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POR FAVOR...
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Narradora Pov
—Me gustaría visitar las tierras de Ulabel en compañía de mi rey, sin embargo, estará ausente unos días, quizás meses, en el reino de la Baja Borgoña con la reina Sucy. Igualmente pensaba en ir por mi propia cuenta.
Consejero uno: Su majestad, no deseo corregirla y tampoco ofenderla. Simplemente tengo una duda existencial en mi cabeza que a veces no me deja dormir por las noches, y quisiera aprovechar este momento para aclararla.
—Adelante —dijo Akko con tranquilidad.
El consejero agarró un poco de aire antes de contestar.
Consejero uno: La reina de la Baja Borgoña, por lo que tenemos entendido está comprometida con la reina Jasmika, mejor conocida como: Rosalie. La antigua princesa del reino de Taric. Tomando en cuenta sus posiciones y las posiciones que se encuentran ellas... ¿No sería rey Sucy?
«Es verdad...» Akko se había acostumbrarla a llamarla de esa manera, sin embargo, su posición era la de un rey. Debía corregir esa falta para que luego no hubiera mal entendidos. E igualmente lo haría con Barbara. La chica pelinegra, hermana de la reina de la Alta Borgoña había tomado el puesto de rey una vez que concluyó el compromiso con la reina Lotte.
—No está en lo incorrecto. Pido disculpas por el malentendido que he creado. El rey Sucy y mi rey estarán juntas para encontrar a las falsas brujas.
El consejero asintió agradeciendo su respuesta. Él no sabía diferenciar el puesto entre dos mujeres y la duda lo estaba comiendo lentamente. En tiempos antiguos nunca había sucedido lo que pasaba en la actualidad. «Dos mujeres gobernando...» Una con mayor poder físico que la otra, pero la otra poseía más dominio sobre las demás personas.
La reina Atsuko Kagari tenía poder en su voz. En cuanto al rey de Bernicia, era considerada uno de las personas más poderosas en combate, sin embargo, poseía también la voz dominante por el puesto en donde estaba ahora. Las dos juntas hacían una pareja imponente creando en sí, un rey indestructible que les entregaba a sus enemigos un único sentimiento: miedo.
Consejero dos: Me gustaría hablar sobre algunos reinos que están interesados en formar una alianza con Bernicia. Si mal no recuerdo, mi reina, mencionó haber leído una carta cuando se encontraba resguardada en las tierras de Karat.
«La carta...» Akko la recordaba. El sobre venía de uno de los reinos con los que intentaba no tener algún conflicto. «Rose Fort». El lugar donde se distribuida la mayor cantidad de vinos.
Consejero tres: He escuchado que algunos desean unirse a nosotros a cambio de la protección y los beneficios de Bernicia —dijo dirigiendo su mirada al rey que no había dicho mucho durante todo ese tiempo.
No tardaría en anochecer y, previamente tuvieron una ligera pausa para ingerir alimentos antes de continuar. Diana se encontraba más callada de lo habitual, sin embargo, lo que no sabían era que deseaba escuchar a su reina. Era la primera vez, en una reunión, que tenía la oportunidad de hacerlo.
—La mayoría de los reinos desean el poder de mi magia, pero no puedo asegurarles la seguridad a todos. Mi magia simplemente sirve a Bernicia y a los reinos cercanos que han tenido una alianza con nosotros durante mucho tiempo. Esos reinos están fuera de mis manos —les aclaró.
Los consejeros se quedaron en silencio unos minutos para analizar lo explicado. La reina miró las expresiones serias de los hombres en el lugar mientras pensaban.
Consejero cuatro: La princesa Alice... —habló rompiendo el silencio—. Será la siguiente al mando de Bernicia. La magia es maravillosa y funciona para muchas cosas, aparte de la protección asegurada. Sin embargo, en este mundo sólo hay dos brujas. En otras palabras... —Hizo una pequeña pausa y miró con un poco de nervios a los reyes—. ¿Han considerado tener a otra?
