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MI SECRETO

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Narradora Pov

En las lejanías del reino de Bernicia, se encontraban otros reinos de los cuales tenían cosas muy interesantes pasando por los alrededores. El reino de la Alta Borgoña era conocido por sus avances en proyectos nuevos que incluían las armas. Muchos decían que aquel reino escondía una gran variedad de objetos dedicados para el combate cuerpo a cuerpo que podrían hacerle frente a los caballeros de Bernicia. Pero, ¿Era verdad?

En años pasados las tierras de la Alta Borgoña estaban sumida en la pobreza a causa de la baja económica y escases de alimentos. Sin embargo, gracias a un reino mayor y el compromiso que se llevó a cabo meses después de la coronación de la princesa de Bernicia, la distribución de éstos subió y creció. Ayudando al pueblo de la Alta Borgoña a florecer nuevamente; no obstante como todo reino poseía desgracias y secretos.

Uno de las mayores ocurrencias ocultas, se escondía en una habitación poco común que nadie se atrevía a ir. Solamente la reina y una sirviente más podían entrar en ella.

En la ceremonia de coronación y la noche de culminación, la princesa que pasó a tener un estatus más alto por concebir a un pequeño varón nueve meses después, no quería acostarse con su nuevo rey, pero, lastimosamente no tenía otra opción. Era la costumbre, y para que las cosas se vieran más creíbles tenía que hacerlo.

La reina actualmente se acostaba con el rey cuando éste se cansaba de las prostitutas que poseía, no obstante, lo que hacía para no quedar embarazada nuevamente era tomar una poción que su amiga, la actual reina de la Baja Borgoña, le vendía. Dentro de su consciencia tener un hijo no le parecía algo malo, pero si astros, debido al motivo por el cual lo estaba concibiendo; si hubiera podido tener la oportunidad de decidir, no se hubiera acostado con Felix en esa noche de ceremonia.

En los primeros días se sentía vacía, utilizada y desesperanzada. A ella todavía le dolía la perdida de uno de los mejores caballeros que fue hermana de la actual bruja. Hannah quería que hubiera sido esa persona quien la tomara en la cama, pero la vida hizo lo que siempre hacía cada vez que se sentía de nuevo con... ilusión.

Debía admitir que al comienzo no le dio un buen tratado al caballero que había fallecido. Y las razones eran obvias; su comportamiento era bastante infantil, ¡Y hasta le robó su brasier en una ocasión! No era de esperarse que el caballero se enamorará de ella, y que luego fuera rechazada.

La princesa tenía muy en claro el propósito con el cual había nacido, sin embargo, cuando miró a la siguiente al mando del trono de Bernicia llevar una relación con Sir. Diana, pensó en hacer lo mismo; no obstante sus padres eran un obstáculo enorme en ese momento, además que sus ciudadanos no estaban en las mejores condiciones y debía casarse con alguien que beneficiara a su gente.

Era complicado y sabía la elección que tomaría, pero a veces en las noches más oscuras pensaba y sentía esa sensación cálida en su pecho que significa el valor del riesgo que hubiera tomado por el simple hecho de estar con ella. Sin embargo, ¿A ella le hubiera gustado ser un rey? Desde el punto de vista que había tenido en las festividades que se llevaban a cabo en el castillo de Bernicia, Diana, parecía feliz a lado de su reina; no obstante tomaba en cuenta que, Amanda y Diana, eran personas totalmente distintas.

Nuevamente suspiró encontrándose en compañía de un rey subido de copas durmiendo profundamente a su costado. Ella se acomodó de lado y subió las sábanas para ocultar sus pechos desnudos. Cerró sus ojos e intentó dormir, pero sus pensamientos no la dejaban. Hannah deseaba estar en ese momento con la joven que había conocido en su propio castillo.

Aquella mujer la hacía sentir amada y querida. Le entregaba todo lo que su actual rey no hacía por la obsesión que tenía aún con la reina de Bernicia. Felix, estaba todavía entusiasmado y esperanzado de tener alguna oportunidad con la dicha gobernante. «Patético», había pensado Hannah en el instante que el rey gemía el nombre de su amiga estando ebrio, ya que consciente no era capaz de hacerlo.

