🔒22🔒
Agradece que las enfermería tengan ventana de emergencia. Bueno, más que de emergencia, es contra incendios.
El humo y el olor a tabaco salen por ella lentamente, dejando ala habitación libre de humos.
El cigarro ya se ha consumido hace un ratito. No puede fumar y tener una mano en la cabeza de McClain. Ahora, además de salir el humo por la ventana, sale el calor que se está generando allí dentro.
McClain está de rodillas, con sus manos en sus caderas. Sus dedos se clavan en su piel, como si se hubiese anclado allí .
Sus ojos están cerraditos, y su cabeza se mueve lentamente en un vaivén delicioso. Al menos a Keith se lo parece. Ha mandado todo a la mierda hace ya un buen rato.
Tiene una mano enterrada en el cabello de McClain, agarrando con un poco de rabia e ira sus mechones finos y suaves. Jadea al sentir como el calor de su boca desaparece y se presenta de nuevo con una lamida lenta. McClain tiene sus ojos azules clavados en los ajenos. Tira el aire en una suave risita y cierra sus ojos de nuevo.
Keith sólo puede gruñir y dejar resbalar su mano hacia la nuca de McClain. Sigue moviéndose, ahora de forma lenta, soltando numerosos ronroneos. Realmente no se escuchan, por que en su mayoría se oyen jadeos y maldiciones de Keith, junto algún que otro suave gemido.
El moreno mueve su cabeza de forma lenta, ahora haciendo fuerza en la punta con sus labios. A Keith se le ha acabado la paciencia. Está furioso y necesita relajarse. Necesita que cumplan con sus necesidades. Tiene que ser ahora.
Los dedos de Lance resbalan a sus piernas, ahora sus dedos se colocan en lo huesos de sus rodillas. Cuando McClain se quiere dar cuenta, Keith ha forzado en un movimiento poco delicado su boca contra su sexo. No es la primera vez, tampoco la última, pero no quita que le sorprenda. Sus ronroneos se esconden en una ligera arcada. Keith frunce el ceño al ver a McClain cerrar los ojos con fuerza y fruncir el ceño, ladear su boca y tratar de recomponerse. Le da pena... y le pone aún más. Sus ojos azules ahora brillan por las lágrimas que le han brotado de los ojos debido a la impresión. Keith jadea y niega.
Separa desde el cabello a McClain de su sexo. Observa como sale de su boca entre hilos de saliva y como sin poder evitarlo, el moreno tose. Sus ojos miran los ajenos, confusos.
-Ven. Ponte de pie. - el moreno se apoya en su rodillas y se pone en pie. Y con la voz de Keith contra su rostro, obedece. - Ponte contra la camilla...
Puede ser que Keith le haya pasado factura ese cabreo. Eso o que el moreno cada vez es más irresistible y cada noche el polvo mejora.
No va a negar que escucharle gemir, con la cabeza contra el papel desechable, con las piernas abiertas y las manos en la espalda es un buen panorama. Desde luego que lo es.
Eso y que siga siendo igual de idiota que en otros polvos. Alzar la voz de más no es buena idea y le toca enseñarle que no está bien. Tiene su puntito caliente, pero no deja de ser una insensatez que no puede permitirse.
El polvo acaba como todos deberían acabar, con ambos llegando al final.
Ahora viene la hostia.
La realidad cae contra él como si fuera un muro de hormigón. Está sentado en la camilla, con un bote de lubricante en la mano. Porque no, no es todo tan bonito como lo pintan. Igual es una especie de metáfora: él acaba de follar pero mañana le follaran a él. ¿Qué pasa con él? ¿Se está volviendo un puto blando o qué? Keith frunce el ceño y deja que el bote baile y resbale entre sus dedos. Sigue pensando en el puto policia gordo de la mañana. ¿Acaso un preso deja de ser humano por ser delincuente o en este caso asesino? No le considera asesino. Tiene una madre. Una madre que también ha sufrido, y tampoco permitiría algo como lo que le ocurrió a McClain.
Se siente solo y pequeño allí dentro. Sin Shiro no sabe quien es, ni que hacer o que pensar.
Sigue mirando el lubricante.
