recuerdo
Con el tiempo, Sorrento apenas podía dormir de la inquietud que tenía. No lograba estar triste, de alguna estúpida manera sentía que Kanon podría estar vivo en algún lugar. Era una idea descabellada pero lo mantenía despierto.
Sorrento observaba al vacío como si algo fuera repentinamente a cambiar, pero las horas pasaban y nada ocurría.
Recordaba una y otra vez a Kanon y su hermosa voz, daría todo en el mundo para poder revertir aquel día en donde su inseguridad le hizo perder aquel amor que le hacía sentir vivo.
CUATRO MESES ANTES
- Tenías razón, Kanon. Eres intenso. -dijo Sorrento mirando al techo de la habitación. Apenas podía controlar su respiración.
- Así es.
- ¿Por qué te dicen El Lobo? ¿Por ésto?
- Honestamente nunca supe, me enteré que me decían así del boca en boca. Y de hecho, me costó enterarme porque nunca pude pasar desapercibido en esta ciudad. No desde que comencé a luchar...
- Eres el famoso Lobo... Me cuesta creer que...
- Que me haya convertido en ésto. - dijo el peliazul mirando con sorna cualquier lugar del techo.
- No, iba a decir que me cuesta creer que estemos juntos nuevamente. - Kanon dió un profundo suspiro, mas no sonrió. - ¿Te pasa algo?
- Sí, estoy algo cansado. No suele sucederme eso.
- Todos nos cansamos...
- No, yo antes no me cansaba. Siento tu mirada sobre mí, sí Sorrento, no estoy exagerando. No me cansaba.
- ¿Y por qué ahora sí?
- Porque eres muy rico. En serio, ya para de mirarme con esas caras - dijo Kanon sonriendo al fin, tapándose los ojos con su antebrazo - no sé qué me pasa contigo, vuelvo a ser el pendejo del colegio, me pongo nervioso, pierdo el control, no sé qué me pasa.
- ¿Y quién habías estado siendo todo este tiempo?
- El Lobo, así me llamaban. Bueno, me siguen llamando... pero para que sepas, ya no quiero que me digan más así. No quiero ser esa persona nuevamente.
- ¿Por qué?
- Porque tú eres de una línea, si me meto con otro me vas a esterilizar mientras duermo.
- Eso no es cierto, Kanon... - dijo Sorrento riendo.
- No, pero en serio. No quiero cagarla, Sorrento. De verdad me gustas desde siempre, nunca he podido olvidarte, menos olvidarme de lo que sentí. No puedo, te recuerdo, ardo por dentro sólo con la idea de hacerte sentir placer...
- Exageras.
- ¿Te parece que exagero? - dijo apoyándose su antebrazo, tomando rápidamente la mano de Sorrento, llevándola hacia su entrepierna.
- Kan... Kanon...
- No vuelvas a decir que exagero - dijo subiéndose sobre Sorrento intimidantemente.
- Kanon... - decía Sorrento mirando la cara transformada del peliazul, se notaba lujurioso y hambriento. - ¿Qué te pasa...? ¿Quieres hacerme el amor otra vez?
- Así es - dijo moviendo ágilmente su cuerpo, obligando a Sorrento a abrir sus piernas, mientras sus manos agarraban con firmeza a su amante - aún no me conoces del todo, Sorrento. Es momento de otra degustación...
Sorrento cerró sus ojos para concentrarse en lo que estaba sintiendo. El cuerpo de Kanon era una delicia, sus labios delgados y suaves recorrían los suyos mientras su lengua causaba estragos con su cordura.
- Kanon... - susurraba mientras sentía cómo su amante lo invadía con placer.
Eran afortunados. Estaban borrachos de amor el uno por el otro, se entendían a la perfección. Sorrento no pensaba en nada, su mente quedaba despejada de cualquier tipo de pensamiento para darle paso a esa inundación de sensaciones exquisitas que lo hacían derretirse.
Amanecía. Sorrento despertó y no encontró a Kanon en su cama, se levantó y comenzó a buscarlo por la casa. Estaba en la cocina, preparando el desayuno, cantando despacio mientras su cuerpo desnudo cubierto sólo con un delantal se movía con agilidad de un lugar a otro sin causar ningún ruido. El muchacho sonrió al verlo, su gracia y personalidad lo hacían sentir contento.
- Buenos días, Kanon.
- Buenos días, señor Sorrento. ¿Tiene usted hambre? - dijo aproximándose a su amante, besándolo con una delicadeza difícil de creer viniendo de un hombre tan descomunal.
- Ham..bre... Sí, tengo... Sí, tengo hambre.
Kanon soltó una carcajada, abrazando al muchacho.
