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perder

Sorrento despertó luego de horas de profundo descanso. Toda la habitación estaba sumergida en la más profunda oscuridad, no pudo distinguir ninguna silueta por mucho que lo intentó. Palpó con sus manos alrededor, sintió el cuerpo de Kanon.

- ¿Kanon...? ¿Kanon...?

Sus manos intentaban mover su cuerpo para despertarlo, pero ahora sentía aquel cuerpo frío. Un escalofrío recorrió su columna, se intentó incorporar pero sus pies no encontraban el suelo, y en su torpeza se deslizó por el borde cayendo bruscamente al piso.

Se arrastró hacia el velador. No entendía porqué las distancias eran tan enormes, ni porqué sus extremidades no lograban movilizarlo donde deseaba con agilidad. Encendió la luz, cuya luz penetró sus ojos dolorosamente. Hizo un esfuerzo por aguantar mientras arrugaba si frente, miró el cuerpo de Kanon acostado sobre la cama...

Pálido, blanco, con los ojos abiertos mirando el techo, sus manos reposando a ambos costados sin esfuerzo, su boca entreabierta...
Sorrento no pudo evitar pensar que estaba muerto.

Se abalanzó sobre la cama, tocó con desesperación su rostro, gritó su nombre, pero el muchacho no despertaba. Apretó con su índice la yugular de su cuello, no encontró pulso. Puso su oreja pegada a su pecho, no sintió el pálpito de su corazón.

Comenzaba a faltarle el aire. Miró a su alrededor para buscar un celular, necesitaba llamar a una ambulancia...

El lugar seguía teniendo una tiniebla tóxica que oscurecía todo, la pequeña luz que había encendido apenas se comparaba con la de una pequeña vela. Miró a su alrededor, no se veía mucho más que la cama y la silueta del mueble que sostenía esa lámpara. Fue entonces cuando Sorrento entendió. Estaba soñando.

Fue como si hubiese saltado del abismo más alto del planeta, momento en el cual su alma regresó nuevamente a su cuerpo.

Despertó sentándose en una milésima de segundo, agarrando su pecho como si intentara atrapar su corazón si hubiese sabido de su pecho. Respiraba tan hondamente que mareaba...

Kanon encendió la luz rápidamente, incorporándose con gran agilidad. Se sentó al lado de él, puso su mano en el hombro de su amado como si estuviera pidiendo permiso para hacerlo, Sorrento estaba tan perturbado que parecía otra persona.

- Sorrento... ¿Otra pesadilla?

El muchacho se dió vuelta recién percatándose de que Kanon estaba ahí. Un segundo después se arrojó en sus brazos, apretándolo con toda la fuerza de sus músculos.

- Madre mía, ¿Qué soñaste ahora, Sorrento? - dijo sin bromear esta vez.

- Soñé que estabas muerto.

- ¿Otra vez?

- Estabas muerto acá en tu cama, o la mía... No sé... Kanon... - susurró rompiendo en llanto - se sintió tan real...

- Tranquilo, yo estoy acá. - decía besando sus hombros.

- ... Tu cuerpo estaba frío, yo... Me estoy volviendo loco.

Kanon miró al vacío mientras Sorrento lo abrazaba con mucha fuerza. Sus dedos cesaron de acariciarlo.

- Ya veo....

Kanon entraba en un estado de tristeza desconocido para él. Sabía lo que esto significaba. Cada persona con la que él había estado, había enloquecido... Pero no de esta manera.

- Vamos a la cocina, te prepararé algo de comer. Ven...

Kanon tomó su mano y su amado se dejó llevar a ese lugar.

Mientras él cocinaba, Sorrento lo miraba acurrucado en la silla de la cocina americana.

- Tranquilo... Toma, bebe.

Sorrento observó el contenido de la taza: chocolate caliente con malvaviscos. Volvió a mirar a Kanon, que sonreía con dulzura.

- En serio, eres el mejor. ¿Por qué tengo que soñar que te pierdo, que eres el peor, que me violas, que te suicidas...? No lo entiendo. - dijo mirando su taza.

- Yo tampoco lo entiendo. Bebe. Eso es... - dijo cuando vio que Sorrento había dado un sorbo al contenido de su taza - parece que tu mente necesita aclararse... Tu alma está perturbada... A mí me cuesta entenderlo - dijo mirando al vacío - se supone que nos amamos... No tendrían que haber dudas...

- ¿Alguna vez te ha pasado...?

