Saliendo de la Aldea
Estaban regresando a la aldea, y parte de la aldea estaba destrozada. Estaban los campos pisoteados, algunas tiendas derrumbadas y lo que parecía ser un pequeño incendio dentro de un barril de madera que iba ardiendo y rodando hasta que se sumergió en un pequeño estanque.
Otome y Gwen iban trotando a la tienda de Osilia, y mientras iban por los pequeños caminos de tierra entre los pequeños campos en formas cuadradas vio los restos de la esfera apagada que apareció después del destello de luz y la desaparición de ese campesino.
Habían llegado a la tienda, pero estaba vacía. Solamente estaba el pozo con el agua bastante turbulenta sin algún motivo. Uno de los guardias llegó a la tienda y las vio a ellas adentro. Le dijo algo a Otome en lo que pareció ser el mismo idioma con el que habían hablado para haberla dejado entrar a la tienda. Otome salió de la tienda llevándose a rastras a Gwen mientras la tiraba de la muñeca.
Osilia y el otro guardia estaban sentados en troncos cortados en posición vertical. Al haber llegado con Osilia, Otome empezó a correr y abrazó a su abuela.
—¿Estás bien? ¿Los Guardias de las Sombras te hicieron daño? —preguntaba Otome descontrolada y sumamente agitada.
—Estoy bien —recalcó Osilia—. Estoy bien, no te preocupes.
A Gwen le era inevitable observar el desastre que se había hecho en tan solo unos minutos. Los pueblerinos estaban asustados, y varios miraban con el rabillo del ojo a Gwen, y se sentía la furia y desagrado que tenían en ese momento todos los habitantes del pueblo.
Gwen se sentía como una especie de Alicia pero en un país que no era de maravillas, y que su llegada habría cambiado de manera repentina la vida de todos aquellas que habitan ahí. Simplemente deseaba salir para que todo terminara e imaginar que era un mal sueño y despertaría en su cama o en alguna parte del bosque.
Otome se le acercó, la tomó de la muñeca y se la quiso volver a llevar a rastras de ahí. Gwen puso oposición hasta que le dijeran qué iba a hacer, y a pesar de que Otome se la quería llevar a regañadientes simplemente no pudo.
«¡Hay que irnos de aquí, volvamos al establo! —seguía insistiendo mientras aún trataba de llevarla por la fuerza».
—¡Pero no entiendo! —despegó la mano de Otome de su muñeca —. ¿Qué debo hacer? ¿Por qué esos hombres me querían a mí? Y sobre todo ¿Quién es La...?
—¡Escuchar bien lo que te diré jovenvita! —Osilia se le acercó y tomó a Gwen de los hombros—. Las estrellas nos han dicho que tu destino no terminará aquí, la galaxia nos ha mostrado que todo va a cambiar ahora con tu llegada. Fuiste elegida para hacer algo especial aquí ¡recuerda eso siempre! —quitó sus manos de los hombros de Gwen y las juntó poniéndolas sobre las manos de Gwen. Cuando las abrió, estaba un colgante con una pequeña canica transparente atada.
Gwen miró la canica de cerca, y de repente apareció una imagen de la esfera de agua en forma del planeta en el que estaba.
—Cada que la necesites para ver la ubicación, solo piensa en el mapa y el agua reflejará la imagen —dijo Osilia—. Ahora deben irse, antes de que otros caballeros lleguen y destruyan la aldea con tal de encontrarte.
—¿Qué pasara contigo, abuela? —preguntó Otome.
—¡Estaré bien! —respondió acercándose a sus guardias—, ellos están conmigo; además, ya sabes que soy una profeta nivel 4, puedo manejarlo.
Gwen estaba sorprendida al oír que Osilia era una profeta, pero tomaba sentido cuando recordó que usó su control del pozo para alejar a los caballeros de ella antes que ellos pensaran en atacarla.
Otome volvió a tomar a Gwen y la llevó de nuevo al establo afuera de la aldea y se montaron al Gormen al que anteriormente se iban a subir. Luego, Otome lo puso en marcha hacia lo que iba a ser una larga pero asombrosa travesía.
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