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3-Fingiendo ser un caballero

Una hermosa noche parecía enaltecer el hermoso cielo de la España cubierta en sombras y brillos.
Podía verse luces a lo largo y ancho del cielo. Una cinta estrellada y lechosa que pasaba por el centro como si dividiera el manto azul parecía estar en una posición diferente a la de la noche anterior, entonces, indicaría de seguro que el frío sería con mayor intensidad.
En las madrugadas, podía distinguirse una belleza inmensa, el suelo se vería cubierto por una fina capa de hielo. Pero ahora, el clima no era nada malo.

El capitán vistió con ropas simples y baratas, aún no pudiendo esconder su fornido cuerpo de las miradas. Cuando cayó la noche, después de haber comido lo que sea que le halla parecido delicioso cuando su estómago gruñó cual gigante enojado, se sintió en paz. Si le preguntaran qué era lo que más le gustaba cuando estaba libre, él libremente respondería "llenar el estómago."
 
  Como si en esta ocasión no tuviera ningún problema que resolver, tan pronto salió de alimentarse buscó observar con cautela las calles de la hermosa ciudad. Si por descuido llegaba a perderse buscaría un alojamiento hasta que amaneciera o dormiría bajo las sábanas de la obscuridad. Pero..perderse sonaba muy tonto, entonces solo se desorientaría cuando camine demasiado.

Las casas viejas y otras en proceso de construcción inspiraban un aire de antigüedad. El aroma de las piedras húmedas era un tanto ambiguo.

La última vez que estuvo en España, fue hace más de una década.

Viendo las calles hasta tarde, había olvidado por completo el objetivo de vestirse tan simple para ir a donde el placer desataba los más bajos deseos carnales.

Caminaba tranquilo, erguido con ambas manos detrás de la espalda, y siguió sin pensar una música singular que empezó a escucharse clara mientras más cerca estaba. Le pareció tan rítmica que, inconscientemente sus dedos de movieron al compás.

Ese mismo alboroto guío sus pasos. Llegando divisar unas caravanas al aire libre, en medio del césped verde oscuro, unos cuantos árboles tupidos, ya no estaba entre las paredes.

-Así que ellos son los gitanos..

Diría que no estaba dispuesto a ir sin sus tropas para echarlos, pero también tenía algo de lo que Jordi siempre solía "aconsejarlo" por meterse en otros asuntos. Un "algo" llamado "meter la nariz donde a uno no le llaman", en resumen, curiosidad.

Aveces bueno, aveces malo. La suerte era algo..bipolar.

-Iré a echar un vistazo.-dijo por fin.

Con esa firme decisión, se coló con pasos ligeros hasta llegar detrás de una tienda. Unos saltos más y estaría dentro del pequeño evento. Aún no veía exactamente nada, pero los vítores y aplausos no se detenían. Estaban sincronizados rítmicamente.

Miró despacio, muy despacio verificando que nadie lo vea. Acechando la cabeza como una lechuza. Con confianza extrema llegó a estar lo más cerca posible del centro de atención.

-Soy un árbol, soy un árbol, nadie me verá.-susurró mordiéndose la lengua con algo de emoción en su pecho. Incluso se rió por su tonto pensamiento. Justo estas palabras solía decirlas cuando niño en sus juegos infantiles y aún estaban grabadas en su ser.

Divisó un pequeño escenario, más ancho que largo y tres mujeres bailaban sobre él. Movían sus caderas haciendo resonar las joyas en los encajes, balanceando sus faldas con extrema elegancia, el carisma que emanaban era inigualable. Existían tintineos fuertes y bajos, los cascabeles seguían el ritmo de una manera sumamente sincronizada.
Enzo elevó sus cejas en asombro, las tres mujeres eran bellezas no muy particulares. Silbó en silencio apoyándose a una tabla de al lado. Mientras que el ritmo se hacía más divertido y animado su cuerpo instaba a moverse. Pero debido a la situación, lo único que hizo fue mover un poco la suela de sus botas para no percatar a los demás de su presencia. Las espuelas en los talones de sus botas también giraban.

No dejó de mirar el baile iluminado por las llamas del fuego que parecía nunca extinguirse, diversas chispas volaban y desaparecían antes de que quemaran a alguien. Su crepitar daba más la sensación de ser un sueño.