Diana se sobresaltó ligeramente no esperando que dijera tales palabras. Akko mantuvo su compostura, pero su ceño se frunció.
—¿Está diciendo que tenga a otra hija para asegurar la alianza con los demás reinos? Déjeme de decirle y aclararle que mi hija no es un objeto. Es una princesa y un ser con emociones como nosotros. Su magia es requerida, pero si ella llega a decidir no utilizarla no está obligada a hacerlo. Les recuerdo que Bernicia se ha conservado en el poder sin necesidad de la magia y continuará así.
El rey se ruborizó levemente por su respuesta. Akko no la consideraba como un arma u objeto que pudiera usar cuando quisieran. Su reina la miraba con igualdad; la miraba de la misma forma que la primera vez: antes que conociera que era una bruja.
Consejero cuatro: Pi-pido disculpas... —soltó con arrepentimiento.
Akko suspiró profundamente y lo miró con firmeza.
—Entiendo su punto de vista, pero quiero que comprenda que la magia solamente será requerida en casos de emergencia. Cambiaré de opinión cuando se demuestre lo contrario.
Consejero tres: Mientras más alianzas tengamos, la paz y la tranquilidad en el reino abundará.
—Mientras más contratos llegamos a tener de reinos extranjeros, será más fácil para esos reinos acercarse a nosotros —corrigió—. No puedo confiar en ellos y no quiero arriesgar a mis caballeros. Nos encontramos en guerra, señores. No lo olviden.
Consejero uno: Entonces, mis reyes, ¿Podría considerarlo cuando la guerra termine?
—Puedo pensarlo, pero por el momento, como dije antes, no estoy interesada en estrechar mis manos con reyes que desconozco.
—Existe la posibilidad de que se vuelvan en nuestra contra si rechazamos su oferta de unirse a nosotros —habló Diana captando la atención de su reina. «¿Qué estás diciendo?», pensó Akko ganándose una mirada de seguridad de su rey—. Su temor es que la paz termine debido a esos reinos. Es verdad que no podría combatir a seis reinos a la vez, sin embargo, daré a reconocer mi potencial para que no tengan en su mente el pensamiento de invadir a Bernicia.
Diana había cambiado de manera más detallada las palabras de Akko. La reina suspiró levemente de alivio y le sonrió con sutileza, sintiendo orgullosa de ella.
—Mi magia es necesaria —continuó—, no obstante, como explicó mi reina sólo será utilizada en momentos que en verdad se requieran —volvió a decir—. Mientras me encuentre en las tierras de la Baja Borgoña deseo que mi reina visite a las tierras de Ulabel y llegue a un acuerdo con los ciudadanos. El reino de Nuster ha dejado en claro su desinterés por esas tierras y he firmado la posesión de Bernicia sobre ellas.
Consejero dos: ¿Qué tiene pensado hacer si no cumplen con lo ordenado, mi reina?
Akko los miró con firmeza.
—Eliminarlos.
Los consejeros se sorprendieron, no esperando esa respuesta. Diana tensó levemente su mandíbula y tragó saliva de manera pesada. A ella no le gustaba para nada la idea de asesinar a personas inocentes que ahora las tenían de reyes a ellas, sin embargo, imploraba que los consejeros dieran otras alternativas. Y se sintió feliz de escuchar a uno hablar de una solución.
Consejero uno: Mi reina, quiero decirle que... gracias a lo hablado en el día de hoy pienso que... comprando el reino en venta las personas de Ulabel podrían ir a vivir a esas tierras.
Consejero tres: El espacio es suficiente para todos.
El tiempo se estaba acabando y la reunión debía terminar. Sus invitados tampoco tardarían en llegar.