- Eres tan adorable.
- No te burles de mí...
- Pero si lo eres, Sorrento. Ven, acompáñame, tengo que ver la cocina o se quemarán los panqueques.
- Qué rico, me sorprende que cocines tan bien.
- No debes subestimarme - dijo haciendo una agraciada reverencia.
- No lo hago.
- ¿Café? - dijo levantando la cafetera.
- Gracias. - dijo sentándose en la silla de la cocina americana. Kanon se acercó y le sirvió en una taza mientras bailaba al hacerlo. Era gracioso verlo.
- Por ahí hay azúcar... - dijo regresando a la cocina para tomar la espátula. Sirvió en un plato varios panqueques y les colocó salsa de chocolate derretido con trozos de fruta, y se lo sirvió a Sorrento, quien miró con agua en la boca el plato cuando lo tuvo al frente. Lo probó y lo encontró delicioso, haciendo un gran "MMM" mientras cerraba sus ojos. - Me alegra que te guste, Sorrento - dijo sentándose frente a él, sirviéndose comida.
- Está delicioso.
- Como tú.
- Hablo en serio, Kanon...
- Yo también.
Sorrento sonrió con la boca llena de comida, causando una carcajada en ambos.
- ¿Sabes? Me gusta mucho estar acá.
- Y a mí me encanta que siempre regreses. Me estás malacostumbrando a tí.
- No le veo lo malo. Yo quiero estar acá, contigo.
- Ven cuando quieras, mi vida. Siempre serás bienvenido.
Comieron unos bocados en silencio, Kanon se movía con naturalidad mientras Sorrento intentaba centrar sus ojos en su plato, pero no podía evitar ver cómo el peliazul comía: todos sus movimientos eran precisos, seductores, la manera en que su lengua limpiaba sus labios al comer, sus dientes perfectos cortando cada bocado, su pelo cayendo por sus hombros definidos. Era un sueño.
Estaban terminando de comer cuando alguien llamó a la puerta. Kanon giró su cabeza, miró a la puerta y esperó.
- ¿No vas a abrir...?
- Por mucho que me guste que se me vea el culo, no quiero ser visto por cualquiera. No estoy esperando a nadie tampoco... - dijo echando otro bocado a su boca.
Se escucharon nuevamente golpes en la puerta, esta vez más insistentes.
- ¡Kanon...! ¿Estás ahí? ¡Kanon...!
- Demonios... - dijo Kanon mirando el piso, se notaba conflictuado.
- ¿Todo bien, Kanon...?
Pero entonces comenzaron a golpear aún más fuerte, una y otra vez.
- ¡Kanon, ábreme la puerta! ¡Te puedo oír! ¡Ábreme!
- Dame un momento, discúlpame Sorrento - se levantó esbozando una sonrisa y fue a su pieza a colocarse ropa. Mientras, Sorrento se levantó a ver por el ojo de la puerta y observó a un chico rubio de cejas pobladas. Ya lo había visto antes...
Se fue a sentar a terminar su desayuno cuando Kanon apareció vestido con una polera sin mangas (se veía de infarto) y unos jeans apitillados. Abrió la puerta con rapidez mientras Sorrento observaba de reojo.
- Hola, Rada.
- ¡Kanon...! - dijo el rubio lanzándose a sus brazos, con lo cual Kanon perdió el equilibrio y se vio obligado a retroceder un par de pasos.
- Radamanthys, estoy... Bien, pasa - dijo soltándose cordialmente del abrazo del muchacho rubio. - él es Sorrento.
El rubio lo miró, sonrió y saludó pero su atención volvía a estar sobre Kanon.
- Kanon, me preguntaba si podríamos hablar... He intentado llamarte...
- No estoy... Disponible. - dijo sonriendo cordialmente, pero su sonrisa era tan seductora que Rada tuvo que morderse los labios.
- No me importa.
Kanon miró al piso riendo. Esto le pasaba tan frecuentemente...
- ¿Te parece si te llamo después?
- ¿Lo harás?
- Sí - mintió Kanon - ahora debes irte, estoy ocupado.
- nos vemos pronto entonces... Esperaré tu llamado...
- Adiós, Radamanthys. - dijo Kanon abriendo la puerta para que saliera, pero antes de eso, el muchacho rubio robó un beso de los labios del peliazul, causando que Sorrento apretara sus cubiertos con mucha rabia. Cerró la puerta y se acercó a Sorrento corriendo, tomándolo de los hombros, lo miró fijamente mientras percibía el malestar del muchacho - Sorrento, escúchame -dijo tomando con delicadeza el mentón del muchacho, obligando a que subiera su cara y lo mirara - no lo voy a llamar. Sólo quería que se fuera. Yo quiero estar contigo. Lamento lo que viste recién, quisiera evitarlo pero no puedo, hay cosas que no puedo controlar.
