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¡Resiste!

El pecho de Sorrento subía y bajaba con escándalo. Tenía a escasos centímetros al hombre que pensó que jamás volvería a ver, se sentía tan nervioso que no lograba articular palabra.

Kanon, por su parte, se notaba que tenía un objetivo claro, pero se sentía intrigado: no sólo estaba ante la presencia de aquella persona que conoció hace tanto, sino también que tenía que lidiar con el antiguo Kanon que solía conocer, ya que emergía con tanta fuerza, que le costaba mantener la postura que había creado con los años.

- ¿Quieres venir conmigo? Cualquier cosa que quieras en el mundo, yo puedo dártela. - dijo Kanon.

Qué frase tan elaborada. ¿A cuántos le había dicho lo mismo?

- ¿Qué, eres el diablo?

- Sí, a veces me dicen así... - dijo Kanon retrocediendo mientras soltaba una risa burlona y tomaba otro sorbo de cerveza.

- Vaya... - dijo Sorrento sintiéndose bastante incómodo. Jamás pensó que se sentiría así cuando imaginaba ese encuentro.

Pasaron varios minutos. Kanon miraba tranquilamente a Sorrento con su cabeza inclinada, no se veía apurado por hacer nada, ni mucho menos hablar.

- Bien Sorrento, parece que nos quedamos sin palabras. ¿Quieres que vayamos y hagamos algo de lo que podamos presumir luego?

- ¿Y eso qué sería?

- Refrescar nuestra memoria - dijo inclinándose en la mesa, quedando tan cerca de Sorrento que podía sentir el aroma de su aliento. Demonios, ahora podía recordarlo perfectamente. Sí, era él.

- No quiero ser grosero, pero no puedo quedarme. Fue un gusto hablar contigo. -dijo mientras se levantaba de la silla y se disponía a retirar su humanidad de aquel lugar.

- Hey, ¿Qué te ocurre? - preguntó Kanon agarrando el brazo de Sorrento.

- Me voy. No estoy... Yo no... ¡No sé quién mierda eres! ¡Me siento muy incómodo! Lo único que agradezco de esto, fue poder decir que lo siento, pero creo que aquí no hay nada más. Si me disculpas, debo...

- ¿Por qué te pones así? Vamos a conversar entonces... - insistió Kanon sin soltar su brazo.

- ¿Qué te hace pensar que podríamos conversar? Ni siquiera me has preguntado algo. Jamás me fijaría en alguien como tú. No eres el hombre que conocí, Kanon. Digo, "Saga". -sentenció de manera sarcástica.

Kanon soltó el brazo de Sorrento como si se hubiese electrocutado. Las palabras que escuchó lo habían marcado profundamente, y aunque evitaba a toda costa sentirse así vistiendo siempre una personalidad fuerte y seductora, era falsa. Kanon se sentó en la mesa, observó su vaso vacío y buscó con la mirada al camarero. Se relajó en la silla, abandonando completamente su postura y algo en su rostro se había modificado. No se veía feliz, y a juzgar por la seriedad de su rostro, Sorrento podría asegurar que incluso lloraba en ese momento.

Sorrento estaba volteado mirando de reojo. Se giró por completo y miró a Kanon.

- Me excedí, me disculpo. Es mi dolor el que habló. Yo invito las siguientes - dijo levantando el vaso cuando el camarero los miró desde lejos.

Habían pasado unas cuantas horas. Sorrento pudo observar que Kanon había abandonado su personaje y podía ser él mismo. El problema era que había tenido que tomar más de lo necesario para lograrlo, y eso hacía que la sensación que tenía Sorrento hacia el peliazul fuera más bien lastimosa.

Y no se equivocaba mucho. Kanon se sentía miserable hacía muchos años. Recordaba su infancia como un periodo hermoso de su vida, su adolescencia como una gran carrera llena de obstáculos contra los que peleó, ganando por su gran constancia y esfuerzo. Y justo al final, cuando ya sabía lo que quería de su vida, y estaba apunto de disfrutar lo que había conseguido, todo se arruinó. Muchos años se culpó del acontecimiento pensando que había sido tan inmaduro, cómo no había sido capaz de controlarse. Pero luego, con el paso de algunos años, se dió cuenta que realmente no había sido más que un acontecimiento que no necesariamente era su culpa, simplemente sucedió. Extrañaba la sensación que había tenido con Sorrento y ahora que estaba compartiendo con él, podía darse cuenta de que no podría volver a sentirse como se sintió cuando tenía 17. Se había transformado en una bestia, y se enorgullecía de ello. Esta bestia lo había logrado rescatar de esa guerra en la que su nombre fue manchado, expulsado de su casa a su fortuna y para peor, su madre había enfermado después de esa crisis familiar, perdiendo finalmente la vida al par de años. La vida de Kanon se había ido en picada, todos los días hacía el enorme esfuerzo por levantarse y las actividades de su día a día se centraban en realizar cosas que lo hicieran sentir vivo, como era luchar y tener sexo desenfrenadamente... Pero no era feliz y un gran vacío acompañaba su corazón todos los días.

