Plan de escape
Los dos estaban en el corredor. Mirjok quiso preguntarle a Gwen cómo había terminado allí, así como preguntarle si es que había escuchado algo de la profecía que apuntaba hacia ella. Gwen no pudo responder, pues una sirena empezó a resonar en cada rincón del corredor. Era una alerta.
Mirjok tomó a Gwen de la muñeca y se dirigieron al elevador en el que Gwen había llegado. Antes de que tocaran el botón, este se abrió con un soldado adentro. Mirjok se apresuró a golpearlo y a dejarlo inconsciente. Lo sacaron del cubo del elevador y Gwen se apresuró en presionar el botón, pero Mirjok la detuvo. Cuando Mirjok le retuvo la muñeca, ella recordó que ese botón los llevaría hacia la sala de entrenamiento de todos los guerreros, cazadores y damas de fuego que el emperador tenía a su disposición.
Con eso en cuenta, Mirjok desplegó una pantalla secreta debajo del único botón que había en el interior del elevador. Apretó el último botón, pero este no respondió. Intentó frenéticamente presionar el botón, pero no hubo nada.
A los pocos segundos, sonó una voz programada por una bocina que estaba dentro del cubo del elevador, que dijo «Atención. El elevador se encuentra fuera de servicio, debido a que se ha activado una alerta de intruso. Por favor espera que la alarma se desactive para poder usar este elevador. Gracias». Luego de haber terminado la grabación, Mirjok golpeó el panel de control diciendo «Maldita sea».
Gwen se asomó por el resto del corredor, y vio que a unos cuantos metros antes de la entrada a la sala del trono, había una puerta en la que decía «Escaleras» Se apresuró en tomar a Mirjok y a dirigirse a las escaleras. Mientras iban corriendo hacia la puerta, varios soldados empezaron a llegar al piso por el otro lado del corredor.
Habían llegado a la puerta, y antes de que pudieran abrirla, Doxx abrió la puerta y les apuntó con un arma similar a un revólver. Mirjok abrió la puerta con prisa y cogió a Gwen de la cintura. Sin pensarlo por un momento, se lanzó hacia las escaleras.
Mientras sus cuerpos rodaron por los últimos escalones hasta llegar al nivel de descanso, se podían escuchar las profundas pisadas de los soldados que caminaban por el corredor. Para cuando ambos se levantaron del gran escalón, Doxx ya había abierto la puerta para recibirlos con una descarga de rayos expulsados de sus palmas. Igual que las otras veces, Mirjok retuvo los rayos con un escudo proyectado por sus muñequeras, y respondió con una ráfaga de luces segadoras; dejando más que aturdido al General Doxx.
Se apresuraron a bajar todos los pisos que pudieron. Hasta que llegaron al piso 65. Gwen ya estaba agotada, pero Mirjok no podía dejar que fueran atrapados. Así que entraron al piso, y la llevó al elevador más cercano.
—¿Qué haces? —le preguntó Gwen, muy confundida—. Los elevadores no funcionan, hay que volver a las escaleras.
—No es para bajar —sacó un nueva hoja de espada de una de sus muñequeras. La clavó entre las hojas de las puertas del elevador. Y con toda su fuerza, la empujó hasta abrir las puertas—. Es para escondernos —estaba vacío. El cubo del elevador no estaba.
—¡Entra, ahora! —le ordenó Mirjok.
—Pero no hay nada —reclamó Gwen. A los otros extremos del edificio y por las escaleras, se empezaron a escuchar las voces y las pisadas de los soldados que se acercaban.
—¡Sólo entra y trata de sostenerte del cable, ahora! —insistió Mirjok. Y cada que las pisadas se escuchaban cada vez más cerca, Gwen se atrevió a entrar en el ducto del ascensor y a sujetarse de los cables del elevador. Después de que Gwen entró, Mirjok se apresuró en cruzar por las puertas antes de que se cerraran.
