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-Os quitais todo lo metálico y pasáis por ahí.
Llegar a una cárcel no es como llegar a un balneario o un parque de atracciones.
Ni mucho menos.
Los años que te toquen padecer semejante infierno van a ser un antes y un después en tu mísera vida.
Olvídate de las fichas calentitas largas e interminables, de las tardes de peli y manta, de las noches de cenar en el balcón o de las madrugadas con el móvil.
Olvídate de salir y dar un paseo entre árboles o parques, de sentarte en un banco en una plaza o de quedar con tus amigxs a tomar un helado.
Olvídate de ver a tu familia a diario, darles un beso de más de 5 segundos o de cogerles la mano.
Olvídate de quien eres, no te va a servir de nada.
El cubano deja que le quiten las esposas. Tiene las muñecas rojas y marcadas.
Acto seguido, deja en la bandeja que cuida uno de los presos de turno su colgante de plata con olas grabadas, sus pendientes y la pulsera que lleva.
El resto de presos hacen lo mismo.
Muchos de los tipos que entran en la cárcel, separada por género por seguridad, son reincidentes.
Una vez entras ahí olvídate de cambiar o ir a mejor.
¿Lo más probable? O que seas el conejito de turno o que te meten en la cabeza en el váter si no haces lo que te piden, o ponerte más duro que una roca y marcar territorio.
De esos se encargan los que tienen delitos graves.
Un mísero como un pedófilo acaban ahogandose con su propia lengua.
Los que tienen amiguitos y dinerito fuera, a los días ya están en casita por la mañana y durmiendo allí como reprimenda a lo y que no vuelva a ocurrir, como si tuviera 3 añitos.
Y luego, los pobres desgraciados que se juegan la piel por su familia, comen años y años de chirona por alimentar a su hijo o cuidar a su madre.
Así funciona.
-Manos en la pared y piernas separadas. -marca uno de los policías que se encargan de guardar y vigilar a los presos.
Uno de esos policías es Shirogane Takashi. Un tío alto, difícil de plantar cara y, aún así, manso. Manso hasta que le tocas los huevos. Ahí ya puedes rezar por tu triste alma en pena.
A su lado, un Policía de traslado.
Keith Kogane.
Lance apoya las manos en la pared y suspira.
A su alrededor hay un tío con mala hostia, dos presos con cara de cachorro a punto de ser degollado y un tipo con la expresión sería y muerta.
Lance gira su rostro.
Shirogane, ese puto guarda de culito respingón que tan cerca ha estado de caer en sus brazos, está lejos de cachearle a él. Y si, se muere por que le cachee.
Se muere por que esas putas manos grandes se restrieguen por su cuerpo en busca de vete tu a saber qué.
Viene de un juicio que ha vuelto a quedar aplazado debido a la falta de malditas pruebas, y joder, necesita que le toquen un poquito. Al menos que lo calienten, con el resto él sólo se puede buscar la vida.
Shiro pasa al otro preso acobardado. Detrás de Lance el otro guarda.
Que ni tan mal. Muy guapete.
Delgado, con piel pálida y melena larga (ese es el problema), manos amplias y finas, cutis limpio, ojos grandes y mueca sexy.
Si, definitivamente también puede obtener el "privilegio" de emportrarle contra la mesa sin quejas.
-Eh. -Keith se hace detrás suya. La porra de cuero choca contra su muslo. -Las piernas. -Lance sonrie. Le mira de reojo aún cara a la pared.
-¿No podrías dejarme entrar y ya? Que vengo de un juicio de mierda.
-Kogane. -Shiro le llama desde una punta. -Ni caso.
Keith mira a Lance a los ojos de forma seria.
-Las piernas. -y la mínima virginidad imaginativa de Lance se pierda entre esas palabras gruesas y secas. Puff, es de los que no se deja domar. Eso a Lance la fascina.
-Vale vale. -murmura el cubano. Sonríe y coloca las manos en la pared.
Las manos de Keith buscan entre sus piernas y por su pecho. -Frío frío... - murmura riendo.
-McClain. -sentencia Shiro. -Por favor.
Keith sigue buscando. Nada. No lleva nada.
-Te lo he dicho. -susurra Lance. -No me da tiempo a coger maría mientras voy a un juicio. -dice riendo de nuevo. Shiro bufa.
-Cállate. -murmura Keith. Baja el pantalón de Lance y se pone un guante.
-Vaya, vas a saco eh. -susurra Lance. Ahora sólo le oye Keith. Shiro está ocupado requisando droga que intentan pasar.
-Cállate o vas al agujero de cabeza.
-Vale vale... -mira al suelo y cierra los ojos al sentir los dedos de Keith entrar sin apenas cuidado en su retaguardia
Toda precaución es poca aquí.
Los dedos giran allí dentro. Lance cierra los ojos y aprieta sus labios
No hay nada.
Sale no sin antes robar al castaño un suspiro y un pestañeo de ojos fuerte.
Y una vez están limpios todos, entran a la cárcel.
Murmuran los números que abren las celdas y entran.
En los pasillos silbidos.
Lance lanza besos a los que encuentra.
-¡Hey, ahora te veo! -murmura a una de las celdas. Keith va detrás suya. -¿Sabes que se llegar a casa solo, no? -dice juguetón de nuevo? -Keith frunce el ceño.
-Cállate y camina.
-¿Eres nuevo, no? Ten cuidado que aquí te van a tener muchas ganas. -el castaño saluda a las celdas como si fuese una celebridad.
-Camina y cállate.
-Te molan las órdenes.
-Camina. -Keith ignora la actitud tonta del moreno.
-Mira, esa es mi celda. -dice sonriendo. Se abre en cuanto Keith pronuncia los números. Dentro hay un tipo con una banda atada a la frente y un crío pelirrojo con gafas. -Puedes venir cuando no puedas dormir. -le guiña el ojo.
-Mira, se quien eres. -Keith mira sus ojos fijamente. -Déjate de tonterías y centrate en salir de aquí por que te ha caído una buena, asesino. -Lance alza una ceja. Entra en la celda y se gira hacia Keith.
Se acerca a él una vez las barras de acero les separan.
-Te espero cuando quieras. -susurra. Keith gruñe y se da la vuelta. -¡Y que ese culito no pase hambre! -y gracias al comentario de Lance la cárcel entera empieza a silbar.
Se gira y mira a sus compañeros.
-He vuelto. -dice con una sonrisa.
-¿No lo han sobreseído? -murmura el pelirrojo.
-No. Sigo aquí. -dice sonriendo.
Los tres sonríen.
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