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3

Una casa hecha de cartas, y nosotros dentro de ella
Incluso si ves el final, incluso si dices que colapsará
Una casa hecha de cartas, somos como idiotas dentro
Incluso si dices que es un sueño inútil, quédate así

House of cards - BTS





Cuando regresó a su casa, el corazón le latía con toda velocidad porque Jongin lo alteraba de las maneras inadecuadas. Se estaba apoderando de su pensamiento e inconscientemente también de su cuerpo.

Quería no pensar mucho en todo lo que le estaba ocasionando, pero Jongin, en sus sueños, se lo estaba haciendo terriblemente complicado. Cuando le hizo la última pregunta, él simplemente huyó del lugar, dejando a un Jongin sonriente ante tal reacción que, claro, esperaba del más bajo.




Jongin era un joven soñador, pero también era un joven muy leal a sus raíces. Él, como dictaba su comunidad, estudió hasta donde le fue permitido para dedicarse al trabajo. Su padre tenía una tienda de artesanías en un lugar de la ciudad muy concurrido, y Jongin soñaba mucho con una vida como la de los payos.

JongIn no se quería casar, pero al escuchar una conversación de sus padres acerca del delicado estado de salud de su abuela, se sintió comprometido a conseguir una novia y casarse de una vez por todas. Jovanka era la opción más viable, era su amiga, crecieron juntos, pero no la amaba.

Cuando estaba en la tienda, observaba a los payos pasear con sus parejas de la mano, compartiendo miradas cómplices y besos robados, sentía mariposas en el estómago al ver ese tipo de cosas, quería experimentar lo mismo en algún momento de su vida. Sin embargo, jamás sintió la necesidad de tomar la mano de su prometida, de decirle cuánto la amaba o de tal vez huir y hacer las cosas prohibidas que se suponía todos hacían antes de matrimonio. Jongin quería una vida normal, no la que se le estaba imponiendo. Su ropa no era antigua, pero tampoco era moderna, quería usar pantalones a la moda y, sobre todo, quería cumplir su más grande sueño, que era bailar en un ballet como esos que solían aparecer en los anuncios de los teatros.

En su comunidad habían muy pocos coreanos, algunos se adaptaron a ese estilo de vida y poco a poco fueron aceptados. Su mejor amigo estuvo ahí, pero ya no más. Minho se enamoró de un payo justo el día que llegó a la tienda a buscar una artesanía, el chico quedó embelesado de un chico llamado Taemin, porque era algo que jamás encontraría en su comunidad, y cuando Minho presentó formalmente a su pareja, ambos fueron exiliados de aquel lugar.

Al principio no comprendía cómo un hombre te podía volver loco al grado de dejar a tu familia, hasta que apareció Kyungsoo. Desde que lo vio la primera vez, no podía dejar de mirarlo siendo simplemente él. Sintió su corazón despertar y de repente empezó a soñar con los ojos abiertos. Recordó cuando Minho le explicó eso y solo se dedicó a sonreír por la alegría de su amigo; JongIn no creía que fuera un hijo del pecado o del diablo, él creía que el amor era hermoso. Esto le quedó claro cuando vio al joven reportero. Kyungsoo era lo más parecido a una artesanía hecha cuidadosamente, y quería acercarse lentamente, tocarlo lentamente, admirarlo desde lejos porque tenía miedo de romperlo o incluso de desaparecerlo por el miedo de que el hombre fuese un simple sueño. No tendría por qué estar sintiendo esto por otra persona cuando estaba a una semana de contraer nupcias, pero era inevitable.

Cuando llegó a su hogar no vio el carro de Kyungsoo y se entristeció un poco; cuando entró a su hogar su madre lo recibió con un beso como siempre. Quiso ayudarla con la limpieza de la casa, lo cual ella tomó como ofensa. Una mujer gitana estaba obligada a atender a los hombres de su familia, y si en algún momento el hombre ayudaba era porque el varón la consideraba inútil. Algo muy estúpido según Jongin.

Ve a darte un baño, hoy tenemos noche bohemia mi amor, es como tu despedida de soltero.

—Estoy cansado madre, ¿es necesario?

—Jovanka organizó esto con mucho amor, tienes que estar presente.

—Claro.

—Cuando termines, ven a comer.

El chico solamente asintió y obedeció a su madre. Fue a la habitación de su abuela, pero la encontró vacía, algo que se le hizo extraño, y al no hallar a su padre tampoco supuso que tal vez la habían llevado al médico. Su abuela tenía un problema en el corazón y ya estaba algo mayor, cuando menos lo esperaran un infarto podría acabar con su vida. Jongin estaba muy abrumado con esa idea, amaba a su abuela más que a nadie en el mundo.

Al final se dejó caer en su cama, y se quedó mirando el techo de su habitación. Realmente no quería casarse, no quería nada de eso, él quería más que una vida gitana.