La reina de la Alta Borgoña no recordaba haber tenido relaciones con el rey sin ninguna pisca de alcohol encima. El líquido que era mayormente creado en otro reino y distribuido al suyo, lo había vuelto uno más de esos hombres adictos.

El niño que tenía estaba cerca de cumplir sus diez años. La celebración se llevaría a cabo en el castillo y otros reyes como reinas vendrían a disfrutar y descansar en ese día; los deberes de un gobernador eran ajetreado, y como toda persona se merecían relajarse y divertirse.

Cuando el pequeño chico nació, Hannah, no le tenía algún afecto. Esto debido a que no amaba a la persona que estaba a su lado y no había querido tenerlo. Sin embargo, lo cuidó y educó correctamente ganándose el amor del niño en poco tiempo; no obstante, la reina no era de darle mucho cariño. El niño se parecía más al rey que a ella, además, estaba tomando algunas actitudes que empezaban a disgustarla.

Felix no era un buen ejemplo, pero él lo admiraba. El futuro gobernante de las tierras de Azir, le gustaba ver a su padre ordenar y matar a las personas que cometían malos actos. Por supuesto, la reina se oponía a castigarlos de esa manera, sin embargo, su voz no era audible; lo que significaba que no importaba.

El rey la había puesto detrás de su espalda y, claramente aprovechó estar en ese lugar, aunque debía admitir que no le gustaba que sólo la gente que trabajaba en su hogar hiciera caso a sus palabras; las personas del pueblo escuchaban más a Felix que a ella.

La mayoría de los ciudadanos pensaba que la reina se encontraba controlada por el rey, puesto que, cuando intentaba dar una orden directa, Felix, se interponía. Eso la molestaba y le creaba bastante estrés y frustración. Ella le decía: "Si tanto te importa, encárgate de estas tareas". El trabajo de escuchar a la gente lo tomó él después de esas palabras. En conclusión, Felix se encargaba de la mayoría de los deberes de la realeza. Hannah debía admitir que en algunas cosas era verdaderamente bueno.

Sus tareas como reina disminuyeron y gracias a eso tenía mucho tiempo. A ella le gustaba sentarse en una de las hermosas bancas blancas a contemplar las hermosas flores que nacían de un bello color peculiar; a ella le encantaba porque le recordaba la tonalidad de los ojos de la primera persona que le gustó.

«Si tan sólo hubiera tenido más de tiempo», se decía en su mente recordando como estaba consiguiendo el valor para tomar y decir aquellas palabras que cambiarían el destino de su reino.

Actualmente si descubrieran lo que hacía a escondidas de los ojos curiosos que rondaban por el castillo, sería severamente castigada por motivos de respeto; el rey podía hacerlo, pero ella no. Así era la vida de una mujer. El hombre tenía más poder y derecho. Y eso en cierta parte le causaba gracia. «También puedo ser fuerte», pensó en una ocasión observando con una tenue felicidad las flores verdes.

«Necesitó pensarlo más», se dijo una vez más en otro día común. Ella tenía un plan, sin embargo no se atrevía a llevarlo a cabo porque su reino aun necesitaba de la ayuda de las tierras de Azir; no obstante, después que no tuviera alguna dependencia, ¿Se decidiría a hablar con la reina de Bernicia y pedirle el apoyo de lo que planeaba dentro de su cabeza hace aproximadamente cuatro años? Era poco probable y necesitaba de un impulso para tomarlo.

Escuchó un ruido molesto proveniente del rey, y con disgusto se levantó de la cama y buscó sus prendas en el suelo, para después abandonar la habitación a esas altas horas de la noche. Caminó con seguridad peinando ligeramente su cabello alborotado mientras se dirigía al cuarto que normalmente utilizaba para descansar mejor.

En sus pensamientos rondaban unos recuerdos neblinosos que le causaban leve angustia en su pecho. Hannah intentaba esparcirlos o hacerlos a un lado cuando se presentaban, pero era casi imposible debido a ese pequeño sentimiento de arrepentimiento que vivía aún en su pecho. «Ojalá hubieras estado más tiempo», se decía con la mirada perdida.

