viejos tiempos
- No te noto nervioso, para nada Sorrento. Me sorprendes.
- Hay cosas que debes conocer de mí - dijo imitando la voz de Kanon, evidentemente más ronca.
- ¡Ggggrrrr! A ver, dilo de nuevo - dijo Kanon apoyándose con los brazos cruzados sobre la mesa, mirando directamente la boca de Sorrento. El muchacho reaccionó tomando su cerveza y bebió mirando hacia otro lado. - No importa, no importa - dijo Kanon divertido - Me gusta jugar.
- No sé de qué estás hablando.
- Soy el mejor. No te olvides de eso.
- ¿Crees que voy a perder?
- ¿Crees que puedes ganar?
- Por supuesto.
- ¿Y me vas a ganar siempre?
Sorrento abrió la boca para responder, pero luego tapó su cara con una de sus manos, soltando una carcajada.
- Ya estoy confundido, y tal vez un poco ebrio.
- ¡Sí que sabes jugar, eh, Sorrento! Eres mucho más interesante de lo que imaginaba.
- Me imagino debo tomar eso como un elogio...
- Por supuesto. Hoy no tengo más que elogios para usted.
Sorrento sonrió nuevamente. Todo era tan nuevo y viejo al mismo tiempo, era revivir todo y a la vez sentir nacer algo nuevo e irrepetible.
Kanon se quedaba mirándolo con una sonrisa imborrable en sus labios.
- Y bien, ¿Cantante, eh? ¿Y qué pasó con la lucha?
- Sigo entrenando solo. Me ayudó lo suficiente, ahora era tiempo de otra cosa.
- No lo esperaba. Me sorprendiste. Me hubiese encantado escucharte cantar.
- Cantaba como la mierda, Sorrento. - dijo riendo - he ensayado muchísimo, y estos años estuve estudiando para ampliar mi técnica.
- ¿Estudiaste música?
- Canto. Todos estos años... Ahorré para poder hacerlo, y lo hice.
- Es increíble. No puedo creerlo. Yo creo que eres buenísimo, cuando seas famoso intenta no olvidarte de mí...
Esa broma salió naturalmente de sus labios, pero al instante ambos sintieron una punzada de nostalgia por haberse separado en dos ocasiones durante tanto tiempo, sin siquiera despedirse.
- Nunca me he olvidado de ti, Sorrento. Espero que esta vez tú aceptes mis disculpas, porque tal vez me equivoqué. Espero no sea muy tarde... En fin. Sorrento -dijo acomodándose en su silla - no siento que sea digno de tí. Cuando te vi nuevamente sentí que no podía ofrecerte algo. Ahora te ofrezco quien soy, algo real. Necesitaba tiempo para... Yo le digo "domesticarme", estaba convertido en una puta bestia.
- No sé de qué hablas.
- ¿Quieres saber? Tal vez no te guste.
- Si hay algo que necesite saber, prefiero saberlo ya.
- Era adicto al sexo.
Sorrento sintió una mano invisible recorriendo todo su miembro, causándole una incómoda erección.
- Está bien, creo... Entiendo. No sé qué decir.
- Lo único que necesitas saber es que logré controlarme bastante. Lo único que quedó es... Bueno, tampoco sé si quieres saber. Tal vez tampoco te guste...
- No he dicho que... Dime, dime. Sólo... Dime. -Sorrento era tan evidente que Kanon no podía evitar reírse con sus reacciones. Algo que era tan incómodo estaba resultando hasta cómico al lado de ese hombre. Era refrescante.
- La intensidad.
Sorrento sentía que su pantalón iba a estallar. Bendita mesa que lo cubría.
- ¿Intensidad...? - dijo obligándose a mirar su vaso y dar otro sorbo.
- Por lo que he notado, soy muy intenso. Duro mucho rato, no paro. Soy una bestia, de verdad soy una bestia. Además soy fuerte, no me canso. No sé, creo que nunca he recibido quejas - dijo tomando un nuevo sorbo de su cerveza, levantando sus cejas orgullosamente.
- Ajá. Entiendo. Bien por ti, Kanon.
Kanon sonrió.
- Igual puedo hacer excepciones.
- ¿A qué te refieres?
- Puedo ser lento y suave también... - Kanon sabía cómo seducir. Su mano recorría el muslo de Sorrento. Si seguía yendo hacia el norte, esto iba a ser muy vergonzoso... Pero justo antes de poder encontrar algo, Kanon se detuvo y dejó su mano reposando ahí para dedicarse a ver a Sorrento.