Con los dos adentro, colgando de los cables del ascensor, los guardias no los iban a encontrar.
—¿Y ahora, qué? —preguntó Gwen. A lo que Mirjok respondió apuntando una de sus muñequeras hacia el techo, y disparó un gancho que se atasco en el techo del ducto del último piso. Tomó a Gwen nuevamente de la cintura, y se dejó caer con ella al vacío.
Pasaron sólo unos segundos, y los dos ya estaban sobre el cubo del elevador, que se encontraba entre los pisos 34 y 33. Mirjok abrió la salida de emergencia del elevador, y descendió para ver si había alguien adentro. No había nadie. Luego, Gwen se apresuró a entrar al cubo del elevador.
—¿Qué hacemos ahora?
—No lo sé. Ya fuera en el puso 33 o 34, ,o.seguramente habrá cientos de guardias por los pasillos.
—¿Y que tal en el vestíbulo? No puede haber muchos ahí, ya que estarían sembrando el pánico en todos los que están dentro del edificio.
—¡No hay forma de llegar allá! Ni por los pasillos ni por las escaleras.
—¿Pero por aquí?
Le costó algo de tiempo a Mirjok entender el plan de Gwen, pero al final lo procesó y lo comprendió. Sin cortar el cable que salía de su muñequera, le dijo a Gwen que se sujetara del cable que los sostenía. Luego de que ambos estuvieran sujetos al cable, Mirjok cortó el cable del elevador.
En un instante, el elevador descendió 33 pisos y medio en caída libre. Cuando azotó contra el suelo, Mirjok dejó alargar más el cable que los sostenía hasta que se detuvo a unos cuantos centímetros del techo del elevador. Entraron nuevamente por la salida de emergencia, e igual como la primera vez, abrieron las puertas del elevador con una de las hojas de las muñequeras de Mirjok y salieron.
No había ningún soldado o guerrero; además de los que de por sí estaban en el vestíbulo. Se asomaron por las escaleras y el elevador que daba a la zona de entrenamiento. No había nadie.
Gwen dejó el disfraz del guardia adentro del cubo del elevador, e intentando lucir lo más natural posible, ambos caminaron directo a la salida del edificio. Todo iba marchando bien, hasta que uno de los guardias del vestíbulo se les acercó. Y a modo de reflejo, Mirjok sacó su hoja para despistar al guardia. Se agachó y lo pateó con gran fuerza hacia uno de los mostradores del edificio. Al ver esto, todos los que estaban en el vestíbulo quedaron asombrados y confundidos.
Inmediatamente, ambos empezaron a correr hacia la puerta. Y mientras intentaban su huida, cientos de soldados aparecieron de las escaleras y del corredor que da al elevador. Gwen ya había cruzado, y después de que Mirjok cruzó la puerta, disparó unos dispositivos a cada puerta de la entrada al edificio. Pulsó un botón, y él se alejó lo más rápido que pudo junto con Gwen.
—Oye —empezó a preguntar Gwen— ¿Acaso son bombas esas cosas que tú...? —interrumpió una serie de pequeñas explosiones detrás de ellos. Salió una cantidad de humo por las puertas del palacio, y las personas que se encontraban alrededor empezaron a gritar frenéticas y muy asustadas.
Ambos seguían corriendo, y por su lado izquierdo, venía aproximándose otro tren. No faltaba mucho para que el tren bloqueara su camino.
—¡Tenemos que cruzar! —gritó Mirjok. Pero el sonido del tren empezó a ensordecer a Gwen; así que no pudo oírlo con claridad.
—¡¿Estás loco?! Vamos a morir si lo intentamos —Y por atrás, se escuchó nuevamente otra explosión, que lanzó todos los escombros hacia el frente del edificio. Inmediatamente, empezaron a salir varios soldados en tablas voladoras, o en motocicletas similares a la que Darren tenía.
—¿Aún piensas que estoy loco? —respondió Mirjok.