La reina nunca había intentado amar a la persona que tenía como rey, aunque en cierto punto lo pensó, pero jamás lo hizo. Sabía que el hombre con el cual se casaría no era bueno y se lo demostró en el pasar de días, semanas, meses y años. Su comportamiento no le gustaba y su mentalidad en varias ocasiones dejaba mucho que desear.

Cuando las cosas se volvían bastante difíciles por las discusiones que tenían la mayoría de las veces, Hannah, recordaba con esfuerzo las palabras de sus padres antes de fallecer. Ella quería cumplirles, pero cada vez se hacía más difícil; ella se estaba cansado de su rey, e incluso de su propio hijo.

El niño ya no se dirigía a ella como: Mamá. Ahora, era simplemente: Reina Hannah. Y eso no la molestaba, al contrario, se encontraba agradecida de que lo hiciera, ya que se sentía demasiado incomoda por aquel anterior llamado. Aunque fuera cierto que era su madre, no quería tenerlo cerca después de la conducta incontrolable que estaba tomando.

Como reina, era su deber cuidarlo y protegerlo hasta que cumpliera la mayoría de edad y ascendiera al puesto de su padre. Hannah se hallaba consciente que debía obligatoriamente tener a un hijo más para que tomara el suyo, no obstante, no quería y las discusiones que se llevaban a cabo en cualquiera parte que, Felix, le gustaría discutir, era debido a eso.

«¿Cómo se sentirá?», se preguntaba con nostalgia recordando las sonrisas felices del rey y reina de Bernicia. «¿Cómo se sentirá tener algo con la persona que amas?». Esas palabras le causaban cierto remordimiento y hubo un tiempo que se culpó por las cosas que habían sucedido, sin embargo, lo que ocurrió se encontraba fuera de su alcance y ella en realidad no tuvo nada que ver con eso; no obstante, el arrepentimiento de muchas cosas pasadas la hacían sentir de esa manera en pocas ocasiones.

«Si tuviera una oportunidad...» ¿La tomaría? Era seguro que sí, pero, ¿Qué pasaría después? La persona con la cual tenía una relación en secreto de los demás, la amaba incondicionalmente y le dedicaba todo el tiempo que fuera posible, ya que no podía desaparecer por tantas horas o levantaría ciertas sospechas; aunque eso, ya lo hacía.

Recordaba la vez que, Diana, le había hecho la preguntaba de si estaba con alguien aparte del rey Felix. Hannah no se lo negó, pero tampoco se lo afirmó. A ella le gustaba mejor mantener ese tipo de cosas en secretos e intentaba conservar toda su vida en silencio; ella era una reina y gobernaba sus tierras junto al rey; eso eran lo único que debían saber todos.

Las noches que Felix la tomaba con intenciones de embarazarla eran pocas, no obstante, sabía que él no se cansaría hasta conseguirlo. Internamente agradecía demasiado a la reina de la Baja Borgoña por venderle aquellas pociones.

La típica excusa que le daba al rey en esas "conversaciones", era: "No estoy lista. Te avisaré cuando lo esté". Felix estaba cansado de escuchar aquellas palabras que le faltaba poco para lastimarla y obligarla en contra de su voluntad a tener dicho sucesor o sucesora. Hannah sentía gratitud de que no hiciera lo último y "la esperara"; con eso demostraba que aún le quedaba un poco de corazón.

—¡Psst! —se escuchó de alguien cercano.

Hannah giró a verla reconociendo de inmediato quien había provocado aquel sonido. Levantó una ceja y miró hacia atrás y el frente comprobando de que no se encontrara nadie rondando el castillo por esas altas horas de la noche. La joven mujer se acercó y le sonrió cariñosamente.

—¿Mala noche?

—Te lo imaginarás.

Ella rio ligeramente y la atrajo con lentitud y delicadeza hacia su cuerpo. La reina debía admitir que le gustaba demasiado aquellas acciones de su parte.

—¿Qué le parece si le doy una mejor?

Hannah sonrió y se apegó con sutileza.

—Me encantaría.

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Fin del Cap. 13 (Mi secreto)

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