A Diana le fascinaba la idea de hacerse dueños de aquellas tierras deplorables y poner a prueba a los hombres que se encontraban. Ella pensaba en utilizar su magia para crear con más rapidez los hogares donde vivirían, sin embargo, esperaba que no fuera ahora. Su magia se hallaba en un proceso de recuperación o, mejor dicho, su cuerpo estaba en ese estado.
Akko había dicho anteriormente que no se encontraba interesada en unir fuerzas con demás reinos. Y su palabra se hubieran mantenido en pie si no fuera por la mirada de súplica que recibió de su rey. Una mirada que decía: "Podemos intentarlo."
La reina trató de no fruncir el ceño e intentó que sus sentimientos no actuaran. Sin embargo, luego de ver otra vez la rogación en los ojos de su rey, suspiró resignada.
—Lo pensaré —dijo ganándose unas sonrisas de felicidad y poco alivio.
La reunión con el consejo acabó y los hombres se retiraron tranquilamente del lugar. Cuando la habitación quedó en completo silencio con sus dos únicas presencias, un llamado a la puerta hizo que las miradas de los reyes se dirigieran a la persona que había tocado.
—Lamento interrumpir, su majestad. Los reyes han llegado. Y la princesa Alice los ha recibido.
«Lotte, Barbara, Hannah, Sucy y Thomas». Era probable que la reina Rosalie no estuviera, puesto que, anteriormente no se había presentado a las festividades ni reuniones que llevaban a cabo en Bernicia. Sucy siempre decía que tenía trabajo que realizar en el castillo.
—Enseguida iremos —avisó Diana, para después despedirlo con la mirada.
Cuando la puerta se cerró, volteó a ver a su reina para disculparse por su petición repentina en la junta que estaban, pero se sorprendió de verla a su costado con una mirada seria. Diana se puso nerviosa y apretó con leve fuerza los brazos de la silla de madera.
—Cierra la puerta —le ordenó Akko.
El rey obedeció moviendo su dedo índice. Seguidamente la reina se acomodó y se sentó en sus piernas con las suyas abiertas pasadas entre los brazos de la silla. Diana esperó a que le dijera aquellas palabras que posiblemente le causaría aquel sentimiento de culpabilidad, sin embargo se sorprendió al sentir unos labios conocidos sobre los suyos.
El beso había sido lento y tierno, pero a la vez molesto y deseoso. Akko la observó de nuevo con la misma expresión previa.
—En verdad causas efecto en mí —soltó con molestia y tiró con fuerza del cuello de la camisa de su rey. Diana se impresionó por tal acción—. Sabes que me gusta consentirte, mi rey, pero a veces deseo que tú... me consientas a mí —le susurró y atrapó su labio inferior con los suyos, para luego otra vez separarse.
—Akko... las reinas y reyes están esperándonos —le recordó.
La mencionada la ignoró y volvió a besarla con más profundidad acompañada de un movimiento de caderas que provocó un sonrojes en las mejillas de su persona amada.
Diana la tomó de la cintura comprendiendo las intenciones que tenía su reina con ella, sin embargo, lastimosamente sabía que no podía cumplirlo por el simple hecho de que habían reyes esperando verlas; no obstante, a Akko parecía no importarle ese dato.
—Quiero a una hija más —pidió entre besos y suspiros—. Hazme una hija más, Diana. Lo deseo —dijo y colocó la mano de su rey en su vientre—. ¿No quieres...?
—Akko... —susurró mirándola con leve impresión.
Diana pensaba que habían cosas más importantes antes de concebir a una bruja más, sin embargo, en ese momento el deseo la estaba consumiendo lentamente perdiendo el control de sus acciones. Le gustaba que Akko se moviera en su regazo y la besara de esa forma; le gustaba verla de esa manera que quería cumplir su anhelo sin necesidad de pensarlo tan profundamente.
Su mano viajó a la entrepierna de la reina mientras su zona palpitaba en aspiración de más estimulación. Akko sonrió con lujuria cuando sintió unos conocidos dedos empezar a estimular su clítoris de la manera que le gustaba.