- ¿Esto? Nunca. Nunca había amado a alguien.

- ¿Habías visto a alguien enloquecer?

- No. Es decir, no de esta manera, no. Algunas personas seguían viniendo, se obsesionaban, soñaban conmigo... Inventaban historias, confundían la realidad... Pero me imagino que para bien, soñaban que me los follaba, no que los atacaba, me suicidaba o amanecía muerto...

- ¿Y qué hacías en esos casos...?

Kanon se dió media vuelta.

- Desaparecía.

Sorrento comprendió que tal vez eso era lo que tenía que hacer, y la idea hizo que sintiera una punzada de dolor.

- Entiendo.

Kanon ordenó un poco la cocina mientras Sorrento derramaba unas cuantas lágrimas. Se levantó de su asiento sigilosamente, abrazó el cuerpo de Kanon, quien se asustó al contacto. Le sonrió cálidamente, como siempre hacía al verlo.

- Hola, lindo hermoso.

- Hola, Kanon. - dijo besándolo tiernamente - Gracias por el chocolate. Estaba delicioso.

- Veamos - dijo dándole un beso con lengua - mmm, sí, estaba rico. Qué bien sabe tu boca...

Sorrento miraba a Kanon como si fuera algo irreal. Le costaba tanto entender porqué él le amaba.

- ¿Siempre tienes que ser tan sensual?

- ¿Te parezco sensual? Interesante saberlo - dijo rodeándolo con sus enormes brazos - pues soy todo todo tuyo, toca lo que quieras.

Sorrento recorrió la espalda desnuda de su amado, tan suave y lisa. Luego llegó a su trasero que tenía un ángulo tan pronunciado. Su cuerpo firme tenía formas tan descomunales y difíciles de imaginar en un ser humano real...

- Si me vas a tocar ahí, agarra con fuerza.

Sorrento rió, y así lo hizo.

- Tu culo es demasiado perfecto. Apenas puedo apretarlo.

- Todo tuyo, mi amor. Mmm, me encanta sentir tus manos invasoras. Mi turno... - dijo acariciando la espalda de Sorrento - tu culito no está nada mal... - decía apretando suavemente - es tan blandito, una delicia...

A Sorrento le causaban gracia estas palabras, y lograba olvidarse de todos los demonios que habían asaltado su mente antes.

Kanon tomó el mentón de su amado y dirigió los labios de su amado suavemente hacia los suyos en un exquisito beso. Él era más alto, por lo cual se curvaba un poco para alcanzar la altura de su amado, mientras que Sorrento podía observar cómo el peliazul inclinaba su cabeza, mientras su pelo caía por sobre sus hombros, su chasquilla rozaba dulcemente su cara y su respiración danzaba en el borde de sus labios. Podía jurar que de vez en cuando escuchaba un sutil gemido de su amado.

La noche transcurrió en un parpadeo. Sorrento se aferraba al cuerpo de su amado, pero su inquietud era tremenda. Kanon lo percibió en varios momentos, en donde abría sus ojos y se daba cuenta de que Sorrento estaba mirando el vacío, pegado a su cuerpo con una tensión dolorosa.

En la mañana, Kanon se levantó a preparar desayuno, pero estaba abatido. Sus ojos se dirigían hacia el piso la mayoría del tiempo, y sin entenderlo algunas lágrimas resbalaban por su cara. Su corazón se sentía inquieto, estaba intranquilo y no podía concentrarse bien en lo que estaba haciendo.

Sus pensamientos estaban tomando una dirección que no hubiese deseado, pero eran inevitables. Sentía que estaba perturbando la tranquilidad de la persona que amaba, y eso lo hacía sentir como si fuera algo negativo para él.

Sorrento apareció arrastrando los pies con pesadumbre, agachando el semblante con los ojos rojos, abnegados de lágrimas. Kanon inmediatamente se acercó y tomó su rostro con delicadeza, levantando su mentón para mirar su cara.

- ¿Qué pasó...? - dijo con angustia.

- S..soñé otra vez... - pero antes de que pudiera terminar Kanon suspiró pesadamente - ¿Estás molesto...?

Kanon le alejó unos cuantos pasos y dio un fuerte golpe a la pared. Sorrento estaba estupefacto.

- No puedo. No puedo seguir viéndote así.

- ¿De qué hablas...?

- No sé cómo evitarlo, pero claramente... Soy yo. No puedes pasar una sola noche sin soñar pesadillas, sin soñar que te hago daño o sufres por mí. No estás durmiendo bien, despiertas así... Yo... Yo ya no sé qué hacer.