El tren estaba cada vez más cerca del tramo de vía que se interpondría entre los soldados y ellos. Y como intento desesperado, Mirjok tomó a Gwen y la cargó en sus brazos. Desplegó su tabla de las botas, y empezó a rezar en otra lengua mientras se aproximaban a la vía.
El tren se aproximaba con rapidez. Mirjok, fue impulsando la tabla con pequeños empujones que daba en el suelo con el pie derecho.
Estaba a punto de cruzarse el tren, pero Mirjok impulsó la tabla lo suficiente para que cruzara la vía un poco antes que el tren. Por desgracia, uno de los vagones golpeó la tabla en la que estaban. Y de desplomaron hasta caer al suelo. La tabla se había destruido, para variar.
Los dos intentaban levantarse después del horrible aterrizaje que se vieron forzados a realizar.
—Vamos —dijo Mirjok, soltando algunos gemidos por el golpe—. Tenemos que salir... Antes de que cierren la ciudad por completo.
De repente, una ola de tierra se levantó del suelo golpeando contra sus rostros. Al haberse asomado para saber quién fue el causante de esa ola de tierra que los golpeó, se dieron cuenta de que era Derron, que iba en la motocicleta de Darren; y detrás de él, iba Otome sujetándose de la cintura de Derron.
—¿Pero cómo...? ¿Cómo diablos...? ¿Qué? —empezó a balbucear Gwen.
—¡Qué están esperando, suban! —gritó Otome, algo desesperada.
Los dos se apresuraron a montarse en la silla de la motocicleta. Y poco después de que el tren terminó de pasar, varios soldados empezaron a cruzar por la vía.
Derron se apresuró en arrancar con la motocicleta, y salió del lugar dejando otra ola de polvo a su paso.
Empezaron a dejar a los soldados y al palacio muy atrás.
—No entiendo, ¿cómo nos encontraron? —preguntó Gwen.
—Cuando nos separamos, empecé a vagar por las calles, buscándote. De milagro, pude volver al edificio de Mirjok. Encontré a Derron en el edificio, y le conté todo lo que nos pasó después de que nos emboscaran las damas de fuego.
Cuando Gwen escuchó eso, esperó a ver si Derron decía algo respecto a que él la había visto regresando a la mitad de la noche al edificio junto con Darren. Ella estuvo a punto de preguntar, pero Derron la interrumpió.
—Ya lo sabe. No está molesta.
—En fin —prosiguió Otome—. Recordé la dirección del edificio de tu amigo, y se la dije a Derron para que la buscara.
—Encontramos una tabla voladora entre las cosas de Mirjok, y con ella, llegamos hasta el edificio donde vive Darren —añadió Derron—. Luego, la cambiamos por la motocicleta y vinimos lo más rápido que pudimos hasta el último lugar en el que Otome te vio. Lo que nunca esperamos, fue que los viéramos a los dos.
—Tuvimos un problema —explicó Mirjok—. Y ahora, tenemos que salir de la ciudad inmediatamente.
Después de que Mirjok terminó de hablar, un sonido ensordecedor retumbó en la ciudad. La cúpula invisible que cubría la ciudad empezó a temblar, distorsionando los rayos solares que la atravesaban; así como el cielo que se mostraba a través de la cúpula.
—¿Qué diablos fue eso? —preguntó Otome con un grito.
—El cierre de emergencia.
—¿Qué? —preguntó Gwen.
—Cierre de emergencia —respondio Mirjok—. El mejor sistema de seguridad de la ciudad. Cuando es activado, son lanzadas nuevas ondas de energía que cubren nuevamente la ciudad. Esto lo prepararon para ti, Gwen.
—¿Y como cuántas ondas se requieren para reforzar la ciudad? —preguntó Derron.
—No las suficientes como para volver por provisiones —aclaró nuevamente Mirjok—. Y hasta que el cielo no empiece a teñirse de rojo, tenemos que llegar a la salida antes de que este cubra la salida.
