Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Amar (te)

Habían tan pocas cosas que entusiasmaran tanto a Kanon, como era poder cazar su nueva presa y disfrutar cada bocado de su cuerpo. Sorrento se dejaba consumir por completo, lo disfrutaba.

Había intentado domesticarse, y dentro de lo posible, lo hizo. El problema era que su instinto seguía siendo el mismo, y peor, sus presas querían ser cazadas de nuevo por este temible depredador.

Sorrento estaba cayendo en sus redes, algo generaba confianza en él, no se estaba deteniendo a pensar realmente lo que sucedía ni tampoco tenía gran conocimiento de quién era ese sujeto. Había compartido en algunas ocasiones, habían tenido un vínculo profundo, pero muchas cosas seguían siendo desconocidas.

En las madrugadas, Sorrento se dedicaba a observar a Kanon dormir. Parecía ser un sujeto tan inocente y puro, pero no era realmente todo lo que él era.

¿Quién era ese hombre que veía ahí? ¿Por qué se sentía tan atraído? ¿Por qué su cuerpo respondía con tanta intensidad? Realmente Sorrento no se conocía ni a sí mismo. Ese pensamiento lo procesaba como algo positivo, ya que lo impulsaba a investigar, llevarse al límite... O en este caso particular, entregarse en bandeja ante una criatura carnívora con tremendo apetito.

Kanon, por su parte, sentía que volvía a ser ese adolescente que se enamoró tan intensamente. Se dejaba llevar por sus emociones como nunca se había permitido luego de Sorrento. Justamente era eso: estaba frente a quien lo había hecho probar esa nueva faceta, y de la manera más exquisita posible. Si bien Kanon era despampanante, Sorrento no lo hacía nada de mal: era un hombre atractivo y misterioso, y por dentro una delicia de ser. Hombres como él sabes inmediatamente que tienen algo tan particular, que logran ser memorables. Por pequeño que sea el acontecimiento, siempre recordarías su ser... Kanon estaba consciente de eso. Volvía a sus brazos, llegó además lleno de sed, e insaciable, por cierto. Era muy intenso, pero no desbordado. Sus besos siempre eran una delicia. No era el hombre más cariñoso, pero en la cama mostraba su profunda conexión.

No podía olvidarse del rostro de Sorrento, y todos aquellos gestos que lo hacían único. Su humor que lo hacía arrugar sus ojos y levantar sus pómulos, los cuales en otras ocasiones se encendían generando que su rostro tuviera una sinfonía de colores única, particularmente cuando enloquecía de placer y no parecía él...

Las siguientes noches pasaron volando. Una tras otra, no fueron capaces de separarse durante ninguna. Volvían a sus brazos, ansiosos por poder comer la piel del otro.

- Podría hacerme adicto a tí, Sorrento - dijo trabajosamente Kanon, quien apenas podía retener oxígeno en sus pulmones luego de hacer el amor.

- ¿Soy tu nueva droga?

- Nueva, no. No, imposible. Sorrento... -dijo intentando regular su respiración tanto como podía - maldita sea, quedé hecho una mierda.

Ambos rieron con ganas, acostados sobre sus espaldas. Luego, en un movimiento muy suave, Kanon tomó la mano de Sorrento.

- Me encantan sus manos - dijo recorriendo la piel con su pulgar - me encanta estar así contigo... Sorrento ya no aguanto más mis ganas de decírtelo, no resisto - dijo mirando de costado al muchacho - te amo.

Sorrento sintió que sus tripas se retorcían. Se sentía extraño, sus pensamientos estaban en otro lugar, no lograba articular ni una sola palabra. Fue entonces cuando en un segundo recordó a Orfeo y se odió por eso. Esas palabras tan hermosas fueron tan malgastadas antes, que difícilmente creía en ellas. Ahora ya no guardaba sus palabras por no tener que decir, ahora sólo saldrían cosas negativas así que decidió callarse.

Kanon lo observó unos segundos, y luego miró hacia otro lugar.

Lo estropeó. Algo hizo mal, sintió la desaprobación y el desagrado en su amado. Su cuerpo se descompuso, se tuvo que levantar e ir al baño. Cerró la puerta, y al mirarse en el espejo, volvió a ver a ese muchacho que supo que nunca había tenido el amor del hombre que tanto quería. Todo se repetía. Dolía como tenía que doler...

Sorrento se levantó y caminó hacia la puerta del baño y tocó. No obtuvo respuesta. Tocó nuevamente, Kanon abrió.

- Kanon, ¿Estás bien?

- No, yo... Creo que debemos... - decía agarrando su cabeza con ambas manos - fui un imbécil, me disculpo.

- No lo fuiste. Yo pude evitar pensar en Orfeo...

- Ya veo.

- No, no me malentiendas, me refiero a...

- Está bien, lo entiendo.

- Kanon, yo no me refiero a...

Kanon corrió. Literalmente corrió desnudo por la casa hasta alejarse lo suficiente de Sorrento. Iba a ser muy estúpido intentar seguirlo, así que esperó a que regresara... Pero no sucedió. Pasaron varios largos minutos, pero Kanon no regresaba ni tampoco salía de la casa. Cuando el muchacho decidió buscarlo para terminar con ese juego infantil, se dio cuenta de que Kanon se había acomodado en el sillón y descansaba en posición fetal.

- ¿Kanon...? Vamos Kanon, vamos a tu pieza. No te quedes acá...

