🔒20🔒
-¡Vamos vamos vamos! -grita uno de los vigilantes.
Las manos del mismo se mueven de forma frenética en palmadas aún más aceleradas. Marca así el ritmo. Tiene prisa.
Los presos corren alrededor del campo.
Es lo que toca si te metes a hacer ejercicio.
Hace un sol mortífero.
El calor de sus rayos chica contra la piel y la ropa de los presos. Ya hay monos empapados de sudor. Es asquerosamente infernal el calor que hace.
Keith se cruza de brazos y baja las escaleras.
Encuentra a su compañero. Junto con un cambio de llaves y algún comentario puntual, cambian de posición. Ahora es al asiático al que le toca vigilar el patio. Que no es un patio, pero viendo el panorama de esos tipos, parece uno del instituto.
Sólo que aquí no se fuman cigarritos a escondidas y se hacen pellas, aquí se lían a puñetazos y navajazos por droga y se follan unos a otros. Es lo que hay.
Keith apoya la espalda en la pared áspera y rasposa. Sabe y siente como si arrastra la espalda hacia abajo se va a dejar la ropa echa trizas. Siente como se le caen deshace. Sólo moviendo la espalda...
Levanta los ojos al campo.
Han dejado de correr.
Los presos bromean entre ellos y estiran. Otro beben agua.
Y ¡oh! Sorpresa.
A ese preso le conoce. Muy bien.
McClain dirige sus ojos al asiático. Sonríe y alza una ceja de forma traicionera y traviesa. Con la misma elegancia que un cervatillo, inclina poco a poco su cuerpo hacia delante. Su espalda se inclina tanto como para tocar con sus dedos la punta de sus zapatillas. Tira el aliento entre sus labios abiertos y secos, calentandolos. Tiene mucha sed. Gira su cara roja y llena de sudor a Keith. El azabache niega y mira al resto de presos.
No va a negar que la postura de McClain es como un rayo de sol: cegadora y caliente.
Esta inclinado, estirandose, dejando ver como es de puto elástico. Hasta el pantalón del mono de chándal se le adhiere a las piernas lo suficiente como para marcar su culo.
Le darían ganas de encerrarle en la celda. Como castigo.
No tardan en acabar las carreteras de los presos.
Keith sólo puede gritar a lo "venga venga, a dentro". El cubano, con las manos en los bolsillos, se acerca a él.
-A dentro, McClain.
-¿Ya está? ¿Nada más?
-¿Quieres un caramelo de premio? A dentro.
-Para que caramelos si puede tenerte en mi boca. -susurra sonriendo. Keith niega.
-No voy a tolerar que juegues con...
-Es broma. -sonríe. Esa sonrisa maliciosa le va a llevar a la perdición. -En el fondo te pone.
-Nada. En absoluto.
-Ya ya. -el moreno continúa andando. -Díselo a esta. -se gira, con la mano en el paquete, sujetandosela con la misma. Keith juraría ser capaz de ver incluso el contorno de lo que se esconde bajo esas telas.
Niega y bufa.
-Que no vuelva a ver eso. -sentencia el asiático, intentando tener algo de autoridad en esa cárcel del infierno.
Pero va a ser difícil.
Aún más entre risas de presos y silbidos a las curvas sinuosas de McClain, ocultas entre capas de ropa.
Lo bueno es cuando no tiene que vigilar más que cámaras.
Eso es paz.
Cámaras y un café. Maravilloso, espléndido. Y si encima llueve, mejor. Así el patio queda inutilizado durante unos días, una carga menos.
Da un trago largo al café, observando a los presos golpear vallas y fumar.
Piensa en Shiro.
En su brazo. En si optimismo.
¿Cómo no se ha vuelto loco aquí dentro?
¿Cómo no le ha pasado algo peor, estando rodeado de semejante calaña?
No lo comprende.
Luego mira la mesa.
Papeleo.
Informes. Documentación.
Prince y McClain, entre otros.
Esos dos se las traen que dan asco.
Tanta pelea tiene a los guardas cansados. Al que más, al jovencito de la melena negra. Le tienen harto.
¿Qué coño pasa entre ellos para tanto asco y rencor en tan poco tiempo?
Sólo puede pensar en cuentas pendientes o palabras malinterpretadas. O mal usadas. O amenazas.
Que sabrá él.
Él sólo quería ser alguien con autoridad. No quería arrebatarsela a nadie.
-Kogane. -un guarda abre la puerta.
-¿Si?
-Un preso. Que quiere que vayas. Esta pesado. Que vayas. -murmura en un tonto cansado. Ya sabe de quien habla. De sobra.
Es esa misma tarde cuando Lance tiene el vis a vis íntimo.
-¿Si? -dice en un tono serio, cansado.
McClain se levanta y se dirige hacia él.
-Ah, Keith. -mira a uno de los guardas que permanecen en la puerta. No va a ser tan fácil. -Mi cita no ha llegado. -mira hacia la puerta.
-Pues ves a las celdas. No ocupes habitaciones por ocupar.
-No. -y se enciende una bombilla en su cabecita. -No. Tiene que venir. Hice una llamada.
-McClain...
-No me iré hasta que venga.
-Te irás cuando nosotros te digamos. -murmura el guarda de la puerta en un tono seco y agresivo. Keith gira su rostro hacia él.
-Me ocupo yo de esto. Puedes ir a cámaras. -murmura de forma fría. Lance sonríe en sus interiores. Está de brazos cruzados.
Cuando el guarda sale por la puerta, el cubano deja caer el peso de su cuerpo en el marco de la puerta hacia la habitación.
-McClain, no puedes ocupar habitaciones por...
-Ya lo se. -sonríe y mira al asiático de arriba a abajo. Cuando se da cuenta el cubano entra en la habitación. Se tumba bocarriba, con una mano en la frente y otra estirada hacia él, y mira al asiático desde allí.-Ahora que ya no está el gordo ese que tenéis por policía podrías darle uso a esta habitación. -Keith mira el cuarto. Luego al cubano. Está sonriendo, con la mirada alta.
Keith abre suavemente sus ojos. No se lo cree. No puede ser cierto.
-McClain. ¿Me estás diciendo lo que creo que me estás diciendo?
-Perdona. Me he equivocado. -murmura. Se incorpora y se sienta en los pies de la cama. -Podríamos. No, deberíamos darle uso a esta habitación.
-¿Había un segundo nombre en la solicitud del vis a vis íntimo?
-Si, pero no era nadie. ¿Te lo estás pensando?
-Eso es imposible... -niega el coreano.
-Va, deja eso a un lado. ¿Le damos uso? -el cubano hace morritos. -Mira que estoy cachondo perdido...
-McClain, no voy a hacer semejante cosa. -se aparta de delante suya y gira hacia la puerta. -Y aún menos consentir que ocurran estas cosas. -susurra.
-Ya ya... -murmura. Sus piernas finas se incorporan. Se aleja de la cama y se acerca a la puerta. -Lo suponía... ¿Voy a celdas?
-Ves dónde te pierda de vista. -Lance sólo puede reír y bajar la vista al suelo.
-En tus sueños húmedos no será tan fácil. -y con el mismo descaro que llega, se va.
La cama está intacta.
No hay nada sospechoso.
Si, se encarga de revisar sábanas, colchón y mesitas.
De algún lado sale Hunk, lleno de sudor y con una alegría interna de la que no puede saber nadie.
Está esperando a Lance.
Él si tiene que saberlo.
Él y Pidge. Sólo ellos.
Es su trabajo.
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