Luego de eso, Mirjok cruzó sobre todos nosotros hasta que tomó el lugar del conductor de la motocicleta.
Desplegó una pantalla entre los manubrios de la motocicleta, y pareció que estaba estableciendo una ruta hacia la salida.
—¿Qué haces?
—Estableciendo la mejor ruta hacia la salida. Tenemos que salir lo antes posible, o si no... —De repente, una sombra nos cubrió a todos nosotros, lo que interrumpió a Mirjok. Volvimos la mirada hacia el frente, y era una enorme nave espacial que volaba sobre nosotros. No era como las patrullas que habían visto antes, esa era una nave espacial similar a una aeronave de combate de la tierra. Debajo de los alerones, había un trío de cañones apuntando hacia ellos.
—¡Acelera, acelera, acelera! —repitieron desesperadamente los demás. Y Mirjok aceleró la motocicleta lo más rápido que pudo. Pero mientras se alejaban de la nave que se encontraba sobre ellos, los cañones apuntaron nuevamente hacia ellos. Y de repente, el primer disparo se llevó a cabo, golpeando en el gris asfalto de la calle.
La motocicleta se inclinó un poco hacia el suelo, pero se volvió a equilibrar. Desesperados y asustados, prepararon las armas que tenían a su disposición y que iban guardadas en una bolsa colgando de la motocicleta. Derron preparó su arco, sacó una flecha de su aljaba y disparo una serie de cinco flechas a los alerones de la nave. Otome en cambio, sacó lo que pareció ser una pistola, pero en vez de disparar balas o un láser, disparó un montón de semillas hacia los cañones de la nave. Extendió su mano derecha apuntando hacia la nave, y unos cuantos segundos empezaron a brotar varios tallos que se enroscaron en los cañones, dirigiendo unas enormes esferas de energía color azul eléctrico a las azoteas de varios edificios, a varios automóviles que iban circulando por las otras calles, hasta que finalmente apuntó los cañones directo a la misma nave, haciéndola explotar en un centenar de piezas metálicas.
Su victoria no les iba a durar mucho, pues muchas naves iban en camino hacia su ubicación; todas provenientes del palacio. Además de que, varios guardias de las sombras y damas de fuego se aproximaban en sus tablas voladoras.
Mirjok, preocupado por la falta de armas de su equipo, le entregó sus muñequeras a Gwen para que dispara en su lugar. Ella, se apresuró en colocárselas para el siguiente ataque, el cuál estaba a punto de llegar.
Era un equipo de guardias y damas de fuego, cinco damas en el flanco izquierdo y cinco guardias en el flanco derecho. Los autos que se encontraban alrededor empezaron a cambiar de dirección bruscamente intentando salir de la línea de fuego.
Derron, lanzó el primer ataque con una flecha eléctrica hacia una de las damas, la cual evadió con elegancia. El siguiente movimiento lo hizo uno de los guardias, disparando contra la parte trasera de la motocicleta. Golpeó la rueda trasera, el escape, y terminó golpeando el lado derecho de la motocicleta. Ésta empezó a desequilibrarse, y apenas le dio tiempo a Mirjok para equilibrarla antes de haber tocado el suelo.
Una de las damas empezó a acercarse más a la motocicleta. Su intención era acabar con ellos inmediatamente. Gwen, dándose cuenta de lo que pretendía su enemiga, le pidió a Otome que la sujetara con una de sus plantas a la motocicleta. Otome no imaginó lo que Gwen estaba tramando, pero al ser Gwen tan persistente, ella terminó apresándola de la cintura con unas enredaderas sujetadas por su mano derecha.
Asegurada a la motocicleta, Gwen empezó a levantarse de su asiento. Cuando Otome y Derron se dieron cuenta de lo que estaba haciendo, al fin se habían imaginado lo que Gwen estaba por hacer. Pero antes de advertirle que no lo hiciera, ella se lanzó de la motocicleta directo a la dama de fuego.
