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EN BÚSQUEDA
DE LAS FALSAS BRUJAS
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Narradora Pov
En un lugar lejano del castillo de la Baja Borgoña, se encontraba la bruja utilizando una capa marrón con capucha que le ayudaba a ocultarse perfectamente de los ciudadanos. Diana prefirió que las personas no debían saber que se encontraba en aquellas tierras. Y Sucy accedió, sin embargo, antes de retirarse del lugar le pidió que diera una vuelta por unos sitios en específicos donde se les habían visto algunos caballeros de Dunot.
Diana al enterarse de esa noticia se abrumó internamente e hizo una pregunta que fue contestada con negación. Ella prometió asegurar lo que había escuchado la reina Rosalie de sus consejeros.
Si los caballeros de Dunot se hallaban en la Baja Borgoña, eso quería decir que estaban preparando el área para una posible invasión o ataque. Sin embargo... «¿Por qué la Baja Borgoña?» La respuesta era simple.
El reino era uno de los aliados de Bernicia; y el más débil faltaba recalcar. Ellos posiblemente deseaban apoderarse lo más rápido posible de esas tierras para continuar con las siguientes, no obstante, la estrategia podía traer un giro inesperado.
Diana quería saber cuáles eran sus verdaderas intenciones, pero no podía. Su magia aún seguía en recuperación e intentaba no realizar hechizos. Sin contar que su cuerpo se agotaba un poco más rápido.
El asunto daba vueltas en su cabeza, no obstante, era posible que lo dicho por los consejeros no fuera cierto. Y deseaba que fuera de esa forma. No estaba lista para combatir nuevamente.
Su ceño se frunció cuando encontró pasos húmedos arriba de una catarata. Eran pisadas de una persona, pero desconocía si alguien más se atrevía a explorar por esos senderos. Empezó a caminar siguiendo lo encontrado, llegando a una cueva que tenía una fogata que aún conservaba un poco de humo.
«No debe estar lejos», pensó y comenzó a correr a donde suponía que se había ido. Al llegar a un bosque logró ver a una persona caminando con tranquilidad fuera de éste. Aquel humano o humana se hallaba con una capa parecida a la de ella.
«Debe ser...» Diana miró hacia abajo, divisando algunos troncos, ramas, lodo, hojas y piedras como obstáculos. Se preparó tranzando un camino mental que seguiría.
Sus piernas se movieron, al comienzo con lentitud, y después con prisa, pero un pequeño desliz causó que se cayera y diera vueltas en el suelo varías veces. Teniendo como resultado que algunas partes de su cuerpo se lastimaran, y que su vestimenta quedara completamente sucia.
Ella levantó la mirada contemplando como perdía de vista a aquella persona. «Rayos...»
Regresando al castillo, caminando todo el camino de regreso, se topó en la entrada con las dos reinas, y con los antiguos reyes de la Baja Borgoña. Sucy no contuvo sus ganas de burlarse y se rio a carcajadas mientras se aproximaba.
—Por tu estado supondré que no encontraste lo que buscabas —dijo con obvia burla.
Valerius: ¿Estás bien?
Josephine: ¿No te has hecho daño?
Con una seña, Rosalie atrajo a una de las sirvientas y le pidió que le preparan un baño. Ella asintió en afirmación y se retiró.
—Me encuentro en buen estado. Agradezco sus preocupaciones. Encontré un rastro, y después a alguien, pero no pude seguirle el paso.
—Lo noté —murmuró Sucy.
Diana frunció el ceño y giró a verla.
—Sugiero utilizar la misma poción que fue usada en mi reino para tener avistamientos de las tierras de la Baja Borgoña. El trabajo sería más sencillo si llego a verlas por un sitio en concreto, en vez de ir a buscarlas de esta forma.
Ahora, fue el turno de Sucy para arrugar su entrecejo.
—No puedes utilizar magia, Cavendish —le recordó.
Valerius: ¿La poción funcionó?
—Sí, no soy una decepción de hija, como piensan —le contestó.
Rosalie: ¿Crees ser capaz de hacer el hechizo?
—Sí. Puedo ampliar mi--
—No usarás magia —le interrumpió Sucy.
—Necesito encontrarlas —recalcó Diana—. Si el reino de Dunot se encuentra acechando estas tierras, es requerido urgentemente tener visión en ellas.
—Escucha, bruja —le habló con neutralidad—. Si algo llega a pasarte, tu querida reina me decapitará. Y créeme, no le tengo miedo a morir, sólo que no deseo que sea en sus manos.
Sucy se dio la vuelta dispuesta a retirarse.
—Sigue buscando —aconsejó—. De seguro las encontrarás.
***
Nuevamente, al día siguiente, Diana, intentó encontrar algún rastro de las falsas brujas, pero otra vez volvió cansada al castillo. Y, así, pasaron cinco días más sin tener algún resultado.
