—; me siento frágil. Si algo te sucede. Si algo les sucede a ustedes —dijo agregando a Alice—, creo que me romperé completamente. ¡Y mataré! —exclamó entre dientes apretando con un poco más de fuerza los brazos que agarraba—. Al responsable. Sin embargo...

—Eso no llenaría el vacío que sentirás. Y tienes miedo. —Lentamente, Akko, la atrajo hacia su cuerpo y la abrazó—. ¿Por qué no me habías dicho antes?

—Sabes que no quería molestarte. Y menos con el mismo tema, mi reina. Debes estar cansada de escucharme decir aquellas palabras.

—Diana, la última vez que me hablaste de cómo te sentías fue antes del nacimiento de Alice. Pensé que lo habías superado, pero... te agradezco que me lo hayas dicho.

—Akko... —susurró en un hilo de voz.

—Está bien, amor.

—No quiero perderte. No quiero perder el puesto de estar a tu lado.

Akko rio ligeramente y empezó a acariciarle la espalda.

—No te cambiaría, Diana. Eres mi rey. —Akko la separó para verla y darle un beso esquimal mientras que una lagrima de Diana se resbalaba por su mejilla—. Mi único rey —concluyó con afectividad.

—Gracias —musitó, sintiéndose un poco más aliviada—. Lamento que hayas...

—Tu comportamiento no me molestó y nunca lo hará. Gracias por mostrarme esta parte de ti. Y recuerda que estoy contigo siempre, mi rey. Me tienes a mí y a una niña que te adora tanto como yo, o tal vez yo más.

Diana rio. Akko estaba compitiendo con su propia hija. La reina sonrió ligeramente y se sintió bien al haber hecho reír a la mujer que ama. El ambiente pasó a hacer uno bastante acogedor para las dos. Las cosas estaban aclaradas. Bueno, no todas. Sin embargo, eso sería hablado otro día o quizás más tarde.

La reina se sonrojó sutilmente cuando notó a su rey aproximarse a su rostro. Ella colocó sus manos en las mejillas ajenas y la recibió con gusto saboreando al instante los labios que se unieron contra los suyos. El beso fue lento, dulce y profundo. Perfecto para la ocasión. Su pecho subía y bajaba con la misma lentitud, pero su corazón estaba latiendo con prisa por la felicidad que le causaba tal simple acción.

Al separarse, se miraron por unos segundos y sonrieron con sus mejillas ruborizadas.

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—¿Estás cómoda, cariño? —le preguntó Akko a la pequeña Alice que se encontraba en la cama que compartía con Diana.

—Sí... —murmuró cansada luego de un largo día.

Sus ojitos se estaban cerrando, y Akko no tardó en arroparla y besar su frente. En esa noche Alice dormiría con ella y Diana por petición suya. Claramente Diana no se había negado, ya que también le gustaba la idea de fraternizar con las dos.

—Buenas noches, mi princesa —despidió Diana con una suave caricia en la cálida mejilla de la niña.

Alice débilmente sonrió ante su tacto y no tardó unos minutos más para quedarse dormida profundamente. La pequeña se encontraba en la esquina derecha de la cama doble y, cuando Akko fuera a dormir la pegaría un poco contra su cuerpo para evitar que se cayera, aunque Diana tenía sus métodos de magia y así pudieran dormir sin preocupaciones.

Las dos se acostaron en posición de cuchara y disfrutaron del contacto de la otra. Diana le acariciaba el vientre y olía el aroma que desprendía el cabello castaño frente a ella. Y Akko le sobaba dulcemente la mano que tocaba con delicadeza esa parte de su cuerpo.

—He tomado en cuenta lo que dijiste sobre retomar las tierras que le pertenecían a nuestro reino muchos años atrás. Es necesario expandirnos.

—Hablando de eso, mi reina. Visité las tierras de Ulabel con Alice.

Silencio. Akko se volteó y la miró con sorpresa.

—¿Tú qué?

—No hicimos nada malo... —susurró nerviosa al ver la reacción que causaron aquellas palabras.

—Diana, habíamos acordado...

—Lo sé —le interrumpió—, pero quería conocerlos. He plantado y creado un árbol de manzanas. A través de las frutas que ingieran me dará la posibilidad de ver que intenciones y pensamientos tiene cada persona que serán transcritas a un libro.

