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🔒16🔒

-¿Lance? -el samoano lleva buscándole toda la tarde.
Han acabado de comer en silencio y de morros.
Pidge ha preguntado de forma disimulada al samoano sobre el cubano, en la misma mesa. Pero ninguno saben a ciencia exacta que le pasa al castaño.
-Lance, es sobre lavandería, ¿dónde estás? -murmura el más grande.
Ha perdido a Pidge de pista en cuanto se ha escabullido de la comida. Decía tener "asuntos pendientes". Vete tú a saber qué se lleva en manos ese nervio pelirrojo.

Escucha las zapatillas resbalar por el gimnasio. Siempre el mismo olor y siempre el mismo ruido.
Se acerca con cuidado y mirando a su alrededor. Allí en prisión nadie tiene nada contra Hunk pero nunca se sabe, la gente está muy loca y desesperada.

Escucha golpes secos contra un saco.
Es él. Le conoce.
Sabe que cuando el cubano está cabreado, o se mete en su celda a leer y fumar o se mete en el gimnasio.

-Lance. -murmura el samoano.
Lance está moviendo el cuerpo de forma rítmica frente al saco. Coloca sus puños frente su cara y frunce el ceño. Golpea el saco con el izquierdo y desvía sus ojos a Hunk.
Deja de dar pequeños saltos rítmicos y bufa. Limpia su frente con su antebrazo y relame sus labios con su lengua.
-Tío ¿qué te pasa? - Lance gruñe y tira los guantes de boxeo al suelo uno a uno.

-El puto guarda de ayer me ha dicho básicamente que maté a mi padre. -Hunk alza las cejas.

- El que...

-Si, el de anoche. -asiente de forma seguida nervioso y cabreado. Sigue mirando a Hunk. -Y a mi familia no se le toca.

-Es nuevo, a penas te conoce.

-No, pero mi culo ya lo conoce. - murmura el castaño. -Joder, si follase por lo menos mal... -Lance sólo puede pegar una patada a los puños y salir del ring con el ceño fruncido.

-No le des vueltas. -Lance suspira y se gira hacia Hunk una vez salen del gimnasio.

-Hunk, que no es como si me acusaran de romper un plato. Que es de matar a mi propio padre.

-No te conoce, no puede... -un guarda llega con algo de rapidez hacía ambos.

-¿McClain? ¿Garret? -ambos asienten. -Enfermería. Urgente.

-¿Qué pasa? -murmura el samoano preocupado.

-Os solicita Holt.

-¿Pidge? ¿Qué hace en enfermería?

-Una sobredosis. Vamos. -ambos, con miedo en el cuerpo, corren a enfermería.
Hunk quiere mirar a Lance. Está ahí parado.
Pero es que antes de que sus ojos de dirijan a él ya está corriendo hacía la enfermería.

2 gramos.
2 gramos ni más ni menos.
Llevaba dos gramos dentro de su zona íntima. De ese maldito infierno que tantas ganas tiene de arreglar.
De eso que no le define.
Y esos dos gramos se abrieron. Y esos dos gramos circularon por su sangre.
Un preso, a tiempo, consiguió avisar a base de gritos en nombre de "¡está convulsionando!".

Al entrar ambos, tienen delante de sus ojos a un pelirrojo, de cara sonrojada y húmeda tumbado en una camilla.
Tiene a su lado una mascarilla que proporciona oxígeno, y en el otro lado tiene en su brazo dos goteros.
Tiene los ojos irritados y en los labios una mueca triste.
Lance niega al verle allí tumbado.
Se acerca apresurado. Sigue sudado y enfadado.

-¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?

-Porque vería a mi hermano... - el cubano frunce el ceño. Romelle continúa a su lado, ajustando goteros y marcadores.

-¿Por qué coño has dejado que te toreen? -el cubano sólo puede soltar palabras dolido y en pleno shock. -Dijiste que no necesitabas que te defendieran... -Pidge sorbe por la nariz y cierra sus ojos.

-Ya lo se... - el de cabello rojizo sigue llorando. -No quería... yo no quería... pero... pero así...

-Chicos. - la doctora sólo puede entrar en la conversación. -No es momento. Necesita estar tranquilo... -Pidge tiene la respiración descoordinada. Sólo puede cerrar sus ojos y coger la mascarilla. Coge aire desde ella.

Es en un lugar apartado donde la doctora Romelle les explica lo que sabe.
Lance permanece mirando un punto fijo.
Es mediante un engaño donde Pidge cae en la trampa de los recuerdos. Es todo por traficar y ver a su hermano.
Cocaína, ni más ni menos.
También saben que no toda la droga ha alcanzado su sangre, sólo una mitad.
También saben que llegó a tiempo, que tal vez sin testigos...

Lance sabe quien es.
No necesita nombres.
Lo sabe.
Y piensa vengarse.
Por eso y por todo.




Son las once y media de la noche.
Keith ha estado todo el día ocupado.
Que si ves a registros, que si abre las piernas, que si no puedes llevar eso, que si un guante de látex, que si dedito a dentro...
Un asco.
Un puto asco.
Odia registro.
Prefiere estar vigilando en el comedor aún llevándose los impactos de alguna que otra albóndiga.