Ella había estado buscando por cada una de las tierras de la Baja Borgoña, sin embargo, el reino era grande y le tomaría más tiempo en llegar a registrarlo por completo.
Además, pensaba que su búsqueda estaba siendo totalmente en vano. Era posible que las falsas brujas se movieran en las tierras que había revisado con anterioridad mientras se encontraba en otras buscándolas. «Si tuviera mi magia...», pensó una vez con frustración cuando estaba en su habitación.
Cada vez que regresaba se encontraba más cansada que el día anterior. Y dos semanas más pasaron obteniendo el mismo resultado que empezó a hacerse una rutina. Se acercaba al mes de estar en las tierras de la Baja Borgoña sin poder lograr con su propósito.
Sebas, Luca y algunos caballeros más la habían ayudado, pero tampoco habían podido encontrarlas. Estaba tan ajetreada que agradeció la carta que le envió su reina. Leer algo proveniente de ella la había calmado un poco.
Alice se encontraba en buen estado elaborando sus tareas de cada día. Akko aclaró que la extrañaba, y que cada tres días preguntaba por su persona. Diana se rio ligeramente por ese dato y agradeció que su princesa acompañara en la cama a su reina. «Mis dos mujeres...» La hacían bastante feliz.
Otro día más pasó sin obtener un resultado positivo. El rey de Bernicia se encontraba en la mesa junto a los antiguos reyes y las actuales de la Baja Borgoña.
Sucy se hallaba escribiendo en su cuaderno algunos apuntes que parecían importantes. Rosalie disfrutaba de los alimentos preparados, al igual que los otros reyes. Y Diana, trataba de contener la furia que sentía al no conseguir absolutamente nada en esos días. Estaba segura de que, si continuaba de esa forma, perdería más el tiempo.
—Necesito la poción —habló captando la atención de todos en la mesa, pero menos de la persona que deseaba. Ésta seguía repasando lo escrito en su cuaderno—. ¿Tienes un salón en donde se pueda hacer el hechizo?
—Habíamos quedado que no utilizarías magia, Cavendish.
—Es una... locura —murmuró con molestia—. He revisado un cuarto de tus tierras y no he encontrado nada.
—Tal vez no estén en mi reino. Recuerda, por lo que me has dicho y he escuchado de Rosalie, las falsas brujas no permanecen en unas tierras en especificas —le dijo sin necesidad de verla.
Diana de suerte había comido algo, sin embargo, las emociones revueltas que tenía en ese momento no la habían dejado acabar.
—Me siento bien —le aseguró.
—¿Por qué no le dices eso a tu hada madrina?
El ceño del rey de Bernicia se frunció.
—Dame la poción —le ordenó.
Sucy no respondió. Diana movió su mano derecha y le arrebató el libro. Los presentes se quedaron sorprendidos por la acción repentina y el uso de la magia.
—¿Enserio? —soltó con molestia.
Eso, no le había gustado.
—Dame la poción —repitió—. Te pagaré.
—No intentes sobornarme, bruja. —Ahora la mencionada había captado por completo su atención y la posible discusión que se aproximaba empezaba a causarle miedo a los demás—. Envíale una carta a tu reina pidiéndole que utilice los frutos del árbol.
—Cuando su respuesta llegue a mis manos, las brujas falsas no estarán en ese sitio.
—Lo sé —contestó con burla y enojo—. ¿Y sabes lo que también sé? Que estás mal de la cabeza.
—No recuerdo haberte dado el permiso para tratarme de esa manera, reina —dijo mirándola con irritación.
—No te tengo miedo, bruja. Puedes atemorizar a los demás, pero no a mí —le aseguró con firmeza sin dejar de hacer contacto visual—. Si utilizas tu magia retrasarás tu recuperación y aumentarás el tiempo de éste. Tu reina quiere verte completamente sana cuando regreses. Y con eso me refiero a que tu magia no esté débil.
—¡No estoy débil!
—¡Puede que no, pero te comportas como una niña! ¿Desde cuándo dependes tanto de algo que empezaste a usar a tus diecinueve años? ¡Ni siquiera sabías que eras una bruja!
—¡Ahora soy una bruja! Y usaré la magia que tengo de nacimiento. Dame la poción y déjame acabar con esto lo antes posible.
Sucy suspiró con frustración y acarició sus cienes. Los reyes se habían quedado en silencio. Rosalie miró a su reina y le preocupó que se hallara en ese estado. Ella estaba al tanto de que, Sucy, no había estado descanso correctamente en los últimos días.
Lo que se encontraba elaborando parecía ser algo realmente importante.
—No me simpatizas, Cavendish. Odio que me den órdenes.
Diana se rio calmando el aire que se creó por el levantamiento de voz.
—Lo noté. Eres una persona difícil de convencer.
—Estás frustrada. Dime, si siguieras siendo un caballero incompetente y sin magia. ¿Qué harías en esta situación?
