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Problemas en el Desierto

El Gormen galopaba a gran velocidad, atravesando las dunas como un caballo de carreras. Otome se sujetaba de unas protuberancias que tenía el Gormen sobre la cabeza; mientras, Gwen se sujetaba del lomo del animal, y Derron se sujetaba de la cintura de Gwen.

Habían pasado solo unos minutos, y Gwen se puso igual que en el trayecto que habían hecho antes de haber llegado a Oasis. Se encontraba acalorada, fatigada y abatida por la alta temperatura.

En su trayecto, estaban enfrente de unas enormes dunas. Eran muy altas, y la parte de las dunas en las que era seguro cruzar no eran tan amplias como hubieran querido pues, apenas y el Gormen podía mantenerse adentro del camino. Si se iban de lado, iban a deslizarse hasta el fondo de las dunas y seguramente iban a quedar atrapados.

Antes de atravesar las dunas, Otome les contó del gran riesgo que había si cruzaban por ahí. Había otras rutas, pero eran más peligrosas que cruzar las dunas —según Otome—. Así que, Otome se acercó al oído del Gormen, le susurró otra vez, y en un segundo el Gormen empezó a galopar mucho más rápido a como lo estaba haciendo hasta ese momento.

Comenzaron a cruzar por el camino de arena tan reducido con la esperanza de atravesar las dunas sin ir para abajo. Y conforme avanzaban, se le volvía más difícil al Gormen mantener el equilibrio en un camino tan estrecho.

En un momento, Gwen empezó a sentir que no podía sostenerse de la dura y gruesa piel del Gormen. Por consiguiente, Derron empezó a perder el balance junto con Gwen, y por temor a caerse, Derron decidió soltarse de Gwen y aferrarse él mismo a la bestia.

El Gormen se empezó a tambalear por el reducido espacio que tenía para avanzar. Como consecuencia, Gwen no se pudo sujetar más tiempo y soltó el lomo de la criatura. La agitación fue demasiado para el cuerpo ahora sin soporte de Gwen, y se cayo del lomo del Gormen hacia el lado derecho.

En un intento desesperado por salvarla, Derron la tomó del tobillo y se sostuvo con fuerza de la piel del Gormen. Por desgracia, su acto heroico no duro demasiado. Su mano empezó a resbalarse, y si seguía sosteniéndola, ambos irían duna abajo.

Por mas que le dolía a Derron, soltó el tobillo de Gwen mientras observaba su largo e incómodo descenso de la cima de la duna. A pesar no haber podido evitar su caída, le notificó a Otome lo que había sucedido, e inmediatamente Otome cambió la dirección del Gormen haciendo que descendiera la colina usando sus enormes patas delanteras como freno para alentar su descensos.

Mientras tanto, Gwen iba rodando entre la arena tragándose algunos granos la arena que se quedaba atorada en su larga cabellera castaña, hasta que se detuvo en el fondo del costado de la luna, que parecía tener aspecto de un cono cortado cortado por la mitad más ancha como superficie, pero con el círculo pequeño sellado.

Gwen intentó levantarse, pero la arena no era tan firme como creía y empezaron a unirse sus zapatillas en la arena.

A lejos, Gwen pudo ver a Otome y a Derron montados en el Gormen que se aproximaban hacia el fondo de la duna. La arena empezó a sacudirse, y Gwen pensó que era por las grandes y pesadas patas del Gormen las causantes de ese movimiento en la arena. De repente, el movimiento se empezó a volver un tanto inusual pues, en vez de que los granos fueran de arriba para abajo, empezaron a moverse hacia un punto en particular, y era el fondo circular que estaba abriéndose por alguna extraña fuerza.

De la arena, empezaron a brotar algunas piedras puntiagudas que alguna eran blancas y otras amarillentas con manchas negras que las hacían ver repugnantes. En ese momento, Gwen se dio cuenta de que esas no eran rocas, sino dientes picados y astillados; además de que, el agujero que se estaba abriendo era la boca de una criatura que se encontraba debajo de la arena. Junto con sus dientes, empezaron a brotar pequeños tentáculos oscuros con pequeñas espinas con la punta curvada, como en forma de anzuelo.

Gwen permaneció petrificada mientras los tentáculos y los dientes salían a la superficie. De repente, un tentáculo que provenía de la boca del monstruo la cogió del tobillo y empezó a arrastrarla directo a la enorme boca circular. Gwen desenvainó su espada e hizo un mandoble cortando la punta del tentáculo. El tentáculo en su desangramiento, regresó a las fauces de la criatura.

En un segundo, empezaron a brotar más tentáculos de la boca dirigiéndose a la confundida Gwen. Pero ella no se mostró débil y lanzó varias estocadas y mandobles a los tentáculos que cada vez estaban más cerca de tomarla presa.

Un tentáculo la tomó de la mano que empuñaba su espada, y como acto para desarmarla, contuvo la mano que empuñaba la espada y empezó a enroscarse en la muñeca de Gwen con una fuerza sobrehumana. Casi le rompía la muñeca, pero se conformó el tentáculo con haber hecho que Gwen soltara su espada dejándola indefensa.

Por consiguiente, el tentáculo empezó a llevarla a la boca del monstruo.

Sobre el terrible escenario, se encontraban Otome y Derron sobre el Gormen apoyados en una piedra cubierta por arena que les estaba sirviendo como plataforma para evitar que les sucediera lo mismo que a Gwen. Mientras contemplaban a su compañera siendo arrastrada a una muerte segura, los dos trataban de pensar en un plan para sacarla con la presión y el tiempo sobre ellos.