- ¿Qué ven tus ojos, Sorrento? - preguntó Kanon cuando caminaban hacia sus respectivas casas.

- Una noche muy linda y oscura.

- Sí... Es una bella noche - dijo guardando sus manos en sus bolsillos.

- ¿Quieres saber qué veo en ti? - dijo mirando al peliazul, que sonrió con profunda melancolía.

- Veo un hombre muy fuerte.

- No... no lo soy. - dijo Kanon, deteniéndose en seco en la mitad de la calle.

- ¿De qué hablas? ¡Mírate! Eres impresionante. Tus brazos, tu espalda, tu pelo... Tus piernas se ven increíbles, tu trasero está... -dijo arrepintiéndose en el mismo instante en que lo dijo - Nada, te ves bien. Muy bien de hecho -susurró mirando hacia otro lugar.

- Tú también te ves bien, Sorrento. Oye... - dijo agarrando el brazo del muchacho, soltándolo cuando se volcó a verlo- discúlpame por lo de hace un rato, yo... Me comporté como un idiota... Sorrento, dime, ¿Sigues tocando música?

A Sorrento se le iluminaron los ojos. Ese tipo de pregunta era la que él deseaba escuchar.

- Por supuesto.

Kanon simplemente sonrió mirando el piso, algo ruborizado. Sorrento comprendió que de joven realmente todos los elogios que Kanon había realizado hacia su persona, habían sido ciertos. Realmente le gustaba su música. Eso se sentía muy bien.

- ¿Qué ves tú en mi, Kanon?

Kanon subió su mirada y lo miró lentamente desde abajo hasta arriba, inclinando su cabeza mientras lo hacía.

- Veo que sigues siendo el mismo pendejo con el que hice el amor por primera vez.

Sorrento se sorprendió. ¿Había sido el primero...? Un momento, ¿Le había dicho pendejo?

- No soy el mismo - Demonios, de todo lo que podría haber dicho, respondió lo menos importante. Se sentía como un idiota.

- Pues yo tampoco - dijo Kanon volviendo a la persona que solía ser desde hace años, acercándose decisivamente al cuello de Sorrento, mordiéndolo sutil y dolorosamente. Sorrento intentó resistirse un poco, pero aquel contacto lo hizo excitarse instantáneamente.

- ¿Qué estás haciendo...? - dijo Sorrento cerrando sus ojos, mientras sentía el cuerpo de Kanon pegado al suyo.

- Extrañaba tu piel... - dijo Kanon husmeando con su nariz la piel de Sorrento, recorriendo con sus manos su pelo chascón - tu olor... Tu sabor - susurraba mientras su lengua lamía suavemente su oreja.

- Ka... Kan... Kanon... Ya.... Basta... - decía Sorrento en una voz tan poco creíble que se avergonzaba de sí mismo.

- ¿Pedimos un taxi? - dijo Kanon mirando a Sorrento, quien abrió los ojos y lo miró casi con desesperación.

- No puedo. - dijo tragando saliva, mirando fijamente la boca de Kanon. Se odiaba por ser tan contradictorio, era obvio que se estaba derritiendo por él.

- Bueno, como gustes - dijo Kanon, apartándose despacio.

Sorrento lo miró alejarse un poco mientras volvían a caminar, y se preguntó porqué Kanon no lo había besado. Quería irse con él, pero había una distancia, realmente no descifraba qué pretendía Kanon, más allá del sexo.

Aún así, caminaron otro rato con las manos en los bolsillos, ambos conteniéndose tanto que ya se tornaba una situación ridícula.

Finalmente cuando hicieron parar un taxi, Kanon iba a abrirle la puerta a Sorrento para que ingresara, pero antes de hacerlo, en una jugada muy osada, Sorrento tomó la nuca de Kanon con su mano y lo besó. Fue un beso corto, pero tan intenso como sólo ellos podían ser cuando estaban juntos. Kanon lo miró atónito apenas se separaron, y no cerró la puerta, simplemente se dio media vuelta y caminó. Sorrento quedó ahí, parado en la puerta del taxi, viendo cómo Kanon se alejaba con la cabeza gacha, sin mirar atrás.

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