Aquellos pies descalzos con argollas tobilleras adornando sus blancos tobillos le llamaron aún más la atención, y sus orejas con dos aros de plata que brillaban tan hermosamente lo cautivaron. Una mujer, solo una de ellas que estaba al medio llevaba un vestido que le cubría el pecho completo además de las mangas que se extendían hasta los codos y la falda se extendía bajo las rodillas. Pero eso no la hacia ver menos, escondía lo que la mayoría quería observar pero mostraba un tipo de encanto diferente, esto causaba que resaltara aún más ese encanto con ese color rojo y negro de su vestimenta. Se movía con extrema soltura, casi pareciendo una pluma atrapada en medio de un viento brusco. La sonrisa nunca abandonó su rostro y la mandíbula delicada le hacía ver más bella. Pensó que una barbilla tan tersa se vería mejor en un joven delgado que poseyera unas piernas largas con caderas fuertes como las de un leopardo. Inadvertidamente la imagen de sí mismo tomando ese rostro entre sus dedos causó que se sintiera extraño.
Observó durante un rato mientras que todos se animaron a bailar en un círculo. Un joven sujetó a una jovencita sobre sus hombros y bailó así, con cuidado de no tirarla por accidente.

Observó con mayor atención entrecerrando sus ojos.

¿Era una boda?

Si, definitivamente era eso.
La mujer parecía tener de quince a dieciséis años.
Un matrimonio joven pero no parecía haber lamentaciones en lo absoluto. Sonreían alegremente.

La alegría coronaba el evento en lo alto, incluso una curvatura en los labios de Enzo fue suficiente para comprobarlo. Se encogió de hombros, en lo que concierne, solo eran un grupo de personas con su propia cultura y tradiciones. 
Retraído decidió irse cuando las tres mujeres finalizaron el baile entusiasmado. Aplaudió afanoso en su interior quedando una sensación agradable dentro de su cuerpo. Casi quería sacudirse y poder imaginar que chispas de diversas emociones y colores se esparcían a su alrededor.

Salió por un lado, topándose por accidente con la mujer del vestido rojinegro.
Su rostro mostró asombro y Enzo ya pretendía hacerle señas de que se callara y no hiciera ningún ruido.  Pero increíblemente ella no gritó, sino que hizo una mueca burlona con las manos sobre sus caderas.

-¿Quién te permitió mirar sin antes haber pagado?

Esa pose se convirtió en su favorita en menos de un segundo.
No tenía ganas de callarse, al contrario.  Una sonrisa confiada y secreta creció.

-Fue un espectaculo increíble.Antes de retirarme...admito que es sumamente hermosa, ha bailado como solo un ángel podría hacerlo; vertiendo el vino del enamoramiento sobre mis ojos.-Al momento en sus pupilas brillaron una emoción indecible.- Verla es más dulce que probar la miel. En mi paladar queda el sabor que solo puedo idealizar de sus labios. Además..estoy tan despojado de dinero que me atreví a observarla a escondidas, no es pecado no pagar después de todo.

-¡...!

Las primeras palabras alcanzaron a "la gitana" como un rayo.

-¿Qué..?

Gyula pensó que fue lo más raro e incómodo que había escuchado durante toda su vida. A lo cual empezó a sentir cierto cosquilleo en el abdomen como para reírse. Se removió en su propio lugar.

Al ver la mirada que recibió de 'la mujer', el capitán se excusó en un murmullo pasando su mano por su barbilla. Le dió ciertamente el aspecto de alguien avergonzado.

-Bien, no soy un Don Juan que suelta palabras como si regara pétalos sobre el suelo, hago mi mejor esfuerzo, sin embargo, la idea de que eres aquella dama perdida que ha buscado mi corazón por años hace que me coloque bastante nervioso. Sin que parezca alguien descortés, deseo conocerle y si me permitiese, tomar su mano para besar entre sus delicados dedos como un saludo..

—Ah.
¡Pfft!

Gyula ya no lo soportó más. No sabía si era por lo tonto que se sentía escuchar eso o por saber que aquello estaba dicho hacia una dama que él mismo había logrado crear con ropa y maquillaje.
En esa incomodidad, ciertamente habría una pizca de vergüenza que le hacía reírse y sentir hormigas picarle desde el estómago hasta el corazón.