- ¿Puedes...? ¿Podrías sacar...? ¿Tu mano...? ¿Podrías sacar tu... ? ¡La mano! ¿Puedes...?
Kanon retrocedió.
- No te molestes, por favor. Disculpa. No quise excederme, lo lamento.
- Creo que debemos discutir qué somos exactamente. Yo lo tengo claro, Kanon, pero me parece que tú no.
- Es justo. Bien, yo quiero ser lo que tú quieras.
- Eso es... ¿A qué te refieres?
- Sorrento, no puedo obligarte a nada. Si eres feliz con Orfeo, lo entiendo, pero no eres pertenencia de nadie, sólo de tí mismo. Eres tú quien decide qué hace, por lo tanto, si yo te coqueteo, tú ve cómo respondes a ello.
- Eso suena incómodo si quisiera simplemente tenerte de amigo.
- No me lanzaré a ti, Sorrento. Pero no me pidas que deje de ser quién soy contigo, porque debo decirlo en algún momento... Sorrento, nunca he dejado de pensar en tí. - dijo mirando a los ojos a Sorrento, mientras él se derretía con cada palabra - eres excepcional.
- Gracias, Kanon.
- Y quiero que sepas, Sorrento, no he terminado - dijo dando otro sorbo a su cerveza que se terminaba - nunca pude darme otra ducha sin recordarte.
- Mierda... - ¿Lo dijo en voz alta?
- ¿Mierda? - Sí, lo dijo en voz alta - ¿Por qué me dices eso?
- Me pasa algo similar contigo, Kanon.
- A mí me pasa siempre. Cada una de mis duchas.
- Qué quieres que te diga...
- Dime que te pasa lo mismo.
- Kanon, ya para...
- ¿De verdad quieres que pare? ¿Por qué te frenas?
- ¡Tengo novio!
- Sí, eso ya lo mencionaste. - dijo Kanon con un tono de evidente molestia. Era primera vez que no estaba sonriendo en la noche.
- No te enojes.
- Era imposible que nadie más te conquistara. Eres un hombre excepcional.
- Fueron años, Kanon. ¿Qué esperabas?
- Que cuando nos volviéramos a ver, desearas con toda tu alma volver a hacerme el amor.
- ¡Mierda! - gritó Sorrento irritado.
Sorrento se paró y caminó fuera del recinto. Kanon lo siguió rápidamente.
- ¿Y ahora qué? ¿De verdad quieres que pare? ¡Dímelo! - dijo Kanon - Dime que quieres ser sólo mi amigo, y seré sólo tu amigo. Pero dímelo, y por favor que se note en tu voz que no te mueres por derretirte en mis brazos.
- Me gustas, Kanon. Me gustas mucho, pero ahora tengo... Tengo pareja y llevo varios años con él... Ha sido gentil, nos queremos... Yo no quiero hacerle daño. - confesó Sorrento.
- Sé que te estoy presionando, Sorrento. Es egoísta de mi parte hacerlo, pero no puedo evitarlo. Te dejé de lado, quise mejorar para ofrecerte algo auténtico de mí. Te recuerdo todos los días, ya te lo dije, sobretodo en mis duchas - dijo sonriente, mientras Sorrento reía por fin - te extraño tanto, me siento tan estúpido y adolescente, pero no puedo evitarlo. Me haces sentir vivo. Cada vez que te veo entiendo lo lindo que es vivir para poder disfrutar a tu lado lo que sea, todo lo que hacemos lo recuerdo gratamente, es especial. No conozco a tu pareja, seguro vale oro, te tiene a tí y eso significa todo. Pero no quiero pensar en otra persona ahora, quiero pensar en ti y en mí, amaría tener la oportunidad de tener todo lo que no pudimos hace tantos años, yo jamás te hubiese dejado, te aseguro que a esta altura quién sabe... Tal vez serías mi marido. No tengo dudas de ello.
Sorrento lo miraba sin poder decir nada.
- Necesito digerir las cosas. Es mucha información. No voy a decidir en este estado.
- Está bien. Lo entiendo... Pero... ¿Puedo pedirte algo? - dijo aproximándose a Sorrento.
- Supongo.
- Regálame un beso. Sólo... Sólo un beso. Si decides mañana mandarme a la mierda, por favor necesito que me des algo que recordar el resto de mi vida. Me lo merezco - dijo sonriendo frente al rostro de Sorrento.
