Un Nuevo Compañero de Viaje
Afuera de la tienda a la que Otome entró estaba Gwen esperándola con el entrecejo hacia abajo con una expresión de desprecio. Se sentía sumamente ofendida por el hecho de que Otome la dejara afuera, ya ni por el hecho de que fuera importante el que hablara en privado con la persona que se encontrará adentro, sino por el hecho de que si había dos hombres que la buscaban porque sabían que era una humana seguramente habría más como ellos que igual la estarían buscando, y al no aparecer esos dos sospecharían que algo había pasado y tratarían de llevársela otra vez.
A lo lejos, empezó a escuchar el azote de varios metales lo cual llamó la atención de Gwen. Dirigió la mirada a una cabaña que parecía ser de donde provenían esos ruidos. De esta se empezó a escuchar lo que parecía ser una discusión entre dos hombres, y de repente salió un muchacho a empujones. Después de haber salido de la tienda se tendió en el suelo.
Otro hombre salió por la puerta muy molesto lanzándole lo que pareció ser una sartén.
—¡Eres un pedazo de estrella sin ninguna luz que ofrecer, inútil! —parecía estar muy molesto señalando con el dedo al muchacho tendido en el suelo.
El muchacho estaba levantándose, pero estaba tan molesto que en vez de irse al haberse levantado, se dirigió al sujeto que lo había echado que inmediatamente lo volvió a empujar.
—¡No eres un guerrero, eres un pueblerino miserable que no le serviría ni a la peor escoria de este planeta! —el sujeto le lanzó lo que parecían vasos de madera —. Vete, si no es que quieres que te demuestre en serio que no vales ni sirves nada —agregó mientras entraba a la tienda, luego cerró la puerta con ira.
El chico al que habían sacado hizo por un ligero momento una rabieta, luego se puso ligeramente en calma y se adentró al bosque. Gwen se sintió repentinamente interesada en saber sobre el sujeto al que habían sacado de una manera tan brusca, pero pensó que si Otome salía antes de lo esperado se preguntaría qué le había pasado.
Sin pensarlo nuevamente, Gwen empezó a seguir discretamente al sujeto que apenas había visto.
Mientras pasaban por varias plantas, arbustos y árboles sumamente, peculiares Gwen se dio cuenta que la ruta que seguía ese extraño sujeto iba a dar con la herrería, y eso la hizo sentir más intrigada por lo que estaba haciendo el muchacho que estaba siguiendo.
Pasaron de ser varias plantas a un espacio amplio con arena blanca y suave con piedras de colores formando diversas figuras sobre ella. En el centro de toda esa arena se encontraba un pozo con paredes de piedra, piedras sumamente grandes con una superficie sumamente plana, cubetas de madera y muchas otras cosas; pero lo que más resaltaba ahí era un mostrador con varias espadas, lanzas, hachas de guerra y muchas otras armas que se encontraban detrás de las mesas de piedra y que Gwen no se podía resistir en tomar una y probarla.
El sujeto estaba enfrente de una de las mesas, y de repente apareció un hombre grande de piel color zafiro con la frente sudorosa con varias manchas negras tanto en su piel como en su ropa. Empezaron a hablar, pero Gwen estaba tan lejos que no pudo poder escuchar nada de lo que hablaban.
El herrero —tal vez—, se alejó de la mesa y se dirigió al mostrador de las armas, tomando de ella un paquete de flechas con punta y cuerpo de metal que iban dentro de una bolsa en forma de cilindro forrado de cuero con una correa de color negro cada una, y de un perchero tomó un arco de metal con un escrito en una caligrafía diferente a la que Gwen conocía. El muchacho tomó el arco y las flechas y se retiró haciendo una reverencia como los chinos; y de la nada regresó de nuevo preguntándole algo más, y después de eso se fue definitivamente.
Gwen aún quería saber qué más hacía ese tipo, así que no desvió la mirada de él y lo continuó siguiendo oculta tras las hierbas. El chico siguió caminando y caminando hasta que llegó a lo que pareció ser un campo de entrenamiento. Había muñecos hechos de hojas de toda la variedad de árboles y plantas que albergaban el Oasis, dianas de troncos que colgaban de las copas de los árboles, así como siluetas de gente talladas en troncos secos.
El chico se siguió moviendo por el lugar, mientras Gwen seguía siendo testigo de todo lo que él hacía.
El chico se paró sobre una marca hecha de carbón que estaba en una parte del campo. Sacando una flecha nueva y preparando su arco al chico se le podía ver el odio y furia que llevaba dentro, y que iba a desatar con esa poderosa arma en sus manos. Dio media vuelta mientras con los ojos cerrados tenía tensada la flecha, y luego disparó dando un tiro perfecto a una de las varias dianas que se podrían encontrar en ese campo de entrenamiento.