Y si Jordi escuchaba aquello de su Capitán seguramente diría entre sonrisas confusas: ¡lo cambiaron! Así no podría hablar el capitán que yo conozco, qué se comió, ¿ah? ¡Mi capitán no es esa clase de persona en lo absoluto!

Enzo pasó su mano por la parte trasera de su cuello, un movimiento que resaltaba las sombras en su manzana de Adán. Gyula inconscientemente casi se ahogó cuando presenció esto último.

-¿Qué parece gracioso? He dicho la verdad. Una bella dama merece a alguien como yo.-golpeó su pecho con su palma de forma altanera.-Podría cuidarla hasta morir juntos y ser enterrados uno al lado del otro. De verdad, podría asegurarle que me siento un niño en este instante, ¿sabías que cuando uno se enamora parece un infante? Contigo siento que esto me ocurre ahora mismo.

La risa de Gyula se detuvo cuando vió la expresión tan dulce del otro.  Su línea de visión bajó, luego se acercó unos pasos. Su voz había quedado débil debido a que bebió antes de salir a bailar y por lo tanto no parecía la verdadera voz de un hombre. El calor  del alcohol se sentía en todo su cuerpo, haciendo parecer que sus palmas sudaban.

—Aunque me gustaras. Yo... ¿Cómo podría casarme contigo? No conoces nuestras reglas y ya piensas en morir a mi lado. ¿Sabes siquiera si en verdad tengo la habilidad de poder darte hijos? Puras habladurías solo matarían ilusiones si se tratara de otra persona que te escuchara y prestara atención a tus palabras melosas.

La ebriedad era obvia, y su sonrisa nunca desapareció de su delicado rostro. Los labios rojizos la hacían ver atractiva.
Su voz baja le daba aires de fragilidad y tambaleándose casi tropezó con sus propios pies. Enzo la quiso sujetar de la cintura por inercia. La velocidad con la que la mujer se movió fue abrumadora, casi no pudo ver el movimiento y el filo de una daga ya estaba contra su cuello.

-Buen movimiento.-elogió el capitán, miró al cielo y suspiró profundamente. Sus ojos oscuros brillaron. La voz en su detrás habló.

-No quiero casarme, no entiendo porqué todos hablan de ello conmigo..-murmuró en su oído para sí mismo alargando las últimas palabras, parecía asumir el rol de un niño haciendo un leve puchero.-¿Sabes lo que prefiero?

-Le escucho.

-Me gusta ser libre, sentir que mi corazón se acelera al compás del galope a caballo. También optar por engañar a personas como tú. Además..

-¿Además..?.-Intentó ver de reojo.

Ahora su voz parecía ser más clara, y no estaba mal decir que no era un tono delicado como el de una mujer joven aparte de delicada.

-Ese arma que trae allí abajo es mía.-declaró Gyula.

Enzo no supo que decir por un segundo, vagó por sus labios una sonrisa seductora. Fingió asombro.

-Dijiste que no quieres casarte, ¿y ya te crees dueña de algo que ni has visto? Bastante curioso. Pero si solo quieres aventura de una noche te la puedo otorgar sin ningún tipo de resistencia. Ser mi amante no podría ser tan malo, y a pesar de eso te aseguraría que no podrías pasar las noches siguientes sin estar entre mis brazos y rogar por mis besos.

El cuero cabelludo de Gyula hormigueó. Quería cortarle la lengua por lo incómodo que le hizo sentir, apretó los dientes e insistió.

-Me refiero a la daga, esa daga tiene mi nombre.

-No, esa daga es mía.-debatió.-¿En qué momento pusiste tu nombre allí? ¿Así que me la quieres quitar para divertirte?

Quedó en shock.

Gyula juró en silencio cuando entendió las palabras de ese hombre. Solo era un juego y aún así no podía contrarrestarlo por más fácil que pareciera.

Enzo claramente no tenía miedo de esa dama y solo se divertía, haber librado tantas batallas le dió bastante experiencia y una amenaza como aquella no era nada.
Gyula había notado su propia arma en la cintura de ese hombre un poco más alto que él, siendo gracioso estar de puntillas para poder parecer superior. Él era un enano comparado al capitán, este último tenía una cabeza más de alto. Ni el terreno en el que estaba ahora mismo la ayudaba a esconder su estatura mediana.

