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Pelea en Oasis

Se quedaron los tres sentados en pedazos de troncos cortados a unos metros de la tienda en la que había entrado Otome. Gwen estaba admirando su nueva espada imaginándose a ella misma usándola contra otros caballeros iguales a los del pueblo de Otome, no pudo imaginar algo más irrealista que eso. Mientras, Derron y el Sr. Iron bebían de vasos de barro con un líquido espeso de color azul verdoso observando a todas las mujeres que pasaban enfrente de ellos.

Después de unos minutos, el Sr. Iron no pudo dejar de sentir una incesante curiosidad por Gwen, pues nunca había visto o conocido de alguna especie similar a ella.

-Oye Gwen, ¿te puedo hacer unas preguntas?

-¡Claro!

-¿De dónde vienes? ¿A qué especie perteneces? Y, ¿Qué vienes a hacer aquí?

Gwen no sabía que responder, pues si había causado tal conmoción su llegada para que personas la fueran a buscar para cazarla, no sabía si era correcto confiar en cualquiera que no fuera Otome y Osilia. Pero, tuvo el extraño presentimiento de que podía confiar con ellos después de que le entregaron la espada que estaba empuñando mientras se cuestionaba si ellos dos serían de confianza.

-Yo... No soy de aquí. Respecto a mi especie... no creo que habite algún otro como yo aquí; y por último, lo que voy a hacer aquí... es hallar una manera de regresar a mi hogar.

De la tienda en la que había entrado Otome, salió disparada en busca de Gwen para irse de inmediato de la aldea. Cuando la vio sentada junto con Derron y el herrero, fue rápido a verla.

-¡Aquí estás! Te dije que no te movieras de donde te dejé -dijo bastante preocupada.

-Perdón, no era mi intención preocuparte -respondió Gwen.

-¡¿Acaso es una espada lo que tienes en tu mano?!

-Increíble ¿no crees? -dijo acercándole la espada a Otome.

-¡No! ¿Cómo se te ocurrió...? No importa, debemos irnos ahora.

Tomó de la muñeca a Gwen levantándola del tronco en camino a la entrada. Se detuvieron cuando Otome se percató que en la entrada estaban varios caballeros similares a los que se enfrentaron en la aldea.

De una manera, brusca y sin aviso alguno, llevó arrastrando a Gwen de nuevo con Derron y el Sr. Iron escondiéndola entre los arbustos. Mientras, Otome observaba la actividad de los caballeros; así como uno en particular que vestía una ropa diferente, y que en vez de usar una máscara de todo el rostro, usaba una mascarilla del mismo color que los otros uniformes que le cubría solamente la boca y la nariz.

-¡¿Qué te sucede?! ¡¿Y qué tienes contra mí para querer llevarme a cualquier lado jalando de mi muñeca?! -dijo Gwen molesta.

Otome empujó a Gwen ocultándola de la vista de los demás.

-¡Hay caballeros del palacio aquí! -resaltó Otome dirigiendo la mirada a la entrada de Oasis.

Derron y el Sr. Iron voltearon a la entrada, y notaron la presencia de los caballeros. Empezaron a sentirse ligeramente nerviosos.

Los caballeros incluido el de atuendo peculiar se adentraron a la aldea pasando por todas las cabañas y tiendas que se encontraban a los lados del camino principal. Iban pasando enfrente de el Sr. Iron y Derron -e indirectamente enfrente de Gwen y Otome-. Los caballeros portaban lanzas idénticas a las de los otros, y el caballero que tenía aspecto de mercenario usaba unas muñequeras sumamente grandes con pequeñas puntas de navaja sobresaliendo.

Mientras avanzaban Gwen notó que todos ellos se dirigían a la cabaña de la persona con la que Otome habló. Se lo hizo saber a Otome que inmediatamente notó lo mismo, lo cual la puso nerviosa.

-¿Qué les pasa? -preguntó entre dientes el Sr. Iron acercando un poco la cabeza a los arbustos.

-¡Van por el Sr. Kanowitz! -dijo Otome alarmada.

-¡¿Qué?! -respondieron Derron y el Sr. Iron alarmados de la misma forma que Otome.

Todos parecían angustiados, casi tanto como estaba Otome y Gwen cuando los caballeros entraron a la tienda de Osilia. Con eso pasando por la mente de Gwen, ella se levantó y empezó a pasar por detrás de los arbustos para llegar lo antes posible a la tienda para que los caballeros no lastimaran a ese Sr. Kanowitz.

Los guerreros estaban enfrente de la tienda, ya era muy tarde para Gwen. De la tienda salió una corriente de aire que movió los trajes de batalla de los caballeros y el cabello enmarañado que tenía el hombre de la máscara de boca. Levantaron sus armas, y el hombre extendió sus brazos hacia abajo sacando dos hojas de espadas de sus muñequeras.

A pesar de no haber podido evitar su llegada, Gwen no iba a permitir que le hicieran daño a otro ser inocente. Tomó una piedra que estaba entre la arena y la arrojó a la cabeza del caballero de las muñequeras, el cual se dio la vuelta contemplando a la jovencita que la había retado.

-¡Vaya! -dijo lleno de una falsa sorpresa-. ¡Miren quien está aquí! Esa es la «rareza» de la que nos contaron los marginados de la aldea Komazi.

Otome y los demás veían desde lejos lo tensa que estaba la situación, pero ninguno se dignaba a decir algo al respecto.

