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un océano

Sorrento salió del baño y vio a Kanon acostado en la cama, boca abajo. Fue un primer plano de su trasero, su espalda inmensa y sus piernas de infarto, todo decorado con algunos mechones aún mojados por la ducha. Lo miró unos segundos intentando concentrarse en hacer algo y no paralizarse, pero era difícil. Sus pies avanzaron solos hacia la cama, y ahí se acostó apoyado sobre su brazo, mirando a Kanon.

- Hola.

- Hola, Kanon. ¿Acostarte desnudo sobre la cama también lo hiciste intencionalmente, verdad? - Kanon sonrió. No quiso responder a esa pregunta. - ya veo. Eres muy guapo. ¿Cuántos te lo han dicho?

- No los suficientes. Al menos de nadie que haya querido.

- Eres el chico malo.

- Nah, soy bueno. En el fondo, soy bueno.

- Viene muy de cerca esa opinión.

- Lo sé. Pero tengo amigos que me lo dicen todo el tiempo. Y mi madre también lo creía.

Sorrento dejó que todo su cuerpo descansara sobre la cama. El recuerdo de su familia era una herida que aún dolía. Kanon, por su parte, extrañaba en demasía a su madre. Era el amor incondicional que lo había acompañado tanto tiempo, a quien le había confiado incluso el secreto de su amor hacia Sorrento, y lo apoyaba.

- Me imagino que la extrañas. Yo no volví a hablar con mi familia, desde que me fui de la casa a los 18.

- Sí, algo me mencionaste. No esperaba que te ocurriera eso, tus padres siempre se vieron tan comprometidos contigo...

- Lo estaban. Pero para mí, no fue suficiente. Cuando mi padre se enteró, me obligó a ser examinado por un médico... Fue tan humillante. Me amenazó... Ni te explico la paliza que me dió cuando regresamos a la casa... Me dijo que le agradeciera que no me quebraba los dientes...

- No puedo creerlo, Sorrento. Qué horrible. Mis padres no se molestaron. Ellos entendieron que tenía suficiente edad para despertar mi vida sexual, me creyeron cuando les dije que no había sido una violación... El problema fue que a mi padre no le gustó que fuera con un hombre. Mi madre me defendía, pero mi padre no lo entendía, y discutían siempre. Estaba causando algo en la familia, por eso mi padre me pagó una pieza y luego de unos meses simplemente me dejó ahí, a la deriva. Mi madre enfermó y falleció. Sus últimos años fueron un asco... Me dió mucha pena eso, pero bueno. Hay situaciones que no se pueden controlar del todo. Fue una buena madre. La extraño mucho.

- Al menos tenías esa relación con ella, mi padre me envió a la iglesia y me hizo confesar todo lo que había vivido contigo... Me trataron como si fuera un enfermo, y me terminé creyendo el cuento. Me enfermé de depresión, estaba tan confundido, pensaba que mi vida estaba condenada o algo así, y quería acabar con ella. No lo entendía... Por un lado yo te adoraba tanto y por el otro me decían que eso era malo, que no debía suceder, que yo estaba enfermo.

- Ellos no saben lo que es el amor. Me compadezco de ellos. ¿Cuánto tiempo estuviste así?

- Como dos años. Irme fue el remedio, honestamente.

- Eres tremendamente valiente, Sorrento. Siempre te he admirado tanto. -dijo poniendo su mano en la de Sorrento.

- No es nada especial, Kanon. Aprecio que intentes subirme el ego...

- No te subestimes. Eres tremendo - dijo Kanon apoyándose sobre su brazo, mirándolo por un largo instante.

- Qué extraño es estar acá, mirándote. Es irreal. - dijo observándolo con detenimiento.

- No, de hecho, es real. Yo soy real. Tú eres real... - dijo acariciando la cara de Sorrento suavemente.

- Me haces sentir bien.

Kanon apretó sus ojos al reír. Su sonrisa amplia se dibujó espontáneamente.

- "Me haces sentir bien". Me encanta cómo te expresas. Supongo que eso es un "me gusta estar contigo", ¿No?

- Sí.

- Bueno, en mi caso puedo decir lo mismo, Sorrento. Me gusta estar contigo, porque me gustas tú y me gusta la persona que soy cuando estoy contigo.

- Lo mismo.

- Creo que he estado enamorado de tí desde que nos conocimos. - dijo Kanon mirándolo fijamente.

Esta vez, Kanon esperaba una respuesta contundente. No quiso decir nada, no hacer ningún gesto adicional más que observar la reacción de Sorrento.

El muchacho miraba el techo fijamente, pero su cuerpo reaccionó a la mirada de Kanon. lo miró y tenía el impulso de decir algo, pero no pudo. Se quedó mirando el rostro del peliazul, su mechones de pelo cayendo por su hombro, acariciando su aterciopelada piel. Su mirada estaba tan presente, como si lograra penetrar su mente.

- Eres un sueño. No puedo decir si estoy o no enamorado de tí, Kanon. De alguna manera siento que cuando estoy contigo la vida se siente distinta.