- No puedo. - afirmó con su cara cubierta por sus frazadas.

- No me malinterpretes, Kanon. De hecho, gracias por decírmelo... Es probable que yo sienta lo mismo... Pero ese imbécil de Orfeo... - dijo apretando sus puños, mientras Kanon sentía sus lágrimas recorriendo su rostro, estaba convencido que nada de esa relación había sido superado en tan poco tiempo - él me decía siempre lo mismo, y aunque las palabras vienen de ti, me cuesta creerlas.

- Sientes cosas por él aún. - dijo Kanon sentándose y mirándolo en busca de una respuesta.

- N...no.

Kanon miró el piso con zozobra, mientras que Sorrento se maldecía por lo bajo al haber titubeado.

Kanon se paró, besó la frente de Sorrento, recorrió con su nariz la piel de su suave y delicado rostro y se fue a su habitación. Ahora nadie podía sacar de su mente que el amor que pensó que Sorrento sentía hacia él nunca había existido.

Sorrento, por su parte, intentó defenderse de sus propias torpes respuestas, pero no podía hablar. No dimensionaba lo que pasaba por la mente de Kanon. Ambos durmieron juntos, sin atreverse a hacer algo más.

Al día siguiente, Sorrento se despidió de Kanon con una sonrisa, al igual que el peliazul. Éste respondió con un hermoso beso en la comisura de sus labios, conteniéndose por completo, pero disfrutándolo de todas maneras. Él estaba seguro de que no volverían a verse, otra vez tenía su corazón roto. Sorrento, por su parte, jamás imaginó que Kanon estaba dispuesto a desaparecer de su vida nuevamente luego de cómo se habían entregado mutuamente.

Las primera vez que se percató de que Kanon ya no volvería a su vida, fue cuando se de dió cuenta de que lo había bloqueado de sus redes sociales. Ya no podían hablar a través de ese medio.

No quiso insistir demasiado, pero luego cuando intentó llamarlo no obtuvo respuesta.

Lo necesitaba. Necesitaba verlo, se había hecho adicto a su toque, a la manera en que sus labios buscaban su cuerpo desesperadamente. Fue a su casa, tampoco nadie abrió. Tocó, esperó... Nada. Kanon no estaba ahí.

Lo buscó en bares, donde solía encontrarse con músicos y cantar. Nada.

Lo buscó donde solía realizar sus peleas cuando era luchador, sin éxito.

Luego de un mes, compró un ramo con flores y lo fue a dejar a la puerta de Kanon. Tocó la puerta y nadie abría. En su mente, sabía que era imposible que no lo hubiese escuchado ahí, golpeando, hablándole al otro lado de la puerta.

- Kanon, no sé si estás ahí... Soy Sorrento... Yo... Lo lamento. Te traje unas flores, a mí me encantan... Vengo a despedirme. Ha pasado un mes desde que nos vimos por última vez, tú me dijiste ese día algo que yo no pude creer. Fui estúpido... No sabes lo que daría por retroceder el tiempo y decirte cuánto te amo. ¡Kanon, por la misma mierda, te amo! Necesitabas escucharlo de mi, fui un cobarde. Siempre te he amado, siempre has sido tú. Te amo. Te amo, Kanon. Te amo. Siempre vas a ser tú. Por favor, cuídate. Se feliz, aunque sea sin mí.

Sorrento dejó las flores en la puerta y comenzó a caminar. Volteó a mirar por si abría la puerta, pero no sucedió.

Caminó y caminó. No tenía un rumbo dónde ir, no sabía exactamente qué hacer, sólo sabía que un vacío tremendo invadía su abdomen y la pena lo comía vivo. Su llanto era incontrolable...

Fue a la orilla del río de la ciudad, se sentó en el pasto a observar la noche. Pocos sonidos llegaban a sus oídos, una tranquilidad incómoda invadía el lugar. Entonces vio un periódico en el piso, lo acercó a él y comenzó a leer sólo para distraerse. La luz era escasa, pero de todas maneras le servía para pensar en otra cosa.

Una página tras otra, apenas ponía atención a las palabras que salían...

... Hasta que vió una foto de Kanon en una de sus páginas.

Su corazón latió más fuerte que nunca. Intentaba recorrer las oraciones y entender lo que decían aquellas palabras, pero no lograba descifrar el mensaje, estaba en shock. Se rehusaba a creerlo, entonces corrió tan rápido como lo permitían sus piernas, de regreso a la casa de Kanon.

Ahí estaban las flores que había dejado, y entonces la angustia recorrió su ser.

No podía estar sucediendo. No podía ser cierto.

Tocó la puerta con sus puños, gritó el nombre de Kanon con toda la fuerza de sus pulmones. Gritó y gritó, pero nadie respondía. No iba a detenerse hasta cerciorarse de que lo que leyó no era cierto... Hasta que un vecino salió de sus aposentos y se acercó.

- Hey, muchacho. ¿Qué haces a estas horas de la noche? Vas a despertar a toda la cuadra.

- Vi... Vine a ver a Kanon, no he tenido... No he sabido nada de él en varias semanas.

- No sé cómo decírtelo, veo que no te enteras aún. El muchacho que vivía acá se suicidó hace un tiempo atrás. Lo lamento.

Sorrento se dejó caer, quedando sentado al lado de las flores que había depositado al lado de la puerta.

El mundo daba vueltas estrepitosamente frente a sus ojos, y en él jamás volvería a encontrar a su amado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro