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82.

Una semana después

—No, no puedo creer que hagas esto —frunzo el ceño y me levanto para abrir la puerta de mi oficina cuando escucho la voz de Nam.

Él y Jin vienen por el pasillo, pero no me ven porque solo me he inclinado un poco.

—¿Y a ti qué te importa de cualquier manera? —pregunta Jin, parándose enfrente de Nam para impedir su paso—. No es como si tú y Yoongi fueran los mejores amigos ahora, ¿O sí?

—Al menos tu lo eras, pero parece que ahora no, ¿O sí? —atacan, señalándose el uno al otro y hablando con voz insistente, pero baja, haciendo que las venas en el cuello se le marquen a ambos.

—¿No podemos simplemente olvidar esto? Viniste aquí para hablar con Yoongi, ¿Qué hubieras ganado? ¿Esperas que te de las gracias y todo se arregle? ¡Lo mandaste a la mierda porque cuidó de Jimin! ¡Él es el que tiene que perdonarte!

—Chicos, estoy aquí —digo, levantando la mano levemente y saliendo completamente al pasillo.

Jin se gira y ambos me miran, Jin con las mejillas ligeramente rosas y Nam mirando al suelo, metiendo sus manos en los bolsillos de sus jeans oscuros.

—¿Qué me están ocultando? —pregunto, cruzándome de brazos.

—Yo, nada —se defiende Nam, viendo molesto a Jin.

Me enderezo, intentando hacerme verme más grande y autoritario, lo cual siento que logro, ya que Jin se encoge de hombros y mira avergonzado hacia el suelo.

—Yo... —mira a Nam—. T-Tenemos... Él... —suspira con pesadez—. Le di tu número a Jimin hace unos días.

—Oh, eso... —me relajo.

—Y Nam cree que debería contártelo para que no recibieras una llamada sorpresa —continúa, sin dejarme hablar—. Porque él cree que no te llevas bien con Jimin y que además es tu privacidad. Pero... Jimin me pidió tu número, me lo escribió en una carta y yo contesté con una. No entendí muy bien porque le urgía tener tu número. Pero no creí que causaría problemas y no lo ha hecho... ¿Verdad?

Aprieto los labios y niego ligeramente con la cabeza, relajando mi espalda y tallándome los ojos.

—No, no, está bien —miento—. De cualquier manera ya me llamó, así que —me encojo de hombros.

—¿En serio? ¿Cuándo? —pregunta Nam.

—Hace una semana, creo —hago una mueca—. He intentado llamarle de vuelta, pero es número privado y él... Solo... No ha llamado, pero supongo que es normal. Se lleva mejor con ustedes —intento sonreír.

—Sí —Namjoon asiente con la cabeza—. Más Jin pues hace un rato habló con Jimin.

—Oh, ¿En serio? ¿Cómo está? —pregunto y Jin tartamudea, solo espero que Jimin esté bien—. ¿Tuvo algún problema?

—No, él está bien. Tal vez tenga que repetir el último año de preparatoria, pero está bien —sonríe un poco.

—Espero que no sea así —hago una mueca.

Ellos asienten con la cabeza y nos quedamos en un silencio incómodo. Así que tomo la manija de la puerta y relamo mis labios, señalándola y ladeando la cabeza.

—¿Quieres quedarte? —le pregunto a Nam—. Iba a hablar de algo con Jin y tal vez quieras escucharlo —me encojo de hombros—. Me gustaría que lo hicieras.

—Lo hará —dice Jin antes de que Nam pueda hablar.

Así que el pelinegro asiente algo tímido con la cabeza y camina por el pasillo hasta que los dejo pasar por el puerta. Entro después de ellos y cierro después con seguro. Dentro de una hora vendrá el equipo femenil, después el varonil y luego podré ir a casa, así que tengo tiempo para hablar con ellos.

—Siento como si me acabaran de llamar a la oficina del director —bromea Nam y todos reímos un poco, aligerando un poco el ambiente.

Ambos se sientan en el sillón y yo en la silla detrás del escritorio.