La dama de fuego se fue para atrás, casi rozaba con el suelo, pero a los pocos segundos recuperó el equilibro.
Ahora, ambas mujeres peleaban por mantenerse sobre la tabla voladora.
La dama empezó a tambalearse para que Gwen resbalara y cayera, pero ella se aferraba a cualquier lugar en el que sus uñas pudieran aferrarse. Al ver que no funcionaba, empezó a preparar su mano izquierda para incinerar a Gwen. Con eso, Gwen desenvainó inmediatamente su espada y la pasó rápidamente por la tabla en la que ambas iban. Ésta empezó a soltar chispas y un montón de humo, a lo que Gwen saltó de la tabla apoyándose en su espada, ahora como su nueva tabla. En cuanto a la dama, su tabla le explotó bajo sus pies, mandándola a volar contra dos de sus compañeras.
Los guardias y las damas que quedaron no dudaron en responder. Los guardias desplegaron sus lanzas y las lanzaron igual que jabalinas contra las ruedas de la motocicleta. Unas se ensartaron en la rueda trasera, mientras que otras se enterraron en el lado derecho de la motocicleta.
La parte trasera de la motocicleta empezó a hundirse lentamente. Chispas empezaron a volar por la repentina fricción que tenía la motocicleta con el asfalto.
Una alarma empezó a sonar por el frente de la motocicleta.
—¡Esto es malo! —dijo Mirjok.
—¿Qué pasa?
—La motocicleta se está frenando, no aguantará mucho tiempo así. A menos que haya una manera de hacer que la motocicleta vuele, nos van a atrapar.
Eso que había dicho Mirjok, puso a pensar a Gwen «Que la motocicleta vuele» Y finalmente, recordó la persecución con Darren. Hizo que las ruedas se cambiaran por suspensores de gravedad. Inmediatamente, Gwen sacó el comunicador que Darren le había dado.
—¡Hola Gwen! —dijo Darren—. Por un momento pensé que ya no llamarías.
—¡Qué gracioso chiste! —respondió Gwen—. Pero es probable que sí sea la última.
—De acuerdo. Qué necesitas.
—¿Tu motocicleta tiene modo de anti gravedad?
—Claro. Despliega el «Menú» de las funciones de la motocicleta, y luego ve a «Ruedas» Y seleccionas la opción de «Suspender»
—¿Eso es todo? —una explosión resonó junto con lo que había contestado Gwen.
—Sí —antes de que Gwen tuviera la oportunidad de darle las gracias, una bala rozó en el botón para colgar. Ella procedió con guardar su comunicador en su bolsillo, y volvió a volver a todos los guardias y damas que quedaban.
Aprovechando que Mirjok estaba descuidado, ella trató de alcanzar la pantalla para desplegar el modo anti gravedad de la motocicleta. Cuando sus dedos estuvieron sobre la pantalla, siguió los pasos que le había indicado Darren, y justo cuando pulsó el último botón, la motocicleta empezó a moverse de forma descontrolada.
Las ruedas se abrieron por la mitad, y de las líneas divisoras empezó a brotar una luz blanca. Empezaron a abrirse lentamente, hasta que las mitades se pusieron a los flancos de la motocicleta igual como los propulsores de un avión.
Todos se quedaron sorprendidos al ver que la motocicleta estaba suspendidas en el aire. Y aprovechando el momento, cada uno se apresuró en contraatacar. Mirjok le arrebató las muñequeras a Gwen, y empezó a disparar contra las tablas de los guardias, derribando a dos con sus tiros; Otome, hizo crecer un largo tallo lanzándole un extremo a la muñeca derecha de una de las damas de fuego que quedaban, y sin dudarlo, anudó el otro extremo del tallo a un poste. La dama de fuego chocó contra la parte trasera de un auto estacionado, y salió volando por los aires hasta que cayó sobre el techo de otro auto que estaba estacionado dos autos más adelante. Y Derron, disparó una flecha con un hilo metálico atado a ella contra la pared de un edificio en una esquina, y cuando ellos dieron vuelta en esa misma esquina, disparó otra flecha atada al mismo hilo hacia el otro lado de la calle. Todos los guardias y damas que quedaban, terminaron en el suelo por haberse atravesado con el hilo.
