entidad maligna
- ¿Conoces a Kanon? - preguntó nervioso Sorrento. Era obvio que debía ser su hermano gemelo o algo similar, pero no podía procesar bien las palabras que salían de su boca.
- Soy su hermano.
- Quisiera poder verlo.
- Me imagino. Han llegado varios como tú preguntando por él. Tiene una reputación de mierda - dijo Saga escupiendo al suelo.
No podía ser Kanon. Incluso en su faceta más animal, él era seductor y cordial. Nunca había actuado de manera grotesca.
- ¿Me podrías decir dónde encontrarlo, por favor?
- Amigo, debes dejarlo ir. Debes entender qué significabas para él, no fuiste más que...
- Soy su pareja. - dijo decididamente Sorrento - más bien dicho, fui su pareja. Estuve con él el último tiempo antes de que...
- De que se suicidara como el cobarde que siempre fue. ¿Crees que por ser su pareja cambia mi percepción de ti? Ese mal parido no amaba a nadie.
- No tengo idea de porqué hablas así de él, deberías tener un poco de respeto...
- ... Respeto mis polainas, ese hijo de puta usó mi nombre tanto tiempo para encubrir sus mierdas, he tenido que resguardarme para poder vivir en paz.
- ¿Sabes? Yo no entiendo cuáles fueron sus motivaciones, sólo te diré que lo conocí mejor que nadie...
- Sí, me imagino. Seguramente te acostaste con él más veces que el resto de las personas que engañaba para tener sexo a su antojo...
- No es... Bien, creo que esta conversación no tiene ningún sentido. ¿Podrías decirme dónde está?
Saga suspiró rodando sus ojos.
- ¿Cuál es tu nombre, pequeño hombrecito de pelo morado? - dijo el peliazul. No podía ser más despectivo.
- Mi nombre es Sorrento.
Apenas pronunció su nombre, Sorrento juró que pudo observar un destello de luz roja en sus ojos.
- Bien, puedo decirte dónde está, pero debo acompañarte. ¿Te molesta la idea? - dijo autoritariamente cruzando sus brazos frente a él.
- S... Sí.
Sorrento estaba nervioso. Saga lo miraba con insistencia, intentando perturbarlo o algo similar. No lograba descifrar qué era lo que quería, pero lo hacía sentir intranquilo. Además de eso, se mantenía muy próximo al muchacho, pudiendo sentir el calor de su cuerpo, el cual le molestaba.
Llegaron al cementerio. Sorrento estaba conmovido, no podía creer que fuera a ver la tumba de su amado. Tenía tanta pena, pero en ese momento estaba siendo acompañado por un hombre que lo hacía sentir perturbado, por lo cual su tristeza no tenía cabida en esta situación.
Caminaron entre muchas tumbas, mausoleos, flores... Algunas personas que no miraban a nadie alrededor por estar concentradas en su melancolía y añoranza. Sorrento se sentía invisible, excepto por aquel tipo que se acercaba tanto a él...
- ¿Falta mucho? - dijo Sorrento, quien intentaba ocultar su nerviosismo.
- No. Es por aquí... - dijo tomando del brazo al muchacho, lo cual hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo. Era un lugar cerrado, seguramente era exclusivo de la familia fallecida de Kanon.
Estaba oscuro. Dentro era mucho más grande. Sorrento caminó rápidamente a ver los nombres en las lápidas, pero no aparecía el de Kanon.
- No aparece el nombre de Kanon...
- Por supuesto que no.
Sorrento sintió un extraño escalofrío que recorrió la médula de su columna. Se giró lentamente para mirar al tipo que lo había llevado a ese lugar.
- ¿A qué estás jugando? - dijo Sorrento lleno de coraje.
- Esperé mucho tiempo poder verte así, Sorrento - dijo Saga encendiendo velas a su alrededor con sólo el chasquido de sus dedos. Su cabello era gris y sus ojos manchados en un color rojo sangre - el imbécil de Kanon te quiso advertir que no lo buscaras, pero aquí estás. Viniste voluntariamente hacia mí, eso es... Es todo lo que buscaba.
Sorrento comenzó a observar las salidas, pero al mirar a su alrededor comenzó a mirar realmente el lugar: sólo gente joven estaba enterrada ahí. El lugar era sin duda alguna mucho más grande de lo que él pensaba.
- Nadie pudo escapar de mis garras. Kanon era gentil, estúpidamente gentil. Yo no creo en eso. El sexo debe ser sucio, doloroso... De otra manera, no se disfruta como se debe.
- ¿Qué quieres de mí? - dijo Sorrento repentinamente mareado.
- Aún no estoy seguro, Sorrento. Kanon realmente se enamoró de tí, no podía poseerlo cuando estaba contigo. Pero ahora él ya no está...
- ¿Lo mataste?
- No, él se suicidó intentando deshacerse de mí. No quería engañarte... Qué estúpido era. - dijo recorriendo el lugar, desprendiéndose de las prendas que cubrían su cuerpo - lo único que hizo fue intentar eliminar su cuerpo físico, ahora está atrapado en otro lugar. Es más estúpido de lo que pensaba.
- No te atrevas a hablar así de él - dijo Sorrento lleno de coraje. Estaba asustado, eso era innegable, pero a su vez estaba furioso. - ¡Dime qué mierda quieres!
- Lo lamento, he sido descortés contigo. No te he dicho realmente quién soy. Soy un demonio, Sorrento. Me apoderé de Kanon para poder experimentar esta vivencia terrenal... Y ha sido fantástica.
Sorrento sintió un calor enorme en su cuerpo. Ese cuerpo que veía al frente suyo podría corresponder al cuerpo de su amado. Ahora estaba convencido de ello... ¿Ahora que haría con su espíritu? ¿A qué se estaba enfrentando?
- Aún no me dices qué quieres. ¿Eres uno de esos demonios de mierda imbéciles que no saben responder algo porque son demasiado estúpidos, o qué?
Saga apretó los dientes y se aproximó a Sorrento, tomándolo por el cuello.
- Ten cuidado con ese hocico que tienes, Sorrento.
- Ten cuidado tú, hijo de puta. No puedes corromperme. Kanon me amaba, no podrás cambiar eso jamás.
- No te das cuenta de que eso no es lo que me importa. Él ya no está.
- El cuerpo que usas ahora es de él, ¿No es así?
- Veámoslo - dijo apretando la mandíbula de Sorrento, obligando a abrir su boca. Introdujo su lengua a la fuerza... Sorrento no pudo evitar sentir el aroma de su saliva. Se parecía tanto a Kanon...
Kanon... ¿Dónde estás...? Vas a dejar que haga esto conmigo... Yo soy tuyo, de nadie más...
- Dime qué quieres de mí - dijo nuevamente Sorrento.
- Por ahora, me conformo con saber qué era lo que tanto se interpuso entre Kanon y yo. Hace tiempo anhelo hacer ésto... - dijo rasgando la ropa de Sorrento con muchísima violencia. Sus manos comenzaron a tocarle con insistencia, Sorrento sólo podía pensar en que aquellas manos habían sido las que lo habían acariciado con tanta ternura... Pero no era él. Era difícil pensar en que no lo fuera, era igual físicamente y su olor era el mismo... Pero su contacto era brusco y extrañamente excitante.
Kanon por favor ayúdame. No quiero ser tocado por alguien más que no seas tú...
- Te gusta esto, puedo notarlo... Voy a complacerte, Sorrento. Lo haré mucho mejor de lo que ese imbécil lo hizo.
- No quiero ser tocado por tí. Quiero a Kanon.
- Kanon ya no está con nosotros, pendejo imbécil.
- Me dijiste que se había suicidado, ¿Cómo es eso posible si tú tienes su cuerpo físico? ¿Dónde está él? ¡¿Kanon, dónde estás?!
- Cállate, no te he dado autorización para hablar - dijo apretando firmemente su cuello - si quieres rescatar su espíritu, vas a tener que someterte a mí.
- ¿Cómo puedo confiar en tus mierdas?
- Hazlo. Te conviene - decía masturbando a Sorrento. Estaba involuntariamente excitado. El Lobo sabía cómo seducir a sus presas...
- Kanon, te necesito... - dijo Sorrento derramando una lágrima. La boca de Saga se deslizaba por su miembro causándole mucho placer, el cual no podía evitar.
- No vuelvas a decir su nombre... - dijo Saga suavemente a su oído, mientras preparaba su entrada.
Se sentía irremediablemente igual a Kanon, la experticia, la suavidad de su piel, su olor, las formas esculpidas de su cuerpo. Pero no era él...
- Kanon por favor... No me dejes... - susurraba Sorrento mientras Saga estaba a punto de penetrarlo - No quiero que me toques, no hagas ésto... Dime qué tengo que hacer para que Kanon vuelva...
Saga se detuvo antes de cualquier otro movimiento.
- Así me gusta. Si me prometes que serás mío cuando yo quiera, dejaré que él regrese.
- ¿Por siempre?
- Puede ser, no aseguro nada.
- ¿Y si no quisiera?
- Pues entonces serás mío por las malas. Te voy a poseer, caerás en mis garras, me pedirás más... Igual que todos los otros.
Era el Lobo. Un nombre inútil e inofensivo para un demonio que viola gente a su antojo, haciéndolas sentir culpables ante tanto placer. No podía confiar en él... Pero de todas maneras tampoco podría librarse.
- Haz que vuelva, pero ahora. Déjame estar con él un instante. Te dejaré tenerme si me dejas estar con él un instante.
El cabello de Saga se tornó de un gris a un cian hermoso y resplandeciente. Sus ojos rojos ahora eran esmeraldas, sus músculos perdieron la tensión que los mantenía tiesos, y ambos cayeron al piso.
- ¿Kanon....?
- ¡¡Sorrento...!!
Ambos se abrazaron con mucha energía. Se besaron con intensidad, acariciaron su piel con ganas de abarcar cada centímetro.
- No digas nada, Kanon... Sólo... hazme el amor, ahora.
- ¿Qué...?
- ¡HAZME EL AMOR, AHORA!
Kanon miraba perplejo a Sorrento, no lograba entender dónde estaban ni porqué ambos estaban desnudos... Sólo sentía el cuerpo de Sorrento empujándolo contra el piso, quedando ambos tendidos en el piso.
- ¿Qué haces...?
- Te amo Kanon - dijo Sorrento posicionado el miembro del peliazul, penetrándose con fuerza. Ambos gritaron. Era una locura, estar así... Sorrento no estaba pensando bien, pero si tenía la oportunidad de poseer el cuerpo de Kanon y hacerlo encarnar a través del placer a su cuerpo terrenal, tenía que intentarlo...
Kanon estaba en un trance. Su cara estaba contraída, no era sólo el placer que le proporcionaba Sorrento, era la pugna de ese demonio por emerger y hacerse parte de esa escena a su antojo. Pero el pelilila tenía razón en su pensar: el amor que ambos se tenían no podía ser permeado por esa entidad. Nunca había sucedido desde que se habían conocido...
Pasaron horas. Realmente fueron horas. Lo que había memorizado el cuerpo de Kanon en cuanto a intensidad y frecuencia no iba a desaparecer. Cuando terminaron, se abrazaron con mucho cariño y se besaron con toda la pasión que podían expresar sus cuerpos. Sorrento sabía que la entidad retornaría a Kanon en cualquier momento.
- Así tenía que ser...
- ¿Qué?
- Te estás volviendo loco, Sorrento.
- Sí, yo... - entonces miró a su lado. El cabello del hombre que tenía a su lado era gris nuevamente - ¿Kanon...?
- Lo que quieras, Sorrento... Lo que quieras.
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