-Mañana no seré capaz de sentarme. - el cubano ríe mientras apaga la luz del pequeño baño de enfermería. -Yo pensaba que mi cu... - Keith le mira de reojo y vuelve a sus asuntos. - ¿Qué pasa? - susurra.
-Nada.
-Nada dice. Otra vez con esa cara. ¿Es por el lubricante? - Keith bufa y niega.
-No.
-¿No... te ha gustado? - Keith rueda sus ojos.
-Si me ha gustado. O sea... en fin. -McClain inevitablemente sonrie. Pero se deshace lentamente esa sonrisa. Keith sigue serio.
-Pasa algo.
-Pasan muchas cosas, McClain.
-Me puedes llamar Lance. - dice en voz baja. El moreno se sienta a su lado e inclina el cuerpo, buscando con su cara la ajena. El azabache está serio. - Oye... ¿te sigues comiendo la cabeza por... eso que te ha pasado?
-Si. - susurra cansado.
-Se que en fin... no son mis asuntos y soy un preso pero... si algo me han enseñado y mantengo de mis padres es escuchar. Y si necesitas hablar... - el moreno sigue mirándole. Keith niega.
-No. Tranquilo.
-Bueno. No puedo irme solo así que... - el castaño dirige la mirada al suelo. El silencio se hace entre ellos. Están sentados los dos en una camilla. Y Keith chasquea su lengua.
-Siento que no sirvo para esto. -niega mientras deja el lubricante en el mismo lugar de donde lo han sacado.
-¿Para... follar?
-No Lance. - está serio. -Para ser... lo que soy. Siento que... - se mira las manos. - no se. No sirvo. Que no sirvo. - Lance sigue mirándole.
-Yo creo que eres bueno. - Lance alza sus hombros, quitándole importancia al asunto.
-Eres un preso. Que vas a opinar. - el moreno frunce el ceño. Sigue mirando la cara pálida de Keith.
-Pues por eso mismo. - asiente mientras continúa hablando. - Por qué estoy cansado de ver a policías entrar y salir. Se quienes valen y quienes no. Y no lo digo por el polvo. - Keith prefiere ni pararse a pensarlo. - Keith, que se de polis y guardas. Y tú estás aguantando mucho en poco tiempo. - sonríe y con la palma de su mano en su muslo, acariciandolo lentamente, sonríe. - No te tienes que rayes por eso. Estás haciendo un trabajo duro de cojones. - el asiático levanta su cabeza y dirige sus ojos a los ajenos. Las palabras son distintas a las que usaría otra persona pero llevan sentimiento, o eso parece, y es lo que le importa.
-¿Tu crees?
-Claro. Ni loco me metía aquí. Bueno, depende de lo que vea en las celdas. - ríe. Keith niega y sonríe. Bien, ¡una sonrisa, eso quería ver! - Todo va a ir bien. - sonríe como puede y observa sus ojos.
-Gracias, Lance. - el cubano continúa mirándole, sonriente. Otro silencio entre ellos.
El asiático mira sus pies y tira el aire por su nariz.
-Lo que necesites. - el cubano está mirando un punto fijo en el suelo.
-¿Que? - murmura Keith distraído.
-Que para lo que necesites. - Keith destensa el ceño. En su boca se pinta una sonrisa agradecida. La paz llega a el poco a poco. Puede sentir hasta como le tiemblan las manos. El moreno sonríe y abraza sus hombros. Keith sólo se deja caer sobre el suyo, con esa sonrisa débil en su boca. -No voy a ser un chivato cabrón, pero tampoco te quiero hacer la vida imposible.
-No... para nada. - ríe el asiático. Lance sonríe, su mano masaje y acaricia su hombro lentamente.
-Lo he intentado. - ríe de nuevo. Keith sigue mirando un punto fijo. Estas cosas se le Dan tremendamente mal. Siente que, además de ser incorrecto y poco moral lo que están haciendo, haga lo que haga no va a estar bien. No a nivel jurídico, haberte follado a un preso ya es de película... Ya a nivel personal. Siente que haga lo que haga, va a salir mal.
Aún así, aleja su cabeza de su hombro, pivota su cuerpo hacia Lance y apoya su frente en su hombro. Y de manera vergonzoso y miedica, abraza su cintura. Lance le mira de reojo, con una pequeña sonrisa en la boca.
Lo último allí dentro se lo queda ese abrazo en silencio. Ambos lo necesitaban.