El chico siguió tirando y tirando, y en cada tiro era exacto, ninguna diana, muñeco a tallado escapaba de su perfecta puntería. Gwen pensó que él podría ser un buen guardián o guerrero; que era lo contrario a lo que pensaba el sujeto que lo había sacado.
El chico de repente se detuvo de practicar, parecía que sentía una especie de presencia extraña, pues se comportaba como un animal asechado. Gwen empezó a acercarse un poco más, pero cada paso que daba era un gran riesgo. El chico tensó el arco advirtiendo que estaba armado, entonces comenzó a caminar por todo el campo. Gwen estaba ligeramente asustada, pues quería saber qué puso de repente al muchacho así.
El chico seguía con el arco tensado, esperando a que lo que lo acechaba apareciera. De un momento al otro apuntó la flecha hacia donde estaba Gwen, y después de unos segundos disparó la flecha. Gwen al haber visto eso se agachó, y si no lo hubiera hecho la flecha le hubiera dado en el cráneo, pero término dando en un tronco de palmera.
El chico empezó a acercarse al lugar donde estaba escondida Gwen, y ella al verlo aproximarse ella se echó a correr por el perímetro del campo de entrenamiento. El sujeto empezó a seguirla disparando flechas esperando a que le diera, y una tras una se acercaba más a ella así como a sus flechas no les faltaba mucho para darle a ella.
Gwen desesperada entró al campo de entrenamiento para tener más espacio. El sujeto empezó a subir a las copas de los árboles, y Gwen no sabía que hacer. Empezó a buscar entre el lugar si había alguna otra arma, y encontró un cilindro largo de madera hueco y destapado que adentro tenía unas espadas, pedazos de lanza y varios cuchillos. Sin dudarlo por un momento tomó una espada y la levantó.
Había un silencio escalofriante en el lugar, y Gwen se preguntaba «¿Dónde se esconderá?». Desde arriba salió disparada una flecha que iba directo a Gwen, y antes de llegar a ella, apoyó la parte superior de la hoja con la palma de su mano derecha y empuñando la espada con el izquierda y en un movimiento sorprendente pudo detener la flecha y la desvió reduciendo su velocidad y haciéndola terminar en el suelo.
La adrenalina invadió rápidamente su cuerpo, y se sorprendió de si misma al haber hecho eso. Se podía escuchar al sujeto moverse entre las copas de los árboles para tener una vista mejor y un mayor espacio para disparar.
Gwen a pesar de estar nerviosa sabía que no debía bajar la guardia en ese momento, así que empezó a ponerse seria. Desde los árboles más altos salían varias flechas como agua en una tormenta, y cada que una bajaba Gwen las desviaba o cortaba la punta. Gwen paseaba por todo el campo cuando una nueva flecha descendía desde lo más alto intentando perderse de la mira de ese sujeto, pero cada vez que se movía el chico encontraba una forma de volver a atacarla.
Cansada de tanto esfuerzo cayó de rodillas en el suelo. Desde lo más alto una liana fue descendiendo hasta llegar a tierra firme y terminar enfrente de Gwen. De esa rama, fue bajando con tal rapidez el arquero.
Después de haber bajado se acercó a Gwen, puso su dedo índice y medio bajo la barbilla de la chiquilla y la levantó ligeramente para que ella lo pudiera ver.
«—¿Quién eres? —preguntó mientras sostenía una flecha en la otra mano y el arco ensartado en el pecho».
Gwen no podía responderle aún estaba cansada como para hablar.
—Pregunté «¿Quién eres?» —insistió una vez más.
—¡Me llamo G-Gw-Gwen! —tartamudeó mientras estaba levantándose del suelo.
—Muy bien G-Gw-Gwen, fuiste una gran adversaria —dijo mientras le quitaba la mano de la barbilla—. No todos enfrentan a un arquero de las alturas y sobreviven.
—Ahh... Gracias, eso creo —respondió tanto alagada como subestimada.
—Por cierto, mi nombre es Derron.
Los dos se dieron la mano como muestra de que dieron una buena batalla y que todo estaba bien, excepto por el hecho de que Gwen lo había seguido.
Gwen puso la espada devuelta al contenedor del que lo había sacado.
—Se ve que eres buena, solo te falta un arma propia y atacar —dijo—. ¿No posees tu propia espada?
—No, pero si me gustaría tener una, ¿sabés dónde puedo conseguir una?
—Sé donde podemos hallar la perfecta —salió del campo de entrenamiento con Gwen detrás de ella.
No estaba segura, pero Gwen empezó a pensar que Derron no podría ser solo de ayuda, sino que también podría ser un buen amigo.
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