La noche cayó y con eso la fogata ardió enorme y preciosa, la gente a su alrededor cantaba y disfrutaba de tal noche mágica. Hacía mucho tiempo que no había una boda y por fin celebrarían a los eternos enamorados, según la comunidad.

Jovanka cantaba y bailaba una danza para su novio, quien estaba sentado aplaudiendo y tratando de disfrutar de aquello, pero no le provocaba mucho entusiasmo. Le preocupaba la ausencia de Leticia, su abuela; no había aparecido para nada y sabía que si ella estuviera aquí, todo sería un poco más fácil. Le dieron la oportunidad de bailar en ese momento y la negó, poniendo como excusa el cansancio y prometiendo hacerlo más tarde.

Las luces de un auto, alumbrando la fogata, llamaron la atención de Jongin, quien no dejó de mirar en esa dirección. Vio a su abuela bajar del auto y sonrió, justo cuando iba a empezar a caminar se detuvo abruptamente.

Su comunidad era muy tradicional y su ropa solía ser algo holgada a diferencia de la vestimenta de los payos, así que, ver a Kyungsoo tomado del brazo de su abuela con ese pantalón negro holgado y esa camisa blanca que dejaba descubierto parte de su blanco pecho, lo había dejado paralizado. JongIn no sabía lo que tenía un hombre para volver loco a otro, pero cualquier cosa que fuese eso, estaba seguro de que Kyungsoo lo tenía.

Mi loco, ¿qué haces allí parado?

—¿En dónde has estado, Leticia?

Malcriado, soy tu abuela —sonrió—. Estaba con Kyungsoo, lo dejé llevarme a pasear y a contarle historias para su documental. Fui a la ciudad, fue divertido.

—Gracias —sonrió el moreno.

—¿Estoy vestido para tu despedida de soltero? —preguntó Kyungsoo.

—Te ves como todo un gitano. —Jongin sabía que existían siete maravillas en el mundo, pero acababa de conocer la octava, la sonrisa de Do Kyungsoo.

Regresaron a la fogata y Kyungsoo aprovechó la ocasión para grabar muchas cosas. Por otro lado, Jongin no podía dejar de verlo, era tan hipnótico.

—¡Venga!, que es mi turno. —El moreno se levantó y la guitarra, junto a una especie de tambor, empezó a sonar.

El hombre había desabotonado su camisa por completo, dejando al descubierto su esculpida figura, y empezó a caminar alrededor del fuego, dando pasos lentos y aplausos en cada uno de ellos. Si Kyungsoo podía hipnotizarlo con solo su existencia, él lo iba a hipnotizar de otra manera.

Sus pasos eran firmes, perfectos, su baile estaba dedicado a KyungSoo. Cada vez que podía, conectaba la mirada con la del joven reportero y podía notar la agitación en su pecho, cómo agarraba su pantalón de manera fuerte, también el sonrojo y la forma en la que mordía su labio. ¿Excitación?, eso era lo que quería lograr en aquel hombre, porque de repente quería que fuese suyo y que solamente pensara en él.

Los aplausos se hicieron presente cuando el baile terminó, pero Kyungsoo fue el único en no hacerlo porque no atinaba a hacer más que mirarlo. Lo vio ponerse de pie y acercarse a su padre para decirle algo al oído, luego lo vio entrar a su casa. Pasaron cinco minutos y el hombre no salía, así que decidió entrar también. Buscó en la sala, pero se dio cuenta de su paradero cuando la puerta del baño fue abierta. Kyungsoo estaba rojo, sudado e incluso despeinado. Esa vista lo hizo perder la cabeza y lo animó a acercarse con pasos firmes hacia él para tomarlo de su nuca.

—Dime, Do Kyungsoo, ¿qué necesito para volverte loco?

Ninguno dio el primer paso, porque sabían que si lo daban todo terminaría en una danza sobre el otro.

Leticia, quien había entrado silenciosamente a la casa, observó lo que estaba pasando, y cuando notó el pesado ambiente, salió de ahí, encontrando a Jovanka afuera.

Abuela.

—Te he pedido de mil maneras que no me llames así. —La joven quería entrar a la casa, pero Leticia lo impidió—. ¿Qué buscas aquí, niña?

— A Jongin, por supuesto.

—Deberías saber que una gitana no hostiga al marido, no lo molesta. Si quieres ser una buena esposa, dale su tiempo a mi niño.

—Presiento que usted no está feliz con nuestro matrimonio.

—Jovencita, mi loco necesita algo que le dé sueños, no una vida como esta.

La joven la miró con dudas y se apartó del lugar.

Lo único que Leticia quería era poder ver a su nieto huir a lado del joven payo. Quería ver a su loco y al mago cumpliendo lo que sus cartas predijeron.

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