Cuando empezó a sentir el placer que esperaba sus gemidos no demoraron en presentarse, al igual que las palabras de deseo que venían desde lo más profundo de su corazón.
—Diana... embarázame. Por favor... Por favor préñame —pedía provocando mayor excitación en la persona que la hacía sentir de esa forma: tan deseosa y necesitada.
Diana tenía que admitir que esas palabras la habían hecho sentir de una manera que no podía describirla en ese momento, sin embargo, añoraba demasiado cumplir con el anhelo de su reina que le había dejado de importar las consecuencias que traería una nueva bruja al mundo.
Ella sabía que después de realizar el hechizo que traería a su hermana de regreso, no podría cumplir con aquel deseo. Debía hacerlo en esos meses si quería complacer a su reina.
Desapareció la ropa interior utilizando un poco de su magia para mover con más libertad sus dedos. Akko se estaba aferrando con fuerza clavando firmemente sus uñas en la espalda de su rey.
—No te detengas. No te detengas... Sigue, sigue... ¡A-ah!
Rápidamente lanzó un hechizo en la habitación para que sus gemidos no fueran escuchados debilitándola un poco, mas sin embargo, ignoró esa débil sensación de desgaste y recibió la venida de su reina mojando por completo sus dedos.
Akko se había estremecido levemente sintiéndose aliviada de llegar al tan ansiado orgasmo, pero estaba consciente que no acabaría en ese momento y acogió gustosa con sus paredes los dedos de su rey dentro de su vagina.
Diana realizó otro hechizo que la hizo sentir otra vez esa decaída débil, pero de nuevo lo ignoró. El conjuro hecho hacía que sus movimientos dentro de la entregada de su reina le provocaran placer a ella como para llegar a su clímax a través de las dos estimulaciones.
«Que suave...», pensó. Akko empezó a gemir nuevamente. «Que dulce». Sus fosas nasales se habían llenado por completo del aroma delicioso que tenía y sus oídos se complacieron de nuevo con los hermosos sonidos que ocasionaba.
—¡Ah! ¡Akko...! —soltó con encantado sintiendo esas mismas sensaciones—. Mi reina, mi reina... —dijo y la mencionada se aferró con más fuerza.
—¡Diana! ¡Sí! ¡Más, más, mas! ¡Ah, ah!
«Mi mujer... Mi reina...» Sus labios se unieron mutuamente y la segunda venida de la persona arriba de ella llegó sin previo aviso haciendo que la apretara con más fuerza. Y justo después que terminará, Diana, también lo hizo y arrugó el vestido de Akko con la misma presión.
Había sido una venida intensa y un deseo repentino por parte de su reina, pero ahora que tenía la cabeza un poco más despejada le gustó la pequeña imaginación que se hizo al ver a Alice con una hermana haciendo sus travesuras juntas.
Ella había tenido a una. Entonces, ¿Por qué su hija no?
Lentamente el amor de su vida la miró con sus mejillas completamente sonrojadas mientras respiraba de manera agitada tratando de recomponerse. Estaba avergonzada de lo ocurrido, sin embargo, no se arrepentida de haber llegado a ese punto. Diana igualmente la miraba con sus pómulos ruborizados a la vez que trataba de recuperarse de la intensidad del orgasmo.
La mano del rey se movió lentamente posicionándose en el vientre de la reina. El rubor de Akko se extendió hasta sus orejas e instintivamente situó su mano en donde estaba la de su rey.
—Cumpliré con tu deseo, mi reina. Pero primero... arreglemos los problemas del reino.
Akko sonrió ampliamente y apoyó su frente en el hombro de la persona ante sus ojos.
—Te amo, mi rey.
Diana sintió un leve cosquilleo en su corazón por sus palabras. Ligeramente atrajo su cabeza y le depositó un pequeño beso.
—También te amo, mi reina.
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Fin del Cap. 24 (Por favor...)
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