- ¿Estás viendo a alguien más?
- No, desde que salimos que no he visto a nadie más. Me ha costado, debo decirlo, pero tú lo has hecho más sencillo porque me das todo lo que necesito - dijo besando el cuello de Sorrento.
- Osea que si no nos acostamos, irás con otro.
- No, no quise decir eso...
- Entiendo, es solo sexo.
- No lo es.
- ¿A qué estás jugando, Kanon...?
- Sorrento, no digas eso. Yo era una persona muy distinta cuando no estábamos juntos. No puedo evitarlo, ya te lo he dicho, es parte de lo que fui, me alejé para corregirme un poco pero me pasan estas cosas y no puedo controlarlo.
- ¿Te gusta ese Radamanthys?
- Me gustaba, sí. Pero no estoy enamorado de él, estoy enamorado de tí.
Sorrento quería estar molesto, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa.
- No puedes dejar de ser el Lobo...
- Contigo, por tí, puedo. Puedo dejar todo para estar contigo. No quiero que te defraudes de mí - dijo apretando en un inmenso abrazo a Sorrento, y de repente comenzó a llorar desconsoladamente.
- Kanon... ¿Estás bien...?
- No quiero perderte... - dijo sumergiéndose en el cuello de Sorrento - soñé tanto tiempo tenerte, sólo... Quiero que seas feliz conmigo...
Los dedos de Sorrento se sumergieron en el cabello cian de su amado, acariciándolo. Luego dió un beso en su cabeza.
- Me haces feliz, Kanon.
- No podría perderte. No quiero vivir sin tí.
Sorrento sentía su corazón latiendo muy fuerte. Entonces fue él quien levantó el rostro de Kanon, limpió aquellas lágrimas de su rostro y lo besó con tanta ternura como era permitida.
- No me iré, Kanon. No me iré - dijo mirando fijamente los ojos de aquel hombre, pero su mirada estaba perdida. Lo abrazó pero algo sucedía con él, quien se puso de pie y se fue a la habitación con pesadumbre en cada paso.
Sorrento lo siguió. Entró a la pieza, Kanon estaba acostado sobre la cama aún derramando un montón de lágrimas.
- No puedo dejar de ser quién soy. Una mierda. No sé qué hice con mi vida, ya no hay vuelta atrás.
- ¿De qué hablas?
- Era una bestia.
- Eso ya lo has dicho.
- Algún día te preguntarás quién mierda solía ser...
- Estamos juntos ahora - dijo Sorrento acurrucándose por detrás de Kanon.
Kanon volvía a sollozar. Sorrento se sentía muy mal, no sabía cómo ayudarlo y convencerlo de que no se iría, pero lo peor era que estaba comenzando a sentir que Kanon estaba tremendamente dañado de manera irreversible. Lo único que hizo fue abrazarlo aún más fuerte - Kanon, te necesito - susurró en su oído. No fue suficiente. No era lo que Kanon necesitaba oír.
- Me vas a odiar. Te voy a dar asco, como yo mismo me veo.
- ¿Cómo puedes decir eso? - dijo besando los hombros y el cuello del peliazul - estás loco, no podrías hacerme sentir así aunque quisieras...
- No sabes realmente. No tienes idea.
- Kanon, estamos bien ahora. Estoy acá... Estamos juntos al fin... Por favor no deseches este momento... Siénteme. - dijo acariciando el cuerpo del peliazul, quien se giró para recibir las caricias en su rostro también. Comenzaron a besarse, Sorrento podía sentir cómo Kanon seguía sintiéndose mal, llorando en silencio. Lo acarició con delicadeza y estuvieron muchas horas abrazados, sin embargo, Sorrento sentía que Kanon estaba en un estado irreversible.
En este presente
Sorrento lloraba en silencio sobre su cama. Esos recuerdos lo hacían entender al fin que algo ocurría con Kanon, y nunca sospechó que fuera tan grave. Entonces sintió una punzada de dolor, la posibilidad de que Kanon realmente estuviera muerto por primera vez se hacía real.
Las fotos, su pasado... No, ese era otro hombre. No era el hombre dulce, divertido, inteligente y frágil que él conoció.
¿Cómo era posible que fuera tan distinto? Sorrento estaba tan confundido...
- Si tan sólo te hubiese dicho cuánto te amo, estoy seguro de que estaríamos juntos en este momento... no me importa tu pasado... Mierda, te extraño tanto Kanon... No sé... No sé cómo vivir sin tí.
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