- ¿Distinta en un buen sentido, o te sientes mal?

- Me siento espectacular. Me gustaría no despertar.

- Es lo más tierno que me has dicho, Sorrento. Te besaría, pero no quiero insistir...

- ¿"No quiero insistir"? ¡Has hecho todo lo posible por coquetearme toda la noche!

- ¿Coquetear? ¿Yo? ¡Falacias!

- No tienes remedio... - dijo Sorrento riendo.

Kanon se acercó a Sorrento, quien dejó de reír ante el nerviosismo que le causaba sentir a ese hombre tan próximo. Kanon acariciaba el cuello y cabello del muchacho, y delicadamente lo besó con tanto cuidado que provocó que ambos se estremecieran.

Al cabo de un minuto, el peliazul retomó su lugar de la cama, respirando profundamente. Se notaba conflictuado.

- Buenas noches, Sorrento.

- ¿Te dormirás?

- No quiero, pero debo.

- ¿Tienes que levantarte temprano mañana?

- No, Sorrento. Sucede -dijo apoyándose nuevamente en su brazo - que tengo a un hombre desnudo muy sensual en mi cama y no puedo tocarlo. Me cuesta controlarme, pero sé que puedo hacerlo. Creo que lo mejor es dormir - dijo tapándose y dándole la espalda a Sorrento.

Sorrento se metió debajo de la frazada, y se acercó hacia Kanon lo suficiente para sentir todo su cuerpo desnudo. Se aproximó hasta quedar abrazándolo, respirando en su cuello.

- Yo también te eché de menos, Kanon.

- Mmm... Qué cruel eres...

- Hablo en serio. - dijo besando el cuello de Kanon, mientras sus manos recorrían debajo de esa frazada los brazos bien marcados del peliazul, agarrando su cadera con fuerza, tocando su vientre perfectamente definido.

Kanon tomó la mano de Sorrento y la detuvo.

- Dijiste que no querías hacerlo hoy. Eres cruel, muy cruel. Por cierto, qué lindas manos tienes. - dijo entrelazando sus manos con las de Sorrento.

- Te gusta todo de mí hoy, ¿Elogiarme es tu técnica de conquista?

- Ser honesto es mi arma en la vida.

- Tal vez te equivoques.

- No me importa. Tus manos son perfectas, punto. - dijo besándola reiteradas veces.

- ¿Eres siempre así?

- ¿Así cómo?

- Tus respuestas, tu humor, tu seducción constante, tus elogios...

- Quédate conmigo y descúbrelo - dijo aún con la mano de Sorrento frente a sus labios.

- ¿Quieres estar conmigo? ¿De verdad quieres hacer ésto?

- Seré lo que tú quieras.

- Hablo en serio.

- Yo también.

- ¿Me quieres en tu vida de nuevo?

- Nunca te he tenido realmente. Quiero una oportunidad de tenerte, luego ver qué sigue. Sólo... Quiero disfrutar de ti, he esperado mucho, he fantaseado una y otra vez contigo, y sé que eso no se acerca ni un poco a la realidad.

- Me idealizas...

- Puede ser... Pero en mi defensa debo decir que me gustas mucho. Eres todo lo que me gusta en un mismo ser humano, yo de verdad me siento tan extasiado de que estés acá, en mi cama. Desnudo, por cierto... - dijo intentando mirar dentro de la frazada.

- ¿Qué quieres ver?

- A tí, entero. Por cierto, tengo muy mala visión nocturna, ¿Puedo mirar con mis manos? - dijo pasando su mano por la espalda de Sorrento con una clara tendencia a ir hacia el sur...

- Sí...

- ¿Te gusta?

- ¿Qué?

- ¿Te gusta como te toco?

- S... sí.

- Pero no puedo avanzar más, me dijiste que no quieres hacerme el amor hoy.

- A la mierda, Kanon. - dijo Sorrento, agarrando el rostro de Kanon y besándolo con muchas ganas.

Esta vez su beso los unió como si fueran uno solo. Abajo de esas frazadas, el olor de ambos se mezclaba como una dulce fragancia. Kanon se acomodaba para estar sobre a él, entrelazando sus piernas con las de Sorrento, generando roces suaves y movimientos envolventes. Sus manos intentaban memorizar cada forma, cada curva. Su piel se juntaba de una manera tan estrecha que la sensación envolvía ambos cuerpos. No podían parar de besarse, sus lenguas luchaban agónicamente.

Kanon se levantó sobre sus rodillas, sólo para poder respirar y mirar a Sorrento.

- No es un sueño, ¿Verdad Sorrento? Dímelo - dijo Kanon mirándolo por completo.

- No. Estamos juntos de nuevo.

Entonces Kanon se abalanzó sobre el cuerpo de Sorrento, besando su abdomen mientras su mano acariciaba su muslo. Bajaban sus labios, subían sus manos...

- Prometo ser suave...

Kanon había sido honesto toda la noche, así que cuando mencionó que su problema era la intensidad, no se equivocaba.