El sueño casi lo dominaba, sus dedos se dirigieron hasta la cintura del otro con torpeza para tomar su pertenencia. Su muñeca fue agarrada suavemente por una mano fría que le puso todo el brazo a piel de gallina. Sin darse cuenta su rostro quedó más cerca al del otro. Sus pies de puntillas se tuvieron que estabilizar para no caer, esclareciendo la diferencia de tamaños.

—Es atrevida, se atreve a bajar la mano hasta allí sin antes haberse presentado? Qué descortesía de su parte.-susurró, dando una risilla casi inaudible al lado de su oído.

-No estoy jugando, esa daga en verdad, es mía.-exclamó sombrío, sintiendo la respiración del otro cerca de su cuello. Adivinó que esa parte del cuello podría haberse sonrojado, quizá sea culpa del vino.

-Oh. De acuerdo, me tomaré la molestia de regalársela si acepta tomar unas cuantas copas conmigo..

-Ya he bebido lo suficiente, no es necesario que me proponga algo así cuando posee algo que no es suyo.

-Está bien, le daré esta daga pero quiero que me dé algo a cambio, para vernos en otra ocasión y quizá hacer amistad.

Sin quererlo, el cerebro de Gyula le recordó algo, por lo tanto no tardó en decir.

-Está bien.

Un grito se escuchó inadvertido y ambos voltearon a ver, casi rosando sus narices en el acto. Enzo era apuntado por una joven morena. La misma que gustaba de Gyula y lo defendía en varias ocasiones.

-¡¡PAYO!!

El capitán no tenía idea del significado. Frunció el entrecejo en confusión.

-Pa..¿qué?

Gyula se apartó, algo sonrojado, tal vez nuevamente fue por el alcohol.

-Nos vemos mañana en el río al medio día, ahora corre o te matarán. ¿Te gusta estar vivo no?

-La vida solo es valiosa cuando la vives con alguien.-bromeó con los ojos sonrientes.-Pero ¿Cómo sabré yo si dices la verdad?

Gyula elevó una de sus cejas, frunció los labios con molestia.
Tomó una de sus pulseras doradas entregándosela con recelo.

Al tomar la pulsera, Enzo acarició los dedos de esta 'gitana', causando cosquillas en sus pulgares.

-Te daré la Daga cuando nos veamos.-murmuró.

Si fuera un robo, Gyula acabaría siendo robado en vez de que sea lo contrario.

En ese preciso instante, el capitán hizo una leve reverencia encantado para después desaparecer en la obscuridad.
Si no se veían probablemente el gitano saldría perdiendo. ¡Pero Gyula sintió que no debía preocuparse!
Cuando los demás salieron para encontrar al "payo", vieron a Gyula ingresar tranquilamente tambaleante a una caravana. No había nadie más en el lugar que la joven morena apuntaba por donde supuestamente el desconocido corrió.

Ya dentro, el llamado fue débil, mas su hermana lo escuchó.

—Gypsy..

—¿Ahora qué pasa?

—Ayúdame con el maquillaje, y a quitarme el vestido por lo que más quieras, me estoy asfixiando.-suplicó sentándose en una pequeña banca con las piernas cruzadas, cerrando los ojos.

—¿Por qué hiciste lo mismo de nuevo? Es tan tonto, en cualquier momento te habrás de topar con alguien a quien no puedas engañar. Te darás cuenta de que mis razones no son por nada. Te vi hace unos momentos con ese tipo, tan pegados..ugh!
¿Y por qué estás tan rojo?

—Uh, no me regañes, no tenía otra alternativa. En un futuro me serviría de algo. Estoy rojo porque hace calor, por eso nada más.
La cabeza me duele...-llevó sus manos a sus sienes.

—¡¿Y quién te obligó a embriagarte?!

—No, nadie, pero yo..

—Quédate quieto, o un mechón de cabello que arranque te dejará la cabeza calva.

—Soportaré cualquier tipo de dolor.
¡Ay!.-gritó por lo bajo.-Lo has hecho a propósito. Ouw.

Gypsy empezó a sacar las joyas de su cabello una por una mientras buscaba de alguna forma no ser tan extraña en su comportamiento. Se relamía los labios y suspiraba algo dudosa.