- ¿Eso en qué cambiaría las cosas?
- Es un regalo. Sólo... - susurraba Kanon tocando el rostro de Sorrento con mucha delicadeza, mientras él inclinaba su rostro y Sorrento también. Cerraron sus ojos y dejaron que el beso comunicara eso que aún no sabían cómo llamar, moviendo sus labios con tanto deseo contenido. Sus manos recorrían sus cabellos, bajaban y acariciaban la espalda del otro, sus brazos... No podían parar, sentían la respiración del otro en una perfecta sincronía, su piel emanaba un aroma tan sutil que olvidarían apenas se separaran.
El instante fue sublime. Ambos supieron exactamente cuándo parar, se miraron a los ojos y Kanon volvió a abrazarlo.
- No quiero dejarte ir. Sorrento... No quiero dejarte.
- Tengo que volver a casa...
- Vuelve, pero por favor... No dejemos de vernos. Por favor.
- ¿Crees que pueda ser tu amigo?
Kanon no lo soltaba. En ese momento agarró el pelo de Sorrento con una de sus manos, haciéndolo inclinar levemente su cabeza, sumergiendo su nariz entre esos cabellos violetas.
- Déjame olerte por última vez... Ohhhh, hueles tan bien... Toda tu piel... - susurraba olfateando cada rincón, hasta recorrer su cuello.
- Hey, Kanon...
- Te mordería... Te juro que te mordería justo acá - le hablaba al cuello de Sorrento - este lugar lo recuerdo... - decía apretándose aún más con el cuerpo de Sorrento, quien no se oponía.
- Kanon... Regresa...
- Perdóname Sorrento, si somos amigos no podré hacer ésto... Sólo es un instante pequeño... Déjame... Oh, si te tuviera en mi cama...
- ¡Kanon...!
Kanon se separó del cuerpo de Sorrento como si hubiese tocado una brasa hirviendo.
- Me cuesta - dijo abofeteándose, mientras Sorrento tomaba rápidamente sus manos para que no volviera a hacerlo - me disculpo, me gustas mucho, te deseo, me cuesta contenerme, hueles delicioso, sabes rico, tu piel es tan suave...
Entonces Kanon se lanzó nuevamente a la boca de Sorrento, besándola sin ninguna piedad. El cuerpo del muchacho respondía salvajemente a su instinto, puesto que Kanon también era un hombre delicioso en todas sus formas. Esto era algo que siempre había anhelado, cuando lo tuvo de joven entendió instantáneamente que iba a querer más.
- Kanon, escúchame.
- Sí... - decía mientras deslizaba su lengua por la comisura de sus labios.
- Tengo que regresar...
- No lo hagas... Ven conmigo esta noche... No tienes idea de lo que te vas a perder...
- Me lo imagino - dijo en un lapsus de honestidad.
- Ven, Sorrento. Se libre, se feliz. Eres tú quien importa. Eres tú quien decide lo que quiere.
Mierda, Kanon sabía cómo insistir. Sabía que Sorrento se derretía por él, y era mutuo. Kanon rogaba a los dioses que Sorrento lo acompañara. Nunca había deseado tanto algo en toda su vida.
- Mierda.
- Vamos Sorrento, decide. Me tienes enloquecido, no aguanto más. Decide de una puta vez, necesito saber si haremos el amor o no. Sólo una cosa te voy a decir - dijo tirando el pelo de Sorrento - si vienes conmigo esta noche, voy a darte todos los orgasmos que no te di en estos once años. ¿Quieres tener el mejor sexo que has tenido en tu vida, junto al hombre que más te aprecia en el mundo? Decide, Sorrento. Seré lo que quieras.
Sorrento cerró los ojos un instante para sentir el abrazo de Kanon. Orfeo habitaba su vida cómodamente, pero aquello que sentía por Kanon era mucho más grande que cualquier cosa que haya sentido en su vida entera. ¿Realmente era algo más? Y más allá del dilema de tener pareja... ¿Estaba preparado realmente para recibir a Kanon, a quien solían llamar El Lobo?
Él sabía, en el fondo de su ser, que si aceptaba ir con Kanon, se entregaba a las reglas de su juego y que jamás podría volver a desear a alguien de la misma manera... Porque una vez que el lobo te cazaba, nunca querías dejar de ser su presa...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro