◆━━━━━━━◆❃◆━━━━━━━◆

Zane Bennett

◆━━━━━━━◆❃◆━━━━━━━◆

Zane Bennett se apoyó contra su motocicleta, una sonrisa burlona en su rostro mientras observaba a un grupo de estudiantes cruzar el patio de la escuela. Entre ellos, estaba T/N, caminando tranquila, con una expresión serena en el rostro.

—Ahí viene la sorda —Murmuró Miriam con una risita.

Zane arqueó una ceja, sorprendido. No sabía que T/N era sorda. Miró de nuevo a la chica, esperando algún tipo de reacción, pero para su sorpresa, ella simplemente le lanzó una sonrisa amable antes de seguir su camino. No hubo enojo, ni molestia, ni siquiera una mirada de desagrado. Solo una sonrisa. Eso lo desconcertó.

Durante los siguientes días, Zane se percató de que, a pesar de las veces que le lanzaba comentarios burlones, T/N siempre respondía con una sonrisa y a veces, un "Hola" algo tardío. Observó más de cerca y notó que siempre miraba a las personas directamente cuando hablaban, como si leyera sus labios. Intrigado, decidió acercarse.

La primera vez que intentó hablar con ella fue en la biblioteca. Se sentó frente a ella y comenzó con su actitud confiada habitual.

—Así que... ¿Realmente no puedes escuchar?

T/N levantó la vista de su libro, parpadeó un momento y luego respondió con voz tranquila.

—No tienes que hablar tan alto —Dijo con una pequeña risa—Solo necesito verte a la cara para entenderte mejor.

Zane sintió un leve sonrojo subir por su cuello. No estaba acostumbrado a ser corregido, y menos con tanta paciencia. Desde entonces, su curiosidad por T/N creció. Comenzó a encontrar excusas para hablar con ella, a veces sobre temas triviales, otras veces simplemente para ver su sonrisa. Pero cada vez que lo hacía, se daba cuenta de lo diferente que era estar con ella. Con ella, el silencio no era incómodo, y poco a poco, Zane descubrió que quería entender su mundo.

Sin saber cómo ni cuándo, Zane se encontró buscando formas de comunicarse mejor con ella. Comenzó a aprender lengua de señas en secreto, viendo videos en su habitación por las noches, practicando frente al espejo hasta que sus manos se movían con naturalidad. Pasó semanas enteras repitiendo los mismos movimientos, frustrándose cuando sus dedos no parecían coordinarse bien, pero no se rindió.

La primera vez que intentó usarlo con ella, T/N lo miró sorprendida.

—¿Sabes lengua de señas?

Zane sintió el calor subir a sus mejillas—Un poco —Respondió con torpeza, moviendo las manos en señas poco fluidas—Quiero aprender... para hablar contigo mejor.

El rostro de T/N se iluminó con una sonrisa tan radiante que Zane sintió que su pecho se apretaba. Desde ese día, pasaron más tiempo juntos. Salían a la playa, a cafeterías, a caminar por el muelle. Zane descubrió que el silencio no era incómodo con ella, que podía comunicar tantas cosas con una simple mirada o con el roce de sus manos.

Hubo momentos divertidos entre ellos. Como la vez que Zane intentó pedir un café para T/N usando lengua de señas y terminó pidiendo "Un gato con leche" en lugar de "Un capuchino". T/N se rio tanto que casi se atraganta con su bebida y Zane, rojo como un tomate, prometió mejorar. O la vez que T/N lo desafío a un partido de voleibol en la playa y a pesar de la actitud confiada de Zane, ella lo venció con facilidad.

—Dime que me dejaste ganar—Se quejó él, sacudiéndose la arena del cabello.

T/N le guiñó un ojo—Tal vez.

Poco a poco, el Zane arrogante y egocéntrico comenzó a desvanecerse. En su lugar, emergió alguien más paciente, alguien que escuchaba en lugar de hablar, alguien que encontraba felicidad en hacer sonreír a T/N.

Una tarde, mientras caminaban juntos por la orilla del mar, Zane se detuvo de repente. Tomó una bocanada de aire, tratando de calmar los nervios y luego se giró hacia ella.

Con movimientos torpes pero sinceros, formó con sus manos las palabras en lengua de señas: "¿Quieres ser mi novia?".

T/N lo observó, sus ojos brillando con emoción. Se llevó una mano a la boca, sorprendida, antes de asentir con entusiasmo y responder también en lengua de señas: "Sí".

Zane sintió su corazón latir rápido, pero antes de que pudiera reaccionar, ella se acercó y le rodeó el cuello con los brazos. Sin necesidad de palabras, entendió que nunca había hecho algo tan significativo por alguien y que, por primera vez, se sentía verdaderamente feliz.

Una noche, mientras estaban acostados sobre la arena mirando las estrellas, T/N se apoyó en el pecho de Zane. La brisa marina les envolvía con suavidad y el sonido de las olas era un acompañamiento perfecto para la tranquilidad del momento. Zane tomó suavemente la mano de T/N y comenzó a trazar pequeñas letras sobre su palma. Ella frunció el ceño, intrigada, y sonrió al darse cuenta de lo que hacía.

—"Eres lo mejor que me ha pasado" —Dijo T/N en voz baja, leyendo sus señas.

Zane asintió con una sonrisa tímida.

—Lo digo en serio.

Ella entrelazó sus dedos con los de él y cerró los ojos por un momento, disfrutando de la calidez de su compañía. No necesitaban decir más. Con cada mirada, cada gesto, y cada caricia, sabían exactamente lo que el otro sentía.

Desde aquel momento, su relación creció con una complicidad que pocos podían comprender. Zane aprendió a comunicarse mejor con T/N, y ella le mostró que el silencio podía estar lleno de significados. Juntos, descubrieron que el amor no siempre necesita palabras; a veces, basta con una mirada, una sonrisa, o el suave movimiento de unas manos que dicen "Te quiero".