Todo pareció bueno para ellos, ahora que pensaban que sus amenazas habían cesado. Pero faltaba lo peor para el final.
El General Doxx se apareció detrás de ellos. A su flanco izquierdo y derecho, había un escuadrón de motocicletas de la policía de la ciudad. En la retaguardia, había una serie de patrullas que iba doblando en todas las calles para evitar algún posible escape. Y sobre todo ese batallón, había naves del palacio con una serie de cañones apuntando hacia ellos. Lo único que se les ocurrió en ese momento, fue rezar para que sus esfuerzos por sobrevivir valieran la pena.
Los cañones empezaron a resonar. Los casquillos de las armas con balas caían sobre el duro asfalto. Las ruedas de las motocicletas no dejaban de derrapar intentado derribar la motocicleta en la que iban ellos.
Mirjok aceleró lo más que pudo, pero aún les faltaba mucho más que eso para evadirlos a todos ellos e intentar cruzar la salida.
Más ondas empezaron a viajar por la invisible cúpula. Y con cada onda que emitía la torre del palacio, ellos temían que fueran las últimas para que apareciese la roja.
Patrullas empezaron a aparecer a diestra y siniestra. Intentaban chocar con la motocicleta, pero Mirjok siempre lograba rebasar las patrullas ante de que derribaran la motocicleta.
De repente, un peculiar sonido empezó a emitirse de la motocicleta. Mirjok miró la pantalla y no pudo ser peor noticia la que había recibido por esa alarma. El combustible de la motocicleta se estaba agotando, y según él, aún les faltaba para llegar a la salida.
Desesperados, y ya casi sin municiones para combatir contra ellos, tenían que encontrar una última carta. Gwen miró la pantalla con la ruta planeada, pero en ese mapa digital que observaba, vio unas curvas grises que se atravesaban en el camino. Y entre esas curvas grises, notó que una cruzaba cerca de la salida de la ciudad, y que había un acceso a esa curva gris a unos metros de donde ellos estaban.
Le indicó a Mirjok la otra ruta que podían tomar. Pero él se negó a seguirla, ya que al parecer esa otra ruta era por un puente sumamente alto; además de que, no pasaba cerca del camino, sino que estaba sobre el camino a la salida.
A pesar de eso, Gwen estaba decidida en que ése era el camino que debían tomar. Y en un arrebato de su cordura, cuando estuvieron a punto de pasar de la entrada a ese puente, ella se acercó a los manubrios de la motocicleta; y con toda su fuerza las giró hacia el lado derecho de la calle, donde se encontraba la ruta hacia el puente.
Entraron a un callejón bastante estrecho. Todos empezaron a ver el puente por el final del callejón, y también se percataron de que el camino que tomaron no se conectaba con el puente. Mirjok intentó frenar, pero cuando él ya había empezado a pulsar los frenos la motocicleta estaba volando sobre un metropolitano y oscuro vacío; hasta que la moto terminó en el puente y sólo por unos cuantos metros de borde de concreto que estaba puesto.
La motocicleta se mezcló con los demás vehículos. Pasaba por los autos, camiones y otras motocicletas sin llamar atención alguna. Y mientras iban cambiando rápidamente de carriles para evitar ser reconocidos, esperaban llegar a la parte del puente que se acercaba más a la salida.
Y de repente, retumbó una explosión a lo largo de la ciudad. Todos volvieron la mirada hacia la cúpula invisible, y vieron una última onda expansiva de color azul. Y de la nada, la cúpula paso de ser transparente a un tono anaranjado, dando la ilusión de que estaba sucediendo un atardecer. Dirigieron su atónita y aterrada mirada hacia el palacio, y empezó a mostrarse una coloración rojiza desde la punta de la torre principal del palacio.
