primero.
» si hicieran una película de mi vida, tendrían que hacerla de 3 o 4 partes.
Mierda, Alan. ¿Por qué me haces tener que correr estos riesgos...? Aunque por tí, correría una maratón si así fuese necesario.
Alan, Alan...¿cuándo aprenderás que no puedes deshacerte de mí? Porque parece que nunca.
Y es extraño. He intentado de todo para atraer tu atención y nada funciona. Nada. Ni si quiera un ramo de rosas (y eso que solo lo hice por tí, porque no soy de enviar rosas)
Tiffany quería formar una familia y tener hijos. ¿Tan malo es eso? Vamos, Alan. Solamente tienes que embarazarme y quererme como yo lo hago.
Alan, te quiero.
...
Alan, ¿me quieres?
¿Es recíproco lo que siento?
Sí, tiene que serlo o sino...
Alan, ¿por qué no me quieres?
Quiéreme.
Ámame.
¡Maldito Alan!
Nunca vas a quererme.
...
Que te quede claro, amor.
Si no me quieres a mí, no querrás a nadie más.
No vas a pronunciar esas palabras nunca por nadie que no sea yo.
...
Es sencillo.
Como Blair dijo: "tres palabras, ocho letras".
¡¿Tan difícil es?!
Te odio.
Te odio por hacerme sufrir de esta manera. Hay tantos chicos, ¿y me enamoré de ti?
Sí, por supuesto, porque eres el amor de mi vida.
Y yo, mi querido Alan, soy el tuyo.
...
—Espero realmente que no pienses recitarle esta bazofia.
—¿Cómo te atreves?
—Yo no tengo culpa de que escribas textos psicóticos.
—No son psicóticos, son de amor.
—Si me mandases esto a mí, me faltaría tiempo para que en cinco minutos tuvieses a la FBI en la puerta de tu casa tocando el timbre para ver dónde está la psicópata que se dedica a acosar y asesinar por amor en sus tiempos libres.
—No soy una psicópata, además tú nunca recibirás cartas, ¿olvidas que estás en una celda?
—Ya me he acostumbrado.
—¿A mis torturas también?
Se encoge de hombros.
—Me duele el corazón más que la piel.
—Entonces tendré que buscar nuevas técnicas. Te sorprenderías de la cantidad de desquiciados que hay en internet.
—¡¿Perdona?! ¡Me has encerrado y torturado durante casi un año! ¡Por el amor de Dios!
—Agh...mal de amores, no me lo recuerdes.
—¡No me estás escuchando!
—¡Oye no te quejes! Te doy de comer incluso.
—Oh, bueno...¡gracias por secuestrarme y alimentarme para que no muera deshidratada y desnutrida en este antro!
—No es un antro, tienes un escritorio y un puff, ¿qué más quieres?
—¡Una cama para dormir!
—Vaya, pensé que dirías que querías salir de aquí... además, no tienes colchón por haber intentado clavarme esas tijeras de punta redonda. Qué traición, sujeto.
—¡Tengo nombre!
—Voy a pensar uno mejor.
—Sé que no me vas a dejar salir, pero al menos dame una cama.
—Veré qué puedo hacer.
Un silencio se forma, en el cual la secuestradora se dedica a abrir una lata de Coca-Cola y la secuestrada se mira ligeramente las puntas del cabello platino.
—Siempre me gustó el nombre Edith.
—¿Edith?
—Mi madre siempre quiso llamarme así pero al final me puso...
—No me cuentes tu historia familiar —exhala, un tanto impaciente—. Te llamaré Edith, entonces.
—Es extraño que seas tan...misericordiosa.
—Estoy de buen humor.
—Tú y buen humor en la misma frase no es la mejor combinación.
—No te pases o te traigo sábanas de los Teletubbies.
—¡No! ¡Todo menos eso!
La secuestradora se acerca a la puerta de la celda, que es amplia y está bien iluminada.
—¿Quieres? —le ofrece la lata de Coca-Cola, la cual rápidamente coge a través del espacio entre dos barrotes—. Vaya, sí que querías.
Cuando termina de beber un largo trago, le agradece. Normalmente no suele darle ningún tipo de soda, nada más que agua y comida poco azucarada. ¿El porqué? Dice que es más sano.
—Es solo hoy, no te acostumbres.
—No soy diabética o algo así.
—No es saludable.
—Ah, sí, como si tú te preocupases por eso.
—¡Claro que lo hago!
Nuevamente, se crea un silencio prolongado.
—A veces me tratas como a una cría.
—Es que eso es lo que eres.
—¿Qué te pasa?
—¡¿Por qué me debería pasar algo?!
—Es mejor que vayas a dormir.
—Creo que sí.
—Estás sufriendo otro ataque, ¿vas a pasar a la fase depresiva?
—Puede ser...si me voy tendré que apagar las luces.
Edith se encoge de hombros, como si no tuviese importancia.
—No importa, hazlo.
—Gracias, Edith.
—Adiós, Helena.
...
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