Sorrento entró en un trance, era otro hombre. Su cuerpo respondía con violencia a cada estímulo, su respiración se agitaba de manera incontrolable. Estaba en las redes de Kanon, algo sucedía con él que lograba sumergirlo en un océano de lujuria, navegado por el gran Dragón Marino.

- ¿Estás bien...?

- ¿Te parezco que estoy mal...? No te atrevas a parar otra vez...

Kanon sonrió coquetamente, volviendo a sumergirse en el cuerpo de Sorrento con sus besos y caricias. Al poco tiempo, un hombre lujurioso totalmente distinto al que solía llamar Sorrento se abalanzó sobre él, cayéndose de la cama. Estaba endemoniado. Cuando el peliazul se incorporó, Sorrento hipnotizado con el olor de su amante se dejó llevar, llenándose la boca con su carne, y pudo descubrir así que Kanon hacía los mismos sonidos cuando sentía placer que había descubierto hace once años, pero además, tenía una manera de gemir ronca y profunda. Mientras más besaba el miembro de Kanon, más fuerte gemía y más se excitaban.

Ahora era el turno de Kanon de entrar en trance, su mirada borrosa se posaba en Sorrento con cierta furia. Sorrento al fin se sentía preparado para lidiar con El Lobo...

Kanon lo levantó con sus poderosos brazos mirándolo fijamente a los ojos, mientras apretaba los dientes. Su mirada se perdía dentro de los ojos de Sorrento, y entonces Kanon decidió acariciarlo por completo mientras se saboreaba, era como si estuviera preparando su comida.

Sentado sobre sus rodillas nuevamente, Sorrento miró a la criatura que hacía a Kanon merecedor de la fama que tenía. El peliazul comenzó a tocarse frente a él, el solo hecho de estar viéndolo era un viaje completo para él.

- ¿Te gusta lo que ves?

- Eres lo más rico que he visto.

Kanon se acomodó sobre Sorrento apoyando sus brazos a los costados de su rostro, mirándolo fijamente.

- Ajuste su cinturón... Que estamos a punto de despegar - dijo Kanon mordiendo el cuello de Sorrento.

Fue así que despacio ingresó en él. Sorrento apretó los ojos y agarraba las sábanas, mientras que Kanon gimió muy fuerte.

- Es exquisito sentirte... - decía mientras se movía de a poco. Sorrento comenzaba a sentir placer, gimiendo a cada embiste - qué rico te quejas Sorrento...

- Tú... También... Eres... bastante sonoro...

- Para que no te olvides de quién te está haciendo ésto...

Kanon se movía lento, pero sin perder el ritmo. Sus movimientos iban más allá de lo normal, su cadera dibujaba círculos en el aire o algo así.

- Mierda... - dijo Sorrento rasguñando la espalda de su amante.

- ¿No te gusta? ¿Qué tal así? - dijo Kanon cambiando el movimiento.

Sorrento se odiaba. No llevaban ni cinco minutos y ya quería acabar. Realmente Kanon era una bestia y sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y ahora quien debía aprender a controlarse era Sorrento. Apretaba sus puños, gruñía, hasta maldecía.

- Con que éste es El Lobo...

- Mucho gusto, Sorrento - decía Kanon sin parar el movimiento de su cuerpo. Movió a Sorrento a su antojo, cambiando de posición. El muchacho buscó una almohada para poder ocultar sus gemidos.

- Nunca te había visto así, Sorrento... - decía acariciando su miembro en la entrada de Sorrento.

- ¿Te gusta?

- Veamos... - dijo Kanon penetrándolo nuevamente - ahora me gusta más...

Sorrento nuevamente estaba en problemas. Ese hombre era el demonio mismo, no sabía de dónde encontrar la fuerza para resistir sus embestidas, y aunque eran suaves, también eran profundas, y el movimiento que hacía era algo que jamás hubiese imaginado. No resistía más su orgasmo.

- No aguanto más... ¿Puedo terminar?

Kanon gruñía cada vez más intensamente. Agarró de la cadera a Sorrento y no tuvo más compasión.

- ¿Así está bien? ¿Quieres el primero?

Ambos estaban endemoniados, gimiendo tan fuerte. Kanon decidió que iba a dejar de contenerse por completo. Tomó el control absoluto y se dejó llevar por su ritmo mientras gemía muy fuerte.

- ¡Argggg... Mierda! - gritó Sorrento cuando alcanzó su orgasmo y Kanon le dió unos segundos para disfrutarlo. El muchacho intentaba respirar todo el aire de la habitación que había perdido con tanta agitación.

Se acostaron uno al lado del otro, Kanon estaba transpirado a más no poder. Su pelo se pegaba al sudor de su cara, se veía tan sensual.

- Fue sólo el primero de esta noche. ¿Te gustó?

- No estuvo mal...

- ¿"No estuvo mal"? Sorrento... Cómo me encantas... - dijo besándolo - eres mucho mejor de lo que esperaba...

- ¿Gracias?

- Algo me dice que vas a disfrutar lo que te haré a continuación... sólo aguanta...

Iba a ser una noche muy larga.

Había luna llena...

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