- Pero Kanon, es... - intentaba buscar palabras para describir lo que pasaba, pero realmente no las encontraba.

- Es claro que mi existencia te perturba.

- No es... no es así.

- Yo no voy a mentirte, Sorrento. Estoy cansado de verte mal por mi culpa.

- No lo haces intencionalmente...

- No, y eso es lo que más me da rabia... - dijo acercándose a Sorrento, pegando su frente a la de él - porque te amo, te amo como no he amado a nadie. Me cuesta encontrar el valor para dejarte ir.

- ¿Piensas dejarme...? - dijo Sorrento mirando los labios de Kanon, sin dimensionar el valor de aquellas palabras.

- Esto no va a ser fácil...

- ¿Quieres dejarme...?

Ambos podían sentir la respiración del otro acariciando sus labios, estaban tan cerca...

- Ya no podemos estar juntos, Sorrento. Lo lamento.

- No puedes estar hablando en serio...

- Márchate por favor. - dijo separándose de Sorrento - Saldré un rato para que puedas tomar lo que estimes conveniente... Por favor, deja las llaves sobre el mesón. - dijo alejándose. Sorrento recién sentía el peso de la situación. Kanon decididamente se había encaminado a grandes zancadas a la puerta.

- Kanon, ¿Hablas en serio?

Kanon se detuvo justo cuando había tomado la manilla. En unos instantes, sintió cómo su cuerpo se paralizaba en la entrada de su casa. Se volteó a mirar a Sorrento, y con los ojos llenos de lágrimas, le regaló una sonrisa y salió de aquel lugar.

Sorrento se quedó detenido ahí, mirando la puerta, sin dar crédito a lo que acababa de suceder. Empezó a moverse por el lugar, tomó un poco de agua para calmar esa sensación que tenía, simplemente no podía creerlo.

Agarró sus cosas, no se detuvo a observar nada con detalle. La adrenalina lo hacía actuar rápidamente. Cuando ya hubo terminado, dejó las llaves sobre la mesa y partió.

Pasaron horas. Todo el día miraba su celular para ver si Kanon le había escrito. En su mente juraba que él le diría que no resistía estar sin él, que era mejor que se juntaran a conversar... No, no podía ser real. Ellos habían pasado maravillosos momentos juntos, se llevaban increíble... No podía haberte terminado. Era absurdo.

Cuando llegó la noche, Sorrento se acostó en su cama. Las sábanas suaves evocaban aquellos momentos apasionados con Kanon, lo cual le hizo recordar en la última vez que habían hecho el amor. Todos los detalles que pasaban por su mente encendían su entrepierna con furia, sintiendo cómo su sangre aumentaba el flujo dramáticamente, pidiéndole a gritos atención. A oscuras, Sorrento imaginaba los movimientos y caricias de Kanon, e inevitablemente comenzó a tocarse. El recuerdo de los labios de Kanon, sus formas perfectas, el olor de su cabello y el dulce, cálido y húmedo contacto de su piel eran simplemente un deleite. Luego pensaba en cómo su cuerpo se retorcía de placer al sentirlo entrar en él, rozando sin piedad su interior... Los gemidos roncos de Kanon eran lo que más le enloquecía, ya que sentía que eran el sonido más envolvente que jamás hubiese escuchado. Y así, pensando en cómo su amado desparramaba su semilla dentro de él con un sonoro quejido lleno de placer, tuvo uno de los orgasmos más intensos de toda su vida.

Sin embargo, uno o dos segundos después de que la sensación emigrara de su cuerpo, lo invadió la más profunda pena, y súbitamente rompió en llanto. La realidad había roto la fantasía, ¿Acaso era cierto que no volvería a sentir eso jamás? No podía ser cierto. Tomó su celular y llamó a Kanon, pero éste no contestó. Lo volvió a intentar una y otra vez... A la décima, se dio por vencido.

¿Era cierto? ¿Así tenía que terminar? No podía ser posible... no podía terminar así. No era justo. Un amor tan inmenso, un sentimiento tan puro no podía traducirse en algo malo... ¡No podía ser cierto...!

Entonces la idea de no volver a ver a Kanon nunca más en su vida lo congelaba, y simplemente sentía cómo el mundo lo hundía en la más dolorosa melancolía.

Estuvo mucho rato llorando desconsolado, hasta que finalmente cayó dormido profundamente.

Aquella noche no tuvo ninguna pesadilla.

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