—Mi decisión está tomada. Utilizaré la poción para tener el avistamiento de las tierras de la Baja Borgoña y, así, encontrar al fin a las falsas brujas.
Sucy levantó su mano en señal que le devolviera el cuaderno del tamaño de un libro. Diana lo hizo gustosamente moviendo simplemente sus dedos.
—Tendrás lo que quieres y te mostraré un salón donde harás el hechizo, pero antes... —Volteó a verla—. Quiero que sepas que asumes toda la responsabilidad de lo que harás. Y, espero no recibir una carta de tu reina quejándose por el estado en el que te encontrarás.
—No la tendrás —le aseguró y se puso de pie—. Que tengan una bonita noche —dijo cordialmente.
Sucy posó su mirada en su cuaderno y abrió la sección donde tenía apuntado la creación que había estado haciendo durante tres años atrás. La mesa quedó en silencio, sin embargo, Valerius fue el primero en romperlo.
Valerius: ¿Cómo pudiste mantener la calma?
La reina lo miró de reojo.
—Cavendish y yo no somos tan diferentes —dio a conocer pasando a la vez de manera tranquila la hoja.
***
Había encontrado una y la había capturado. Su filosa espada apuntaba con firmeza el cuerpo en el suelo que temblaba de miedo.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué es lo que quieren? —les preguntó.
Diana no era la única que se hallaba en ese sitio. Sebas y Luca la habían acompañado al saber exactamente donde se encontraba una de esas falsas brujas.
El hechizo había resultado, y el lugar en el que se hizo parecía un salón de refugio.
Después de dos guerras la reina Sucy había ordenado a hacer una nueva habitación bajo tierra para hallarse a salvo. El sitio tenía una similitud con las habitaciones del castillo, e incluyendo unas camas y sillas. La única diferencia era el tamaño enorme que poseía.
La debilitación de su cuerpo había sido menor que la anterior, sin embargo, se colocó de pie y empezó a buscarlas hasta encontrarlas. ¿Cómo lo hizo? Aparentemente sólo unas personas en especificas utilizaban capas con capucha acompañada de un símbolo en la espalda.
Eso quería decir que la anterior persona que observó fuera de un bosque, no era una falsa bruja. Sin embargo, ahora, estaba frente a una.
Lentamente despojó su capucha dejando a la vista su rostro. La mujer se sorprendió y su temblor se hizo mayor.
—L-la bruja Cavendish...
—¿Cuál es tu nombre?
Ella tragó pesado no queriendo contestar, pero, al sentir el filo de la espada en su cuello provocando que lo estirara ligeramente, la hizo acceder.
—C-Casandra...
—¿Eres la única?
Ella negó con la cabeza. «Perfecto», pensó complacida.
—Quiero que le envíes un mensaje a tus compañeras —dijo y cortó su capa para atemorizarla más.
Estar ante la auténtica bruja le había provocado más que miedo. La mujer temblaba y parecía que fuera a llorar en cualquier instante.
—Si continúan cometiendo esas acciones, voy a...
—¡Mi rey! —exclamó Luca interrumpiéndola.
Desconcertada y molesta lo miró de reojo encima de su hombro.
—¡El pueblo! —dijo y señaló las enormes llamas de fuego que se veían desde lejos.
Su expresión cambió a uno de sorpresa y confusión. La falsa bruja aprovechó ese momento para huir. Diana la volteó a ver, pero se detuvo cuando su cuerpo tuvo las intenciones de seguirla, para después mirar otra vez lo que estaba pasando en la Baja Borgoña.
«Oh no...» Se podía ver claramente a esa distancia como algunas personas empezaban a invadir el castillo.
—Volvamos —les ordenó y se apresuró a tomar su caballo.
«Esto es malo. Esto es muy malo», pensaba mientras cabalgaba de regreso. Al llegar observó a las personas del pueblo correr de los enemigos que luchaban contra los caballeros de esas tierras. Diana sacó su espada y el caballo relinchó levantando sus dos patas delanteras.
—¡Protejan a las personas y llévenlas a un lugar seguro!
Sebas y Luca se movieron con prisa atendiendo la orden. Y el rey de Bernicia fue visto por algunos ciudadanos cuando su capucha descubrió su rostro, creando esperanzas en sus corazones asustados y abatidos.
«El reino de Dunot...», se dijo al ver el símbolo del reino en las armaduras de los hombres. Avanzó con prisa y luchó en el camino contra algunos caballeros contrarios ayudando a los que eran aliados.
Rápidamente llegó con su caballo al castillo, pero enseguida fue rodeada por más de doscientos hombres.
Sus manos temblaron, mas no lo demostró e intentó mantener su compostura. Los caballeros estaban listos para atacarla y su caballo nuevamente relinchó.
Diana lo movió a un lado utilizando la cuerda para buscar una salida, pero no logró. Ella había quedado acorralada.
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Fin del Cap. 29 (En búsqueda de las falsas brujas)
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