—¡Por todos los dioses! —exclamó Otome, con una voz tan seca que se todos sintieron la angustia que ella llevaba.
De repente, una explosión los hizo volver hacia la realidad. La explosión se presentó a un constado de ellos, derrumbando una parte de la autopista aérea en la que iban.
Gwen se puso a buscar al que provocó ese ataque, y su mirada angustiada fue sustituida por una llena de desprecio al haber visto que la persona que los había atacado era el mismo que la amenazó en Oasis. Era el General Doxx.
Iba en una especie de motocicleta voladora. Iba tan alto que casi podía tocar la cúpula anaranjada. Pero se lanzó contra ellos igual que un halcón que va por su presa, lanzándolos fuera de la autopista y haciéndolos caer en otra línea. La motocicleta sufrió grandes daños, casi pareció que iba a destrozarse por el impacto. Pero aún seguía funcionando.
Mirjok, inmediatamente aceleró la motocicleta, esperando que pudieran llegar a la salida antes de que la ciudad fuera sellada por completo. Y mientras viajaba por los carriles esquivando a los demás conductores, los demás ubicaron la salida de la ciudad. Era otro camino ancho de asfalto grisáceo, que daba con grandes colinas de arena, y al rededor se podía ver la abertura que había en la cúpula.
La onda roja ya los estaba alcanzado. En unos cuantos segundos, ya había cubierto un tercio de la ciudad en una sombra roja; así que Mirjok se arriesgó a realizar un acto muy peligroso. Acercó la motocicleta a la orilla del carril derecho, esperando que un camión pasara debajo de ellos para saltar y caer sobre él. Por desgracia, un proyectil les dio en el flanco izquierdo de la motocicleta, haciendo que salieran volando y terminaran en la superficie de la ciudad. Aterrizaron entre un grupo de autos, que inmediatamente empezaron a maniobrar debido a su repentina aparición.
Gwen volvió para buscar el lugar de donde había salido el proyectil. Fue el General Doxx. Iba en su propia tabla voladora, y en los brazos llevaba una bazuca apuntando hacia ellos.
Desesperada, Gwen se lanzó hacia el volante con la esperanza de evadir el próximo proyectil que se acercara. En vez de eso, su abrupto movimiento hizo que chocaran contra un auto que estaba a la derecha, haciéndolo que se fuera contra una valla a la orilla de la pista. Y en menos de un segundo, el auto se levantó y empezó a chocar con todos los vehículos que iban atrás de ellos, haciendo que todos los autos que iban atrás de ellos se perdieran en una nube grisácea.
Ante su error, Derron pudo observar que la onda roja estaba exactamente sobre ellos, y que por desgracia, estaba avanzando más rápido a la salida. Y Doxx, continuó con su plan de frenarlos empezando a disparar contra ellos y lentamente, descendiendo más para poder detenerlos.
Gwen, desesperada y frustrada, trató de buscar una solución a todo. El camino a la salida era recto, y solamente le quedaban unos cuantos segundos para poder escapar antes de volverse prisioneros en la ciudad. Busco en la bolsa de armas que trajeron Derron y Otome, y encontró lo que pareció ser una granada.
El General Doxx se aproximaba cada vez más a la motocicleta, y en un acto desesperado Gwen activo la granada. Y cuando quitó el seguro del explosivo, todos volvieron hacia ella completamente desconcertados. Luego, Gwen lanzó la granada en el punto intermedio de donde iba el General y donde iban ellos.
El General, fue impulsado hacia atrás dejándolo tendido en el suelo. Y la motocicleta donde iban ellos, fue disparada unos cuantos metros más hacia adelante, logrando llegar a la saluda antes de que se cerrara; pero Doxx, se encargó de no darles el gusto completo disparando contra la motocicleta una última vez, en la zona donde iba colgada la bolsa con municiones, y en todas las partes que pudo alcanzar del resto del vehículo.
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