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LA REINA HA HABLADO
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Narradora Pov
—No encuentro nada fuera de lo común.
—¿Estás segura? Esas palabras se repetían en mi mente cada noche. Era verdaderamente molesto.
—Era —recalcó—, porque ya no está.
Diana frunció ligeramente el ceño.
—¿Crees que se deba por mi magia o por mi mente?
—No lo sé. Nunca he escuchado a ninguna bruja hablar del síntoma que tenías, aunque antes utilizaban la telepatía para comunicarse, pero lo tuyo es bastante diferente e incluyendo que, Bernadette, no se encuentra con vida como para decirte aquellas palabras —explicó el hada.
—Entonces... ¿La voz no se encuentra? —consultó la reina de Bernicia.
—No. Probablemente sean efectos secundarios del primer hechizo que la bruja Bernadette utilizó en ella. —El hada giró a ver a Diana con sus brazos cruzados—. He escuchado que lucharás en una guerra. Antes de irte a combatir y usar la magia para ese beneficio propio, ¿Has abierto el segundo hechizo?
—¿Segundo hechizo? —repitió extrañada Akko.
Diana tomó la mano de su reina y la acarició tranquilizando su confusión y preocupación.
—Bernadette... Mi madre —corrigió—. Me ha dejado un recuerdo de su parte.
—Han pasado años y aún no lo has visto. ¿A qué se debe el motivo?
—Yo... —«¿Debería decirlo?», se preguntó. Diana lo pensó y cuestionó unos segundos que parecieron eternos para las dos personas que se hallaban en la habitación de la enfermería junto a ella. Alice se encontraba en sus actividades y no demoraría en aparecer por aquella puerta con su típica sonrisa emocionada— Quiero... —Inhaló y exhaló—. Quiero que Amanda lo vea conmigo.
El hada arqueó una ceja ante esa respuesta.
—Tu hermana no está con vida, Diana —dijo utilizando un tono de obviedad.
El rey de Bernicia la miró esperando que se diera cuenta por si sola. También sintió el apretón ligero de la reina que captó ligeramente su atención. Ella no había hablado correctamente de ese tema con Akko, debido a las múltiples tareas y situaciones que estaban pasando. Cada noche que caminaban por los pasillos y llegaban juntas a su habitación, no querían saber nada más en ese día; se hallaban exhaustas y deseaban reposar.
Diana, no había dejado de investigar y estudiar al respecto. En su poco tiempo libre que tenía con Alice, aprovechaba para leer el libro que contenía el hechizo. Todavía necesitaba cumplir un año más para realizarlo, y cuando lo hiciera quería que todas las reinas como reyes estuvieran presentes. No obstante, antes de decirle repentina noticia, deseaba comunicárselos con anterioridad para que no llegaran a tomárselo de una mala manera.
El rey de Bernicia, antiguo caballero, imploraba una hermosa y buena bienvenida para la persona que sacrificó su vida para salvarlos. Aunque, debía admitir que imaginaba sus reacciones en el momento que, les avisara lo que haría y eso se expandiera por todos los reinos. Su magia reluciría en ese momento y llegaría a oídos de todos.
Ella se estaba preparando; ella, honestamente, estaba lista para hacerlo; para verla nuevamente, sin embargo, aún necesitaba ese año más de experiencia. Cada día que pasaba se acercaba más a su anhelado deseo ardiente. Traer a su hermana de regreso era un privilegio de una segunda oportunidad, pero también un riesgo bastante alto. Diana no quería pensar en las consecuencias, no obstante, debía tomarlas en cuenta si quería realizar con firmeza el hechizo.
—Tú... —musitó el hada.
—Sí. La traeré de regreso.
—No puedes...
—No ahora —le interrumpió y aclaró.
El hada suspiró profundamente y empezó a moverse de un lado a otro asimilando lo enterado y escuchado. A ella no le parecía correcto, pero no podía interponerse. Sin embargo, después de unos minutos recordó los libros que le había entregado y ninguno... hablaba de traer a alguien fallecido devuelta a la vida.
El hada volteó a verla con gran sorpresa y molestia.
—¿Acaso tú...?
Diana entendió enseguida y volvió a interrumpirla.
—Lamento haber tomado sin permiso uno de los libros de la biblioteca.
El ceño del hada se frunció.
—Tienes que hablar con mi reina.
—Mi decisión está tomada.
—Habla con ella antes. Te lo recomiendo si quieres verme otra vez.
Diana se sorprendió, y luego bajó la cabeza analizando la situación. Era más que obvio que la reina hada no estaría contenta y no deseaba tener algún problema con ella.
—Vita, Reditus, Ratio —dijo el hada captando de nuevo la atención del rey—. Fue el libro que tomaste.
Diana le sonrió ligeramente.
—Me sorprende tu capacidad de memorizarte cada libro de esa enorme biblioteca.
El hada no respondió y nuevamente suspiró esperando su respuesta a lo dicho previamente. Diana observó a Akko en busca de ayuda. La reina simplemente asintió y entrelazó sus dedos dedicándole a la vez una suave sonrisa que significaba un: "No estás sola". Diana le devolvió el gesto y volvió a ver al hada.
—Me dirigiré a su reina, una vez que regrese de la batalla.
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Al día siguiente las tropas estaban preparándose para salir. La reina de Bernicia se encontraba dando órdenes de organización mientras repasaba que nada hiciera falta para el trayecto y el combate. Los caballos igualmente estaban siendo preparados con sus lujosas armaduras de plata; y en las carretas llevaban consigo diversos alimentos y dos tipos de bebidas; agua y vino.
En la noche anterior, Akko no quiso tocar el tema de Amanda. Parecía que ninguna estaba preparada para hablar de dicho tema que probablemente llegaría a una ligera discusión y bastante tiempo para explicar cada detalle. La reina estaba ocupada en cosas que le parecían, desde su punto de vista, más importantes; sus tierras eran primero y debía defenderlas.
—¿Todo se encuentra en orden? —le consultó Diana llegando a un lado de Akko.
Ella miró a verla y le sonrió asintiendo con sutileza.
—Los recursos son más que suficientes y las armas están listas.
Akko contempló la vestimenta de Diana y se deleitó con cada detalle. Su armadura era completamente diferente de los demás caballeros de rango superior, rango intermedio y de rango inferior. Era más que obvio que el rey debía identificarse de los otros bajo su mando, pero la peculiaridad era bastante hermosa.
—Mi rey luce muy atractiva el día de hoy —dijo provocando que el semblante serio de Diana cambiaria a uno de confusión y vergüenza. Akko se rio ligeramente por esa reacción y se acercó con confianza para depositarle un beso en la mejilla—. Es momento de irnos. ¿Te despediste de Alice?
—Lo hice, mi... ¿Irnos? —preguntó con clara extrañes.
—¿Crees que iras sola?
Diana se impresionó.
—Akko. Mi reina. Es peligroso.
—Lo reconozco, mi rey, pero de igual forma deseo acompañarlos.
Diana suspiró con pesadez.
—No creo que sea buena idea.
—Puede que no sepa luchar, pero sé mucho de estrategias de batalla. ¿Recuerdas quien planeó el ataque contra el reino de Georgia? Además, alguien debe quedarse a cuidar a las mujeres encargadas de la comida y de la enfermería, mientras ustedes combaten.
—Akko, por favor, permanece en el castillo.
—No —contestó con firmeza—. He tomado mi decisión. Los acompañaré y lucharé de manera inteligente sin utilizar armas. —Diana hizo una mueca de inseguridad, y Akko situó su mano derecha en la mejilla—. Confió en ti y confió en tu magia. Estaré bien.
El rey la miró atentamente con leve miedo que se demostraban en sus ojos, sin embargo, los orbes rubíes de su reina la calmó en el pasar de los segundos; eran tan serenos y cálidos que le trasmitieron la seguridad y tranquilidad que siempre tenían. Diana sabía que, si tenía la oportunidad de verlos un día completo sin interrupciones, no se cansaría.
—Está bien —dijo.
Akko sonrió.
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Las campañas habían sido colocadas hace siete horas atrás. El sitio donde se encontraban era bastante seguro para planear las estrategias y siguiente acción que tomarían. Era de noche y las velas y fogatas estaban encendidas. Las mujeres sirvientas se encontraban siendo ayudadas en la comida por algunos hombres; los caballeros estaban bebiendo algunas cosas; y los caballos se hallaban amarrados en un lugar poco apartado donde recibían alimentos y agua.
Todo se encontraba tranquilo, por el momento. En aquel sitio se hallaban más de treinta mil hombres hablando y esperando las ordenes de su superior, sin embargo, aquel caballero estaba dentro de la carpeta de los reyes con unos dos caballeros reales y dos lideres discutiendo sus estrategias y los otros planes que tenían para contraatacar al enemigo si uno de los anteriores fracasaba.
—A media noche acabaremos con el reino Biraz aliado del reino de Karat —dijo Diana mostrando los puntos rojos y azules en el mapa expandido sobre la mesa.
—Tenemos otros enemigos a la izquierda.
Frank: Tenemos tropas suficientes como para dividirlas y contraatacar si intentan hacer algo.
Moisés: ¿De qué estás hablando? Somos treinta mil contra más de cincuenta mil.
Frank sonrió y giró a ver a Diana.
Frank: Mi rey es una caballería completa. Su magia ha derribado a más de tres mil hombres.