Akko ladeó su cabeza hacia un lado analizando el plan que había hecho su rey sin su consentimiento. Admitía que no era malo. La verdad era que, habló con el consejo sobre las soluciones que Diana había propuesto, y uno de ellos dijo unas palabras que permanecieron en su cabeza hasta el momento.

"Hay que aprovechar la magia que tiene." Sin embargo, lo que hizo fue precipitado, aunque fuera con buenas intenciones.

—Es la tercera tierra de las cinco —dijo—. Lo que hiciste estuvo bien, pero cuando vuelvas a salir o hacer algo que afecte positivamente o negativamente a nuestro reino, debes avisarme con anticipación. No pasaré por alto lo que hiciste, Diana. Y menos porque llevaste a Alice contigo. Me prepararé para recibir las noticias del día mañana acerca de tu visita, ya que las personas de nuestro reino u otras siempre hablarán y pasarán lo ocurrido una por uno a otros oídos. Sabes cual será mi respuesta, pero aún me siento insegura de querer...

Unos labios la callaron tomándola por sorpresa. Ella le correspondió con el ceño levemente fruncido debido al repentino beso. Al separarse observó con confusión a su rey que la miraba con dulzura y pasaba con ternura el dedo pulgar cerca de su comisura.

—Recuerda que no debes encargarte sola de todo lo que sucede o sucederá. Es mi turno de actuar, ¿no?

"Hay que aprovechar la magia que tiene." Y nuevamente esas palabras recaían en su cabeza. Akko no quería depender de la magia; deseaba que el reino fuera fuerte sin ella, como en los tiempos pasados. No obstante, estaba consciente que no podía seguir aferrándose a culturas antiguas cuando tenían un presente diferente y un nuevo futuro que las esperaba con ansias.

La reina asintió sintiéndose todavía un poco insegura de eso. No le molestaba que Diana no fuera capaz de gobernar un reino, simplemente temía por sus acciones amables, puesto que, ningún rey podía ser tan amable, o crearía consecuencias mayores. Había que poner límites, y ella colocó uno. "Cerrar la frontera".

—Sin magia —pidió.

—Sin magia —le aseguró.

Akko sonrió en agradecimiento, luego se acercó y nuevamente besó los labios de la persona que amaba con todo su corazón. Lentamente fue tomando otra posición que incendió el fuego apagado. La pierna derecha de la reina estaba siendo acariciada debajo de la tela por unas yemas suaves y cálidas. La mano de Diana llegó al glúteo y lo apretó con fuerza mientras introducía y juntaba sus lenguas.

Un gemido ahogado fue arrancado en el momento que sintió el agarre fuerte y firme. Sin embargo, se separó con un hilo de saliva antes de que las cosas pudieran llegar a más, recordando a la personita que se encontraba descansando detrás de su espalda.

Ella rio ligeramente y limpió la saliva de su comisura.

—Tus deseos son fuertes cuando no podemos satisfacerlos —declaró con un leve rubor en sus mejillas.

—Mi reina... gracias a mis estudios y entrenamientos en la magia, me ayudarán a cumplir con la posibilidad de poder complacerte en todos los aspectos en esta noche —dijo con lujuria bajando y situando despaciosamente su mano cerca de la entrepierna de su reina.

Akko abrió ligeramente sus labios y suspiró con pesadez, mientras miraba fijamente las intenciones lascivas en los ojos de su rey. Su cuerpo estaba empezando a arder y el deseo incrementaba cada vez más. Sin embargo antes de que pudiera lanzarse a sus brazos sin preocupaciones de que, Alice, las escuchara o viera lo que harían, un círculo, de un rosado brillante, apareció repentinamente frente a ellas.

Diana actuó con rapidez e hizo una barrera alrededor de la cama. El circulo se expandió, y Diana trataba de descifrar con sus defensas activas que era lo hacía, o con que propósito había aparecido. No obstante al verlo cambiar de apariencia y reflejar a una "persona" salir, se asombró y quitó lentamente la protección que creó.

—¿Hada madrina? —dijo aún anonadada.

—Es un placer verlas nue... ¡No soy un hada madrina!

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Fin del Cap. 3 (Un buen rey)

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