—¡Tengo una idea! —exclamó Otome.

Se colocó por la orilla de la piedra y extendió sus brazos apuntándolos a Gwen. Sus manos empezaron a irradiar una luz verde, esperando que su dote pudiera ayudar a salvar la vida de Gwen.

—¿En serio? —preguntó Derron confundido—. Pero... ¿Cómo crees que va a haber una planta en este desierto que...?

Mientras hablaban, una pequeña planta brotó entre la arena creciendo rápidamente hasta alcanzar la otra muñeca de Gwen. La punta de la planta tomó la mano de Gwen enredándose alrededor de la mano y la muñeca. En ese momento, se había desatado una lucha entre la planta y el tentáculo ¿Cuál de ellos se quedaría con Gwen?

Usando la planta como soporte, Gwen intentó alejarse de la boca intentando jalar su cuerpo apoyada de la planta.

La boca empezó a inhalar y exhalar, recogiendo y soplando la arena que había alrededor y adentro de ella. Al entreabrir y entrecerrar su enorme boca, producía un ligero movimiento alrededor que hacía que la arena que se encontraba más arriba empezara y deslizarse hasta llegar al fondo.

La arena que descendía hacía perder a Gwen el equilibrio así como agarre. La planta no podía crecer más porque necesitaba más nutrimentos y masa para aumentar más su tamaño —según Otome—, por lo que la situación estaba cada vez más complicada. También, las pequeñas corrientes de arena estaban llevando la espada de Gwen directo a la boca del monstruo.

Gwen estaba confundida, y si no decidía pronto qué hacer, terminaría perdiendo todo; sus amigos, su espada, su oportunidad de volver a casa, pero todo eso no importaría si terminaba perdiendo su vida con ese monstruo. La presión le fue tanto mala como de ayuda, pues se la había ocurrido una idea.

—¡Sueltame! —le gritó Gwen a Otome.

—¿Qué? ¡En qué estás pensando! —Otome no quería hacerle caso a Gwen, pues consideraba lo poco de su plan una locura. Al final, terminó confiando en Gwen, pero se veía más preocupada por el destino de Gwen de lo que pudo haber imaginado.

La planta empezó a aflojar su agarre, hasta que soltó la mano de Gwen. La fuerza acumulada de tentáculo hizo que Gwen fuera arrastrada boca abajo con gran fuerza, pero mientras era arrastrada, Gwen tomó la empuñadura de la espada con su otra mano, y con la mano toda temblorosa cortó el tentáculo que la tenía agarrada.

Gwen se levantó lo más rápido e pudo intentado alejarse lo más rápido que pudo. Entre la arena que bajaba de lo más alto de las dunas que había alrededor, Gwen subía lentamente porque, cada vez que daba un paso una corriente de arena bajaba y sumergía su pie.

Después de que llegó a la piedra, pudo subir con la ayuda de Otome y Derron. Algo de la arena que había sobre la piedra igual era empujada por las inhalaciones y exhalaciones que producía el monstruo cubierto de área.

De repente, la arena empezó a arremolinarse alrededor de la boca. Esta empezó a meterse adentro del enorme agujero dientudo del centro, mostrando cada vez más como era realmente lo que se encontraba bajo toda esa arena.

Lo que parecían dientes alrededor de la arena no eran dientes, sino espinas de huesos astillados. Esas espinas estaban unidas a grandes tentáculos que estaban empezando a girar junto con el cuerpo de la criatura. El movimiento constante que hacían los tentáculos era lo que arremolinaba la arena. La arena empezó a levantarse del suelo formando una pequeña tormenta de arena.

No comprendía cómo es que esa criatura similar a un pulpo gigante podía girar sobre si mismo. Probablemente había algo debajo de la arena que le permitía a esa criatura girar sobre lo que sería su cabeza.

El monstruo seguía girando y girando. De repente, la boca empezó a adentrarse de nuevo en la arena. Mientras se sumergía nuevamente en el desierto, los tentáculos empezaron a levantarse; eran de casi 10 m. de largo. Eran de color morado rojizo, y tenía varias verrugas alrededor. Después de un rato, la boca había desparecido, y los tentáculos estaban siendo arrastrados de vuelta a la arena siguiendo el colosal cuerpo de la criatura.

El monstruo había desaparecido. No sabían a dónde se había ido o si iban a volver a verlo. Pero de algo estaban seguros, que no se iban a quedar para averiguarlo. Otome se subió en el Gormen,  y ayudó a Gwen a volver a subir; y por último, subió Derron quedando hasta atrás.

Después de haberse acomodado, el Gormen volvió a galopar con gran rapidez, pero en el fondo de las dunas. No tardaron en salir, ya que el Gormen se puso a galopar lo más rápido que pudo hasta que cruzó todas las dunas sumamente grandes.

A pesar de haber superado esa pequeña adversidad, Gwen y los demás tenían muchos más peligros que superar para llegar a las cavernas. En un momento durante su viaje, mientras Gwen se volvió a sentir fatigada por el calor se quedó mirando el infinito desierto cuando, de repente empezó a escuchar una voz muy así reptiliana que le decía «¡Tu desssstino está sellado! Pronto te encontrarássss con lo inevitable».

Después de ese momento tan inquietante, los siseos que escuchaba de esa voz se alejaban conforme se alejaban más de las enormes dunas.

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