Es tarde y las celdas empiezan a cerrarse.
Dirige su mirada a una.
La 112 - V.
Recuerda lo de la misma mañana.
Tal vez fue demasiado brusco...

Joder que es un puto criminal.
Pero... tal vez...
No puede ser así.

Sigue su vigila nocturna.

En la celda 112 - V hay una cama vacía.
Lance sale del baño de lavarse los dientes.

-Está bien. Ya lo ha dicho Romelle, no le des más vueltas. -murmura Hunk una vez más desde la ternura y empatía. Y algo de miedo.

-Casi se lo carga... -murmura Lance. -Yo... -y por la puerta aparece un chico de melena larga y albina. -Tú. Soplapollas ¡ven aquí! -Hunk coge del brazo a Lance y le pega a él. -¡Me cago en todos tus putos muertos!

-Yo en los tuyos McClain. -murmura el albino. -Vuestro amigo me debe 600 pavos. Ya puede buscarse la vida. - Lance ruge una vez más. Da un paso hacia él, pero Hunk le sujeta.

-¡Eres un puto desgraciado Prince! -el resto de celdas mandan callar entre insultos. Vuelve su mirada a Lotor. -Te juro -besa su collar. - te juro por mi madre que tú no sales de esta celda ya en tu puta vida. -marca las últimas palabras de la frase con odio.
Hunk frunce el ceño y aleja un poco más a Lance de Lotor. El último le mira como si nada, con descaro y desprecio. Escuchan pasos aproximarse.
Lance se aleja aún más de forma propia.
Los pasos son de un guarda.

-McClain. -el moreno se gira con cara de pocos amigos. -Venga, a enfermería. -Lance dirige una última mirada a Lotor y otra a Hunk.

-Que no te toque. -susurra. -Que ni te mire. -dice con rabia. Hunk niega con una suave sonrisa.

-No lo hará. - el samoano observa como el cuerpo delgado y estético del moreno baja las escaleras junto a un guarda.
Va a ser una noche larga. Y más sin Pidge.
¿Qué donde está? En un hospital, en observación.



Lance llega a enfermería desde el pasillo que ya se conoce.
Reconoce esa melena.
No es la de la rubia de encantos melosos.
Es la de Keith.
Rueda los ojos.
No es el momento, desde luego.

-Kogane, todo tuyo. -Keith asiente.
El guarda se esfuma.

El silencio es afilado y frío.

-Siéntate. -murmura Keith. Ya empieza con las órdenes, piensa Lance. -Romelle está ocupada. Me ha pasado el turno.

-Pues vale. -murmura el castaño. Mueve la pierna nervioso.
Keith la observa de reojo.

-McClain yo... -el asiático coge aire. -Quería pedirte perdón. De persona a persona. - el cubano sólo puede alzar las cejas y los ojos. No se lo veía venir. -Creo que esta mañana he sido muy brusco. Perdóname si te he ofendido.

-Un poco si... -bufa y apoya el peso de su cuerpo en sus brazos. -No te preocupes. No pasa nada. -sigue moviendo su pierna.

-¿Estás... bien? Te veo nervioso. -baja la mirada al suelo y niega suavemente de manera frustrada.

-Lo de Pidge. Me trae desquiciado.

-Está estable.

-Si, por poco. -gruñe y pasa sus dedos por su cabello. -¿Puedo fumar?

-Primero la pastilla. - murmura el asiático mientras escribe en una hoja. Está ligeramente inclinado. Vaya culito tiene, piensa Lance.
Tacha alguna que otra casilla y firma la hoja. Tiende al castaño un vasito con agua junto un blister.
Es un trago lo que dura la pastilla.
Acto seguido, Lance se enciende un cigarro.
Mira al azabache.

-¿Quieres? -sólo puede alzar los hombros. -Siguen sin llevar droga. -dice en un tono un poco más calmado y animado.
Tira el humo una vez le enciende el cigarro a Keith.
Están fumando cerca de la ventana de enfermería. Por si acaso.

-McClain.

-¿Me puedes llamar por mi nombre? Suena muy... frío llamarme por mi apellido.

-Vale... esto... Lance. -el castaño asiente. Esta sentado en la camilla, con una pierna colgando y la otra acostada en su muslo. Keith está frente a él. Allá que va. -¿Podrías... contarme por qué estás aquí? -Lance bufa.

-Ya te lo he dicho. Mi familia es innombrable. -Keith niega.

-Todo. Por favor. Quiero ayudarte en... todo lo posible... -Lance alza una ceja.

-¿Por qué?

-Porque... podéis salir de aquí y cambiar.

-Ya te he dicho que yo no he cambiado en nada. -murmuramas defensivo.

-Da igual. Por favor. -le mira a los ojos. Es un mar embravecido. -Quiero saber de ti. -Lance baja la mirada al suelo. -¿Por qué... qué haces aquí, en la cárcel?... -Lance coge aire y relame sus labios.

-Por que maté a un hombre con un cuchillo. -murmura en voz bajita, de forma suave y calmada mirando el suelo.

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