Uno por falta de cariño.
Otro por falta de humanidad en esa cárcel.
No va a engañar que llega a su celda en silencio, tratando de disimular la sonrisa tonta en su boca. Le mira el culo de reojo en cuanto ingresa en su celda y las verjas se cierran.
Una hora y cuarto . Una hora y cuarto lleva fuera.
Son casi las dos de la mañana, ¿puede ser más obvio?
No, por que allí dentro la obviedad se la han comido los chivatos de turno, en los baños.
Allí nada es obvio. Allí todo tiene un por qué.
Se mete en su cama y cierra los ojos en cuanto su cara aterriza en la almohada.
Las mañanas tienden a ser todas exactamente iguales.
Keith entra en los pasillos de la cárcel en cuanto se ha tomado su buen café. Lleva encima su placa, su porra y... ¡ah si!, el abrazo de McClain.
No se, no lo saca de su cabeza.
Sabe que es un preso, y que está mal, fatal. Que no puede tiarselo cada dos por tres. Eso es un puto delito y puede entrar en la misma cárcel que él.
Pero... pasa algo. Pasa que McClain le ha escuchado y le ha dado un abrazo que le ha cicatrizado las heridas. Le ha dado un abrazo que a su parecer, se merecía. Sentir sus brazos rodear su cuerpo le pone la piel de gallina. Igual es un poco exagerado, pero se le antojo un acto bonito y poco normal de un simple preso.
Sentir ese pequeño beso en su mejilla tampoco ayudó demasiado. Al volver a las celdas, simplemente se intercambiaron una mirada fría. Si se sonreían, cantaría muchísimo. Tenía que parecer que simplemente le había dado una pastilla, que no pareciese que le había dado duro contra una camilla y después un abrazo y unas palabras dulces.
Sus pensamientos se bloquean al escuchar jaleo en las celdas. Varios guardas golpean los barrotes de las mismas, tratando de mantener un mínimo de orden. Obviamente no funciona.
-¡Eh, vamos silencio, eh! - gritan algunos guardas. Keith entra tras pasar su tarjeta reglamentaria por el escaner. Se acerca a uno de los cuerpos de autoridad.
-¿Qué pasa?
-Qué están de fiesta, así, por qué si. - y las palmas y el bullicio sube de nuevo entre risas y coreos. Las celdas están abiertas y en los pasillos los presos se asoman, mirando hacia una celda en especial. Keith alza el mentón y niega lentamente al poder deducir de donde nace todo eso.
La celda 112-V está rodeada de gente.
En ella, un latino está cantando a viva voz una canción, entre bailecitos y risas.
Las palmas resuenan en la cárcel junto a los gritos de un moreno que clama por más. Los presos gritan y los que se saben la letras la cantan. Es una canción es español, es difícil que sepan todos la letra.
McClain alza la voz mientras entre palmas, baila, sonriendo. Sus caderas se mueven lentamente mientras el resto de presos silban y aplauden. Esas caderas son la perdición de ese centro penitenciario. Hunk permanece dentro, sonriendo al oír a su amigo cantar. Está sentado en la silla, con una libreta en mano. Está escribiendo muchas cosas.
En la litera se encuentra Lotor acostado. De ser él ya le habria empujado por la barandilla para que cerrase la boca. Pero no, ahí está McClain, dando palmas y bailando.
-¡Silencio, eh! - los guardas se hacen paso entre los presos, entre empujones. - ¡Ya vale, que es esto, cojones! - McClain sonríe y mira a los guardas que llegan a su celda. El resto de presos comienzan a silbar, gritar y golpear los barrotes y barandillas. El jaleo es incesante. - ¿Que coño es esto?
-Estábamos cantando. Guantanamera. ¿No sabéis cuál...?
-Menos cachondeito. - tras los guardas que hablan aparece el pelo negro de Keith. Lance sonríe y ladea su cara hacia él. - Venga. Tienes juicio.
-Si lo se... - sonríe y coge su camisa reglamentaria. Se la pone sobre su camiseta blanca de tirantes y extiende sus muñecas. Las esposas rodean sus muñecas finas y se cierran. Lance sale de su celda junto los guardas.
Keith deja que algunos de sus compañeros avancen para ponerse al lado de McClain. El moreno sonríe y mira al asiático a los ojos.
