Una verdad del Nuevo Mundo
Gwen no sabía que haber, si irse o quedarse, pero en cualquiera de las dos no hubiera cambiado el hecho de que aún se sentiría confundida, preocupada e incómoda. Otome se levantó y su abuela se sentó en el suelo.
—¡Gwen! —dijo recobrando la calma que había perdido—. Hay algo que tú no sabes aún, y tal vez te parezca increíble o sumamente incapaz. Desde cualquier punto te vas a sorprender.
—¿Qué pasa? —llena de curiosidad, quería saber a pensaba de que era falso.
—Esto... Aquí donde estás... No es lo que tu crees —dijo la mujer, quitándose el gorro de la túnica que le cubría la cabeza, se veía muy joven de lo que uno pensaría cuando uno dice «abuela».
—¡Debe creerme, lo sé! —respondió con la idea de que aún era un simple sueño—. Esto que veo no es verdad.
—¡Estás equivocada! -su voz aún era suave, a pesar de que no quiso decirlo de esa manera—. ¡Esto es tan real como yo, y mi nieta y todo este mundo en el que éstas ahora!
La ignorancia que le daba tranquilidad se convirtió en confusión y angustia por la forma en la que lo decía la mujer. Se miró las manos, luego las miró a ellas, y se preguntaba «¿será cierto?». Puso su mano debajo de su brazo y cerró la ojos, luego se pellizcó. Soltó una diminuta lágrima e inmediatamente se la limpio de la mejilla.
Después de abrirlos y ver que aún seguía ahí junto con Otome y su abuela, estaba tratando de negar que no estaba en otro planeta, pues, ¿en qué parte de la tierra una persona emitiría luz de su cuerpo, haría crecer unas plantas, pero sobre todo, fuera de otro color de piel fuera de lo común? Todo apuntaba a una increíble e imposible realidad. No era la tierra, sino otro mundo.
Empezó a respirar agitada tratando de asimilar la noticia que se le había dado. Otome empezó a pensar que probablemente no fue la mejor manera para haberle dicho eso a otra especie que ni siquiera tenía la más remota idea de la gravedad de la situación.
Gwen se volvió a sentar y trató de obtener más respuestas sobre lo que pasaba. Otome se le acercó fingiendo que no sabía mucho, pero parecía saber más de lo que necesitaba.
—Muy bien, señora...
—¡Kuzo, Osilia Kuzo! —afirmó.
—...Kuzo —prosiguió después de haber sabido su nombre—. ¿Sería posible que me explique un poco más de lo que está pasando?, porque cuando salí de la cueva que esta por ese tipo de bosque o cómo ustedes lo llamen, yo creí que...
—¡¿Saliste de las cavernas Komazi?! —exclamó Otome sorprendida-. Pero es imposible, nada puede volver de ahí.
—A menos que... —interrumpió Osilia—. Haya sucedido una convergencia.
—¿Qué? —preguntó Otome.
—Una convergencia es la alineación entre dos cosas —explicó Gwen—. Pero es imposible que por estar alineados nuestros planetas se creara una grieta, hoyo negro o lo que sea que me transportara a este planeta.
—De acuerdo niña —sonaba ofendida por cómo al parecer Gwen había cuestionado su conocimiento—. Nuestro planeta tiene capacidades superiores a la partícula de tierra de la que seguramente vienes. Nuestro planeta tiene la capacidad de realizar la convergencia con varios planetas de varios sistemas siempre y cuando un cuerpo que forme parte de éste esté en alineación con uno de los nuestros.
—Aún así, no entiendo cómo es posible.
—¿Sucedió algún fenómeno con algún otro cuerpo celeste de tu sistema solar? —preguntó Osilia, tratando de formar una explicación para Gwen.
Gwen empezó a retroceder ven su mente todo lo que había vivido recientemente, hasta que recordó el extraño titileo de la luna y esas peculiares tres estrella que la rodeaban. Le hizo mención inmediata de eso a Osilia, quien ya comprendía todo de una manera más clara.
—En nuestro sistema tenemos 2 lunas, y seguramente una de ellas junto con esas tres estrellas se alinearon y se estableció una conexión. Pero aún así sería imposible, todos los accesos fueron destruidos o sellados.
—¿Cómo que accesos? —preguntó Gwen llena de curiosidad, pues obtener respuestas era lo único que la hacía despejar su mente de la presión que sentía en esos momentos.
—Existen partes de nuestro planeta en las que se abren entradas cuando hay una convergencia, y estas se vinculan con partes del otro planeta con el que se vincule que puedan servir como entradas y salidas para los dos mundos. Pero fueron destruidos, aunque unos fueron sellados por no haber sucedido otra convergencia en miles de años.
—¡Parece que la cueva se volvió un nuevo acceso! —resaltó Otome.
Gwen se levantó y se fue alejando rápidamente de Otome y de Osilia dirigiéndose a la salida de la tienda.
«—¿Adónde vas? —preguntó Osilia».
—¡Volveré a la cueva! —respondió Gwen—. Quiero volver a mi hogar, y no es necesario que me ayuden ya se la dirección -siguió caminando directo a la salida.
—¡Ya no puedes ir por ahí! Seguramente las lunas ya se alejaron lo suficiente para que ya se cerrara —dijo Otome, dando unos pasos en dirección a la salida.
Gwen volvió y miró a Otome, luego regresó lentamente.
—¿Qué?
Osilia les pidió que ambas se sentaran. Después de eso, Osilia acercó las manos al pequeño pozo de agua que había dentro, y de esta el agua empezó a brotar y a brotar hasta que del pozo salió una burbuja de agua del tamaño de una mochila escolar que se encontraba flotando en el aire. Gwen y Otome se sorprendieron, pues nunca habían visto algo como eso.
La burbuja suspendida en el aire empezó a cambiar de forma. De la superficie de la burbuja empezaron a brotar pequeños edificios, colinas, valles, pueblos, minas y muchas otras zonas y edificaciones. La burbuja era un modelo a escala del planeta.
—Observa con atención Gwen — empezó a rotar la burbuja con las manos—. Este es el planeta entero con todos los templos, aldeas y todo lo que se puede ver respecto a la superficie de nuestro mundo. —Empezó a levantar más burbujas de agua con su otra mano romano la forma de lo que eran las dos lunas (la luna de su planeta y la del planeta tierra) y las tres estrellas.
—En este momento, ambas lunas están en convergencia —juntó las burbujas que representaban a las lunas y las acercó a la burbuja con el papel de su planeta—. Desafortunadamente se van distanciando lentamente, y en este punto ya debieron empezar a separarse siquiera un poco.
—¿Eso qué significa? —irritada por saber que su plan ya no iba a funcionar.
—Cuando empiezan a separarse los planetas o el cuerpo que los una, las entradas empiezan a quebrarse una por una hasta que no queda ninguna —las burbujas se movían junto con sus manos representando lo que decía —. Empezó con la de la cueva por la que entraste, y ahora irá en dirección opuesta de donde estamos hasta que la más mínima entrada se cierre.
—¿Como cuánto pasará para que eso suceda?
—Desda ahora, supongo... Menos de tres días en nuestro planeta —Intentó sonar como si fuera verdad.
De la burbuja de agua se generaron unas burbujas más pequeñas de oxígeno que se dirigieron a las paredes de la burbuja en diversos puntos.
—¡Estos son los accesos! —del pozo brotó una pequeña burbuja con una piedra adentro que se incorporó a la gran burbuja, y la piedra flotó hasta una pared de la burbuja y se quedó ahí—. La piedra indica donde estamos en este momento —la piedra empezó a titilar una luz negra—, así que el acceso más cercano y de hecho el único que no se ha destruido ni sellado es este —tocó la enorme burbuja y una onda se generó desde una de las pequeñas burbujas cercana a la piedra.
«—¡La caverna de los recuerdos! —exclamó Otome».
Gwen se sentía asustada, pero le empezaba a tener confianza a Osilia, y decidió creer en lo que le había dicho respecto a la salida del enorme problema en el que se encontraba.
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