—Lo hice.-Apretó la mejilla con sus dedos índice y pulgar.-Hermano, necesito decirte algo.

—Vamos, si quieres decirlo, solo dilo.-contestó suavemente.

—Quiero casarme.

Gyula se puso rígido, su propia sonrisa quedó congelada, esfumándose pasado algunos segundos.

—Yo...
Nadie se dió cuenta de que Dika me gusta, se ha portado amable, me ayuda en lo que puede siendo divertido y atento. A él también le gusto, es tan conmovedor. Estoy preparada para formar una familia desde hace un par de años, estoy segura de que puedo hacerlo bien.

La joven siguió con su labor ruborizada, procedió con desatar las cintas del vestido y quedarse callada.
Su hermano mayor se mordió la punta de la lengua.

—Crees que...

..Ya no necesitas que cuide de tí?

Gypsy intervino con los ojos vidriosos antes de que terminara, pensando que su hermano diría algunas palabras duras y cortantes.

—Hermano, por favor no digas que no puedo decidir. He esperado tanto, y si no hago esto los ancianos dirán que no sirvo para ser esposa y, me sentiré inservible..

Gyula la interrumpió para que no continuara con esas palabras. Una suave sonrisa flotaba en su boca.

—Querida hermana.
Si quieres hacerlo, no voy a impedirlo, quiero que también formes una familia y seas feliz..-se quitó las argollas tobilleras colocándolas a un lado calmadamente.-Cásate durante la próxima luna nueva. Sería buen augurio. Hace un rato la adivina me ha dicho algunas cosas y nada se debe arruinar ese día tan especial. En cuanto al festejo, yo me ocuparé de ello. Haré todo lo posible por que poseas un bello recuerdo.

La joven quedó un poco sorprendida, siendo el nudo en su garganta el que se aflojó después de darle la noticia. Dijo una sola palabra entusiasmada.

—Gracias hermano.

—Ya no podré enfadarte con mis tonterías. También debo decir que; en definitiva Dika es un buen hombre, trabaja honestamente y confío en que puede cuidarte.-No, absolutamente no confiaba en ese muchacho con cara de [beep], pero todo sea por la luz de sus ojos.- Por eso, pienso que te conviene. Ahora...déjame terminar con este polvo en mi cara, puedo hacerlo sin problema.

—Entiendo.-Se abalanzó en un abrazo a su hermano y lo soltó al final de la oración.-Debo ir por agua ahora mismo.

—Entonces ve con cuidado. Terminaré de cambiarme. Ah si, toma esto Gypsy.

Gyula sacó las dos manzanas que simulaban sus pechos bajo el vestido. Mordió una de ellas y la otra se la pasó.

—Para ti, ya no me hace falta.

—Ja, ya quisieras que pruebe esto.-replicó.

—Entonces dásela a Vadím.-dió otro mordisco.-Mi caballo ha estado inquieto desde ayer. Pienso que quizá una yegua en celo ande cerca.

—Un gran caballo que tiene las pezuñas bien puestas es tan casto como tú. ¿Por qué?

—¿Por qué más? Es un animal muy fiel a su dueño, en fin, me sigue los pasos.-rió.- Anda, ya es tarde, ve por el agua y duerme temprano para no despertar tarde el día de mañana.

—Claro. Buenas noches.

Al irse, el joven de cabellos oscuros se tumbó en el suelo como si fuera una bolsa llena que luego botó todo lo de su interior. Realmente fue inesperado, su vista generó una capa borrosa de pesar combinado con el desenfoque de las copas en su cabeza.
Quedó en silencio absoluto, y en un breve lapso, la suave voz de su madre pareció susurrar al lado del oído, como cuando era niño. Un dulce canto.

De nuevo, después de otro viaje, estoy de pie frente a la misma puerta con inquietud: ¿Debo entrar o salir, otro mundo por descubrir?
Tengo miedo de acercarme a la luz brillante, que me espera en la oscuridad.
Pero..tengo la esperanza de si el amor yo..

Antes de que finalizara, antes de que pudiera saborear la agradable sensación en su corazón, esa leve caricia de ternura se deshizo en el aire. No hubo nada más, quedando solo él tumbado desastrosamente en el suelo.