Diana lo escuchó y se sintió honrada por la consideración que estaba tomando en cuenta, sin embargo, su reina no había permitido que ella utilizara el poder que tenía de nacimiento y descubrió años después.
—La magia se usará como último recurso —habló Akko y Diana la miró con un semblante neutral—. En este instante quiero que piensen que no existe —dijo con firmeza causando que los dos caballeros reales y lideres dudaran, pero ninguno dijo algo que la contradijera o hiciera que recapacitara de sus palabras.
—Los reinos Biraz de nuestra pertenecían nos han entregado a sus hombres para esta batalla. Usémoslos como es debido y esperemos que hayan tenido un adecuado entrenamiento para vencer a nuestros enemigos sin perder muchas vidas.
Larius: Mis hombres serán las defensas.
Bernard: Nosotros resguardaremos a la reina.
—Eso no será necesario, líder —afirmó Akko—. Necesitamos a todos los hombres para el ataque que hemos planeado.
Frank: Mi reina no puede quedar desprotegida.
Akko sonrió ligeramente y giró a ver a Diana que permanecía sentada en una postura recta.
—La magia de mi rey me protegerá.
Todos miraron a Diana con leve sorpresa. Ella asintió en afirmación.
—He creado una barrera transparente alrededor de este lugar. Los que intenten atacar mientras nos encontramos desprevenidos o descansando, no podrán.
Moisés: Es como un escudo... —musitó y el rey lo observó.
—Es correcto. Mi reina estará resguardadas y segura. La barrera que he creado solamente la rodeará a ella y a los caballos e incluyendo a las sirvientas, para que pueda utilizar la mayor magia posible en caso de una emergencia sin preocuparme de que desaparecerá en este lugar.
Bernard: Tenemos mucha ventaja.
Larius: Debemos aprovecharlo.
Frank: Atacaremos a media noche.
—Acabaran primero con el rey del reino Biraz de manera precoz y en silencio. Si algo sale mal, entonces derribarán sus puertas y terminarán con su vida. Una vez que acaben regresarán y traerán a los heridos. Ningún caballero debe ser abandonado. Si alguno muere recuperen su cuerpo para presentárselo a sus familiares, y que tenga la oportunidad de ser enterrado o incinerado.
—Mientras los otros caballeros se dirigirán al reino de Karat. Aguardaran y esperaran mi llegada. No lucharán hasta que me encuentre —dijo Diana—. Larius, te encargarás de dirigir a los hombres que tienes hasta el reino de Karat junto a Frank. Bernand harás lo mismo, pero tomarás a tus hombres e irás al reino Biraz cercano para impedir que ayuden al rey de Karat cuando empecemos. Moisés te acompañará.
—Eso haremos cuando nos encontremos en este punto —continuó Akko señalando un lugar del mapa—. Por el momento seguiremos avanzando.
Frank: Es probable que alguien nos descubra en el trayecto, mi reina.
Moisés: Si lo hacen pensarán en como acórtanos el camino o destruirnos en el momento que tengan la oportunidad.
La reina aprovechó su pequeña discusión para tomar asiento de costado en las piernas de su rey con las suyas cruzadas. Diana la recibió y acarició su cintura con sutileza.
—Le pondremos fin a esta primera guerra en diez días —dijo Akko captando la atención de los caballeros y lideres—. El reino de Karat no tiene ninguna oportunidad contra nosotros. El reino de Bernicia demostrará el poder que posee y la fuerza de los caballeros —aseguró con confianza.
Las personas presentes asintieron y la reina con una mirada les pidió retirarse. Ellos hicieron una reverencia e hicieron lo ordenado. Diana los miró hasta que salieron de la carpa, y luego observó a la reina que estaba sentada en sus piernas.
—Tu seguridad le ha trasmitido esperanzas de volver a casa —dijo el rey.
Akko sonrió y acercó sus labios a los ajenos para besarlos con pasión, deseo y amor.
—Gracias a ti. Me haces sentir más fuerte porque estás a mi lado.
—Siempre estaré contigo, mi reina.
—Me alegro saberlo y escucharlo, mi rey. —Ella se levantó y a la vez caminó hacia la parte de atrás de la carpeta para luego empezar a despojar su vestimenta y ponerse algo más cómodo—. Tenemos un tema pendiente de que hablar.
Diana observó su sombra y arqueó una ceja mientras se deleitaba de la figura de su mujer.
—Ha captado mi completo interés en saber cuál es, mi reina —dijo de manera lujuriosa.
Cuando Akko terminó de colocarse la bata con un listón en la cintura, se presentó nuevamente frente a su rey.
—Bien, porque me contarás en esta noche que hechizo exacto tienes en mente para traer a tu hermana.
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Fin del Cap. 16 (La reina ha hablado)
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