—Tal vez debí... —comienzo, pero siento que las palabras se atoran en mi garganta—. Debí contarles esto antes. Honestamente fueron los primeros en los que pensé porque son mis mejores amigos y no lo sé... —río estúpidamente—. Es difícil.

—No te irás de Seúl de nuevo, ¿Verdad? —pregunta Jin.

—No —niego rápido—. Esto es diferente.

—¿Es sobre Jimin?

—Sí —niego—. Quiero decir, no —me miran confundidos y yo suspiro con pesadez—. Tiene que ver con él en gran parte. Pero después de todo es algo mío, Jimin solo fue el comienzo.

Ellos asienten y los veo nerviosos. Me recuerda cuando mis padres me dieron esas "pláticas" de adolescente. Igual de incómodo y nervioso.

—Hace más de un mes yo... —miro los papeles en mi escritorio, como si leyera algo—. Comencé a sentir algo por alguien —de reojo veo sus expresiones de ligera sorpresa, pero no los miro, me limito a agarrar un lápiz y dibujar garabatos en un pedazo de la hoja—. Un...a chica —pellizco la piel de mi pierna y cierro los ojos con fuerza. Mi corazón se acelera y siento sus miradas sobre mi—. No, yo no... —las palabras se atoran en mi garganta.

Físicamente me es casi imposible seguir hablando. Me estoy obligando a hablar y duele.

—De acuerdo, e-eso es genial —dice Nam, notando que estoy muy nervioso.

—Desde hace tiempo estás decaído y triste —dice Jin, mordiendo su labio inferior—. ¿Es por ella?

—Él... —murmuro tan bajo que no estoy seguro de haberlo dicho—. Y no. Al principio creí que era así y tal vez al principio si fue por... Esa persona. Pero, repito, después de todo, es algo mío.

—Me estás asustando —habla Jin, pasando sus manos por sus muslos.

Río nerviosamente, pero sin sonreír. Miro al suelo y muerdo mi labio inferior, honestamente aún no quiero decirlo, no me siento listo o simplemente aún tengo miedo. Pero aquí estoy, prácticamente obligándome a contárselos. Se crea un silencio en la habitación y sé que todos esperamos a que yo lo deshaga. Busco cualquier excusa cambiar el tema, pero no logro pensar en nada más que en sus posibles reacciones. En cómo me mirarán o que me dirán.

Mi corazón se acelera, siento el caliente sudor recorrer mi espalda, miro a los lados paranoico, como si todos me vieran y estuvieran listos para cuando lo diga, para que luego se reían, me miren mal o simplemente murmuren entre sí. Resulta abrumador, siento sus miradas sobre mí y mi labio inferior comienza a temblar inevitablemente.

—¿Te metiste en algún problema? —pregunta Nam con cautela.

—Podemos ayudarte en todo, Suga —dice Jin, intentando calmarme—. Podemos...

—Jimin me besó. Nosotros, yo... —me detengo.

Bien, es un comienzo, y no siento que lo haya soltado de golpe. Pero es un avance y me siento tranquilo por un momento. Ambos me miran con sorpresa, intercambian miradas confusas. Y para mí suerte no parecen molestos.

—Y-Y... Me... —trago con fuerza, levantando la mirada—. Me gustó... M-Me gusta.

Suelto el aire que retuve y pienso en que no fue tan malo como creí, no fue tan difícil porque no lo dije directamente. Ellos lo deducirán por sí solos. Pero aún así tengo algo atorado en el pecho.

Realmente necesito decirlo, quiero escucharme a mí mismo. Escuchar que puedo decirlo frente a personas que me importa lo que piensen. No importa que dirán después, al menos podré saber que puedo aceptarlo frente a los demás. Y no es que sienta vergüenza por ser homosexual. Siento vergüenza por haber sido lo que era antes, ahora soy algo irónico y absurdo.

—Me gustan los chicos —suelto y físicamente siento como si sacaran un aire denso de mis pulmones, siendo remplazado por algo que me hace sentir más ligero—. Soy gay.

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