Mientras se incorporaba, trenzando su cabello suelto descuidadamente, colocando nuevamente su camisa y pantalones, hizo memoria de hace un rato.
Había visto a esa persona mirarle cuando danzaba al son de la música tradicional. Notó que guardaba las ganas de moverse como los demás y solo admiró desde cerca. Pero no era el único.
En ningún momento trató de conectar las miradas con dos extraños más, ocultos bajo las sombras finales de las carretas aunque no podía asegurar que fueran malintencionados puesto que no era la primera vez que esto ocurría en sus campamentos.
Si era necesario, tendría que decirle a su gente que busquen un escondite de su estancia, muchas veces habían lugares en los que las personas no se atrevían a andar sin estar un poco locos.

Enzo, el capitán más afanado y envidiable ahora mismo caminaba bajo las sombras de las calles; pasando por el largo camino de piedra, girando de izquierda a derecha para ubicarse y llegar a donde quería.
El palacio real por su obviamente gran tamaño sería fácil de encontrar. En cambio Enzo, teniendo en cuenta su actual vestimenta y que casi ningún soldado pudo ver su apariencia cuando se presentó ante el rey, tomó la sabia decisión de encontrar una posada abierta y dar unas monedas para quedarse esa noche. Una vez acostado, sus labios de curvaron hacia arriba. Sacó la daga de doble filo y acarició la empuñadura con tacto. No era un idiota, esa dama era aquella personita que le había arrojado piedras y una serpiente la primera noche en que llegó. Pensó que se enojaría y tomaría represalias, pero no fue así; siguió el juego que ese joven le estaba indicando. Solo logró darse cuenta de ello cuando escuchó su voz demasiado cerca.
Esperaba con animosidad el medio día de mañana, vería si esa alma joven se presentaría como hombre o mujer.
Era impensable decirlo, pero una sensación de felicidad golpeaba su pecho cuando recordaba. Durmió sintiendo el viento frío que se colaba por la ventana rectangular.

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A la mañana siguiente en una carabana, al abrir los ojos, le vino una sensación de incertidumbre con el lugar en donde se encontraba. Sacudió su cabeza, el mareo le sobrevino al querer levantarse y quedó sentado durante un rato más.
Una débil luz filtrándose por la esquina de la carpa le recordó parte de lo pasado en la noche.

—Gypsy, se va a casar.-murmuró haciendo un pequeño puchero.-Me siento extrañamente molesto y feliz. Tan raro. ¿Qué más hice anoche?

Recogió el vestido tirado a un lado, tomó las joyas para colocarlas en una cajita de madera tallada toscamente. Poco después, salió; el sol se asomaba detrás de unas cuantas nubes tímidamente. Gyula agarró un par de frutas y ensilló a Vadím. El caballo se mostró reacio a ser montado, jalaba las sogas casi arrancando la pequeña estaca del suelo. Con unas cuantas caricias y palabras, Vadím quedó tranquilo de nuevo, resoplando y siguiendo las órdenes de su amo. Gyula montó un poco molesto, si su caballo se ponía difícil, sería normal para él irritarse y perder la paciencia. Cabalgó directamente a un río cercano, donde el agua fría y cristalina le alcanzaba el pecho. Vadím se dedicó únicamente a limpiar las hierbas más verdes que halló con ansiosa alegría.

Aunque el agua estuvo fría, no pudo acordarse de lo que pasó con aquel payo que le espió y se llevó su daga además de una pulsera de oro. Estaba seguro que se topó con alguien y hablaron de algo, pero aún así, no recordó más nada.
Nadó durante un rato, aguantó la respiración boca abajo como un cadáver, lanzó pequeñas piedrillas que saltaron como sapitos sobre el agua. Y así pasó un buen tiempo divirtiéndose él solo. Alguien más se aproximaba desde lejos a paso relajado, tarareando una melodía con una mula que cargaba algunas cosas en el lomo.

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El nombre de Dika significa "torre", este nombre implica fortaleza y centro familiar
La canción que coloqué, en sí no es una canción jajajaj es un poema de un hombre de la india, ya no recuerdo cómo se llamaba el men. ¡Me disculpo!;-;

Pdt: No tengo idea de cuáles serán las costumbres de los gitanos, en internet no se informa de mucho. Sobre historia de España pues más o menos, soy todo un mamarracho jajaja
De cualquier forma, siento que esta pequeña historia está tomando forma, de poquito a poquito.
^_^

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