-¡Muy bien humana! -continuó el caballero de las muñequeras-. Sé muy bien que no quieres perder tu vida por estos seres sin ningún valor emocional para ti, así que ven con nosotros y nadie saldrá herido; incluyéndote a ti. El emperador estará feliz de saber que no debe preocuparse por que causes problemas.

-¿Problemas? -respondió Gwen-. Tú y el resto de tu caballería los van a tener si no se van de aquí -desenvainó su espada apuntándola hacia el hombre con muñequeras.

-¡Ataquen! -dijo el hombre con lss muñequeras a los demás caballeros.

En un segundo todos los caballeros se dirigían hacia Gwen lanzando sus lanzas contra ella. Mientras, ella daba pequeños pasos hacia atrás esquivando las puntas de las lanzas preparándose para recibir los ataques que se avecinaban con gran rapidez.

Los caballeros ya estaban frente a ella, y entre una gran cantidad de oponentes Gwen pudo desviar cada uno con suerte y realizar constantes embestidas a sus contrincantes, pero siempre volvían a seguir atacando.

Los caballeros siguieron avanzando a la batalla, pero algunos se desviaban hacia las cabañas de los pobladores como signo de advertencia de lo que pasa si alguien los desafiaba. Los pueblerinos empezaron a salir asustados y confundidos esperando a que se apaciguara la situación.

Gwen no podía pelear con los que tenía enfrente y con todos los que hacían estragos en Oasis. Estaba confundida y no sabía que hacer.

El Sr. Iron salió a la batalla. Empezó a estirar ambos brazos y tomando a dos caballeros a la vez, los lanzaba por los aires llevándolos fuera del pueblo. También, tomaba a los caballeros de los pies derribándolos uno por uno; así como arrebatándoles sus lanzas y clavándoselas en distintas partes del cuerpo.

Derron observando lo que acababa de hacer el Sr. Iron se atrevió a integrarse de igual manera a la pelea. Antes de estar cerca, Otome lo tomó del tobillo. Derron se volteó.

-¡¿Qué éstas haciendo?! -le preguntó Otome-. ¿No sabes que son «los caballeros del palacio»?

-¡Sí lo sé! -respondió Derron mientras se quitaba la maní de Otome del tobillo -. Y si por mí fuera me escondería, pero si van a lastimar al Sr. Kanowitz no puedo permitirlo. Además, quiero ser un guerrero; ésta es mi forma de demostrarle a todos los que me han juzgado y subestimado que puedo ser un gran guerrero que defienda Oasis.

Derron se alejó. Mientras iba sacando su arco y una flecha de su aljaba, estaba observando a todos los que peleaban imaginando posibles disparos efectivos para favorecer a sus amigos. Se preparó para disparar y disparó la primera flecha, que fue uno de los tiros más impresionantes que él haya hecho: La flecha pasó enfrente de un caballero, y el herrero lo golpeó aprovechando la pausa que había hecho. Luego, la flecha siguió y desvió un poco la trayectoria de una lanza que iba directo hacia Gwen, pero que gracias a esa flecha la lanza le dio a otro caballero. Por último, la flecha se clavó en el pecho de un caballero, que cayo derrotado en medio de la batalla.

Continuando con lo que Gwen pensaba que era su primera cruzada, ella siguió enfrentando a otros caballeros.

De repente, el guerrero de las muñequeras se adentró a la batalla fijando su mirada en Gwen. Empezó a lanzar ataques directos contra ella por haberlo desafiado, y cada vez que Gwen contraatacaba, él se protegía con sus muñequeras cubiertas de una piel sumamente gruesa evitando los ataques.

Gwen se notaba cansada y con las manos llenad de ampollas, pues era solo una joven sin experiencia en el combate con armas de verdad. El guerrero de las muñequeras no dudó en responder con agresividad.

-¡Es mi turno! -dijo con una voz grave y algo inquietante.

Se abalanzó contra ella lanzando embestidas, contraataques y varios movimientos que Gwen con suerte podía esquivar, desgraciadamente durante algunos ataques no fue tan rápida y llegaba a cortarle ligeramente la ropa. Después de un largo y duro enfrentamientos el caballero lanzó un ataque, tirándole la espada de las manos dejándola indefensa.

-¡Es tarde para ti humana! Cuando acabe contigo, solo recordarás estas palabras antes de unirte con las estrellas, ¡General Doxx!

El general Doxx estaba a punto de clavarle la hoja de su muñequera derecha, cuando de repente apareció Otome con una lanza de los caballeros y desvió la dirección de la hoja. Levantó la lanza e hizo giros con ella, pero el general Doxx bloqueó la punta con su muñequera.

Otome empezó a pelear con el general, pero eran tan buenos en combate cada uno de ellos. Si uno atacaba, el otro lo esquivaba o lo bloqueaba.

La mayoría de los caballeros fueron derrotados, y cada uno se empezaba a retirar por su cuenta, aún si recibían un escarmiento por huir eso no les pudo importar menos. El general se sintió molesto por lo que hacían los caballeros que estaban a su cargo, pues mostraba que eran débiles ante un grupo de pueblerinos.

El general se percató de que debía marcharse, pues aunque pensara que podía con ellos.

—¡Esto no se ha acabado! ¡Nos veremos de nuevo, humana! —dijo mientras se marchaba.

Gwen no podía creer que había tenido una pelea real.

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