-Que ha sido eso. - murmura serio.
-Hola eh. - Keith le dirige una mirada de muerte, como señalandole que disimule al hablar con él.
-Que a qué ha venido eso. - McClain bufa y camina mirando hacia el frente.
-Nos aburriamos, me he puesto a cantar, los de la celda 139 me han oído y han cantado conmigo. Y así hasta que se han abierto las celdas. - Keith chasquea su lengua. - No he hecho nada malo. Lo sabes. - se queda mirando sus ojos lilas. Keith recorre los suyos con lentitud. Parece que se ha congelado el tiempo en esa mirada. El asiático trata saliva.
Una palmada aterriza en la espalda de Lance.
-Venga. Sal. Ves a recepción a que te cacheen.
-Eso quiero yo. Que me cacheen bien. - Keith niega y rueda sus ojos. McClain está sonriendo. Es un completo imbécil. Un capullo integral.
-Menos tonterías McClain. Venga. Como lleves algo se te cae el pelo.
-Solo llevo mis collares.
-Venga. Tira. - el moreno entra a recepción. La puerta se cierra y Keith pierde de vista al cubano. - Ocúpate de las celdas.
-Si. Tengo hasta la una y cuarto. - el guarda desaparece.
Coge aire y lo tira. El jaleo continúa en las celdas, pero sin el epicentro, que era Lance.
Hunk ya no está en la mesa, y su libreta está guardada. Ahora está en lavandería.
Lance entra en un furgón policial, junto a otros tres policías. Se dirigen al juzgado.
A veces tiene juicios puntuales, nada grave. Simplemente eran juicios, juicios que podían acortar su condena o alargarla. Era un tema delicado: un chico en la flor de la vida se ha cargado a un tipo que al parecer había abusado de su hermana y su madre. Desde luego que era delicado. Pero el juzgado era el juzgado. Gente de calle, con el espíritu combativo en el cuerpo, te da la razón y te apoya. No duda en absoluto que haya sido en defensa. Sin embargo, el juzgado es otra historia. Es otro sistema. Es un sistema que se ciñe a la política.
-Señor McClain. - Lance levanta la cabeza al oír al juez, de aspecto adulto y cabello canoso, tomar aire y pasar una página de su historial. - ¿Es cierto que después de suceder el homicidio, trato de esconder y limpiar las pruebas como la sangre? - Lance permanece callado. Tiene las manos sobre la mesa, esposadas. Está serio, tal vez algo pálido por la presión. Pero por la presión, no por el miedo. No tiene miedo. No lo tiene, está tranquilo. Tiene la conciencia tranquila. Sabe que fuera están bien. Está seguro.
El juez chasquea su lengua al ver que las respuestas se ausentan.
Otra vez, allá va.
-¿Es cierto que el crimen fue un delito de odio contra la familia de Prince? - Lance no dice nada. Permanece callado, con los ojos clavados en el juez. A veces se distraen y pasean por la mesa. - ¿Es cierto que su hermana participó en el crimen?
-No. - murmura. Acerca su boca al micrófono. - Mi hermana no hizo nada.
-¿Es verdad que su madre intervino en la pelea que sucedió a las doce y media tardías de la noche?
-No. Mi madre no se metió en medio.
-¿Podría indicarnos como ocurrió el suceso, como uso el arma? - Lanca traga saliva y baja la mirada. No piensa abrir la boca. El juez coge aire y lo tira. - ¿Cuántos familiares se encontraban en el domicilio?
-Mi hermana, mi madre y yo. Y Zarkon.
-¿Pudo ver como Zarkon Prince presuntamente abusaba de su hermana?
-Si.
-Expliquese por favor.
-Metía su mano bajo su falda, y mi hermana estaba ahí, parada. Tenía miedo. -su cara cambia totalmente. Ahora está aguantandose las ganas de coger a Lotor de los pelos y arrastrarle por toda la cárcel.
-¿Hizo algo para pararle? - su mueca cambia. Traga saliva y aprieta sus puños. - ¿Su hermana opuso resistencia?
-Si.
-¿Dijo no?
-No. Tenía miedo.
-¿Como iba vestida? - Lance vuelve a quedarse callado.
Quiere volver a la celda con Hunk.
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